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6| La tranquilidad antes de la tormenta.



Ashley Wood

El fin de semana pasa volando, en un parpadeo que no termino de procesar por las intensas emociones vividas.

Por otro lado, Dereck cumplió su palabra, se mantuvo alejado mentalmente, pero físicamente presente, conviviendo a mi lado y sin comportándose como en nuestra última charla íntima.

Después de todo, la base de todo es Ariel, no íbamos a arruinar su tiempo de desconexión con nuestros inconvenientes. Sin embargo, tampoco actuábamos falsamente, en ningún momento tuvimos que recurrir al forzamiento. Bebimos con el grupo, nos reímos, jugamos la mayoría de juegos que compre, fue como si nada hubiera pasado, pero tampoco a tal punto dónde nos hacíamos los locos sobre lo sucedido. La tensión estaba presente, pero era tan basta como anteponerlo a otras cosas.

Ayer volvimos a casa, dónde solo éramos Dereck y yo. Tuve la esperanza de poder conversar sin ninguna interrupción, pero me lleve una gran sorpresa cuando Ariel decidió extender sus vacaciones.

Todo el grupo había hecho un increíble trabajo para levantar su ánimo, incluso Bralow y Thomas que después lograron compenetrarse, no son los mejores amigos, aún hay bromas pesadas, pero las miradas no mienten y entre ellos solo hay diversión. Así que sí, me sorprendí cuando Torres expreso que deseaba quedarse unos días más con nosotros.

Por supuesto que aceptamos, Dereck y yo teníamos suficiente espacio en el apartamento y si eso iba a ayudar en la distracción de nuestro amigo, entonces cualquier tema pendiente podía esperar. No obstante, Ariel tuvo que pedir permiso en su trabajo, estuvo a punto de fracasar, pero después de unas ligeras manipulaciones, se logro.

Ariel vive en la misma ciudad de Dalesa y Adrián, se mudo luego de graduarse en psicología ya que consiguió un trabajo por la zona. Constantemente viene y va para estar en contacto o a veces nos reunimos en locaciones cercanas para veranear. Aunque el mayor cambio que ha hecho fue din duda alguna, teñirse su cabello rojo por su rubio natural; la sorpresa que me lleve al saber que era rubio fue de lo más loco, lo tenía tan escondido que ni siquiera Dereck sabía del dato, siempre lo veía con diferentes tonos de tinte. A pesar de ello, su apodo será siempre y para siempre "La sirenita"

—¿Mis papis están peleados? —me susurra Ariel.

—Tus papis han tenido un conflicto, cariño. —le sigo el juego con una sonrisa en el rostro— Pero no te preocupes, son cosas de grandes y muy pronto se arreglará.

Asiente.

—Eso espero, no me gustaría elegir un bando. —suspira— Aunque si lo pienso bien, creo que me quedaría contigo para endulzarte el oído y así perdones a Dereck.

—Me alegra saberlo.

—Siempre querré lo mejor para ti, mami.

Rompo en una carcajada. Ariel tiene una magia para hacerme reír y aligerar cualquier ambiente, soy dichosa por tenerlo en mi vida.

—Mira, corre a los brazos de tu padre —le ordeno a penas cruzamos las puertas.

Dereck está encima del ring, llevando solo un short y con el pectoral descubierto. En su piel se haya una ligera capa de sudor y aunque sus manos están rojas por toda la práctica que ha realizado, de igual forma sigue dándole fuertes golpes al saco de box que cuelga al medio.

—Se ve muy sexy ¿No lo crees? —murmura Ariel.

—Si yo entrenara todo lo que él, también luciría así de genial.

—Por favor, Wood, eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida.

—Eso lo sé. —me rio— Me refería a sus músculos, los míos no son tan grandes —alzo mi brazo izquierdo y le muestro mi bicep— ¿Lo vez? Esta pequeñito.

—Y aun así tienes un gancho derecho fuerte. —suspira— Anda con él, yo estaré observándolos desde lejos y recuerda que si peleen frente de mí, podrían ocasionarme traumas e inseguridades.

—Hablo el psicólogo.

—Adrián esta más jodido que yo así que calladita.

Lo ha dicho sin pensar, lo sé por la forma en que se separa de mi lado con normalidad mientras que yo sigo mi camino hasta Dereck. Mi mente quiere rebuscar más en su frase, pero en cuanto me deshago de todo el aire de mis pulmones, un fuerte golpe zumba en mis oídos.

Dereck.

Sigue en lo suyo, atacando el saco de box como si su vida dependiera de ello y tengo que admitir que la dedicación que tiene por esta carrera es satisfactorio. Si bien ahora esta en una liga ilegal, su meta es entrar en las grandes ligas donde sea reconocido en todo el mundo.

—Ya estoy aquí, —le digo, subiéndome al ring— perdón por la tardanza.

No me presta atención y lejos de sentirme incomoda, ya estoy acostumbrada. Su mal genio cuando entrena es conocido por todo el complejo, sus propios compañeros lo evitan en ciertas oportunidades.

Despacio, llego a su costado y después de tres dobletes, me mira.

Frenético.

Su cabello se encuentra despeinado, su mandíbula perfectamente definida es bordeada por gotas de sudor y todo su cuerpo se balancea por su respiración irregular. Mira por un costado de mi cuerpo, seguramente para verificar que estoy con Ariel y no sola, después vuelve conmigo y da por iniciado la clase. 

—Diez minutos de calentamiento —ordena— y después te pones a hacer Crochet.

—¿Cuantas?

—Hasta que diga basta.

Junto mis labios y asiento. 

No discutiré, en estas cosas él manda.

Sigo al pies sus instrucciones, caliento mi cuerpo y luego empiezo a golpear el saco con la técnica que me enseñó. Hace años me ponía guantes al no poder resistir la dureza del saco, pero ahora solo me basta con una venda para comenzar mi rutina.

Tengo que confesar que no sabía si hoy íbamos a entrenar. Si bien Dereck no me ignora por completo, no mantiene una conversación conmigo en privado, me dirige la palabra cuando estamos rodeados de personas. Sin embargo, hoy en la mañana, cuando iba a preparar mi desayuno y el de Ariel, Dereck había dejado una nota pegado al refrigerador, avisándome de que me iba a estar esperando como siempre.

En ese momento respire tranquila, al saber que nuestra rutina no estaba siendo afectada, pero ahora, con el corazón en la mano, lo último que puedo es respirar con regularidad.

100 Crochets y contando.

Tengo una excelente resistencia, lo he comprobado en todos estos años, pero esto es diferente. Al principio mis manos se calientan, luego arden y para finalizar, mi fuerza empleada comienza a descender a tal punto que puedo percibir como un brazo va generando pequeños espasmos. Duele, jodidamente duele.

En cuestión de segundos me cubro de sudor, poniéndome al corriente con la agitación de Dereck. 

Uno.

Dos.

Tres.

Otro temblor.

Junto mis labios en una fina línea a la par que mis golpes se combinan con cierto jadeo de esfuerzo. Sin embargo, tras unos segundos, mi otro brazo se adormece y siento mi cuerpo desfallecer.

Ya no resisto más.

—¡Más duro! —grita Dereck.

—Es todo lo que tengo —las palabras apenas salen de mis labios.

—No es cierto, otras veces me has complacido mejor —hago una mueca extraña mientras hago otro movimiento.

—¡Ya para!

—¿Duele?

—¡Dereck!

—Repito ¿Duele?

—¡Sí!

—¿Y por qué demonios sigues torturándote? —reclama.

Suelto un profundo suspiro y dejo caer mis brazos.

No los siento, literalmente podrían pincharme y yo seguiría sin sensibilidad.

Quiero enfrentarme a él, pero no tengo voz, mi pecho se cierra y porque más que mi anatomía me exija abrir la boca para capturar la mayor cantidad de oxígeno, no lo hago, ya que solo empeoraría mi situación.

Dereck chasquea sus dientes y rápidamente se acerca. Se apodera de uno de mis brazos, seguidamente realiza unos masajes que alivian mi dolor, entrega todo de sí durante tres minutos y hace lo mismo con el otro brazo, para luego darme un estiramiento de mis extremidades, sacándome un suspiro profundo.

—¿Mejor? 

Me apoyo en las cuerdas que rodean el ring.

—El hecho de que te de poder aquí, no significa que tengas que abusar, confío en ti para detenerme cuando todo se vuelva riesgoso, el experto eres tú, yo no.

—No deberías escuchar a nadie más que a ti misma. —contradice— Tenía esperanza de que no tuviera que intervenir, pero rozaste el límite.

—Tal vez sea porque me entrego sin miedo, Dereck.

—No trates de justificar tu masoquismo. —arruga su nariz, dando dos pasos atrás— Pero si tanto te gusta sufrir, ven aquí y pelea conmigo, te aseguro una increíble sensación.

Una ligera sensación de adrenalina se apodera de mi, Dereck lo nota ya que eleva sus manos a la altura de su nariz, permitiéndome ver sus ojos con mayor precisión.

Con un asentimiento de cabeza, tomo una gran bocanada de aire y avanzo. Soy veloz, exploto con un certero golpe en su mandíbula. Sin embargo, a escasos centímetros de impactar su piel, Dereck sujeta mi puño de tal forma que voltea todo mi cuerpo y junta mi espalda con su pectoral descubierto.

—Predecible, mejor suerte para la próxima, —susurra en mi oído— y más te vale que sea algo merecedor de ti porque francamente me estoy empezando a aburrir.

Lucho todo lo puedo para liberarme, pero su brazo rodea mi cadera y la otra pasa por encima de mi busto para inmovilizar mis brazos. Se ríe de mi intento logrando que su pecho vibre y sienta toda sus ondas por el top corto que llevo puesto, nuestras pieles se juntan, estamos ligeramente sudados, pero no hay ningún pensamiento asqueroso ante eso.

Es la costumbre, Dereck lleva entrenándome por cuatro años. No es para luchar como él, sino para controlar ese fuego de mi interior. Me la pasé años negando esto, pero lo cierto es que cuando siento furia, simplemente exploto y arraso con todo a mi paso. Ha habido antecedentes en mi pasado que debieron advertirme de este descontrol, cómo por ejemplo: La golpiza desmedida que le di a Killa, mis ganas de asesinar a Lara y otros sucesos que excuse como defensa ante mis amigas, mi integridad o cualquier otra cosa. Siempre encontraba la excusa perfecta, pero todo se acabó.

Mi quiebre vino con las provocaciones de Thomas, fue en el primer año que lo conocí, ya teníamos una buena relación, pero venía arrastrando una mala racha de batallas perdidas así que cuando fuimos en la noche a una fiesta y comió un brownie repleto de droga, empezó a desquitarse con todos. En su defensa, él no estaba consiente del contenido de la comida y no recuerda nada de aquel día, pero al contarle todo lo que hizo, se estuvo disculpando con todos por semanas.

¿Qué me hizo? Nada relevante, pero como dije, estaba ebria y descontrolada, toda mi separación con Adrián estaba reciente y el dolor se me veía en el rostro. Thomas lo dedujo, un mal de amores. Empezó a decir que no debía estar así, que lo más seguro es que el otro sujeto ya estaba entre las piernas de otra mujer y miles de cosas similares.

Aguante.

Dios sabe cuanto me contuve.

Sin embargo, mi puño dejó una marca en su estomago.

Al día siguiente me contacte con mi doctor Nathaniel y tuve que viajar nuevamente a mí ciudad natal para ir a consulta.

Trastorno explosivo leve a causa de mi historial traumático de maltrato.

Ese fue mi diagnóstico. Quise reírme cuando escuché el "leve" nada en mis pensamientos eran suaves cuando me enojaba.

Dereck estuvo a mi lado en todo el proceso, fue un gran apoyo y gracias a su persona pude descubrir que practicar boxeo liberaba feromonas que me hacían sentir mucho más tranquiliza, expulsaba, me desfogaba y cuando me enojaba de nuevo, pienso dos veces mis pensamientos intrusivos, analizo antes de actuar en consecuencia de mis impulsos.

La prueba crucial de mi mejoría vino cuando Mery fue herida en un partido de voleibol, lo estaba viendo en directo así que escuché perfectamente cuando el árbitro toco el silbato para detener el juego y aun así la rival arremetió contra Mery. La semana siguiente viaje y en vez de ir a buscar a esa jugadora incompetente, me la pasé con Mery y Cristina, fortaleciendo nuestro vinculo y pasando uno de los mejores fines de semana de mi vida.

—Creo que estas atrapada —se burla.

Gruño.

Tiro una patada para atrás y desestabilizo su postura, aprovecho para agachar mi cabeza y morder su brazo. 

Su gruñido no se hace esperar, tampoco mi liberación inmediata. 

—Creo que olvidaste que tengo un estilo callejero. —mofo— ¿Te dolió? 

Sus ojos rápidamente descienden a mi mordedura, ve la silueta de mis dientes, impregnados como un tatuaje recién hecho y hace una mueca rara.

No me arrepiento, en absoluto.

—Joder, Ashley ¿Cómo se supone que explique esta cosa? —se acerca y me enseña la cicatriz— Tendrás que cubrirlo.

—No.

—Sí.

—¿Por qué debería?

—Por que no creo que a mi cita le agrade verme con las marcas de otra mujer.

La sonrisa se borra de mi rostro al mismo tiempo que una tensión se apodera de mi garganta ¿He escuchado mal? No, mi mente no es así de graciosa. Dereck me observa de tal forma, con una intensidad que no se puede interpretar como nada más que expectativa, espera ansioso mi respuesta y sus ojos evalúan toda mi cara para ganarse con algún reflejo.

Es una sorpresa, no voy a negarlo, pero ¿Realmente me molesta? Nada, de hecho se puede decir que siento cierta felicidad por él, sin embargo, de igual forma estoy en desacuerdo por la forma en que me lo esta contando. Acordamos sinceridad sí, pero esto se excede, además tenemos una conversación pendiente, somos adultos, no unos niños que jugarán a las indirectas y dejarán que las cosas pasen sin aclarar lo anterior. Tenemos sentimientos, en cualquier momento algo podría salir mal.

A pesar de ello, asiento con inseguridad. No estamos solos, Ariel podrán estar lejos de nuestras voces, pero soy demasiado expresiva como para activar todas sus sospechas y conociéndolo, no se quedara sentado sin hacer nada.

—Oh, —suspiro— bueno en ese caso creo que si estas en problemas.

—Debes solucionarlo —insiste.

Lo miro, realmente me enfoco y trato de ver si esto es parte de una broma, pero su relajamiento se confunde con ilusión de mis futuras palabras.

—Oigan, dejen de conversar, quiero ver acción. —ambos nos giramos hasta Ariel que está observando el espectáculo junto con Kalesi y Thomas ¿En qué momento aparecieron? Sé que es normal que en una práctica haya espectadores, pero Dereck reserva el ring, no es usual que haya privados dada la alta demanda, sin embargo Dereck tiene ciertas preferencias que no duda en usar— No me incomoda ver escenas +18 por si acaso.

—¡A mi sí! —grita Kalesi al ver la aprobación en el rostro de Thomas.

—En sus sueños, chicos —le digo, manteniendo una sonrisa descarada.

Aprovecho la situación para salir del ring y sujetar a Kalesi del brazo, levándola conmigo a las duchas femeninas del complejo, obviamente los hombres no son los únicos protagonistas de las peleas.

Kalesi cierra la puerta con seguro y se da la vuelta al mismo tiempo que entro a una ducha para desvestirme con rapidez.

Necesito despertar de una vez si todo esto se trata de una pesadilla o sueño, claro, depende de la perspectiva.

—¿Quieres una pomada? —la preocupada voz de Kalesi me interrumpe cuando el agua fría de la regadera me invade.

—No, gracias, afortunadamente mis brazos ya están recuperados —enjabono mi cuerpo— Por cierto ¿Sabes con quién saldrá Dereck está noche?

No hay respuesta inmediata, transcurre unos largos segundos antes de escucharla.

—Oh sí, conmigo —elevo mis cejas. Esto es interesante.

Inclino mi anatomía a un costado para mirarla por encima de la ducha.

Está sentada en una banca con su aspecto más tierno posible. Algunas veces me hace recordar tanto a Mery, solo en personalidad porque físicamente ambas son polos opuestos.

Kalesi es de contextura delgada, no tiene curvas definidas, pero su rostro es tan angelical que el resto no importa. Sus ojos son como los de un ser celestial y toda su aura apesta a inocencia. En cierto modo entiendo por qué Bralow la protege tanto, los malos siempre quieren destruir una alma tan pura como Kalesi.

—¿Cómo es que Bralow permitió algo así? —pregunto. Todos estos años no he conocido a nadie en su vida amorosa, ni siquiera un gusto culposo.

—Oh bueno, es que —mira sus manos esquivando mi mirada— no lo sabe.

Doblemente interesante.

—¿Estás segura de que quieres poner la vida de Dereck en peligro? —bromeo, pero ella se tensa— Estoy jugando —aclaro.

—¿En serio? Yo creo que debería cancelar, después de todo yo lo invite y creo que se vio obligado a aceptar por temor a herir mis sentimientos y que Bralow se entere.

"De igual forma estará furioso" pienso.

—Dereck no le teme a Bralow, nadie le dice que hacer o no —me encojo de hombros— ¿Se puede saber por qué no sabía de tu gusto hacia Dereck? Si me lo hubieras dicho antes te hubiera ayudado a conquistarlo.

Tose exageradamente y luego se echa aire con sus manos, con sus mejillas sonrojadas.

—Dios, Ashley, como se te ocurre, por supuesto que no me gusta.

—Lo invitaste a salir, —evidencio— una cita para ser específicas.

—Medidas desesperadas para conseguir algo a cambio. —entrecierro mis ojos y ella se avergüenza mirando a otro lado— Además te quiero, jamás me interpondría entre ustedes dos, hay códigos.

Junto mis labios y asiento con decepción.

—Así que tú también lo sabías.

—¡¿Qué?! —abre sus ojos como platos— ¿Yo? No, yo no sé nada.

—Ni te esfuerces, ya descubrí al mentiroso.

—Oh. —chasquea sus dientes— En mi defensa, me enteré hoy. Dereck llamo a Bralow en la mañana y estuvieron hablando del problema que tienen.

—No te ofendas, pero dudo mucho que Bralow sea el consejero que necesita.

—Descuida, yo pienso igual.

—De todas formas, lo nuestro ya ha terminado.

—¿Es por Adrián? La verdad es que no termino de entender el porqué lo prefieras a él. —agrando mis ojos. Ella es la primera persona, ignorando a Ariel, que no está de lado de Irman— No me mires así, estoy diciendo la verdad, Dereck tiene algo que Adrián no.

Sonrío de oreja a oreja.

—Me muero por oírlo ¿Puedes describirlo?

Aclara su garganta.

—¿Sabes? Me gustan los tipos posesivos. —confiesa— Por favor no se lo digas a mi hermano. El punto es que cuando Franchesco te beso, Adrián ni se acercó a ti y cuando Dereck se enteró, prácticamente quería ir a matarlo. Ese es ese algo que me hace preferirlo.

Ladeo mi cabeza a un lado con cierta ternura. Es evidente que Kalesi no está enterada de ciertas cosas que pasaron antes y después de esa escena. Si hablamos de hombres posesivos, definitivamente hablamos de Adrián Irman. Aceptarlo no me hace más ni menos, es la verdad.

—Creo que te hubiera encantado estudiar en el instituto conmigo —atino a decir.

Temo cerrar los ojos y que las escenas del pasado me invadan, realmente quiero pensar mucho en su persona o específicamente en todas las escenas de reclamo que hizo a lo largo de nuestra relación porque una cosa es recordar como una persona normal, pero yo siento, me transporto al lugar y revivo cada estremecimiento.

Demasiado peligroso.

Aumento la fuerza del grifo.

Necesito parar.

—Me iré al trabajo ¿Quieres que te lleve a tu casa? —le ofrezco a Kalesi cuando salgo de la ducha, sigue en la misma posición, pero con celular en mano.

—Dereck me llevará. —informa poniéndose de pie— Te dejaré para que puedas cambiarte a gusto.

No digo nada y ella se va como anuncia.

Quisiera decir que me siento ya en paz, pero el cosquilleo no se disipa del todo. Ignorando esto, termino de vestirme y salgo para enfrentarme con quién luchaba hace minutos.

Encuentro a Dereck conversando con Ariel. No puedo evitar enfocarme en su cabello húmedo ¿Tan rápido se baña?

—Bralow te matará —me posiciona entre ambos hombres.

—¡Wood! Que bueno que llegaste, estaba a punto de... —Ariel se detiene y acerca fingiendo olfatear mi entorno— Tus celos apestan, Wood, tal vez deberías tomar otra ducha para ocultar el aroma del amor.

Golpeo su estómago, sin nada de fuerza, en broma, pero con una advertencia entre líneas.

—No te tomó ni una hora descubrir a mi amante, estoy sorprendido —declara Dereck, revoloteando su cabello.

—Es en serio, Bralow no escuchará excusas, lo conoces —insisto.

Bralow es silencioso, con buenos modales, pero cuando se meten con Kalesi, Dios, ni siquiera quiero recordar lo que le hizo al compañero de estudio de Kalesi que se atrevió a tocarla sin su consentimiento.

Pobre chico, que descanse en paz.

—Y por eso él sabe de esta cita falsa. Tranquila, mi integridad esta a salvo —dice con simpleza.

Frunzo mis labios. Kalesi no sabe de esto. 

Dereck me mira esperando una respuesta. En una jugada inteligente opto por no decir nada, ahora solo necesito advertirle a Kalesi de esto y de paso que se vengue del delator.

—¿Ya te vas a trabajar? —pregunta Ariel.

—Sí ¿Me acompañas? Puedo dejarte en el centro para que compres esas donas que tanto te gusta.

—¿Puedo unirme? —interviene Dereck.

—Kalesi te está esperando para que la lleves a su casa. —eleva sus cejas con entusiasmo y me regala una de las sonrisas más sinceras de todos estos días— Solo un recordatorio.

—¿Estas celosa, Ashley? ¿Acaso el maltrato te gustó?

La incredulidad me sobrepasa.

Jalo a Ariel y antes de desaparecer por la puerta, su grito resuena en todo el ambiente:

—¡Responde!

—¡La respuesta es obvia!

—¿Un sí?

—¡No! La respuesta es no.

—Mis tortolitos tan enamorados —susurra Ariel con dulzura.

Ay, Ariel, ya no tienes remedio.

Al llegar al estacionamiento, Ariel se sube a mi vehículo, justo de la misma forma en la que vinimos. Mi ruta consiste en pasar por las avenidas principales así que dejarlo en el centro comercial no será ningún problema, además aprovecho la oportunidad para que me compre un par para llevarme de refrigerio.

Mi celular comienza a sonar y le pido de favor a Ariel que conteste 

—¿Lo sentiste? Fue como si nada estuviera pasando —dice tras un largo silencio cómodo.

—Sin duda alguna, gritarnos forma parte de nuestra rutina —respondo irónica. 

—Dale tiempo. 

—Cada persona tiene su tiempo —estoy de acuerdo.

—Exacto. —se endereza en el asiento y ajusta su voz a un más seria— Y hablando de tiempo ¿Qué hay de ti? No hemos tenido la oportunidad de hablar de lo que sucedió en la cabaña.

Me remuevo.

—No creo que haya algo de que hablar.

—Estaba ebrio, pero te vi.

—¿Qué fue lo que viste?

—Esperanza, demasiada ilusión.

Remojo mis labios y aprieto un poco el volante. No estoy molesta, es su opinión y esta bien. Total, él es el profesional, uno muy bueno a decir verdad. Por eso mismo, sé que quiere saber si me encuentro bien, estable, y puede que me ponga de mal humor hablar de Adrián bajo ese contexto, pero en ninguna circunstancia voy a permitir que se preocupe por mí, principalmente cuando esto no tiene nada que ver con algo que deba tratar.

Ya esta superado.

Su mayor miedo, recordando sus palabras hace cinco años, es que recaiga con una crisis. Aun recuerdo todas las noches que él y Dereck tuvieron que consolarme hasta quedarme dormida, fueron meses difíciles así que no puedo culparlo por esa inquietud. Sin embargo, lo posibilidad de que recaiga es tan irreal como el concepto de la tierra plana.

"Crisis" Dios esa palabra suena tan ficticia, ya ni siquiera recuerdo la sensación de tener una. Mi último colapso fue hace años, específicamente en la época de Luke Brown.

—Yo diría que sorpresa. —declaro— No te lo voy a negar, tuve varios sentimientos, no lo sé, el impacto de verlo después de todo este contacto cero fue explosivo, pero algún tenía que pasar.

—Te he escuchado decir muchas veces que Adrián esta superado, pero como dices, lo que paso entre ustedes no fue nada normal ¿Estas consiente de ello, Wood? —increpa— Nadie reacciona así, ambos, los dos estuvieron igual.

—Fue su culpa y si no mal recuerdo fuiste tú quien lo presionó.

—¿Por qué le importaría a un extraño lo que haces con Dereck en la habitación? —deja la pregunta al aire— ¿Por qué crees que fue a buscarte?

—No lo sé.

—Si lo sabes.

—No qu...

—Le importas. —me frena, cortándome toda palabra— Le importas tanto como lo que sientes por él.

Estoy incomoda y no por la posición de mi cuerpo, esto viene de adentro, desde mi interior que me obliga a abrir mis labios para respirar por la boca. No identifico el malestar, pero retumba contra mi pecho con la fuerza de un huracán y se desplaza por toda mi anatomía, tensando y vibrando cada célula. 

Estiro mi cuello con la esperanza de aliviar la tensión.

—Entonces supongo que nos consideramos muy poco.

—Creo que es lo que crees ahora mismo. Sin embargo, yendo un poco al presente, me preocupa la manera en la que llevas apretando el volante desde que mencioné a Adrián —relajo mis manos de inmediato— ¿A qué se debe tu furia?

—No estoy molesta.

—Lo estás, Wood. —sensibiliza— Ayúdame a entender.

Maldito psicólogo.

—De corazón, no tengo ninguna emoción reprimida.

—¿Ni el amor?

—Ni el amor.

Hay un sabor agridulce en mi paladar.

—¿Qué piensas hacer ahora?

—Seguir con mi vida —digo cambiando mi tono en las dos últimas palabras, como si me sintiera decepcionada, pero es ilógico porque no es verdad. Tengo metas por cumplir, tengo un plan a futuro ¿Entonces porqué he sonado tan desdichada?

Freno en un semáforo y miro a Ariel para encontrarlo con una sonrisa de oreja a oreja, recordándome a esos gestos que solo aparecen cuando está planeado algo. Su seriedad de profesional se ha ido y su personalidad juguetona se ha apoderado de su ser.

Estoy a punto de pedir una explicación, pero entonces Ariel levanta su celular escondido en su espalda y me muestra la pantalla.

Está en una llamada con el alta voz encendida.

—¿Escuchaste eso Dereck? Nuestra Ashley está dispuesta a avanzar ¿Es un buen momento para que hagas tu jugada y te apoderes de su corazón? —mi boca se entreabre y lo miro sin poder creerlo.

El semáforo cambia de color y los conductores de atrás tocan sus bocinas para que avance.

Salvado por la campana.

Ariel agranda su sonrisa y apaga su celular.

—Eso viola la confidencialidad entre paciente y profesional —acuso, obligándome a avanzar el vehículo.

—No estamos en una cita formal así que técnicamente no he violado nada. —aprieta mi mejilla con sus dedos— Dereck y yo somos un equipo, mariposa, ya deberías saberlo. De igual forma si me necesitas algún día, tu y yo seremos contra el mundo.

Giro los ojos. No estoy molesta ¿Sorprendida? Tal vez. No he dicho nada de lo que me arrepienta y Dereck ya estaba enterado de como me siento al respecto. Además, pensándolo bien, esto servirá para reafirmarle mis palabras. 

Tengo el iluso pensamiento de agradecerle a Ariel, pero lo pienso mejor y determino que no. Aumentar su ego es un peligro para la sociedad.

—No me llames así.

—¿Mariposa? Claro, solo Dereck tiene derecho a usarlo. Que sepas que me estoy poniendo un poco celoso.

—Que sepas que Dalesa se pondrá más celosa si se entera que llamas cariñosamente a otra chica que no sea a ella —golpe bajo, pero cualquier cosa para callarlo.

Sus manos dejan de moverse y por inercia bajo la velocidad del vehículo por si se le ocurre hacer algo loco.

—Ella no es celosa, tú eres la única tóxica aquí —acusa.

Me indigno.

—¿Quieres que te recuerde el espectáculo que le hiciste a Franchesco porque pensaste que tenía algo con Dalesa? —en reacción, tensa su mandíbula y se sacude para liberar cualquier emoción negativa que se haya querido controlarlo.

—Bien, ambos somos tóxicos, pero Dalesa no ¿Entendido? Bien.

—No soy tóxica —frunzo mi ceño.

—¿Acosadora te parece un término correcto? ¿Ya viste el Instagram de Adrián hoy día o estás en huelga por tu molestia? —con eso, giro el auto con fuerza en una esquina. La pista y vereda están vacías, lo comprobé antes de hacerlo. Ariel choca contra la puerta del auto y finge un dolor en su hombro. Exagerado. Tiene buenos reflejos, se apoyó antes de rebotar contra la puerta. De igual forma no le hubiera hecho daño, mi giro no ha sido tanto como para ocasionar un accidente.

—Ponte el cinturón de seguridad —sentencio— y mantente callado el resto del camino.


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Cuando llego al hospital, estoy contra el reloj. Solo tengo cinco minutos para cambiarme y ocupar mi puesto.

Una vez que estaciono, bajo a toda velocidad y corro por las escaleras hasta entrar al cambiador y ponerme mi ropa de trabajo.

Soy fisioterapeuta.

Admito que estuve a nada de convertirme en periodista. Pero cuando llegó el momento de tomar la importante decisión, supe que no quiero hacer otra cosa que ayudar a los demás. Lo forense me atraía, pero después de analizarlo mucho, la verdad es que dudo aguantar un minuto al rededor de cadáveres.

No me arrepiento, la carrera de fisioterapia es hermosa y si bien es cansado, no hay nada mejor que ver a tu paciente volver a sus actividades sin ningún impedimento. Ayudas a que se acoplen a su nuevo cuerpo o a volver al funcionamiento del mismo. Es mágico y no puedo estar más feliz con mi trabajo. Mi madre al enterarse de mi decisión, estuvo feliz, no porque siguiera de alguna manera sus pasos al adentrarme al mundo de la medicina, sino por el motivo principal: Querer sanar.

Sus palabras exactas fueron:

"Estoy orgullosa de todo lo que has logrado y Jeremy de igual forma lo estaría. Te amo"

Solo han pasado seis meses desde que me he graduado y hace dos recién empecé a trabajar en uno de los hospitales centrales de la ciudad. Es bueno, demasiado bueno, estuve haciendo mis prácticas aquí así que ya conocía al personal y ellos mi dedicación. El ambiente laboral es excelente, no tengo nada de que quejarme, la paga es aún mejor y la comida de la cafetería realmente te da energía para continuar tu jornada. Con el dinero que junte de mis trabajos para poder mantenerme en la universidad y mi sueldo, logré comprarme un auto, cumplí uno de mis primeros sueños de una larga lista.

—¡Buenos días! —saludo cuando paso por el vestíbulo.

Natalia, la que se supone que debí reemplazar hace diez minutos, está saliendo de la puerta de la oficina y me mira con diversión.

—Buena suerte con los pacientes de la tarde, he escuchado que el señor Walker está más gruñón que de costumbre. —retengo un jadeo— Lucio ya te está esperando.

—Gracias, Nati ¿Sabes si Ceci a vuelvo a venir? —pregunto por una niña que vino la semana pasada por la fractura de su rodilla a causa de intentar manejar su bicicleta sola.

Tiene siete años recién cumplidos, parece una muñequita y por lo que pude percibir, su madre se niega a pagar algo que no cree necesario. Un sabor amargo se apodera de mi garganta cuando recuerdo la negación de esa mujer, en serio que necesite que Lucio interviniera para no decirle unas cuantas verdades de la manera menos amable posible.

Natalia se queda los fines de semana así que si alguien puede saber de Ceci, es ella.

Respecto a mis horarios, mayormente estoy posicionada al turno de la tarde o mañana, siempre tratando de asegurar mi noche para descansar o ir a las peleas de Dereck.

—No, lo siento —dice. Sabe que me he quedado conmocionada con el caso.

La decepción me atraviesa, pero rápidamente vuelvo a la normalidad.

—Ya vendrá. —encojo mis hombros— Nos vemos, Natalia —me despido y entro a la oficina.

Lucio se encuentra en su sitio habitual. Él es nuestro jefe y hablo en plural porque somos tres fisioterapeutas y contando con él somos cuatro. Estamos a su cargo, Lucio es el jefe y nos trata con el respeto adecuado, no creo estar más agradecida por estar asignada a él que a otro u otra jefa.

—Doce minutos tarde —informa sin levantar la mirada de su computador.

Lucio Lancer es un hombre de treinta y seis años con una carrera impecable, tiene una hija de diez años llamada Flor y es viudo desde hace cinco años. Es atractivo. Ojos oscuros, musculatura grande, alto y con facciones varoniles. Todo un galán que ha conquistado a más de un corazón, incluida a mi madre que babeo por él cuando le envíe una foto suya. Incluso las enfermeras de pediatría tienen un club de fan de mi jefe.

—Lo sé, el tráfico está terrible este día ¿No crees? —no es mentira, deje a Ariel y conduje directo, pero Lucio parece no creerme.

—Al parecer. —deja de teclear en su computadora y me mira— Empieza con tus pacientes, la señora Hernández te espera hace cinco minutos y contando.

—Si, jefe.

Salgo del ambiente después de registrar mi ingreso y luego entro a mi espacio. No es una oficina grande como la de Lucio, pero cumple con la función de una. Natalia e Isaac, el otro fisioterapeuta, también tienen sus espacios.

Ordeno mis cosas con rapidez y cuando salgo al área de terapia, encuentro a la señora Hernández esperándome como de costumbre.

—Buenos días, Rosita ¿Cómo te ha ido el fin de semana? —su rostro se ilumina al verme, intenta ponerse de pie de su silla de ruedas, pero falla en el intento. Corro a su alcance— Rosita ¿Qué quedamos sobre intentarlo sola? Puede empeorar tu condición.

Es cierto y lo digo la verdad tal cual es, sin ningún disfraz porque a Rosa Hernández le gustan las cosas así. Siempre me adecuo a mis pacientes para que se sientan cómodos y de cierta forma crear un vínculo. Su evolución es importante, necesitamos confianza para que crean en esto, en mis capacidades y en las suyas para volver caminar o cualquier meta que tengan dado su caso.

Rosita tiene cuarenta y ocho años y sufrió un accidente automovilístico dónde el chófer la arrollo y se dio a la fuga. El muy imbécil, ruego para que lo atrapen todos los días. Rosa tuvo algunos huesos rotos que ya sanaron y ahí es donde entré yo hace un mes, ayudarle a volver a caminar nuevamente es mi misión.

—Lo sé cariño ¿A dónde te has ido este fin de semana? Issac me dijo que saliste con tus amigos. Te veo más pálida ¿Te has alimentado bien? Podríamos ir a mi casa después para prepararte una sopa casera, a mi hijo le encantan mis sopas, dicen que son las mejores.

—Me encantaría, pero tengo más pacientes a los cuales atender ¿Qué tal si coordinamos un día para reunirnos? De paso te cuento mis aventuras del fin de semana a la par que empezamos con los ejercicios —ofrezco. La verdad es que ha intentado que vaya a su casa desde la semana pasada y hasta ahora no estaba tan libre como para ocupar mi agenda con esta cita.

—Claro cariño ¡Empecemos de una vez!

Antes de que pueda siquiera moverme, una voz gruñona y fuerte llama mi atención.

—¡Wood! Venga aquí ahora mismo —cierro mis ojos y vuelvo abrirlos antes de mirar en la dirección de Walker, mi otro paciente.

—Discúlpame, Rosita, en seguida vengo.

—Ve, ve, cariño. Walker ha estado irritante desde que llegué.

Le doy una sonrisa y me dirijo con el paciente Elias Walker, un hombre de cincuenta años.

—¿Para qué me necesita, Walker?

—¿Por qué te vas con la insípida de Rosita? Yo llevo tres minutos antes que ella —me reclama señalándome con muleta.

—Su cita es en una hora y media señor. Le recuerdo que atendemos según la agenda programada no el horario de llegada —le doy mi mejor sonrisa.

No sé cuántas veces he repetido esto, pero Elías siempre llega temprano de igual manera. Estoy pensado en mandarlo con otro especialista para que le revise su cerebro, puede ser principios de amnesia.

—En mis tiempos no era así, todos se atendían por orden de llegada ¿Dónde queda mi esfuerzo por ser más puntual que los demás? —fuerzo mi sonrisa.

A esto me refería con poner una máscara en mi trabajo. Hay ocasiones dónde las metas no se pueden lograr por algo que escapa de nuestras manos y tenemos que darle esperanza a nuestros pacientes en nuestra última sesión para que no caigan en depresión. A veces es difícil, me ha tocado decirle a un señor de sesenta años que jamás volverá a caminar al leer el diagnóstico de su doctor, él me lo pidió de buena fe y yo no pude mentir, no con un papel que en cualquier momento iba a leer. Fue tremendamente doloroso y desde ese día jamás lo he vuelto a ver. Es como todo trabajo, tiene su parte linda, pero también hay la oscura que deseas fingir que no existe.

Con Elias he intentado de todo, ser buena, paciente, cariñosa, utilicé todas las técnicas que sé para llegar a un paciente, pero Walker está cerrado, en negación. Desde que le amputaron su pie derecho a causa de la diabetes, ha estado así, al menos su hermano así lo afirma.

Su psicóloga dice está avanzando, que es un proceso de entendimiento, pero yo no veo ningún logro. Cree fervientemente que la fisioterapia no sirve de nada, que no sirvo en pocas palabras, pero aun así viene a todas sus sesiones sin faltas.

—¿Qué tal si espera aquí hasta que termine con Rosita y después empiezo con usted? —propongo.

Él no sabe que es mi siguiente paciente y espero convencerlo con ello.

—¿Prefieres a Rosita que a mí? —sí— ¡Es insípida! —y usted hace que mis chacras se desalineen.

—Le pido que no le falte el respeto, ella no le ha hecho nada —mi mandíbula empieza a doler así que deshago la sonrisa, pero mantengo mi expresión amigable.

Elias me mira intensamente y cuando creo que me va a insultar, una figura se posa a mi lado.

—¿Hay algún problema? —pregunta Lucio.

Walter no lo duda y empieza a quejarme de mi incompetencia con mi jefe. Temería si no supera que Lucio sabe perfectamente como es Elías Walker, ha recibido demasiado quejas mías como para ignorarlo.

—Ya veo ¿Nos permite un momento? —dice Lucio después de escuchar el relato del anciano.

—Claro.

Con su mano en mi hombro, Lucio me guía a unos metros lejos para que nadie pueda escuchar nuestra conversación.

—No hace falta decir, pero lo diré, Walker miente como respira —digo mirándolo.

—Lo sé, eres de las mejores. —halaga— Pero tienes que aprender a lidiar con personas como Elías, está en negación y sus creencias machistas no le permiten aceptar que necesita la ayuda de una mujer como tú para sanar.

—Estoy poniendo todo de mi parte —admito.

—Lo sé. —sonríe— Ahora ve con Hernández y yo me encargo de Walker.

—Gracias —toco su mano y doy un ligero asentimiento para después volver con Rosita.

Retengo un chasquido de dientes al escuchar a Walker seguir quejándose de mí.

Dios, ayúdame.

Paciencia.

Paciencia.

Cuando llego a casa al rededor de las ocho de la noche, me encuentro exhausta y como cualquier día después del trabajo, me voy al baño para poder zambullirme en la bañera.

El agua caliente es mágica, lo digo en serio.

El departamento está vacío, no hay nadie así que aprovecho para prender mis velas aromáticas y encender mi pequeña bocina en forma de círculo. Cierro la puerta con seguro por si Dereck o Ariel llegan y deciden jugarme una broma. Ese par vive para hacerme llegar a mi límite y los amo de igual forma. No digo que se meterían al baño sabiendo que puedo estar desnuda, pero una vez compraron una serpiente de juguete que parecía real y lo lanzaron adentro mientras me cepillaba los dientes.

Ese día tuve pesadillas con anacondas.

Llevo en el agua tibia aproximadamente diez minutos cuando recuerdo algo que me hace salir de la tina y coger mi celular con prisa.

Ojalá que no sea tarde.

Marco el número de Kalesi.

—¿Dónde estás? —digo a penas contesta.

—Esperando a Dereck, me dijo que está en camino.

Maldigo en mi mente. Debí hacer esto desde el momento en que me enteré, pero Ariel y el trabajo me hicieron olvidar de mi recordatorio mental para Kalesi.

—Bralow sabe de tu cita. —digo— No sé lo que planeas conseguir, pero Dereck se lo contó todo por qué es un cobarde y no sé si tu hermano vaya a ser una locura.

Hay un silencio al otro lado de la línea.

—Gracias, Ash.

—Sal con Dereck, pero llévatelo a otro lado y confíscale su celular para que no le pueda dar aviso a Bralow. —sugiero al oír algo extraño en su voz, no fue tristeza, pero aún así— Pueden venir a mi casa y yo irme a pasar la noche con Thomas y Ariel.

Se ríe mientras que sujeto la toalla y me envuelvo en ella.

—No creo que te dejen, pero de igual forma gracias. Buscaré la forma de vengarme de Dereck, me prometió no contarle nada a Bralow —sonrío, Orwell está en problemas. Kalesi es dulce, pero Bralow es su hermano, sangre de su sangre, siempre va a ver oscuridad corriendo en ella.

—Pídeme ayuda si necesitas, con gusto apoyo a la causa.

—De nuevo, gracias, Ashley. Hubiera hecho un papel de ridícula si no me lo contabas. —hay alivio en su voz— Te dejo, Dereck acaba de llegar.

—¡Que sufra! —grito antes de cortar la llamada.

Con una sonrisa de oreja a oreja, me visto.

Al ir a la cocina, Ariel aparece por la puerta de entrada con una bolsa de compras en su mano.

—Iba a preparar la cena, pero ya veo que comeremos carbohidratos —me apodero de la bolsa y veo en su interior— ¿Por qué solo hay una pizza? ¿Si sabes que Dereck y yo terminamos peleados cuando solo hay una? Contigo somos tres así que definitivamente esto será una masacre.

—Relájate, Wood, para mí compré una hamburguesa. —mis ojos se iluminan— Con aceitunas —agrega, logrando que haga una arcada de asco.

—Toda tuya.

—Siempre fue mía —acota— ¿Qué película veremos hoy?

—No sé, pero quiero del género de terror —llevo la bolsa a la cocina y empiezo a abrir nuestra cena.

—¿Quieres que te abrace, Wood? Solo debías pedirlo —antes de que pueda reaccionar, Ariel ya me está abrazando o mejor dicho asfixiando con sus brazos.

Cuando me suelta, le tiendo su hamburguesa inhumana y coloco cuatro pedazos de pizza en un plato. El resto se lo guardo a Dereck.

Ambos nos sentamos en el sofá y empezamos a elegir una película.

—¿El aro? —sugiere.

—Aburrida, me quiero asustar.

—¿Chucky?

—No me asustan los muñecos.

—¿La monja?

—Ya lo he visto —bufa.

—Eres exigente —me encojo de hombros— ¿Qué tal un thriller psicológico?

Mis ojos se iluminan y le tiendo el control para que busque la película que tiene en mente.

La isla siniestra.

No soy de películas, soy de series y aun así estoy amando la película. Solo lleva cuarenta minutos y automáticamente se posiciona en una de mis favoritas en todo el año.

¿Quién encabeza la lista? Fácil, The Witcher. Es una serie, pero es la mejor y nadie puede quitarle la medalla de oro, ni siquiera Pretty Little Liars, una serie que me acabe en un mes por la obsesión que me genero. 

The Witcher ha estado vigente durante bastante tiempo y lo más sorprendente de todo es que aún no he podido ver ver las dos nuevas temporadas que salieron en estos años, me quede en el primero y aunque ha habido ocasiones donde estaba dispuesta a avanzar, siempre había algo que me lo impedía. Naturalmente, me he hecho spoiler sin intención, sigo al fanpage y a todos los actores en Instagram así que fue inevitable. Mi algoritmo de redes sociales no entiende lo mucho que me enfurece esos pequeños deslices.

No sé que en que momento, pero Ariel balancea su cabeza en mi hombro y cuando lo miro ya está dormido profundamente.

Me río.

Sus facciones están arrugadas y tiene un gesto demasiado preocupado como para estar en la paz que es dormir. Con delicadeza, lo acuesto en mis piernas y le mando una foto a Dalesa.

Ashley
Consejo.

Ashley
Le aburren los thrillers psicológicos.

Dalesa
No, es su género favorito, pero le aburre ver una película una y otra vez. Adivino ¿La isla siniestra? Está obsesionado con esa, se la quiere mostrar a todo el mundo por más que termine dormido en pleno misterio.

Ashley
¿Cuándo oficializan?

Dalesa
No lo sé, pero tal vez Adrián sepa ¿Quieres qué te lo pase?

Maravillosa jugada.

Sonrío por algún motivo. Lo admito, he empezado este chiste y he salido perdiendo por una goleada que ni yo he visto venir. En la pantalla aparecen tres puntos, dándome a entender que Dalesa espera mi respuesta. Sin embargo, antes de poder crear una respuesta que siga la corriente de nuestro juego, el sonido de la puerta siendo abierta me pone en alerta.

Guardo mi celular y me enfoco en la figura que entra. 

Dereck Orwell.

No hace contacto visual, solo se acomoda su vestimenta y deja colgado la llave en nuestro gancho de pared. Se detiene unos segundos para estirar su cuello y por la mueca que hace me temo que Kalesi ha cumplido con su promesa de hacerle pagar.

—Te dejé pizza en la cocina —aviso, haciendo que sus iris me enfoquen. 

Luce cansado, pero no tanto por los intensos ejercicios que hace sino algo más mental. A pesar de ello, su cuerpo se llena de vida cuando, despacio, desciende sus ojos hasta llegar a posarse en la cabeza de Ariel que descansa sobre mis muslos.

Frunce sus labios.

Reacciona.

Camina en mi dirección. No hay un saludo ni palabra, simplemente toma mi mano y me levanta de mi sitio, ocasionando que Ariel se caiga al suelo.

—¡Oye! —me quejo.

—Mierda. —murmura Ariel, despertando de su plácido sueño— ¿Qué pasó? — se reincorpora, masajeando su cabeza.

—Te caíste, que más va a suceder. —dice Dereck sin una pizca de arrepentimiento— Anda a tu cuarto.

—No tengo cuarto —responde cayendo pesadamente al sofá.

—Ahora sí, el mío, ahora vete antes de que te desmayes.

Ariel parece reaccionar a lo que dice Dereck porque levanta su cabeza y entrecierra sus ojos posando su mirada entre Dereck y yo.

—Oh, ya veo. No hagan tanto ruido ¿Sí? —es lo único que dice antes de irse con dirección al cuarto ubicado al frente del mío.

—No deberíamos alentar sus alucinaciones —trato de hacerle reír, pero como siempre, Dereck no me dirige la palabra cuando estamos solos.

Me da una última mirada y después se da media vuelta para entra a la cocina y servirse la pizza que le sobre. Come con pereza, casi como si su comida favorita se hubiera vuelto la cosa más ordinaria del mundo. A pesar de ello, se apoya en la encimera y me observa desde lejos con curiosidad.

—¿Qué tal? —atino a decir, cualquier intento de comunicación es aceptable.

Silencio.

—Luces agotado —intento nuevamente.

Nada.

Dando un salto de fe, me acerco a la encimera y me siento justo al frente de él.

—¿Kalesi te corto la lengua o algo parecido?

Ladea su cabeza a un costado mientras retiene un sonrisa.

—Como si no supieras —muerde su pizza con fuerza.

—Solo protejo a mi angelical amiga de tus garras y a mi mejor amigo del guardián del ángel.

—Eres muy consiente que jamás me metería con ella.

—Tu vestimenta me dice lo contrario —señalo lo que cuelga en los hombros.

—¿Esto? —sacude su chaqueta negra y asiento con aprobación— Solo es ropa.

—Un abrigo que solo utilizas cuando te vas de cacería —jacto.

Fue su sello en el instituto y gran parte de la universidad. Pero, desde que empezamos una relación, dejo de usarla por completo, no lo he visto en ese cuero desde hace un largo tiempo, la última vez fue cuando regreso de una noche con una castaña con piernas de modelo ¿Cómo estoy tan segura de su vestuario cazador? Fácil, llega a casa apestando a perfume barato y con su ropa desarreglada. Su chaqueta negra es su arma de seducción, no hay duda, pero no comprendo porqué se lo tuvo que poner para su cita con Kalesi. Por lo que entendí, no era una reunión en plan amoroso, Kalesi lo invito con el fin de conseguir algo y Dereck decidió contárselo a Bralow, matando toda posibilidad de un intento de conquista. Además jamás me he percatado de una mínima atracción de Orwell por Kalesi.

—Eso fue antes.

—Eso espero, sabes que Kalesi no es mujer de una noche.

Eleve sus cejas, como si pensara algo.

—Bueno, si Bralow no estuviera pisándole los talones, tal vez lo fuera. 

—Y no hay nada de malo en ello.

—¿Disfrutar su sexualidad? Por supuesto que no.

Meneo mi cabeza de arriba a abajo, dándole la oportunidad para que continúe la conversación, pero Dereck se limita a seguir comiendo en completo silencio.

Las ganas por preguntarle si podemos conversar sobre nuestro tema es gigante, sin embargo no me corresponde dar ese paso. Ya le hable, me atreví a mantener una comunicación en un ambiente cerrado, pero conociéndolo, sé que aún no tiene intensiones de dialogar, al menos no de ese tema.

Le doy una última mirada y me devuelvo al sofá con un suspiro.

Salgo de la película que he estado viendo con Ariel y busco una de comedia para relajarme. Sin embargo, no pasan ni cinco minutos cuando Dereck se acerca y se tumba a mi lado. 

—¿Cómo te ha ido en el trabajo? —pregunta de lo más normal.

—Hoy día tuve sesión con Elias —apenas pronuncio el nombre, Dereck bufa.

—Que jodan a Walker.

—De hecho, que no lo hagan, si empeora lo tendré más meses.

—Entonces qué ¿Rezamos por él?

Antes de responder, entra una llamada.

Número desconocido.

—¿Hola? —inquiero— Si eres de la compañía de Claro, no quiero nada, sus tarifas son muy elevadas para la calidad de servicio que entregan.

Silencio, ninguna respiración.

—¿Hola? —repito.

Nada.

Encojo mis hombros y apago la llamada.

Inmediatamente, otra llamada ilumina mi pantalla, pero esta vez, el número de contacto si lo tengo registrado.

Sonrío.

—Ya te extrañaba —es lo primero que digo mientras le tiendo el control a Dereck— ¿No tenías turno está noche?

—Yo también amor y no, le pedí a una amiga que me reemplazará.

Giuliana, mi madre, después de vender la casa y todas las cosas, se quedó con un gran porcentaje de dinero que utilizo una parte para donármelo para mis estudios y el resto para viajar a Europa. Le fue bien, lo vi en las fotos que me enviaba y en las videollamadas que hacíamos, pero después de un año regresó de la ciudad que se fue. Extrañaba a sus amistades como Price o Beatriz, y con el tiempo consiguió una nueva casa con mejores acabados y regreso al hospital que tanto le ayudo en un inicio.

—Últimamente andas pidiendo mucho reemplazo —me rio— ¿Cómo te encuentras?

Hay un silencio.

Un silencio terriblemente aterrador.

—Hija, tengo que contarte algo, me hubiera podido viajar para hablar esto cara a cara, pero... —dejo de escuchar.

Busco la mirada de Dereck para hacerle que algo no anda bien y él inmediatamente se acerca para aliviar la tensión de mi columna.

Si algo le pasa a mi mamá, no, ni siquiera soy capaz de pensar en la posibilidad.

—¿Ashley? ¿Sigues ahí? —Dereck me da un apretón en apoyo.

—Dime, te escucho —mi voz delata todo mi nerviosismo.

Escucho un suspiro al otro lado de la línea.

—Me voy a casar.

—¿Qué?

—Lo conocí hace seis meses, empezamos a salir y no quería contarte nada hasta que fuera serio, pero hace unos días me pidió matrimonio y yo —hay una pausa— jamás había conocido a alguien así. Él me hace bien, es un hombre impecable, conoce toda mi historia, sabe de ti, es todo lo que una vez soñé.

Parpadeo.

Su voz. Dios, jamás pensé escuchar ese tono en mi madre y es que el amor que hay, la delicadeza con la que cuenta la noticia me conmueve. Mis ojos se llenan automáticamente de lágrimas y no las suelto por el simple hecho de que la conozco. Está yendo con cuidado y teme mi reacción, no porque pueda o no aceptar a su pareja sino por los recuerdos que pueda remover en mi interior.

—Me alegro mamá, de verdad me alegro mucho por ti. —digo al no poder pronunciar otra palabra más— Mereces ser feliz.

—Quiero que seas mi dama de honor.

Mis primeras lágrimas se deslizan, pero no me quiebro.

—Por supuesto mamá, nada me haría más feliz ¿Cuándo es la boda?

—En dos semanas, —revela— sé que es algo apresurado, pero va a hacer algo íntimo y no ostentoso.

—Estaré ahí contigo... ¿Mamá, puedo llamarte en un momento? Mi jefe me está llamando y de paso pediré permiso para viajar. —invento una excusa— Quiero que me cuentes todo de ese misterio sujeto que quiere apartarte de mi lado. —bromeo para aligerar cualquier duda— Ya te extraño —digo ante de colgar.

No pasa ningún segundo cuando ya estoy llorando en el pecho de Dereck. Es en un instante que me derrumbo. No estoy triste, estoy realmente feliz por ella, pero no puedo evitar sentir escalofríos, temor porque la historia se repita.

No debería, Giuliana sabe cómo reconocer las alertas en un hombre violento y tóxico, ella está preparada, confío en su criterio, en su fuerza, jamás permitiría que la invaliden cómo en el pasado. Aun así, me siento con esa inquietud de que mi madre sea lastimada.

—Odio que él tenga razón —escucho un susurro a penas audible, pero logra sacarme de mi mente para enfocarme en él.

—¿A qué te refieres? —le digo siguiendo oculta en su pecho.

—Mírame. —Dereck sujeta mi mandíbula y eleva mi cabeza— Quita esos pensamientos de tu mente, él no es Vince ¿Quedó claro? Nadie va a lastimarla.

¿Y si no la ama verdaderamente? ¿Si la está utilizando? ¿Si él cambia con el tiempo? ¿Qué pasa si todo el camino recto que ha estado recorriendo se vuelve un círculo vicioso que la hace retroceder ocho años?

No.

Basta.

Es suficiente.

Cierro mis ojos y me enfoco, entro en razón y hago una purga de todo lo malo. Recuerdo la voz de alegría de mi madre al contarme la noticia, recuerdo su suspiro de amor y por sobre todo, recuerdo estos últimos meses dónde la he visto más radiante que nunca. En las videollamadas veía su brillo especial y recién ahora encuentro sentido a los constantes reemplazos que tuvo en su trabajo.

Seco mis lágrimas, pero siguen saliendo. Ya no hay inquietud, ahora son gotas de felicidad pura, sin nada que contamine mi estado de ánimo.

—Se va a casar. —mi mente la visualiza con un vestido blanco, con su velo y ramo de rosas dando el famoso. No importan sus cicatrices, la han aceptado tal cual es, encontró su final feliz— ¡Se va a casar! —chillo saltando a su cuerpo y abrazándolo.

—Y serás la dama de honor más sexy —me rio.

—Debo llamarla nuevamente, necesito saber todo de él, ni siquiera sé su nombre, color favorito, que ama más que a mi mamá —me detengo al darme cuenta de algo importante— ¿Tendrá hijos?

La idea de tener una figura de hermano que no sea Jeremy me remueve el estómago.

—¿Eso sería un problema? —pregunta acariciando mi espalda.

Lo pienso.

Realmente lo hago.

Me tomo minutos que parecen horas.

—No, nadie podrá quitar a Jeremy de mi corazón, pero tengo suficiente espacio como para agregar a otra persona y eso incluye al prometido de Giuliana. —desbloqueo mi celular y antes de marcarle a mi madre, me detengo mirando a Dereck— ¿Vendrás conmigo?

Se sorprende, definitivamente no esperaba una propuesta como esta, pero mi adrenalina esta en un punto donde no me importa nada.

—Ashley...

—No me importa que no me hables, pero deseo que estés conmigo, mi madre te adora y mi mejor amigo no se puede perder este momento importante para mí. —declaro— Así que dice ¿Serías mi acompañante?

Relame sus labios y ladea su cabeza a un costado para mimarme con mejor precisión. Luego suelta un suspiro, relajando sus hombros y diciendo:

—Considérame tuyo hasta que la marca de mi brazo desaparezca. 


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💗 ¡Feliz San Valentín! 💗

El siguiente capítulo aparece 🛐Adrián 🛐 y está FUERTÍSIMO, celos, drama y el inicio de un juego de seducción y redención 🌚.

¿Posibilidad de beso? Tal vez. Preparen sus corazones.

Recuerden que los capítulos serán dedicados a la persona que sea el mejor comentario del capítulo 💗

Gracias por leerme. Besitos 💋.

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