
| 30 | EL DIA DE LA ELECCION
SHOSHANNA
Había pasado apenas unas horas desde mi problema familiar, pero a pesar de la fatiga, decidí acompañar a Kyle en su búnker electoral. La noche anterior fue un auténtico desastre. Kiara fue liberada rápidamente gracias a las conexiones que mi padre tenía en la policía. Conseguimos persuadir a Markus para que no presentara cargos, lo cual resultó ser toda una odisea, ya que terminó en el hospital, tratando su tabique desviado debido al golpe que Kiara le había propinado.
Una parte de mí esperaba que, a partir de ahora, mi vida se volviera un poco más calmada y sin sobresaltos.
En la jornada de las elecciones, Kyle, con su característica previsión, había asegurado una reservación en el prestigioso hotel Four Seasons. El lugar estaba sobrecargado de emoción, ya que se trataba de un día crucial para la toma de decisiones que podría cambiar el rumbo del estado.
La elección se llevaba a cabo en medio de una atmósfera vibrante y, al elegir un lugar tan distinguido como el Four Seasons, Kyle aseguraba no solo comodidades, sino también un escenario adecuado para recibir y celebrar el resultado de su incursión en el ámbito político.
El lobby del hotel rebosaba de actividad. Huéspedes y participantes se mezclaban en conversaciones animadas, mientras el personal del hotel mantenía su habitual estándar de excelencia, asegurando que cada detalle estuviera impecable para un día tan relevante. La elección, además de ser un evento político importante, se convertía en una ocasión social en la que las figuras más destacadas de la política y los negocios se vinculaban.
En la suite reservada para Kyle, se respiraba nerviosismo y emoción contenida. El equipo de campaña revisaba una y otra vez los últimos detalles, asegurándose de que todo estuviera en orden para recibir a los invitados y, por supuesto, para recibir los resultados que podrían cambiar el curso de sus vidas. Kyle, sereno pero concentrado, se preparaba mentalmente para el desafío que tenía por delante.
En un momento, los últimos cómputos electorales comenzaron a aparecer en pantalla. La espera había sido larga y ansiosa para todos los presentes. Finalmente, como indicaban todas las señales, Kyle emergió como el vencedor en las elecciones para el Senado.
El búnker destinado a la campaña se convirtió en el epicentro de una revolución. Periodistas, secretarios de estado, figuras famosas y fervientes simpatizantes de su partido político llenaron el espacio, creando un tumulto que resonaba con la victoria. El equipo de campaña de Kyle se fundía en abrazos y felicitaciones, mientras las cámaras capturaban cada expresión de alegría y triunfo.
Los brindis resonaron con champaña y risas, y vibraba en todo el lugar el reconocimiento de una victoria histórica. Los rostros de quienes habían trabajado incansablemente durante la campaña reflejaban la satisfacción de ver sus esfuerzos recompensados.
La sensación de incomodidad me envolvía, ya que Kiara no había podido acompañarme y me encontraba sola en medio de la celebración. Aunque deseaba respaldar a Kyle, no podía evitar sentirme fuera de lugar.
Mientras caminaba entre la multitud, la mayoría de las personas me observaban como si fuera la mismísima Lady Gaga, pero noté dos miradas cautelosas en un rincón. Eran Cooper y Giovanni Stantton. Sentí sus ojos posarse sobre mí, y una sensación de incomodidad se intensificó.
El padre de Kyle se acercó lentamente a mí. A pesar de los años, conservaba una imponente presencia. Entornó los ojos al llegar, y las arrugas se acentuaron alrededor de ellos. Siempre había sido un hombre fuerte y macizo, con una elegancia refinada y un atractivo sin igual.
—Señorita Smith. —pronunció, asegurándome que me reconocía —. Qué placer volver a verla.
Lo observé con atención. Su actitud desafiante me recordaba a los encuentros previos con personas de su calibre. Aunque era consciente de su posición y poder, mis días recientes me habían otorgado una fortaleza inesperada, y no estaba dispuesta a ser amigable sin razón.
—No creo que sea un placer para usted verme con su hijo; pero aprecio que no haga un escándalo por ello. —respondí con la sonrisa más falsa que pude esbozar. Mi respuesta lo sorprendió, pero una altiva sonrisa apareció en su rostro.
—Siempre tan directa, señorita Smith. Es un rasgo que aprecio. —su tono sugería una mezcla de elogio y desdén.
Mantuve mi mirada firme, sin ceder ante su intento de desarmarme con halagos velados.
—Me alegra saber que valora la honestidad.
—Exacto, así que voy a ser honesto. No me agrada su familia y no me agrada usted. —se sinceró —. Si busca hacer cualquier tontería que comprometa la integridad de mi hijo, tenga por seguro que no me temblará el pulso para destruirla.
—Puede estar tranquilo, señor Stantton. Mis intenciones con su hijo son buenas. —exclamé, forzando una sonrisa —. Por otro lado, sé muy bien que no le temblaría el pulso en asesinarme, ni tampoco a su hermano. Que tenga una linda velada.
Su rostro se ensombreció, pero opté por no quedarme para replicar. Di algunas vueltas, buscando algún rostro conocido entre la multitud.
Como era de esperar, Taylor Thompson no había sido admitido en el lugar. Habría disfrutado viendo su rostro al ser denegado, seguramente me estaría maldiciendo en mil idiomas. A pesar de la celebración que llenaba el lugar, me sentía algo incómoda, especialmente porque Giovanni Stantton y su hermano continuaban con su mirada fija en mi persona.
Decidí tomar un respiro y dirigirme hacia el bar, donde esperaba encontrar algún tipo de refugio temporal de la intensidad del evento.
Kyle se acercó a mí, eufórico. Parecía un niño después de haber ganado un torneo escolar, pero esta vez a gran escala. Me abrazó y dejó un beso en mis labios.
— ¿Todo está bien? —preguntó al ver mi sonrisa fingida.
Asentí, tratando de mantener la fachada de alegría que la ocasión requería. Era consciente de la importancia de este logro para él y no quería empañar su momento de triunfo con mis preocupaciones. Aun así, Kyle, siempre atento a mis expresiones, detectó la falsedad en mi sonrisa.
—No te creo del todo. ¿Pasa algo? —insistió, mirándome con preocupación en sus ojos.
Decidí ser honesta, al menos en parte. No quería arruinar su alegría, pero tampoco podía fingir completamente.
—Solo me siento un poco fuera de lugar aquí, entre toda esta gente y sus expectativas. Pero no te preocupes, estoy feliz por ti. —respondí, tratando de minimizar mis propias inquietudes.
Kyle asintió, pero la preocupación persistía en su rostro. Sabía que debía disfrutar de este momento con él, pero la sombra de los Stantton y la tensión en el ambiente seguían afectando mi capacidad para sumergirme completamente en la celebración.
Kyle se disculpó, para luego desplazarse con entusiasmo por el salón, dirigiéndose hacia los inversionistas y el equipo técnico que se encontraban entre los asistentes. Su expresión radiaba confianza y gratitud mientras estrechaba manos y compartía palabras de agradecimiento con aquellos que habían contribuido al éxito de su campaña electoral. Era evidente que quería reconocer y establecer conexiones sólidas con quienes habían respaldado su ascenso al Senado.
Mientras tanto, yo me dirigía hacia la salida del tocador, tratando de esquivar discretamente la multitud. Antes de que pudiera llegar a la puerta, Cooper Stantton apareció frente a mí, deteniéndome en seco con su característica mirada penetrante.
— Me encantaría saber qué intenciones tienes tú con mi sobrino.
Le dedique una sonrisa.
— Su hermano ya hizo esas preguntas. Llegó tarde, señor Stantton.
— ¿Te envió Dereck Smith a buscar información? No me engañas con esa expresión de niña asustada. Apareces aquí, después de tantos años, eres periodista y sabes que Kyle estuvo encaprichado contigo... la jugada perfecta para arruinar a nuestra familia.
La mirada penetrante de Cooper Stantton perforaba la fachada que intentaba mantener. Era evidente que no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de indagar en mis verdaderas intenciones. A pesar de la incomodidad que sentía, me esforzaba por mantener la compostura.
— No he venido por información ni tampoco enviada por mi padre. Vine porque tengo mi vida y mis razones. No estoy aquí para arruinar a nadie. —respondí con determinación, tratando de proyectar confianza en mis palabras.
Cooper soltó una risa breve y despectiva, como si estuviera seguro de que había más en mi visita de lo que yo estaba dispuesta a admitir.
— Eres periodista, Shoshanna. ¿Crees que puedo creer que tus motivaciones son tan simples? No subestimes a los Stantton.
— Mi trabajo como periodista no significa que esté conspirando contra ustedes. —defendí mi posición con firmeza, consciente de que cada palabra era crucial en este encuentro.
— No permitiré que mi vida se vea afectada por tus juegos con Kyle. —advirtió con dureza —. Si él es un imbécil, es su problema. No te metas conmigo, no te conviene.
— ¿Qué te hace tener tanto miedo? —pregunte, dejando atrás los formalismos —. Se supone que eres inocente, pero estás aquí... amenazándome. —mi voz llevaba un deje de incredulidad.
— Por tu bien, espero que te alejes de Kyle. Bastante daño has hecho con tus intromisiones. —sus palabras eran una clara advertencia.
— Yo no me he...—me detuve de lo que iba a decir —, no tengo que darle explicaciones. Permiso. —respondí, desafiante, antes de apartarme de él y seguir mi camino.
A pesar de su tono amenazante, una sensación de frustración me invadió. La confrontación con los Stantton nunca era fácil, y Cooper había dejado en claro que estaba dispuesto a defenderse a cualquier costo. Pasé la mano por mi rostro, agotada por los enfrentamientos.
— ¿Estás bien? ¿Cooper te dijo algo? —Kyle se acercó, notando mi expresión cansada.
—Me asustaste, Kyle. —suspiré, tocándome el pecho con la palma de la mano.
—No sé qué hace aquí, no estaba invitado. —frunció el ceño, claramente molesto por la presencia de su tío.
— Es tu tío.
— Es un asesino—musitó. Me quedé estupefacta, asombrada completamente por su declaración. Él apretó los labios —. Sí, lo sé todo. Enfrenté a Giovanni y confesó.
— Mierda. —apreté su mano, intentando confortarlo —. Lo siento mucho.
—No tienes que sentirlo. Eres la única que se atrevió a decirme la verdad a pesar de todo.
Me sentía agobiada. Entre los enfrentamientos con los hermanos Stantton y todo el lío con la situación de Markus y Kiara, mi cuerpo necesitaba un descanso.
— ¿Soy una pésima persona si te pido esperarte en el pent-house? —pregunté haciendo un mohín —. Me duele un poco la cabeza y no estoy cómoda con tanta exposición.
Kyle me observó, algo preocupado.
—Claro, cariño. —tomó su teléfono móvil —. Déjame llamar a Bennett para que te lleve en la camioneta.
—No es necesario. Puedo tomar un taxi hasta allí.
—Claro que no. Bennett te llevará y después vendrá por mí. No es un problema.
Sonreí.
Agradecí la preocupación de Kyle y suspire mientras él realizaba la llamada. Cuando la enorme Rolls Royce Cullinan negra aparcó frente a nosotros en la salida programada de Kyle, ahuecó mis mejillas y me sonrió.
—Intentaré liberarme lo más rápido posible de este evento. —prometió —. ¿Segura que estarás bien?
Asentí con la cabeza.
—Solo necesito dormir un poco. Tú tienes que disfrutar de tu noche.
Me dio un beso largo y lento, para luego ayudarme a ingresar a la camioneta. En ella, Bennett se encontraba al volante. Serio y silencioso como siempre, me saludó con la cabeza y procedió a emprender el viaje hacia la propiedad de Kyle. Suspiré mientras me acomodaba en el asiento de atrás.
El suave murmullo del motor y el suave traqueteo del vehículo me sumieron en mis pensamientos. Me sentí extraña por un instante, como un mal presentimiento cuando un automóvil comenzó a arrojarnos hacia el costado.
Sentí el sacudón, y Bennett giró el manubrio para intentar liberarse de un Audi plateado que intentaba acorralarnos. Mi reacción instintiva fue tomarme de la manija y acercarme al conductor.
— ¿Qué sucede?
—No lo sé, señora. Ese auto nos intenta quitar del carril.
La adrenalina se apoderó de mí mientras miraba por la ventana. El Audi plateado seguía empeñado en bloquearnos el paso, como si estuviera determinado a detenernos.
— ¿Por qué haría una cosa semejante? —mascullé, tambaleándome mientras Bennett maniobraba la enorme camioneta —. ¿No se puede frenar?
—Nos llevarían puestos los autos de atrás. —respondió. Otro golpe nos sacudió —. Maldición. ¿Qué mierda? — gritó frustrado —. ¡Colóquese el cinturón de seguridad, ya!
—Llamaré a emergencias... —balbuceé, sacando mi teléfono con manos temblorosas.
El caos se apoderaba de la carretera mientras Bennett intentaba evadir al Audi plateado. El conductor del otro vehículo parecía empeñado en mantenernos a raya, realizando maniobras arriesgadas y peligrosas.
— ¡No puedo creer esto! —exclamé, presionando los números de emergencia en mi teléfono. La operadora respondió rápidamente, y traté de explicar la situación con la mayor claridad posible.
— ¡Deben enviarnos ayuda! ¡Estamos siendo perseguidos en la carretera! —grité al teléfono, intentando superar el estruendo de la situación. La voz del otro lado prometió enviar ayuda lo antes posible.
Mientras tanto, Bennett continuaba luchando contra el Audi plateado, maniobrando con habilidad para evitar colisiones más graves.
Todo sucedió en cámara lenta.
El auto comenzó a girar, desplazándome de un lado a otro y provocándome un mareo horrible. Unas luces me cegaron cuando nuestro auto se detuvo. Era un vehículo que venía en dirección contraria, intentó frenar pero no logró esquivarnos a tiempo y recibimos el impacto. Sentí como si todas mis extremidades se estuviesen desconectando y un dolor agonizante apareció.
Cuando comencé a considerar que debía salir de allí, un segundo impacto me sacudió. Y fue allí cuando la luz se apagó y todo se puso negro.
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