Capítulo 1.
Un día gris y frío, de esos que obligan a la gente a cubrirse con múltiples capas de ropa hasta conseguir que el molesto frío desaparezca de sus cuerpos.
Una camisa blanca, un jersey de lana crema y un abrigo, al igual que la camisa, blanco como la nieve.
Medias térmicas, unos vaqueros negros y unas botas del mismo color.
Bufanda crema, a juego con el ya mencionado jersey; orejeras, nuevamente blancas; y una sonrisa capaz de subirle el ánimo a cualquiera.
Sunoo estaba listo.
Ya era lunes por la mañana, y después de todo un fin de semana de juegos, baile, comida y películas, debía volver a la escuela.
Llegó desganado, a pesar de la hermosa sonrisa que decoraba su rostro, y sin compañía. Esto debido a que Jake había cogido un resfriado tras una batalla de pistolas de agua con su hermano pequeño. ¿A qué clase de persona se le ocurre hacer eso en otoño, tan cerca del invierno? Solo a él.
Sunoo había llegado temprano y realmente no sabía que hacer, por lo que, recordando su tarea de lengua, decidió ir a la biblioteca.
Aún quedaban alrededor de 20 minutos para que las clases comenzaran, así que estaba bastante vacía. Era de esperar.
A pesar del silencio, característico de lugares de ese estilo, algunos murmullos podían llegar hasta los oídos del azabache, que no se molestaba en ponerles demasiada atención.
El sonido de sus pasos iba al compás del "tic, tac, tic, tac..." producido por el reloj. Rompiendo así parte del —casi— armonioso silencio.
Su mirada viajaba sin prisa dando saltos entre las estanterías y las mesas. La curiosidad en su mirar era claro signo de que no era un lugar que acostumbrara a frecuentar.
Pudo distinguir a algunas personas que ya conocía, por ejemplo Yang Jungwon. Era un año menor que él. Un chico muy popular entre todas las personas de allí. Era el tipo de persona que recibe muchas cartas y declaraciones al día, pero que no está interesado en una relación.
Era del tipo callado, y si bien era popular, ser muy hablador no entraba en sus características. Se fijó en su cabello, que ahora estaba teñido de un lindo y pálido color rosa, haciendo juego con la camisa de cuadros del mismo color que usaba.
Yang era un amante de las flores, es más, había logrado convertirse en el representante del club de jardinería el mismo año en el que entró a esa institución. Su entusiasmo y participación consiguieron decorar el centro de color con flores que iban cambiando para adecuarse a cada estación.
El chico había hablado con él —sorprendentemente, ya que el hecho de que ninguno fuera del tipo que se acerca primero a otras personas no parecía que fuese a permitirles conocerse— un par de veces, su actitud era amable y dulce, siempre trataba de ayudar a los demás sin importar que no fuera muy fan de las charlas.
Para sorpresa de cualquiera, estaba junto a Jay Park. Un año mayor que Sunoo. El típico "badboy" que siempre va de negro, con cadenas, y rompiendo corazones. De los más problemáticos del instituto. No es común verle fuera de la sala de castigos en los recreos.
Y en realidad... Eso no eran más que rumores. Si bien no cuadra con su apariencia, es uno de los chicos más agradables y amables que asistían a ese instituto.
Cualquiera que estuviera un poco informado, sabría que la sala de castigos solo se usa para eso —que los alumnos castigados se queden el ella— al acabar el horario escolar.
El aula, que solía estar bastante llena en el descanso, se empleaba para que el mismo Jay pudiera dar clases a los que necesitan apoyo para aprobar alguna asignatura. Park era un alumno modelo, y eso parecían conocerlo únicamente los profesores y sus pupilos, pero a él no parecía realmente importarle.
Bueno, no desvariemos y vamos a lo que nos interesa.
También pudo distinguir al chico del viernes pasado. Nishimura Riki. Estaba sentado y muy concentrado en un libro que parecía ser de romance.
La expresión de calma en el chico parecía que había logrado llenar con parte de esta a Sunoo, que por la razón que fuese, no era aún capaz de apartar del chico su mirada.
Le analizó. Sus gafas redondas hacían de alguna forma que los ojos negros del japonés parecieran más brillantes, casi tanto como su cabello dorado, que no había perdido las pequeñas ondas del viernes pasado.
Maldijo a la mesa en la que Nishimura estaba, que privó a su curiosidad de saber como lucía por completo el outfit de este. No podía ver mucho más allá de unas mangas grises que sobresalían bajo las negras de abrigo negro que tenía puesto.
El azabache sonrió levemente a pesar de que su curiosidad no fuera saciada, para después perderse entre las estanterías buscando algo interesante que leer.

La campana que marcaba el final de clases sonó por fin, ocasionando una avalancha de alumnos corriendo desesperados por salir de una vez por todas de ese lugar.
Sunoo se lo tomó con calma, después de todo, esta vez volvería solo a casa. Recogió sus cosas y después conversó un poco con su profesora de biología. Tras diez minutos de charla salió de su clase, dispuesto a ir hasta su taquilla para dejar los libros que no necesitaría para hacer los deberes o estudiar.
El azabache estaba tan metido en su mundo que no se dio cuenta de que un chico algo más alto que él caminaba en su dirección muy concentrado en su libro.
Cuando reaccionó se encontró a sí mismo en el suelo. Al alzar la mirada pudo ver a un chico ligeramente sonrojado, con un libro tirado cerca de él. Las gafas de este estaban ligeramente descolocadas y su cabello un poco desordenado.
Sunoo se levantó de inmediato, disculpándose y preguntándole al rubio si se encontraba bien, le ayudó a levantarse y le entregó su libro.
Mientras tanto el pobre Ni-Ki trataba de recordar cómo se respiraba. Su crush estaba ahí, frente a él, hablándole.
Lo único que pudo alcanzar a hacer fue susurrar un suave gracias para después salir corriendo avergonzado.
El mayor quedó un poco desconcertado por las acciones del chico de gafas, pero simplemente retomó el camino a su taquilla restándole importancia.

Querido Sunoo,
Supongo que estarás sorprendido, no cualquier día encuentras una carta de declaración en tu taquilla.
Pero, no podía esperar más. Causas en mí sentimientos inefables cada vez que te miro. Tu apariencia idílica y tu actitud meliflua aceleran mis latidos de forma constante.
¿Podrías convertir esas miradas efímeras que me das sin darte cuenta en sonrisas sempiternas dedicadas a mí?
Eres como algo etéreo que hace que te conviertas en mi ikigai.
Espero poder ser correspondido algún día.
— N.
Sunoo estaba boquiabierto y totalmente sorprendido por lo que acababa de leer. ¿Estaba soñando? ¿Una carta de declaración para él?
Había una gran cantidad de palabras que nunca había escuchado, pero aún así se sentía feliz y especial. Estaba seguro de que cada una de ellas tendría un hermoso significado.
Debía agradecerle a quien hubiera escrito la carta. Hizo de ese día el mejor en años y además acababa de ayudarle con su tarea de lengua.
Cuando salió de allí lo hizo corriendo, emocionado y con una amplia sonrisa en el rostro. Debía contárselo a Jake.
Mientras, un pequeño chico rubio mantenía una leve sonrisa acompañada de un sonrojo mientras veía al azabache irse alegre con la carta que tanto le costó atreverse a entregar.

El pequeño Sunoo se encontraba en casa de Jake, que, a pesar de estar enfermo no dudó en correr a buscar un par de diccionarios para buscar las definiciones de aquellas palabras tan extrañas en la carta.
Casi parecía que el castaño estaba más emocionado que el menor.
—Vamos por partes.— Comenzó el mayor. —Yo busco inefables y tú buscas idílica.
Dicho esto los dos comenzaron a buscar las palabras en los diccionarios.
—¡Lo tengo!— Exclamó Sunoo. —Idílico o idílica, algo agradable, hermoso y tranquilo. Que es perfecto, utópico y produce bienestar físico.
Conforme avanzaba en la lectura el sonrojo de sus mejillas cada vez era más notorio.
—Dios mío, eso es... Es lo más lindo que nadie me había dicho nunca. ¿Eso piensa de mí? ¿Soy así?
—Se ve que realmente le encantas Sunsun... ¡Mira! Ya tengo inefable. Es algo que no puede explicarse con palabras. Que tierno.
El menor soltó una pequeña risa. Jake tenía razón, quien quiera que escribió eso era realmente tierno.
Cabe recalcar que todos en el instituto sabían que Kim Sunoo era homosexual, por lo que daban por hecho que un chico escribió la carta.
—Bueno, sigamos, vete buscando meliflua que yo busco efímeras.— Habló el azabache mientras buscaba en el diccionario.
—Antes de eso, espera un segundo. Encontré ikigai. Sabiendo lo cursi que eres te va a encantar. Ikigai es un término japonés que hace referencia a aquello que le da sentido a tu vida. ¿No te parece lindo Sunsun? Oh, no espera, no llores Sunshine...
El australiano se levantó de la cama para poder ir con el menor, abrazándolo y dando suaves palmaditas en su espalda.
—Tranquilo Sunsun ya sé que es muy bonito, pero tampoco es para que te pongas así.
—¡Tú no lo entiendes Jake! Nunca antes me habían dicho algo así, nunca...
Sollozó Sunoo mientras pegaba con mucho cuidado la carta a su pecho.
—Necesito encontrar a quien me escribió esto, Jakey.
—Tal vez sea Taki. Ese chico es muy conocido por ser romántico, y es japonés.
—Pues a mí no me suena su nombre...
—Veremos si mañana podemos encontrarle y así ves quien es. Por ahora, sigamos buscando.
Y así los dos chicos siguieron buscando las palabras que quedaban, mientras Sunoo por supuesto anotaba todo para poder añadir las palabras a su tarea de lengua.
Melifluo o meliflua, dulce y tierno en el trato o en el modo de hablar.
Efímero o efímera, aquello que dura por un período corto de tiempo.
Sempiterno o sempiterna, referido a algo que es eterno o dura para siempre, porque teniendo principio no tendrá fin.
Y como era de esperar, Sunoo terminó comiendo helado envuelto en mantas mientras lloraba leyendo una y otra vez la carta.

—Le gustó la carta hyung, le gustó mucho. Se veía tan feliz y emocionado mientras sostenía el sobre en sus manitas...
—Estoy orgulloso de ti Ni-Ki, lo hiciste genial.— El pequeño rubio estaba hablando con Lee Heeseung, líder del club de literatura del instituto.
—Creo que le escribiré otra más, porque si eso le hace tan feliz escribiría cientos, no, miles de cartas por y para él. Ver a mi ikigai feliz y lleno de energía hace que no pueda dejar de sonreír.
—Realmente te gusta mucho ese chico, ¿verdad?
—Sí hyung, él me encanta, lo amo. Tal vez pronto pueda contarte por qué.
—Eso espero Ni-Ki, porque esto es incluso mejor que las novelas de romance.
—Oh hyung, no diga eso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro