| CAPITULO FINAL |
SHOSHANNA
Desperté con calma, abriendo los ojos poco a poco. Mi cuerpo entero parecía cargar con una pesadez inusual, como si un orangután se hubiera instalado encima de mí. Lo único que lograba percibir era un molesto pitido que atravesaba mi oído, y solo deseaba encontrar la manera de silenciarlo.
Intenté moverme, pero mis extremidades se negaban a responder, como si estuvieran envueltas en plomo. La habitación estaba impregnada de un olor desagradable, y mis ojos luchaban por adaptarse a la luz que filtraba a través de las cortinas entreabiertas. El pitido constante aumentaba su intensidad, convirtiéndose en un martilleo persistente que resonaba en mi cabeza.
Al menos seguía con vida.
Mis pensamientos eran borrosos, como si estuviera atravesando un sueño profundo. Mientras trataba de orientarme, distinguí a una mujer parada a mi lado, vestida de blanco, insertando una jeringa en una bolsa de un líquido extraño, y conectado directamente a mis venas.
— ¡Despertaste! —Su voz sonaba amortiguada, tal vez por los efectos de las drogas que debían recorrer mi sistema—. ¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Es una pregunta un tanto extraña para hacerle a alguien con cables saliendo de cada vena de su cuerpo. —respondí, arrastrando las palabras más de lo que debería.
Ella esbozó una sonrisa tranquilizadora, pero sus ojos reflejaban preocupación. Observé a mi alrededor, tratando de asimilar la realidad del entorno. La habitación parecía una mezcla entre un laboratorio y un quirófano, con equipos médicos parpadeando y monitores emitiendo sonidos incoherentes. Aunque no recordaba cómo había llegado allí, la incomodidad de la situación se apoderaba de mí.
— Estás en el hospital. Has pasado por un momento complicado, pero estás a salvo ahora. —dijo la mujer, leyendo mi confusión.
Intenté recordar, pero mi mente seguía siendo un enredo de recuerdos fragmentados. La mujer continuó explicando mi situación, mencionando un accidente y el procedimiento médico que me habían realizado para estabilizarme. Mientras escuchaba sus palabras, una mezcla de alivio y ansiedad se apoderó de mí.
— Necesitas descansar y permitir que tu cuerpo se recupere. Estamos monitoreándote de cerca. —añadió, notando mi expresión inquieta.
Giré mi cabeza con esfuerzo y vi a Kyle, quien descansaba, medio adormilado sobre la silla.
—No se ha movido de aquí. —comentó la enfermera, echando un vistazo a mi acompañante con una mirada que pretendía ser sugerente.
Con un gesto decidido, lo sacudió del hombro, y él se incorporó, abriendo los ojos sorprendido al verme despierta. La mujer salió por la puerta, asegurándose de tomar las evaluaciones correspondientes de mi estado antes de partir.
Kyle se restregó los ojos y se enderezó en la silla.
—Dios, Shoshanna —tomo mi mano —. Pensé que te perdería. Fue un maldito infierno.
—No me quieren allá arriba todavía. —mi voz sonaba rasposa—. ¿Cómo está Bennett? —pregunté, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación.
Kyle exhaló, como si liberara la tensión acumulada.
—Se fracturó cada hueso de su cuerpo, pero los médicos dicen que estará bien. Fue un golpe duro, pero está en buenas manos.
Una punzada de dolor recorrió mi costado, recordándome que estaba lejos de estar recuperada. Cada movimiento parecía un desafío, y mi cuerpo protestaba contra la más mínima exigencia. Kyle se acercó más, ofreciéndome ayuda.
—Tómalo con calma. Has pasado por mucho. —dijo con una expresión comprensiva mientras me ayudaba a acomodarme.
Agradecí su apoyo y dejé que la información sobre Bennett se asentara en mi mente. Cerré los ojos por un momento, tratando de procesar todo. La habitación parecía dar vueltas, y mi estómago seguía revuelto. Al abrir los ojos nuevamente, Kyle me miraba con preocupación.
—Deberías descansar un poco más. —sugirió, notando mi gesto incómodo.
— ¿Hace cuánto estoy aquí? —pregunté casi susurrando. Intenté sentarme, pero no hubo manera. Lo que me habían administrado sin duda era muy potente.
—Seis días. Has perdido y recobrado el conocimiento varias veces. —Exhaló el aire, negando con la cabeza—. Te salvaste de milagro, Soshi. Tuvieron que operar para aliviar la contusión en tu cabeza y te extirparon el bazo.
—Vaya. No es tan importante, puedo vivir sin él.
Kyle besó mi frente, pero podía percibir la tristeza en su rostro. Su gesto me hizo reflexionar sobre la gravedad de la situación. Aunque intentaba restarle importancia, la mirada preocupada de Kyle me recordó que, a veces, la valentía ante la adversidad no era suficiente para ocultar la fragilidad humana.
— ¿Por qué me observas como si hubiese muerto, Kyle? Deberías estar feliz, no con esa expresión de perro abandonado.
—Tu familia tiene razón, Shoshanna. Siempre terminas mal a mi lado. —masculló, molesto consigo mismo. Creía que era el culpable, pero no podía prever lo que sucedería.
—Tonterías. —respondí, intentando aliviar la carga de culpa que parecía pesar sobre él.
Un silencio incómodo se instaló en la habitación, interrumpido solo por el constante murmullo de la maquinaria médica. Kyle desvió la mirada, como si no pudiera soportar enfrentarse a mis ojos en ese momento.
—No puedo evitar sentir que, de alguna manera, esto es mi culpa. —confesó, su tono cargado de autocrítica.
—Kyle, los accidentes suceden, y nadie pudo prever esto. No cargues con la responsabilidad del universo en tus hombros. —intenté consolarlo, sabiendo que la autocompasión no ayudaría a ninguno de los dos.
Él levantó la mirada, sus ojos buscando los míos en un intento de comprender. La conexión entre nosotros siempre había sido complicada, llena de altibajos y giros inesperados.
—Solo quiero que estés bien, Shoshanna. —Susurró, como si esa fuera su única súplica en el mundo —. Casi mueres...
— ¡Pero no pasó! ¿Por qué estás diciendo estas cosas ahora?
Tensó la mandíbula y cerró los ojos.
—Porque no deberías estar conmigo.
— ¿Es una maldita broma, Kyle Stantton? —intenté gritar, pero salió casi como un susurro debido a mi somnolencia.
No podía creer lo que estaba escuchando.
—Sé que te perseguí, te pedí una oportunidad para redimirme... pero no puedo permitir que te suceda algo por mi culpa. Si mueres, no me lo perdonaría. —me observó, esperando una respuesta —. Por favor, di algo.
Me quedé en silencio por un momento, procesando sus palabras. La realidad de su confesión se clavó en mi pecho como una daga. A pesar de mi debilidad, la sorpresa y la confusión me otorgaron una ráfaga momentánea de energía.
—Sabes que no te suplicaré, ¿cierto? Es tu decisión, Kyle, y al parecer ya has tomado una.
Podía soportar de cierta manera el dolor físico, pero el mental era desgarrador. Lamentablemente, no había medicina para ese tipo de dolor. Sus ojos se cristalizaron y mi corazón se detuvo. Estaba conteniendo las lágrimas. Hacía todo lo posible por no dejarlas salir a la superficie.
—No me odies, por favor. —suplicó.
—No te odio. Lo hacía, pero ya no. Solo me da pena que seas tan cobarde. —suspiré, intentando moverme en vano —. Fue una buena decisión el abandonarme cuando estoy sedada por un montón de drogas.
Sonreí, pero él no lo hizo conmigo.
—Siento que es mi mejor decisión. —expresó, partiendo mi corazón en dos una vez más —. No quiero que estés triste por esto, Shoshanna.
Me tragué las lágrimas que quería expulsar. No podía obligarlo a hacer algo que no quería. No podía obligarlo a estar conmigo, o sería igual de egoísta que Markus.
—Kyle, solo quiero que sepas que no te culpo. Por nada. —dije, tratando de enmascarar el dolor que sentía.
Asintió con solemnidad, pero la tristeza en sus ojos era palpable.
—Somos el resultado de las decisiones que tomamos, Stantton. Si crees que es lo mejor, no puedo objetarlo.
—Mi chica lista. —respondió con una sonrisa.
—Error, ya no soy tu chica. —Su expresión se endureció, tomando dimensión de mis palabras —. Espero que a Bennett también le des el mismo discurso, me rehusó a ser la única abandonada en esta situación. —hice una pausa, no podía seguir viéndolo allí o lo obligaría a reconsiderar su decisión —. ¿Podrías dejar pasar a mis padres?
Asintió con la cabeza y se levantó de la silla.
—Hasta pronto, Shoshi. —dijo, completamente herido.
—Adiós, Kyle.
Cerró la puerta tras de sí, dejándome con un tsunami de emociones en la habitación. Aunque mis palabras eran firmes, el peso de la pérdida se hacía sentir. Sabía que enfrentaría una nueva realidad, una en la que Kyle ya no sería parte.
Los minutos se deslizaron lentamente, marcando el tiempo en el reloj de la pared. Mis padres entraron en la habitación con rostros preocupados, y traté de sonreír para tranquilizarlos, aunque la fragilidad de mi voz y mi expresión delataban el dolor que estaba intentando ocultar.
Así, entre despedidas y un nuevo capítulo que se abría ante mí, cerré los ojos, permitiendo que la resignación y la esperanza se entrelazaran en mi corazón. La vida aún tenía mucho por mostrarme, y yo estaba decidida a enfrentar lo que vendría.
•••
Después de unas largas semanas, se podía decir que me estaba recuperando bien. Aunque aún no podía correr ni realizar esfuerzos físicos grandes, lograba desenvolverme sola en tareas cotidianas como bañarme, vestirme y hasta cocinarme alguna que otra cosa. Kiara y mis padres se mostraban muy protectores, limitándome en ciertas actividades, pero de alguna manera, encontraba la manera de ser autosuficiente.
Las visitas constantes de amigos y familiares llenaban la casa de risas y conversaciones animadas, actuando como un bálsamo que aliviaba la sensación de soledad que amenazaba con asomarse. A pesar de mi progreso, las secuelas del accidente persistían, tanto en mi cuerpo como en mi mente.
Las noches eran el momento más difícil.
Cuando todo quedaba en silencio y la oscuridad se apoderaba de la habitación, los recuerdos del accidente se materializaban de forma vívida en mis pensamientos. Me esforzaba por superar el miedo y la ansiedad, pero a veces la realidad de mi fragilidad se volvía abrumadora.
La terapia se convirtió en una constante en mi rutina, una búsqueda de equilibrio entre la recuperación física y emocional. Aprendí a valorar cada pequeño avance, cada logro por pequeño que fuera.
Sabía que Kiara se comunicaba con Kyle y le informaba sobre mi estado de salud. Además, era consciente de que él había cubierto todos los costos del hospital y, según había escuchado en una conversación entre ella y mis padres, también había depositado dinero en la cuenta de Kiara.
Aunque ella no mencionaba estos gestos, la discreción no impedía que yo estuviera al tanto de la generosidad y preocupación constante del senador electo.
—Markus volvió a llamar a tu madre ayer —comento Kiara, mientras me ayudaba a vestirme.
— ¿No se da por vencido, eh?
—Cree que vas a ceder. —dijo, preocupada.
—Ojalá Nat Geo lo presione y tenga que irse bien lejos, así no molesta más.
A pesar de la situación, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Aunque Markus persistiera, yo estaba decidida a mantener mi espacio y paz, sin permitir que su presencia afectara mi proceso de recuperación. Lo nuestro se había terminado y no había nada que pudiese hacerme creer lo contrario.
—Nunca pensé que tus padres lo tratarían de esa manera. Incluso, el tío Dereck se atrevió a defender a Kyle delante de todos...—Kiara emitió una risita mientras abrochaba los cordones de mis deportivas. Cuando se percató de haber nombrado al senador, apretó los labios —. Lo siento, Shoshi... no me di cuenta.
No era el maldito Voldemort... más bien, todo lo contrario. Deseaba saber cómo se encontraba. Lo imaginaba tomando su escocés asqueroso, con la corbata desaliñada mientras sonreía con esa estúpida expresión de hombre feliz que portaba constantemente.
—Mi padre pasó de amar a Markus a odiarlo completamente, y a Kyle al revés.
—Sabes que él solo quiere protegerte, ¿cierto? —expresó mi prima con tristeza —. Intenta hacer las cosas bien, y tiene miedo de que su tío intente vengarse.
No respondí a eso. Cooper Stantton había estado tras el accidente. Cuando Giovanni se enteró de que, en realidad, el intento de descarrilar la camioneta había sido porque creían que Kyle estaba en el interior de ella, cantó igual que un canario. Confesó todo, incluso cómo habían manchado el nombre de mi padre.
Cooper estaba en la cárcel, esperando a ser procesado. Giovanni por primera vez en la vida hacia las cosas bien para proteger a su hijo, incluso a costa de su reputación. Nada le impedía volver. Ya no estábamos en peligro, pero aun así, seguía lejos de mí.
No podía obligarlo, al fin y al cabo, lo nuestro siempre se trató de un juego de seducción.
Kyle Stantton había vuelto a mi vida para desordenarla por completo, logrando que me cuestionara a mí misma, mi comportamiento y la manera en la que me enfocaba en la vida con las personas.
La paz interior que ahora experimentaba no venía de la mano de una relación exitosa, sino de la aceptación de quien era y de la disposición a seguir creciendo. Aunque el juego de seducción con Kyle hubiera llegado a su fin, su impacto positivo fue enorme, recordándome que el amor propio y la autenticidad eran las bases para construir una vida plena.
Y eso era algo que siempre le agradecería.
•••
¿FIN?
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