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7| Recayendo en la tentación (parte 1)

Ashley Wood

Ivan Müller. 

Misma edad que mi madre, siete centímetros más alto que ella, con un atractivo natural y con unas medidas de manos perfectas para Giuliana, ya que ambos se conectan como si estuvieran hechos el uno para el otro. Físicamente, Ivan tiene ojos avellanas, cabello castaño y una barba pulcra que en vez de aumentarle la edad lo hace más varonil. De cierta forma entiendo porque mi madre esta enamorada, del porque va a dar el gran sí. Ella es tan hermosa como espectacular y Iván sería un completo tonto si hubiera dejado escapar la oportunidad de tenerla para toda la vida a su lado. Además ambos tienen su vida hecha, no hay razón para aplazar nada.

Mi padrastro... Mmm, no, en definitiva no lo llamaré así, por algo su madre le ha dado un nombre y Ivan se quedará. Prosiguiendo con la descripción, Müller tiene un aspecto encantador y su registro policiaco es igual de impecable. Cero denuncias por maltrato aunque si tiene un par de multas por exceder la velocidad en área de suburbios y me encanta, si hubiera tenido su presentación tan limpia definitivamente hubiera levantado mis sospechas. Sus estudios fueron encaminados por los mismos que mi madre, medicina, Ivan es el cardiólogo principal del hospital central, fue transferido hace un año y ahí es donde conoció a mi madre. No he visto quejas por la manera en la que labora así que estamos bien en ese sentido.

No tiene ex esposas, pero si una novia con la cual ha tenido una larga relación de ocho años. Su nombre es Elisabeth y vive al otro lado del mundo, sé que ambos terminaron bien, ya que se siguen en Instagram y de vez en cuando le comenta una foto, no es constante así que va sumando puntos. Relación cordial, pero no amical. Eso me indica de que tiene muy claro sus metas y que está centrado. Sin embargo, a pesar de que no ha embarazado a Elizabeth, Ivan tiene un hijo que recién acaba de cumplir veinte y tres años mientras que yo voy para los veinte y cuatro. Su nombre es Matteo Müller y fue concebido gracias al vientre de alquiler.

Según mi madre, Ivan estaba seguro de que se iba a quedar solo el resto de su vida así que eso no le impidió cumplir su deseo de ser padre. Todo lo hizo por la vía legal, pero aun así averigüé y como esperé, toda la información es confidencial, pero no me preocupo. Giuliana vio los papeles y Matteo sabe cómo lo concibió su padre ¿Su madre? Fue un óvulo implantado de donantes, Ivan pagó, no tuvo sexo con quién llevo a Matteo nueve meses.

Cómo me dijo mi madre en la conversación telefónica: Ivan Müller es del ensueño.

Un príncipe azul que parece salido de una realidad alterna.

—Deja de mover tu pierna, todo va a salir bien, Ashley, te lo prometo.

Miro a Dereck que está a mi costado del taxi que hemos tomado hace unos minutos. Nuestro vuelo debió aterrizar hace una hora, pero por desperfectos, se retrasó. Por suerte, cuando bajamos del avión, aún nos queda tiempo para cambiarnos e ir directo a la iglesia.

Hoy es el gran día, la boda de mi madre y me hubiera encantado estar unos días antes con ella y conocer más a Ivan, pero Lucio, mi jefe, no me dio el permiso, ya que justo había pedido uno antes para ir a la cabaña por Ariel. Sin embargo, vio mi desesperación y después de hacer turnos completos una semana completa y la otra ayudándole a ordenar los historiales digitales, me dio pase libre para llegar a tiempo con Giuliana. Obviamente, mi esfuerzo no solo es recompensado con el permiso, sino también con efectivo, hacer jornadas completas pareció tan refrescante como cuando recibí mi pago mensual.

—Mi pierna parece tener vida propia. —suspiro— Espero tener tiempo para poder hablar con mi madre antes de que entre a la iglesia —confieso viendo las calles por la ventana. Todo es tan familiar y el paisaje llena de recuerdos a mi mente.

Tantos gritos silenciosos, tanto amor, tanta calidez, tan fuerte, pero a la vez tan lejano.

—Ella te esperará —tranquiliza— ¿Sabes si tus amigas ya llegaron?

Frunzo mi ceño.

—Eso espero, las mataré si no están ahí, mi madre quiere verlas, especialmente a Gabriela que está esperando a mi ahijado.

—¿Ella sabe eso? —se ríe.

—Yo seré la madrina, Dereck, no hay porque darle vueltas al asunto.

El taxi parece que nos da un recorrido de la ciudad como si fuéramos unos turistas porque se demora una eternidad tomando supuestos atajos que arruinan mi paciencia.

Cuando el auto se estaciona en la dirección que me ha dado mi madre, analizó la viviendo como si buscará algo inusual. Ya conozco la casa por fotos, pero verla en directo es impresionante, no por su tamaño sino por los acabados modernos que se notan a simple vista.

Tengo entendido que Matteo no vive con su padre y al igual que yo, ha extendido sus alas cuando fue a la universidad. En estos momentos se encuentra estudiando para ser cirujano cardiovascular, en definitiva sigue los pasos de su padre, es el mismo mundo y ahora que lo pienso, todos en esta nueva familia estamos dedicados a una rama de la salud.

Dereck baja la única maleta que hemos traído para los dos, es grande y espaciosa y dado los pocos días que nos vamos a quedar, no necesitamos traer otro equipaje.

Una vez que todo está en orden, avanzamos juntos hasta la puerta para tocar el timbre.

¿Es normal que un timbre suene refinado?

No tengo tiempo de pensar, la puerta se abre y deja a la vista al impresionante Ivan Müller.

En persona es mucho más grande, más imponente.

—¿Eres Ashley? —su tono de voz es gruesa, casi intimidante, pero entonces sonríe y me olvido de todo. Es demasiado, no sé, tiene algo que me hace sentir cómoda.

—Sí, tú debes ser Ivan. —finjo no haber stokeado su Instagram y saber nada de su rostro cuando en realidad sé que tiene dos lunares en su cara, uno en su mentón junto a su barba y el otro en su frente en la lateral derecha— Él es Dereck, mi amigo, le avisé a mi mamá que lo iba a traer y espero...

No puedo continuar la presentación, Müller da dos pasos al frente y me abraza como si no nos hubiéramos visto toda una vida.

Me toma por sorpresa, pero respondo amablemente.

Su calidez me tiene anonadada.

Huele bien y repito, tiene un aura hermosa. Si me siento cómoda con él al primer encuentro, es una señal del destino, Ivan Müller es el nombre indicado para mi madre.

—Me alegro de que hayas podido venir, mi Giuliana me dijo que estabas teniendo problemas por tu trabajo —dice separándose.

Mi corazón se acelera por la emoción, nadie se había expresado así de mi madre, nunca había visto tanto amor en unos ojos.

No dejo de verlo y admirarlo, de alguna forma me encuentro eternamente agradecida de que él haya aparecido en camino de Giuliana.

Normalmente los hombres a su edad no dicen ese tipo de cosas, lo usual es que incluso se hayan aburrido de su relación y estén por pura monogamia, pero confío, sé que entre Ivan Müller y Giuliana Wood no pasará eso.

Dereck toma la palabra y después de un intercambio de palabras, Ivan nos conduce hasta la habitación que nos han designado.

—¿Solo una? ¿Mi madre sabe de esto? —no es una queja, mi voz está cargada de una risa contenida.

Cuando supo que vivía con Dereck a solas, no le agrado la idea. Le encanta Dereck, de eso no hay duda, pero es cerrada en ciertos aspectos.

—Sí, sé a lo que te refieres, estuvo reacia a la idea, pero al tener invitados nos quedamos sin habitación además ella confía en ti y en Dereck —dice lo último mirándolo.

La habitación es hermosa y la cama es de tamaño Queen por lo que no sufriremos por el espacio. No me molesta, lo más probable es que termine cansada y Dereck tenga que cargarme para poder llegar a la cama.

No lo hemos dormido juntos en una cama desde mi cumpleaños veintidós, pero nos vemos quedados dormidos en el sofá viendo películas. No tienen porque ser diferente.

—Jamás le faltaría el respeto a su casa, señor —murmura Dereck.

Me atoro con mi propia saliva e Ivan me da ligeras palmadas en la espalda. Cuando lo miro al rostro puedo ver una incomodidad en su gesto, no lo culpo, a nadie le gusta tener la imagen mental que Dereck ha impuesto en su cabeza.

Prácticamente ha afirmado que tenemos relaciones íntimas, pero que nos vamos a abstener por estar en una casa ajena.

Bueno, ajena a él, yo ya lo considero mi segundo hogar.

—Claro —atina a decir Müller— ¿Quieres hablar con tu madre, Ashley?

Mis ojos brillan.

—Por favor.

—Te espero afuera para guiarte —nos da un asentamiento y luego se va cerrando la puerta detrás de él.

Inmediatamente, me devuelvo con Dereck y lo empujo a la cama.

—Pensé que íbamos a respetar la casa, Ashley —la picardía en su tono no pasa desapercibida.

Retengo una sonrisa a medida que me acerco.

Desde esa noche donde me enteré del compromiso de mi madre, Dereck ha estado mucho más relajado. Sin embargo no diría que las cosas han vuelto a la normalidad ya que la conversación que nos debemos la tengo muy presente y por nada del mundo dejaría pasar algo como esto, puede que mi postura sea clara, pero sino se habla, se abre camino a malos entendidos.

—Sueña. —me burlo— Por cierto, no tienes de que preocuparte, buscaré dónde dormir.

Dereck frunce su ceño y recompone su espalda.

—¿Disculpa?

—Lo solucionare.

—¿De qué hablas?

Arrugo mi nariz.

Él se levanta de la cama, logrando que la distancia entre nuestros rostros se corte de manera considerable. Retroceso un paso con extrañeza.

—¿Acaso piensas dormir conmigo? —inquiero.

—Por supuesto que no, pero ni creas que me iré de esta habitación.

—¿El suelo se te hace cómodo?

—No te dejaré sola.

—Veo que ya estás de ánimo para conversar.

Dereck acentúa su mirada, quedándose en silencio unos breves segundos mientras me limito a analizarlo.

—Solo te protejo.

—¿Abajo de mi cama hay mounstros? —burlo. Sin embargo no se ríe.

Se va a un lado, en busca de la maleta y una vez que la tiene en su poder, la tira encima de la cama para poder abrirla.

—Aprovecha el tiempo y ve con tu madre. —dice, sacando su traje de gala— Me iré cambiando.

—Tienes razón. —suspiro— Anda sacando mi vestido y maquillaje por favor, quiero optimizar todo el tiempo posible.

—¿No quiere algo más la princesa? —pronuncia con una media sonrisa.

—Por favor —agrego.

—Es broma, conmigo no tienes que rogar, —suelta, quiñándome un ojo— tus palabras son ordenes.

Me río, pero de inmediato la voz se me apaga al ver cómo su camiseta se despoja de su cuerpo, dejando al descubierto todo su pectoral y justo cuando la V creciente de su cadera empieza a denotar, salgo de habitación.

Lo último que recuerdo es escuchar una risa burlona.

—¿Todo bien? —la voz de Ivan me recibe, tiene sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—Por supuesto —le sonrío— ¿Dónde está ella?

Müller toma las riendas y me guía por su majestuosa casa. El color dominante es blanco así que si un perro o bebé viviera aquí, realmente sería un desastre.

Una corriente extraña me estremece todo el cuerpo al pensar en la posibilidad de que Ivan quisiera volver a ser padre. Tengo consciencia de que ambos no lo desean, ya son padres y ahora solo quieren enfocarse en ellos mismos. Sin embargo, siempre está esa duda, esa mínima posibilidad que puede desmoronar todo.

Mi madre no puede volver a embarazarse, perdió toda posibilidad a causa del maltrato que sufrió por años. No hay remedio, tratamiento, esperanza. Así que sí, la idea de que Müller cambie de opinión me causa inquietud. Aunque si la ama tanto como creo que lo hace, nada de esto debería importar.

—Sé que mi Giuliana te ha comentado de que soy padre. —comenta— Mi hijo se llama Matteo y por supuesto que anda por aquí, lo más probable es que este cambiándose para ir a la iglesia, pero no dudes que te lo presentaré en cuanto la posibilidad se de. Realmente espero que forjen una relación y no sean simples desconocidos; que se tratan con respeto.

Es tan bueno que no puedo creerlo, pero la intuición no miente y todo en Ivan me agrada.

—Espero lo mismo —sincero.

—Matteo me dijo que se siguen en las redes sociales ¿Ya lo conocías de algún lado?

Muerdo mi labio, reteniendo lo cómico del asunto.

Me basto un par de minutos para averiguar las redes sociales de Matteo. No me siento mal por ello, realmente no quería ninguna sorpresa este día, sin embargo, nada me preparo para darme cuenta de que él ya me seguía.

Le devolví el follow, seguido de revisar mis notificaciones y percatarme de que Matteo era de mis últimos seguidores así que lo más probable es que le hayan dicho la noticia hace un par de días.

Lo curioso es que al investigar más a fondo, vi que le dió like a la mayoría de mis publicaciones al igual que reaccionar a algunas de mis historias pasadas. Al menos ya sé que tenemos algo en común, el stalkear, aparte de nuestra vocación por la área de la salud.

—Recién lo conoceré hoy, —aclaro— realmente estoy ansiosa —le muestro mis dientes.

—Oh, ya veo. —se detiene, provocando que lo copie— Ashley, no sabes lo feliz que me hace saber que te hayas tomado tan bien la noticia de esta boda. Cómo sabes, no puedo ver a la novia así que iré a preparame para ir a la iglesia. Para ver a mi Giuliana solo tienes que ir de frente y entrar al último cuarto.

—Gracias, Ivan.

—Encantado de conocerte, Ashley. —es sincero— ¿Si te ubicas de regreso a tu habitación, verdad?

—Si, no te preocupes, ve tranquilo.

Me regala otra sonrisa y luego desaparece, dando paso a un remolido de emociones intensas, donde los nervios tienen un gran protagonismo.

Doy mis primeros pasos hacia mi madre cuando siento como la garganta se me cierra.

Estoy nerviosa, muy nerviosa.

Uno.

Dos.

Tres.

Mis piernas se detienen en su puerta y el magnetismo que siento por su ser desde adentro, es increíble. Toco la puerta despacio, con mis nudillos ansiosos y en cuanto escucho el "pase" desde el interior, mi labio tiembla.

Mi cabeza se asoma con cuidado, casi con miedo, pero también con una exagerada emoción retumbando en mi pecho.

Entonces la veo.

Giuliana Wood, la mujer más fuerte que conozco. Mi madre está deslumbrante, irradiante como una estrella y tan feliz que duele. Se nota, en su rostro, en su sonrisa, en su piel, incluso desde kilómetros se percibe su plenitud.

Lleva un vestido característico de toda novia, con un largo hecho a su medida y pinzas en los lugares correctos. Sus accesorios son simples, sin mucho brillo o tamaño, pero ella le da un toque que lo hace resaltar como unos auténticos tesoros.

Mi corazón se encoge.

Jamás pensé verla así de feliz, así de sana.

Me sonríe.

Me derrumbo.

Salgo de mi admiración y corro hacia ella. Mis brazos la envuelven en un abrazo fuerte, uno que otorga paz a mi alma. Han sido cinco meses desde que no la veo por temas del trabajo, nuestra comunicación se ha basado en lo virtual y estaba bien, pero el contacto físico no lo cambio por nada.

—Te he extrañado tanto, mi niña —sus manos cálidas me tocan con ternura, devolviéndome la misma emoción.

Inesperadamente, mis ojos se nublan y cuando siento como las lágrimas de mi madre recorren mi hombro descubierto, lloro con ella.

—Yo igual mamá. —la amo tanto. Estoy orgullosa de ella y estoy agradecida por ser su hija— Estás hermosa —digo al momento de separarme.

—Gracias. —se ríe mientras intenta que el rímel de sus pestañas no se corran. La ayudo— Tenía mucho miedo de que no llegarás a tiempo.

—Nada me iba impedir estar aquí. —sonrío con ternura— Ivan me recibió en la puerta y déjame decirte que ha sido una de las personas más amables con las que he cruzado palabra.

—Tiene un encanto único —me da la razón mientras que sus ojos brillan.

—Tiene suerte de tenerte.

—Y yo a él ¿No lo has amenazado verdad?

—¡Mamá!

—Te conozco cariño, eres muy sobreprotectora con los tuyos.

Suelto una carcajada.

—Bueno...

—¡Ashley!

—No te preocupes, supe controlarme —le suelto quiño.

Giuliana voltea los ojos con diversión, pero en ningún momento decae su sonrisa.

Levanta su mano para enseñarme su anillo de boda y lo menea orgullosamente.

Tomo una foto mental de ello.

Esa sonrisa, ese brillo me está desmoronando de una forma buena. Mi ritmo cardíaco desciende y para evitar las lágrimas, tocó su mano para enfocarme en la roca.

Es pequeño, brillante a grandes escalas.

Perfecto.

—¡Ya llegó la ladronzuela! —una tercera voz conocida me desconecta, giro mis ojos a la puerta.

Al ver un color de cabello castaño oscuro, casi negro, mi corazón se detiene. Sin embargo, a medida que mis ojos descienden, encuentro a una mujer envuelta en un hermoso vestido satín de color jade que resalta su piel recientemente bronceada.

Beatriz Irman.

Está cambiada y para bien, una de las mujeres que he visto con más porte y presencia. Ambas mantenemos contacto de vez en cuando, no es regular y mayormente hablamos de cosas triviales, de cómo nos va, de mi madre, pero jamás de su hijo. 

—¿Qué hice? —me rio.

Tengo la intención de saludarla, pero mi madre encadena mi brazo y niega.

—Es peligrosa —susurra.

—¿No lo sabes? —jacta Beatriz con una risa entre las palabras— Me robaste el puesto de madrina —informa, llegando a mi altura y dándome un beso en la mejilla con un abrazo.

—Lo siento —bromeo.

—Pequeña mentirosa —toca mi nariz con cariño— ¿Cómo has estado? Supe que tenías problemas con el permiso en tu trabajo.

—Sí, —hago una mueca— pero afortunadamente pude resolverlo a tiempo. Me alegro verte, tenemos que ponerlos al día de varias cosas.

Beatriz intercambia una mirada con mi madre extraña, pero al final asiente con aprobación.

—Si, tenemos muchas cosas de las que hablar, —dice— pero ahora es el momento de esta belleza —señala a mi madre.

—¿A dónde irás de Luna de Miel? —inquiero.

—Es una sorpresa. Ivan no me quiere decir el destino, pero por las cosas que faltan en su closet creo que será un lugar caluroso —revela.

—Adoras el mar —recuerdo.

—Y él lo sabe —intercede Beatriz.

Entonces lo noto, Irman también está de acuerdo con esta relación y dado que conoce nuestro pasado, estoy segura, más que nunca de que Ivan Müller es el indicado. Mi madre no me podrá haber contado temprano lo de su relación, pero a Beatriz sí que lo hizo y a una mujer como ella es difícil de encantar con facilidad.

Formamos un trío perfecto, conversamos durante unos minutos hasta que tuve que marcharme para poder alistarme. No voy a negar que fue difícil dejarla, deseaba quedarme el mayor tiempo cerca, pero la presencia de Beatriz me tranquiza.

Derrotada, subo las escaleras a toda velocidad, directo a la habitación.

La desesperación me hace entrar sin tocar la puerta y para suerte mía, Dereck ya está totalmente vestido.

Lleva un terno de color vino que combina a la perfección con mi vestido, lo ha hecho adrede, pero me encanta, visualmente nos veremos radiantes.

—¿Dónde demonios estabas? Falta media hora para la ceremonia.

—Me entretuve con Giuli y Beatriz ¿Entras al baño o esperas afuera para que pueda cambiarme?

No responde, solo estira su mano para poder señalar mi vestido con mi maquillaje listo en la cama.

Le agradezco y pasa a retirarse, diciendo que me va a esperar abajo.

No espero otro segundo más y empiezo la transformación. El primer paso es bañarme en un tiempo récord, después secarme de tal forma que mi piel no se maltrate, seguido de preparar mi cabello con la plancha, proseguir con mi vestimenta y acabar con un maquillaje sutil.

Observo mi trabajo final en el espejo del baño, orgullosa y agradecida con el vestido que compre. Lo conseguí en una boutique de prestigio en mi cuidad y aunque pude escoger otro más barato, este era el indicado. Desde que lo ví supe que era para mí, perfecto para la ocasión, para ella, para quien me mire.

Largo, sin aberturas, pero con unos detalles en la tela que simplemente no necesita nada más para resaltar. Se acentúa en mi anatomía, en los lugares correctos. Discreto, sensual, formal. Soy consciente de que el color vino no es usual en las bodas, sin embargo, a diferencia de lo que algunas novias puedan creer, el rojo o sus derivados no son malignos para una boda, mi madre piensa que refleja la pasión en un matrimonio.

Estoy reforzando mi labial con más capas cuando unos nudillos tocan la puerta.

—¡Ya salgo, Dereck!

—No soy él.

Un pequeño dolor se instala en mi cabeza.

«Al no obtener respuesta miro en dirección de la puerta y en un segundo, me siento arder nuevamente.

—No soy él.»

"No es su voz" Es lo primero que pienso. Sin embargo, eso no significa que mi mente no tenga que recordar los momentos de la cabaña, dónde él desequilibro todos mis sentidos.

Toco mi corazón con extrañeza y verifico que nada de esto es una alucinación de mi mente, realmente estoy agitada, emocionada por algún motivo.

Pensé que esto ya se había esfumado.

Ha pasado mucho tiempo. Reconozco que los primeros días después de su encuentro fue un poco movido, pero con la noticia de mi madre y el trabajo intenso que realice, sinceramente no he tenido tiempo para pensar en Adrián. Ni siquiera en las noches cuando todo se queda en silencio y mis pensamientos corren el riesgo de recaer en un pecado imperdonable.

Pese a ello, soy consiente de que lo encontraré nuevamente. Mi madre me lo confirmó en una de nuestras infinidades de llamadas que hemos tenido en estos días. Fue extraño porque lo sentí más como un permiso que un aviso. Casi como si mi aprobación fuera vital, como si fuera una mensajera.

Mis palabras exactas a su petición fueron:

«—¿Adrián?

—Sí amor ¿Te incomodaría verlo? —a lo lejos de la interfaz de la llamada escucho pequeños ecos.

—No, —aseguro— sé que lo quieres y es tu matrimonio no el mío.

Otro sonido de fondo, está vez como un grito ahogado.

—Le guardo un especial cariño, —me da la razón— pero quién es mi hija eres tú, no él.

—No tengo ningún problema en que este ese día. Ya han pasado varios años. —le recuerdo— Bueno, sigamos hablando de tu torta ¿Vainilla o fresa?

—Chocolate»

Estaba en paz, relajada, cómoda en mi burbuja, pero hoy se ha roto y pongo los pies sobre la tierra.

Lo veré de nuevo.

¿Qué cambio? O mejor dicho ¿Por qué si quiera considero la posibilidad de que me importe? Tal vez sea porque no encuentro otra justificación a la ligera tensión de mi cuerpo y que este mismo se haya configurado como un bendito cronometro para contar los segundos que resisto sin su calor.

El origen está claro, él, pero ¿Causa? Posiblemente sea la memoria sensorial que me arrastra a los momentos en que ardía entre su piel o como su voz me dejaba en jaque, despertando el deseo carnal más intenso, peligroso para ambos.

Y es que Ariel tenía razón, nuestro encuentro fue intenso. Acepto la manera desmedida en que manejamos la situacion, sin embargo para eso está este día, este segundo encuentro de redención.

No deberíamos repetir la historia, tenemos que ser capaces de entablar una conversación sin esa "chispa" que nos quema en zonas estratégicas, sádicas.

No pretendo ser su amiga, Adrián me dejó su postura clara el día de la cabaña, tal vez no de una forma tradicional, pero debería haberlo sabido, con él nada es normal. Siempre va al borde del precipicio y juega, no por tonto, sino porque sabe perfectamente que jamás caerá y esa adrenalina es todo lo que desea.

Mi celular suena desde la cama.

Cierro los ojos y sonrío ligeramente, reteniendo la grandeza de sonrisa que verdaderamente deseo hacer, pero claro, toda la retención desborda en mis mejillas rojizas.

Me dijo internamente que no es posible, no puede haber tantas coincidencias, tanta conexión, sin embargo, como si una fuerza invisible me respondiera, la notificación que me avisa de sus publicaciones vuelve a sonar.

Mis manos sudan ligeramente.

¿Qué tan probable es esto? ¿Qué puedo hacer con este senti... Vuelve a sonar, casi manifestándose, gritando por atención.

Miro la puerta, sabiendo que hay una persona que me espera al otro lado, pero mis ojos se transportan con el celular magnéticamente y es ahí cuando sé que no tengo escapatoria.

Lo elijo.

Muerdo mis labios mientras me acerco y tomo el aparato entre mis manos. Lo desbloqueo rápidamente y como si mis dedos tuvieran vida propia, voy directo a su Instagram, retrasando todo lo posible el encuentro ya que inconscientemente recuerdo lo que pasó la última vez que abrí una notificación suya.

Sin embargo, esa vez no se trata de una publicación, es un trío de historias que brillan en el contorno de su foto de perfil.

Le doy clic.

Carga.

Mis ojos se iluminan.

La foto está un poco oscura y unos escasos rayos de luz se filtran por una parte del espacio de dónde se encuentra. No logro ubicar el lugar, pero no me interesa, lo que más resalto es su mano sujetando una perilla a la par que todas las venas de la zona se remarcan, casi como si estuviera a punto de explotar.

Es solo su brazo, pero un pedazo de su piel es suficiente para que mi corazón desboque ya que aunque la pose pueda ser pretenciosa, se perfectamente que sus venas se remarcan de tal forma solo cuando está jodidamente fastidiado por algo.

Lo puedo sentir.

En la parte inferior de la foto yacen unas pequeñas letras en color plomo, camuflándose con las tonalidades. Tengo que acercar el celular a mi cara y achicar los ojos para leer con perfección.

"Te...

La historia desaparece.

Parpadeo confundida.

Salgo y vuelvo a entrar a Instagram y nada.

Lo ha borrado, al igual que la última vez.

Inmediatamente, mi cerebro empieza a llenarse de interrogantes: ¿Qué había en las otras historias? ¿Por qué las borro? ¿Por qué me demoré tanto en leer?

¿Porqué no lo elegí antes?

—¡Ashley! —gritan desde el exterior de la puerta— Estás hermosa, ya sal.

Relamo mis labios, después suelto un suspiro y guardo mi celular.

¿Acaso trata de volverme loca?
Ni que me importará tanto.

Acomodo mi cabello mientras camino hacia la puerta, luego la abro y me encuentro con Dereck Orwell, lanzándome una típica mirada de padre enojado.

Frunzo mi ceño.

—¿No qué no? —inquiero, cerrando la puerta detrás de mí.

—¿No qué?

—Hace un rato.

Dereck entrelaza nuestros brazos y me obliga a caminar de forma rápida.

—¿De qué hablas? —dice.

Acentuó mi fruncimiento al darme cuenta de que está siendo honesto, sin embargo, por la dudas, pregunto:

—¿No tocaste la puerta antes?

—Recién acabo de subir, Ashley.

—¿No te encontraste con alguien en el camino? —Dereck sonríe con gracia, pero en mi persona no hay nada de humor.

—¿Alguien? De que hablas —mueve su cabeza al frente y por ende observo a mi alrededor, percatándome de algo importante— Todos han salido para la iglesia, la casa esta vacía, somos los únicos en la mansión Müller Wood.

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Ivan Müller y Giuliana Wood oficialmente son marido y mujer.

Uno solo.

Cuando apareció mi madre caminando por la alfombra roja que había puesto la iglesia, rompí en un llanto silencioso. Pero esto no fue posible de ocultar cuando dijo el famoso . Al ser la madrina tenía que guardar la compostura porque estaba antes los ojos de todos, pero me importo poco.

Dios ¿Cuántas veces he visto a mi madre tan feliz como ahora? Pocas, tan pocas que incluso podría contarlo con los dedos de mi mano.

Por otro lado, todas mis amigas estuvieron presentes en la ceremonia. Mi madre las abrazo con un cálido abrazo y charlaron por un largo periodo hasta que llegó el momento de irnos a la casa donde se iba a realizar el matrimonio civil. 

Lastimosamente, la única amiga que pudo quedarse para acompañarme al segundo punto de reunión es Leslie, las demás tuvieron que regresar a sus rutinas. Les agradecí un montón, al igual que yo, hicieron un increíble esfuerzo para estar este día a mi lado, de mi madre que las ama tanto.

Obviamente aproveche para mimar a Gaby con postres que había pedido por delivery, gane puntos como futura madrina, pero verla comer en plena iglesia y verificar que sigue con la misma sonrisa de felicidad, compenso cualquier cosa. Las demás también le habían traído cositas y al momento que se fue parecía que se estaba robando los regalos de la novia.

—Ivan es un amor ¿Viste como lloraba cuando decía sus votos? —Leslie finge secar una lágrima de su ojo— ¿No dijiste que tenía un hijo de nuestra edad? Tienes que presentármelo, Ashley.

Miro a Dereck y ambos soltamos una carcajada que llena el taxi dónde estamos.

—¿Qué? —se queja Leslie.

—Es que sonaste como Gabriela, creo que los años a su lado te están pasando factura —evidencio.

—¿En serio?

—Si —afirma Dereck.

—Deben ser mis hormonas, cuando estoy con la regla suelo dejar de ser una víbora para ser una Gabriela dos punto cero.

—Dirás menos uno, no hay nadie como ella —corrijo ganándome su mirada voraz— ¿Vez? Mi víbora favorita ya regresó.

Trato de abrazarla, pero me aparta como si fuera la lepra.

—Si, esa es la Leslie que conozco —añade Dereck.

En ese momento, el taxi se detiene y por la ventana veo que ya hemos llegado. El cielo se ha opacado, pero aún falta muchas horas para que la noche caiga.

Los tres bajamos del vehículo y entramos al jardín amplio que tiene la nueva vivienda de mi madre. No había tenido la oportunidad de verla con detalle antes así que estoy igual de sorprendida que mis acompañantes.

El jardín está decorado con luces y al medio de esta han puedo una pista de baile de tamaño moderado, correspondiente a su número que invitados. Mi mamá no mentía cuando dijo que iba a ser algo íntimo, el ambiente no se siente vacío, pero no es tan exagerado como una boda normalmente.

En la iglesia me topé con caras familiares como Price, amigo de mi madre y mi antiguo profesor de matemáticas. Cómo olvidarlo, sigue manteniendo su atractivo. También conocí a sus nuevas amistades y a la familia de Ivan, sus padres son un encanto y sus tías son de las personas que te hacen reír por sus ocurrencias.

Al único que no he tenido la oportunidad de presentarme es a Matteo Müller, mi nuevo hermano. No voy a negarlo, lo he visto, ya que como yo fui la madrina por parte de mi madre, él fue el padrino en la parte de su padre.

Una imagen de una familia sólida. Para el recuerdo sin duda.

Cruzamos miradas una vez y asentimos genuinamente, ambos soltamos un par de lágrimas que quedarán plasmadas en las diferentes fotografías de los invitados.

—¿Pueden vivir sin mí unos segundos? Necesito encontrar a alguien.

—Trataré de no matarme en tu ausencia, puedes estar tranquila. —ironiza Leslie.

—Eres tan fastidiosa —dice Dereck.

—Oh no te preocupes, también te cuidaré ya que entre nos, ambos sabemos que el más de suicida eres tú.

—No hace falta, gracias.

—No es opción.

—No me apetece rechazarte otra vez, Leslie.

—¿Así como Ashley lo hecho incontables de veces contigo? —ataca, con un tono resentido— Sí, no lo creo.

Miro la escena estupefacta. Ambos cruzan sus brazos y me miran como si esperaran que me pusiera de algún lado.

—¿Ustedes... —empiezo mi pregunta, pero inmediatamente Dereck me corta.

—Sigue dolida por el reto de año nuevo —aclara— ¿Recuerdas como se me lanzo para cumplir su reto de besarme?

—Pero eso fue hace cuatro años —respondo, conteniendo la risa.

—Es una resentida. —bufa— Aun puedo ver su deseo y decepción cuando la empuje ¿Creo que Gabriela lo grabó, verdad? Sería grato recordar esa humillación.

—Idiota. —murmura Leslie— ¿Qué parte de qué me da igual aún no entiendes? Agg, como sea, ustedes no están listos para esta conversación. —suspira derrotada— En fin, vamos, persona que le teme al éxito —sin esperar aprobación, Dermin enrolla su brazo con el de Dereck y lo arrastra consigo.

Me rio, siguiendo mi camino. 

No creo que Matteo se haya ido, aún falta la boda civil y según su padre, él tiene una habitación en la casa así que, al menos por hoy, se queda en la ciudad.

Recorro el ambiente, aprovechando en saludar a los que me faltan y a su vez recibiendo miles de felicitaciones y buenos deseos para mi familia.

Un mozo cruza por mi costado y aprovecho para sujetar una copa de champán. La bebo despacio, saboreando cada gota y al finalizar, mis ojos se posan en un cuerpo en la mesa de aperitivos.

Está de espaldas, pero su traje es inconfundible.

Me acerco.

—¿Te gustan los bocadillos dulces o salados? —pregunto posándome a su lado.

Matteo levanta su cabeza en mi dirección y mi sonrisa lo recibe con la mejor de las intenciones, podremos no vivir juntos ahora ni en un futuro, pero quiero relacionarme con él. Realmente no deseo ser de esas familias que cuando se reúnen todo es incómodo porque apenas se hablan al año.

—Depende de mi humor —responde ocasionando intriga.

Su voz es muy parecida a la de su padre, pero aquí no hay sonrisa amena. Matteo mantiene un gesto indescriptible.

Gira su cabeza para volver analizar los bocadillos y después de unos largos segundos, estira su mano para escoger uno salado.

—Con que salado es felicidad, —pienso en voz alta— tomo nota.

—El dulce hostiga, podrá ser rico, pero la sensación no dura por mucho tiempo. Es igual que la tristeza, no hay mal que dure cien años.

—¿La felicidad perdurará más? —cuestiono con intriga— Digo, podría decir lo mismo y entonces no tendría validez tu argumento.

—Un humano, desde su nacimiento hasta su muerte, la sensación que más experimenta, hablando estrictamente de la felicidad y tristeza, es la alegría. —plantea— Por supuesto, estamos hablando de seres humanos sin problemas mentales, que tienen una vida normal.

—¿Aún quedan de esos?

—Te sorprenderías.

Le doy un trago a mi bebida, digiriendo su manera de pensar. Es claro, inteligente dado a su carrera que aproximadamente son diez años, lo veo demasiado maduro para su edad.

Siento que acabo de tener una charla con un señor que ya ha vivido y no con mi hermanastro un año menor que yo.

—Me caes bien —sincero.

Acepto todo menos falsedades y Matteo Müller no entra en esa categoría.

—Te he observado, —revela— las historias que subes a Instagram no tienen sentido, es como si subieras por subir tratando de llamar la atención. Sin embargo tienes pocas publicaciones oficiales, treinta para ser exactos y en todas están tus personas queridas, tus amigas, tus compañeros de trabajo, tu madre, un concierto de tu banda favorita y la única que tienes dónde estás tu sola es en la playa. Eres hogareña, te gusta la tranquilidad a lo contrario de lo que mucha gente piensa de ti, eres más inteligente de lo que quieres admitir porque temes ser tachada de egocéntrica y dado algunos comentarios de tus fotos, y que no tienes ningún novio o saliente, presumo que estás aferrada a un viejo amor.

Tengo que dar otro trago a mi bebida para procesar lo que me ha dicho.

—¿Seguro que estudias para ser cirujano cardiovascular y no psicólogo? —me rio con nervios.

—Estoy atento a los detalles ¿Podrías negar o afirmar lo que he dicho? —pide— No quiero tener un concepto de ti que no es.

Mi quijada ya estaría en el suelo si pudiera.

—Todo es verdad, —confieso, no creo que sea bueno mentir cuando está claro que ve las señales— excepto lo último. Sé que subo bastante contenido a mis redes sociales, pero no es por llamar la atención de un viejo amor, solo me creo influencer.

Sonríe. No es burla, es una de sinceridad.

—¿Estás en negación?

—No. —aseguro— Solo que todavía no encuentro a esa persona especial.

—¿No has estado en una relación? —frunce su ceño y debe haber visto algo en mi rostro porque jadea con incredulidad— Eso es imposible, eres radiante, matemáticamente es imposible.

Suelto una pequeña risa.

—Solo he tenido dos relaciones oficiales, —confieso— pero no funcionaron.

—Ya veo. —suspira— Lamento si te he incomodado, no estoy acostumbrado a socializar, pero realmente espero que tengamos una bonita relación de hermanastros. —agarra un bocadillo y me lo ofrece— Te ofrezco este bocado de felicidad en muestra de mis buenas intenciones, quiero que sepas que bajo ninguna circunstancia quiero reemplazar a Jeremy, respeto tus sentimientos.

Trato de manejar la sorpresa, pero mientras acepto el bocadito dulce y lo mastico, Matteo me mira con una expresión triste que no significa nada más que una mala interpretación de mis gestos.

—Entiendo perfectamente si no deseas un vínculo conmigo, eres libre de negarte, Ashley, créeme que jamás te juzgaría.

Me atoro con los pequeños trozos que yacen en mi garganta y los trago con lo que me queda de champagne.

—Si quiero. —es lo primero que digo— Lo deseo. Simplemente me tomo por sorpresa que supieras de Jeremy.

—Entre la familia no puede haber secretos, ahora somos uno y nos tenemos para poner el hombro de ser necesario.

Ivan definitivamente hizo un gran trabajo criándolo.

—No quiero ser de esas familias dónde a penas sabemos nuestros nombres, sé que ahora somos desconocidos, pero estoy segura de que dentro de muy poco tiempo esto cambiará.

—La familia es una elección y yo te elijo —me tiende su mano— ¿Me elijes, Ashley Wood?

—Te elijo, Matteo Müller.

Ambos sonreímos, envueltos por una mirada cómplice.

—¿Te apetece bailar? Está sonando un vals que me encanta —algo cambia, lo siento más relajado y cuando doy asentamiento con mi cabeza no duda en arrastrarme a la pista de baile con toda la confianza del mundo, dejando mi vaso de champán en la mesa.

Me dejo guiar, él lleva el ritmo y no lucho por el poder. Me gusta la sensación, además se que me voy relajando en cada melodía que suena. Voy preguntando por cosas de su vida y él de las mías. Logro sacarle una carcajada al contarle una de mis anécdotas con uno de mis pacientes y esa acción me convierte en una ganadora.

La postura rígida de Matteo se va deshaciendo poco a poco, pero su manera sincera de contestar nunca se va.

Cuando la música se acaba, él retrocede un paso y se inclina para dar una reverencia, le sigo el juego copiando su gesto en la forma que una dama de esa época lo haría.

—Debería volver con mis amigos, pero por favor ven, juntémonos —le ofrezco.

—Claro, de hecho estamos ubicados en la misma mesa, lo verifiqué cuando llegué.

—La familia unida —guiño mi ojo y entrelazo nuestros brazos para poder avanzar— ¿Me guías? No sé dónde esta.

Matteo niega con una risa contenida, pero acepta empezando a caminar.

A lo lejos, veo a mi madre vernos con una expresión dulce y a Ivan con orgullo brotando de sus poros.

—Mira, estamos haciendo un lindo espectáculo —le doy un ligero codazo, señalando la mesa donde se encuentran nuestros padres.

—Mi padre tenía miedo de que no nos lleváramos bien. —confiesa— Cómo te dije, no soy el mejor para empezar nuevas relaciones y mucha gente se ofende fácilmente hoy en día.

—¿Te refieres a la generación de cristal? —me burlo— No me has ofendido en ningún momento, pero si me has tomado por sorpre... —

La garganta se me cierra involuntariamente, en un mecanismo de defensa. Seguidamente, la respiración se me corta y todo mi mundo se detiene solo para poder apreciar aquella fuente de energía que me consume.

Lo siento en mi corazón.

El calor quema cada fisura de mi cuerpo.

Fue un error, algo rápido, cruzamos miradas tan fugaz que me asusta lo rápido que lo he identificado.

Adrián Irman es inconfundible.

Consumida por sus ojos cafés, atraída como un imán y tan caliente como la lava de un volcán en erupción, tan fuerte que es irritante, levito al rededor de sus esferas. Me esfuerzo en respirar correctamente, dejando que el efecto pase y seguir como una persona normal y no tan desequilibrada como sé que no soy.

Sin embargo, es Adrián. Observo fijamente como levanta su pecho, reteniendo la respiración y mirar a otro lado, para enseguida volver conmigo y soltar el oxígeno poco a poco, casi como si él aire estuviera rasguñando toda su garganta.

"Las venas de sus manos se marcan con tanta furia sobre la perilla...

Sus labios se entreabren y sueltan un suspiro mientras que su mirada se intensifica. No baja la mirada, se mantiene en su posición y aunque es lo más adecuado, no estoy nada conforme con ello. Por otro lado, sus ojos traen a flote conflictos que no quiero resolver, ya que su mirada es exactamente igual a la de hace semanas.

Puro fuego.

Puro resentimiento.

—¿Quién es el caballero que ha acelerado tu pulso y provoca que te aferres a mi brazo como si tu vida dependiera de ello? —murmura Matteo.

—Un viejo conocido —respondo.

De manera instantánea, mi pecho responde con un apretón, como si tratara de tener voz propia y negar tal cosa que acabo de decir.

Una leve irritación se impregna en todo mi ser al no poder apartar la mirada. Sin embargo me autoconvenzo de que esto se trata más sobre no desear perder en un juego que posiblemente me he inventado yo sola.

No puedo ser tan tambaleante con su presencia.

Pero lo soy.

No me puede arrastrar a un agujero donde solo me tenga para él.

Pero me siento exclusiva.

No puede verme de la forma en que lo hace.

Pero estoy haciendo lo mismo.

No puede revolotear todos mis pensamientos, modificar los planes que tenía con él, solo con un par de segundos de contacto. Y es que es tan ridículo, tanto que tiro la toalla y recorro otras zonas que tal vez sean más peligrosas que el brillo de sus ojos.

Mi mirada desciende de golpe, observando lo que lleva puesto. Tengo que tomar una respiración profunda para controlar el hormigueo que nace en la parte inferior de mi vientre, quiero cruzar las piernas por inercia, pero sigo caminando en su dirección a la par que mi zona íntima palpita de una forma que no sentía en años.

Adrián lleva un traje confeccionado a la medida, logrando que cada porción esté a la perfección, resaltando su masculinidad de forma gloriosa.

Su saco se encuentra abierto, permitiéndome ver la porción de su camisa que se ajusta a su cuerpo y remarcando su trabajada figura. Su pantalón se acentúa a sus piernas y sus manos se encuentran frotando en sus muslos en una clara invitación a sentarme en ellas, rebotar o cualquier cosa que requiera contacto físico. En aprobación a mis pensamientos, mi intimidad vibra con gocé.

Paso saliva con dificultad.

En ningún momento freno mis pasos, Matteo sigue dirigiendo el camino y entre más me acerco, caigo en cuenta de que la mesa donde está sentado, es la misma donde Dereck y Leslie están ubicados.

Mi mesa.

¿Qué diablos hace ahí?

—Él no te ve como una antigua amiga —susurra Matteo.

—No lo conoces.

—Ha estado rondando por mi alrededor los últimos tres días, yo digo que ya tengo estudiado a mi supuesto depredador —revela, acelerando sus pasos, negándome a repreguntar ya que nuestro rango de alcance se esfuma y mis palabras corren el riesgo de ser escuchadas.

Todos los ojos se centran en nosotros.

—Lamento tardar, —digo con un carraspeo— les presento a Matteo.

—¿Él es tu hermanastro? —Leslie endereza su espalda y nos complace a todos con una sonrisa.

—En teoría sí, pero prefiero solo Matteo ¿Verdad, Ashley? —me da un apretón para que pueda responder.

—Sí.

Cómo si no tuviera suficiente, Adrián frunce su ceño y luego lo deshace para esbozar una pequeña sonrisa. Pero no a mí, ya que sus ojos descienden y se quedan fijos en la conexión de brazos que tengo con Matteo. Le sonríe al gesto, a un pedazo de carne que al parecer tiene mucho significado.

Observo los asientos vacíos y me percato de que solo tengo tres opciones, sentarme junto a Dereck y quedar al frente de Adrián, estar al lado de Leslie o al costado de Adrián.

Una corriente me atraviesa, la adrenalina sube en picada, aún teniendo mi decisión clara.

—Ven aquí, eres mi cita está noche, tu hermano puede irse con la gruppy de tu amiga —Dereck palmea su lado y antes de que pueda decirle algo a Matteo, él ya está yendo con Leslie.

Cuando me siento, tomo un respiro disimulado antes de levantar la cabeza y mirar al frente.

Adrián ya tiene sus ojos sobre mí.

No dice nada y yo tampoco, es una guerra de miradas con la cual me siento cómoda.

Un carraspeo exagerado desde el otro lado de la mesa llama mi atención.

—Adrián nos estaba contando de su reunión hace dos semanas —menciona Leslie, su tono de regaño ni lo disimula. Está claro que le contará a las demás y estás exigieran preguntas que posiblemente ni tenga respuestas.

Pero, la sorpresa de lo que ha dicho es tan grande que no me preocupo por las consecuencias de mi silencio.

Adrián no soltaría algo así como si nada, especialmente cuando no tenemos ningún tipo de contacto y sabiendo lo alocado de toda la situación.

—Leslie lo estuvo presionado, —susurra Dereck a mi lado— puede que de casualidad se me escapara la información de su encuentro y obviamente ella no se iba a quedar con la duda.

Volteo a verlo con los ojos exageradamente abiertos.

—¿Cómo es que de casualidad se te escapa esa información? —respondo con el mismo tono.

—Sabe presionar.

—¿Cómo llegaron a ese tema?

—Bueno...

—Ashley. —una voz retumba en el espacio, ocasionando que Dereck se calle y sonría de forma irónica.

—Que conveniente —murmura Orwell antes de alejarse.

Trago saliva, recomponiendo mi compostura y mirando a Adrián, recordando lo bien que ha sonado mi nombre en su voz. Este, por otro lado, me recibe con una oleada de chispas saliendo de sus esferas.

 —Felicidades, —empieza a hablar— por tu nueva familia. —señala rápidamente a Matteo.

—Gracias —es lo único que puedo responder. No se de donde ha salido esa calidez, pero me encuentro ansiosa por volverla a probar. Sin embargo la adrenalina me traiciona y digo— ¿Qué haces aquí?

A mi costado, Dereck suelta un tos que es oculta por una risa oculta. A pesar de ello, Adrián no reacciona ningún solo musculo, solo me mira y levanta sus cejas con incredulidad.

Sí, no me he dado entender.

—Me refiero a aquí, —carraspeo nerviosa— en esta mesa, con nosotros, pensé que estarías con tu madre.

Su expresión cambia a algo mucho más oscuro. Adrián presiona con su mirada, es demasiado fuerte y la energía que transmite ni que decir. Se filtra por mi piel ocasionando dolor, especialmente a mis zonas inferiores que tiemblan cada cierto tiempo por la forma en que pasa su lengua por sus labios, como su supiera lo extraordinario que se ve en el proceso.

—Al menos has estado pensando en mí —murmura después de unos segundos, lanzando otras ondas que van directo a mi corazón.

Inhalo todo el aire que puedo y miro a otro lado, chocando con Matteo que esta bebiendo y pasando sus ojos analíticos de mí a Adrián, con una seriedad que me impresiona.

—¿Soy la única que tiene calor? —vocifera Leslie.

—Puedo traerte más hielo si deseas —ofrece Matteo.

—Ay, que lindo eres ¿Me lo puedo quedar Ashley? 

—Por Dios, Leslie, Matteo no es un objeto.

Ambos se ríen.

—No te imagine del tipo celosa —comenta mi nuevo hermano.

—Yo diría que sobreproctetora. —jacta mi amiga— Si te contará las cosas que ha llegado ha hacer por amor.

—Oh, ya veo. —Matteo asiente— Tiene mucho en común contigo ¿Verdad, Adrián? 

Frunzo mi ceño.

Miro a Adrián y noto que su manzana de Adán sube y baja con demasiada lentitud. No responde, solo voltea su rostro y me mira por un par de segundos antes de responder.

—Tal vez.

No sé que menos me gusta, si su respuesta o las indirectas de Matteo entre líneas.

—Esto se está poniendo aburrido. —Dereck bosteza y alza sus brazos con agotamiento, sin embargo, al momento de bajar, una de sus manos toma mi hombro desnudo y lo masaje con lentitud— ¿Por qué no nos sigues contando la historia Adrián? Te habías quedado en la parte donde Franchesco promete desposar a nuestra querida Ashley.

—No, —digo inmediatamente— ya dejemos eso atrás.

—¿Esa es un rechazo para Vitello? Diablos, esto debería saberlo ¿No tienes el número de Franchesco, Adrián? Creo que debería escucharlo desde su propia boca —me señala con aburrimiento.

No me atrevo a mirar a nadie, pero no por vergüenza sino porque en mi mente divaga que es exactamente lo que le ocurre a Dereck. Ni siquiera ha terminado el vaso de licor que tiene al frente suyo como para justificar y hace un par de segundos todo estaba bien, ni siquiera ha sucedido algo que pueda molestarlo.

Con cautela lo miro, con una incógnita en los ojos. Pero Dereck se encoge de hombros y recuesta su espalda en el respaldo de la silla.

—Eres más imbécil de lo que aparentas. —la voz de Adrián se hace presente como un tornado— Está claro que tú intención es fastidiarme, pero lo que no te das es que arrastras a alguien más, ocasionándole incomodidad y jodida molestia.

No hace falta que diga mi nombre para saber que se refiere a mí, de hecho hasta Matteo lo capta ya que mira la escena con un ojo clínico.

Entonces, ya no puedo resistirlo y giro mis ojos con los cafés.

La presión me estaba asfixiando.

Lo primero que capto es su posición, tiene ambas manos apoyadas en sus muslos, mientras que me observa con una ligera calidez que es inmediatamente transformada a una fría sensación.

Su mandíbula está ligeramente presionado, sin llegar a ser exagerado, pero lo que más lo delata son esas pequeñas venas y sus pómulos teñidos de un rojo suave. Se ve radiante, peligroso y demasiado bueno para mí gusto.

No despegada la mirada, por más que Leslie haya iniciado una conversación a los lejos, porque es así exactamente como escucho su voz, como un pequeño susurro que logra atravesar la conexión que tengo.

Adrián ladea su cabeza a un lado, logrando que algunos de sus mechones oscuros caigan sobre su frente y por consiguiente, obteniendo que mis piernas se crucen debajo de la mesa.

Arde.

—¿Cómo está Lara? —suelto apresurada, aterrada de lo mucho que mi corazón palpita.

—Se fue del país. —informa— Lara ya tiene la edad suficiente para tomar un cargo importante en la empresa de su padre y Franchesco ya no tiene nada que hacer aquí. —expone— Ambos se han ido, han superado sus rencillas y seguido adelante.

Mentira, completa y asquerosa mentira. Dalesa público la semana pasada una historia donde se despedía de Lara en el aeropuerto, tenía un aspecto trágico, una combinación de ojeras y unos ojos rojos que reflejaban que irse es lo último que quería.

—Es bueno perdonar —digo, sintiéndome torpe.

—Hay cosas que ni el tiempo logra curar, Ashley.

Y con eso sé que ya no estamos hablando de Lara ni de Franchesco, sino de nosotros.

Adrián parece murmurar algo, pero lo hace tan bajo que no puedo entenderlo y antes de que mi boca se pronuncie, Adrián se inclina para alcanzar su copa y beber todo el contenido de un solo sorbo mientras que sus ojos se tornan de un tono oscuro.

Una fuerte presión en mi muslo me distrae.

—Dos cosas, —dice Dereck a mi lado— solamente te diré dos cosas. Primero, lamento si te incomode antes. Segundo —acerca su boca a mi oído y murmura— ¿Qué crees que estas haciendo?

—¿Qué crees que estoy haciendo? —respondo.

—Vas a perder, mariposa,  —murmura con pesadez— y créeme cuando te digo que hoy no me apetece consolarte.

—No estoy haciendo nada.

—Te vas a quemar.

—¿Y qué pasa si quiero arder? —la respuesta es rápida, me ha salido tan natural que me da escalofríos. 

Su rostro se descuadra.

—¿En serio? —jadea.

Esta vez, volteo mi rostro y quedamos demasiado cerca, pero no me importa.

—Sí —digo despacio, firme.

—No quieres, créeme, no insistas y déjalo en paz —sentencia.

—¿Dejarlo en paz? —repito con recelo—No se que película estas inventando en tu cabeza, pero en definitiva yo no lo estoy buscando ¿Ya se te olvido la forma en que entro a la cabaña? ¿Cómo lo malogro todo? Él, Dereck, él. Y ahora he decidido dejar ese tema atrás porque es la boda de mi madre y quiero pasarlo bien. Solo estamos conversando, Dios.

—Bien.

—Bien —repito.

—Pero cambia tu táctica, lo de Lara podrá haber sido una mentira, pero lo de esa mujer se ve más verdadero y prometedor.

Arrugo ligeramente mi nariz.

—¿De qué hablas? —no responde, levanta su mano y señala con disimulo a mí al frente.

Sigo la dirección y sus palabras cobran sentido, dándome un mal sabor en boca.

¿Qué mierda? 

A unos metros, se encuentra una mujer esbelta caminando en nuestra dirección. Esto podría ser normal, simples especulaciones de Dereck, pero lo siento o mejor dicho, me percato en la forma que mantiene la mirada en Adrián y como ella logra sacarle una de las sonrisas más sinceras que he visto después de mucho tiempo. Sin embargo, no es solo es, también hay algo en sus ojos, algo que creo que alguna vez me perteneció. 

Mis manos comienzan a sudar.

Él no la pierde de vista y una vez que se encuentra cerca, extiende su mano a ella, le permite tocarlo. La desconocida acelera sus pasos y se le iluminan los ojos como a una joven enamorada, completamente ilusionada.

Mi corazón se acelera.

Ella es hermosa y si bien encaja los estereotipos de belleza estandarizados; cabello rubio, tez clara, piel de porcelana que parece brillar más que el mismo sol; eso no es lo que me impacta. Es todo de ella, desde como sonríe, como su energía atrae y esa sonrisa sincera que te ves incapaz de darle una mala mirada. Lleva un vestido corto acentuando a sus curvas diminutas y todo accesorio que lleva solo potencia su belleza.

Hace tiempo que no había sentido algo así.

—¡Por fin te encuentro! —ríe y abraza a Adrián con fuerza.

Mi garganta se cierra.

—Te extrañé, esto se está volviendo aburrido sin ti.

Mi mandíbula duele.

La misteriosa mujer se sonroja con facilidad, pero es tan genuino que se me es imposible sentir verle algo malo ¿Pero porqué me esfuerzo tanto en buscar un defecto? ¿Por qué estoy tan desesperada?

Es demasiado abierta, agradable a simple vista.

¿Qué me esta pasando?

Ambos se separan y entonces voltean para mirar a todos en la mesa que ya estamos atentos al espectáculo.

Adrián enreda sus manos con las de ella y luego dice:

—Les presento a Hilary Fox, mi novia.

Tengo que tomar tres respiraciones profundas para poder estabilizar el impacto de la noticia.

Adrián posa sus ojos en mí creyendo que seré la primera en decir algo y por más que quiera hacerlo, decido quedarme en silencio por el propio bien de Hilary, mío y el de Adrián.

Creo que no puedo respirar o tal vez sea las incontables informaciones que tengo en mi mente que nublan mis sentidos. Sin embargo, antes de divagar y reaccionar, una tos exagerada me distrae.

Suspiro. 

Demasiada presión.

Miro a Leslie con confusión mientras se atora. Matteo la esta ayudando con leves palmadas en su espalda y una vez que se recompone, me da una última mirada antes de hablar.

—Oh hombre, estás muerto —dice con una risa a punto de explotar.

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Holaa ❣️

Ha pasado un mes y medio desde que no actualizo y no saben lo mucho que extrañaba volver a escribir. Ayer he rendido el examen que me ha mantenido en un estrés constante, lloraderas en las noches, pero se pudo, LOGRÉ APROBAR EL EXAMEN DE ANATOMIA. Realmente no les puedo explicar la felicidad que sentí, en mi mente empezó a sonar "Después de todo lo que tuve que pasar. Las terapias, los amores de mentira..." JAJAJA

El real miedo es que fue el primer examen y me tuvo encerrada sin poder salir, pero bueno, amo mi carrera así que lo estoy dando todo.

Ya estoy mucho más libre, ahora vienen cosas "fáciles" (O al menos eso vi en el sílabo), así que prepárense para sufrir porque me desahogare aquí. Adrián, Ashley y Dereck, sorry dont sorry.

Gracias por comentar, votar y seguir apoyándome a pesar de todo <3.

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