
| 19 | AMNESIA, CITAS Y LOS SORPRENDENTES AMIENEMIGOS
SHOSHANNA
En el transcurso de la redacción de un artículo sobre la fascinante y perdurable tendencia de las cocinas al aire libre, mi mente se veía inundada por los eventos recientes que habían marcado mi vida. Consciente de que aún me aguardaban importantes decisiones por tomar, el punto de partida era encontrar la manera más adecuada de comunicar a mis padres mi situación de divorcio, una realidad que, oficialmente, había asumido.
Además de las decisiones que me urgían en mi vida, se sumaba la tarea de persuadir a Kiara para que considerara mudarnos a Capitol Hill.
En medio de la vorágine de cambios, me resultaba innecesario que continuara asumiendo el peso de un alquiler cuando mi hogar, notablemente espacioso, ofrecía más que suficiente para las dos. La idea de que continuara pagando renta me parecía un derroche innecesario, especialmente cuando tenía la oportunidad de compartir conmigo un espacio cómodo y acogedor, también me haría compañía y no me sentiría tan sola.
En poco tiempo, me acostumbre demasiado a convivir con Kiara. Ella era increíble. La visualizaba disfrutando plenamente en nuestro nuevo entorno. Mi casa, situada en un complejo cerrado prácticamente nuevo, ofrecía no solo una gran extensión para nuestras necesidades, sino también un parque para perros recién construido.
Hasta Alcancía, nuestro compañero fiel, estaba destinado a encontrar la felicidad en mi hogar. La amplitud del complejo permitiría al can realizar largos paseos, explorando cada rincón. Además, la seguridad que brindaba el entorno cerrado añadía un toque de tranquilidad, tanto para nosotros como para nuestra querida mascota.
Las palabras fluían ante mis ojos, mientras mi mente se sumergía en la corrección meticulosa de textos y en la actualización de proyectos pendientes. Cada párrafo, cada frase, exigía mi atención, y mientras me sumergía en mi trabajo, las manecillas del reloj parecían ir en un ritmo rápido.
El tumulto de la oficina se desvaneció en el trasfondo mientras me sumía en la tarea que requería mi atención inmediata. Cuando levanté la vista, sorprendida, me di cuenta de que la jornada laboral había terminado. Era hora de recoger mis cosas y dirigirme a casa.
Solange había estado rondando mi cubículo en varias ocasiones, y era evidente que su mente estaba llena de preguntas. Aunque normalmente no perdía la oportunidad de iniciar su característico interrogatorio, esta vez había optado por observar en silencio. Desde mi llegada, bajando de la imponente limusina de Kyle, noté su mirada curiosa sin que pronunciara sus habituales cuestionamientos.
—Entonces... ¿Qué hay entre Kyle Stantton y tú? —preguntó, tomando asiento en mi escritorio. Su falda subió lo suficiente como para dejar al descubierto el inicio de sus nalgas.
—Nada, ¿por qué? —respondí, levantando la mirada y sorprendida por su repentina intrusión.
—Vamos, Shoshanna. —Me quitó las hojas que estaba acomodando en la carpeta—. Llegaste en su limusina hoy. Hago periodismo de espectáculos, no quieras mentirme.
Sus ojos fijos en los míos, esperaban una respuesta que no podía evadir. Mi mente buscaba las palabras adecuadas, consciente de que cualquier respuesta podría ser escrutada y amplificada.
—Somos algo así como amigos y enemigos. —respondí sopesando—. Amienemigos.
Solange enarcó una ceja, y su expresión denotaba un claro interés.
—Oh, entiendo. Personas que tienen mucho sexo candente y salvaje pero no se soportan. Es el mejor sexo, más libre, salvaje y no tienes que fingir orgasmos porque la persona te importa un rábano. —Exhaló todo el aire de sus pulmones—. Extraño ese sexo.
— ¿No estás comprometida acaso? —pregunté.
—Sí, pero no es lo mismo, Shoshanna. —Negó con la cabeza—. No es lo mismo. El sexo romántico es más aburrido.
—A mí me encanta el sexo romántico, de todas maneras, no es eso lo que hay entre nosotros —aclare —. Nada físico, quiero decir.
Más que uno o dos besos.
— ¿Pero te atrae? —indagó, entornando los ojos.
Solo Dios sabe cuánto.
—Estaba enamorada de él cuando era adolescente. Nuestras familias se conocían, pero rompió mi corazón. Más bien, su hermana rompió mi corazón y mi confianza. El no hizo nada al respecto, y todo acabo antes de siquiera comenzar —suspiré, rememorando aquel momento en el que mi vida cambió—. Me atrae, pero no quiero sentirme atraída por él. Detesto a su padre, odio a su hermana. Mis padres lo odian a él. Todo está en nuestra contra.
Solange asimiló mis palabras con atención, como si cada revelación añadiera capas de complejidad a la historia que estaba desvelándose ante ella.
—Bien. Tengo una solución a eso.
— ¿Sí? —Me recliné en mi silla, tomando particular atención—. ¿Cuál?
Solange apretó los labios pensativa y luego asintió con la cabeza.
—Dormiré con él. —Expresó, y una sonrisa apareció en mi rostro—. Tendré mucho sexo, lameré cada parte de ese cuerpo perfecto y te lo contaré con lujo de detalle. Será raro después para ti y comenzarás a mirarlo con otros ojos. —Ató su cabello con una liga, completamente segura de sus palabras —. Créeme, funcionará. No eres del tipo que duerme con hombres que hayan pasado por tus amigas.
Una risa escapó involuntariamente de mis labios ante la osadía de la propuesta.
—Hay un pequeño detalle que omitiste —comenté, inclinándome hacia adelante con una ceja alzada.
— ¿Qué detalle? —Solange inquirió, aparentemente ajena a la omisión.
—Tu prometido —respondí, dejando que el peso de esas palabras se asentara en nuestra conversación.
—Diablos, tienes razón. —Solange se cruzó de brazos con una expresión de consternación—. Maldito infeliz, arruina todos mis planes. No debí decirle que sí.
Solange se despidió con un beso en la mejilla, un gesto que resonó con su característica espontaneidad. Mientras observaba cómo se alejaba, me quedé con la sensación de que Solange llevaba consigo una chispa única que iluminaba cualquier situación. Su enfoque intrépido ante los desafíos y su habilidad para encontrar soluciones creativas siempre añadían un toque de vitalidad a mí día a día.
•••
Llegué a casa con un cansancio mental palpable, agravado por la mala noche que había tenido debido a la resaca. No estaba completamente segura acerca de la cena que tendría con Kyle, principalmente porque sabía cuáles eran sus intenciones y no quería alimentar falsas esperanzas. En el fondo, me cuestionaba si sería capaz de dejar completamente atrás el pasado.
Una voz demasiado familiar me paralizó cuando atravesé la sala. Aunque inicialmente contemplé la idea de dar la vuelta y salir de la casa sin ser notada, la realidad fue implacable, y no logré pasar desapercibida.
—Shoshanna... que sorpresa verte aquí.
—Tía Addie... —sonreí desganada.
La hermana de mi madre me saludó con dos besos, uno en cada mejilla, y un tono más inquisitivo de lo que hubiera esperado. Para cualquiera con un mínimo de percepción, la prolongada ausencia de mi esposo y la extensión significativa de su viaje de trabajo podrían levantar sospechas. Sin embargo, con mi tía Adelyne, la situación era aún más delicada. Siempre estaba al acecho, anticipando lo peor de las personas.
Conocía su tendencia a desconfiar y a buscar la sombra detrás de la luz, y me preparé para enfrentar sus preguntas inquisitivas. Mientras respondía a sus saludos, mi mente se movía con cautela, consciente de que cada palabra que pronunciara podría ser analizada minuciosamente por ella, una experta en descifrar las intenciones ocultas de los demás.
— ¿Estás viviendo con Kiara?
—Ella está pasando unos días aquí, hasta que Markus termine su trabajo en Sudáfrica —respondió Kiara, observándome fijo mientras mentía por mí a su madre de manera descarada.
Addie negó con la cabeza.
—No es bueno eso. No es bueno que tu esposo te abandone, ni siquiera si es su empleo —suspiró, como si las palabras le pesaran—. Aprende de mí. Mi esposo se fue y ya no volvió, dejándome con la carga de criar a una adolescente sola.
¡Oh, no!
La mandíbula de Kiara se contrajo, y cuando pensé que se tragaría lo que fuera que iba a decir, escupió su furia como si fuera lava fluyendo de un volcán, dispuesta a arrasar con todo. Mencionar a su padre, o a su pasado era suficiente para activar el lado más oscuro de Kiara.
—No te costó mucho criarme, a los meses me mandaste a un internado, así que no fue mucho tu esfuerzo.
Addie apretó los labios, pero su rostro denotaba una mezcla de sorpresa y defensiva. La verdad, cruda y directa, había salido a flote, y la tensión en la habitación se volvía más evidente con cada palabra que se decían.
—Deberías agradecerme la mujer que eres, porque lo que eres es gracias a mí, no al maldito Lassyter, quien te abandonó para criar a los hijos de esa golfa que tiene por esposa.
El veneno de las palabras de Addie se esparció en la sala, envolviéndonos en una confrontación horrible. La intensidad de la discusión parecía desatar décadas de resentimiento, y mientras observaba este enfrentamiento, me di cuenta de que todo era mucho más profundo que solo las palabras que se estaban intercambiando.
La historia familiar de Kiara, llena de heridas y decisiones equivocadas, se desplegaba ante mis ojos, recordándome que cada cual llevaba consigo su propia carga de secretos y conflictos no resueltos.
Intente apaciguar las aguas que parecían no querer calmarse.
—No es necesario que discutan...
— ¿Y qué mujer soy, según tú? —preguntó Kiara, decidida a continuar con el conflicto.
—Mal agradecida, eso eres. Igual que tu padre —escupió, dejando a Kiara con los ojos cristalizados debido a la furia. Adelyne se volteó hacia mí—. Al menos le haces compañía. A ver si le consigues un buen hombre, porque el que tiene no sirve para nada.
Y así, después de generar ese ambiente hostil y esparcir su veneno de víbora, caminó hacia la puerta y se despidió dando un portazo que hizo sobresaltar incluso al perro, quien con su pobre único ojo observaba la situación como si no comprendiese qué ocurría.
Kiara, con los ojos brillando con una mezcla de rabia y dolor, permaneció en silencio, procesando las lastimosas palabras de su madre. Ella intentaba ser positiva y ver la vida de la mejor manera, pero aún había heridas profundas que no había sanado, especialmente en relación con sus padres. Lassyter se había ido, dejándola con su madre, quien la había arrojado directamente al peor internado que podía existir en la faz de la tierra y por el que aún tenía pesadillas.
Lo peor de la historia era que ninguno de los dos se había disculpado por ello.
La abracé, sintiendo la fragilidad detrás de su aparente fortaleza. Quería transmitirle mis sentimientos hacia ella, hacerle entender que, pase lo que pase, éramos más que familia. Éramos amigas, y siempre iba a estar allí para ella, como ella lo estaba para mí.
—Lo siento.
—No te disculpes por ella, Shoshi. Todavía no entiendo por qué viene aquí.
Tragó duro, tratando de ahogar la angustia y las ganas de llorar que se acumulaban en su garganta, como una tormenta contenida a punto de desatarse.
—Es tu madre, Kia.
—No la soporto, lo juro —acarició a Alcancía, quien parecía comprender el estado anímico de su dueña, emitiendo un suave chillido en respuesta—. Al menos mi padre molesta una vez cada tanto. Ella lo hace todo el tiempo, recalcándome todos mis errores. Me siento un fracaso cuando ella está aquí —añadió, con la mirada perdida en el horizonte de sus propios pensamientos.
—No eres un fracaso. No seas tonta. Y en última instancia, incluso si sientes que has fracasado, siempre estaré contigo. Nos levantaremos la una a la otra, como lo hemos hecho siempre —propuse, abrazándola más fuerte —. ¿Entendido?
Sonrió, pero su sonrisa no llego a sus ojos.
—Entendido.
Alcancía, nuestro compañero de confianza en estos momentos difíciles, se acurrucó más cerca, como si quisiera ofrecer su apoyo en forma de cálido consuelo. Y mi corazón se derritió.
Decidí suspender la cena con Kyle y quedarme con mi prima, mirando películas y pasando una noche de chicas. Sin embargo, ella me aseguró que estaría bien y que vería a Grayson, quien la llevaría a jugar bolos en su lugar favorito.
Sinceramente, no me convencía Grayson como una buena compañía para Kiara en estos momentos vulnerables. Mis dudas y preocupaciones se arremolinaban en mi mente, pero sabía que debía respetar sus decisiones, así como ella respetó la mía de casarme con Markus, a pesar de darse cuenta de que nunca maduraría y de que terminaría arrepentida.
Cuando llegó la hora de la cena, Kyle apareció en mi puerta exactamente a las ocho en punto. Su cabello aún le brillaba, perfectamente peinado hacia atrás. Vestía una camisa negra y una corbata del mismo color que, por la manera en que le quedaba, tenía la certeza de que estaba hecha a medida.
¡Dios, se veía increíblemente sexy!
Me lanzó una mirada descarada y sonrió al ver mi atuendo. Me había enfundado en unos jeans lo suficientemente ajustados como para parecer una segunda piel, y me puse una blusa azul bastante escotada. Después de todo, me había gastado un buen dineral en los implantes... ¿Por qué debía esconderlos?
—Veo que ya estás lista —comentó Kyle con una mezcla de admiración y coqueteo en su tono de voz —. Luces increíble, Shoshanna.
— ¿Has traído mis cosas? —Me crucé de brazos—. No saldré de aquí sin que me las devuelvas. — Después de la cena.
Señaló su automóvil, un hermoso Audi negro, y agradecí a la vida que no fuera otra vez la limusina. Sin embargo, también me invadió una sensación de vergüenza por lo que pudieran pensar los vecinos.
Me habían visto subir tres veces a automóviles lujosos, y lo más probable era que pensaran que me dedicaba a vender mi cuerpo por dinero. Los escoltas nos seguían en otro automóvil, y tuve que reprimir una risa. Nunca hubiera imaginado tanto circo solo por una cena, pero así era con los poderosos.
La situación se volvía cada vez más surrealista, como si estuviera atrapada en una película de alto presupuesto con giros inesperados.
El restaurante japonés al que llegamos emanaba una elegancia discreta y refinada desde el momento en que cruzamos sus puertas. A lo largo del espacio, paneles de shoji dividían sutilmente las áreas, proporcionando una sensación de privacidad sin perder la conexión con el resto del restaurante.
El aroma tentador de la cocina japonesa flotaba en el aire, despertando los sentidos y aumentando la anticipación de la experiencia culinaria que nos esperaba. Los camareros vestían con elegancia, atuendos tradicionales que añadían un toque auténtico al espacio.
Una presencia femenina se interpuso en nuestro camino antes de que pudiéramos alcanzar la mesa. Rubia, con una belleza impactante y una actitud que destilaba un aire de "perra rica" y sofisticada, llevaba un vestido que parecía haber sido seleccionado directamente de la colección de las Kardashian para la gala del MET.
— ¿Kyle? —preguntó, avanzando decididamente hacia nosotros —. ¿Kyle Stantton?
—Sí... —el futuro senador entornó los ojos con cierta intriga —. Hola.
— ¿Por qué no volviste a llamar? —preguntó con un dejo de decepción en su tono. Al notar el ceño fruncido de Kyle, su enfado aumentó. —. No sabes quién soy, ¿cierto?
La escena se desarrollaba como una instantánea de la alta sociedad, con la mujer rubia personificando la elegancia, la belleza y una pizca de desdén. Clavó el dedo índice en el pecho de Kyle, y pude ver cómo el soldado universal número uno se preparaba para intervenir, manteniéndola lejos de su jefe. Con la firme intención de evitar cualquier escándalo, me acerqué a la mujer, tratando de calmar las aguas y, de paso, aprovechando la oportunidad para burlarme sutilmente de Kyle.
—Lo siento... ¿cómo es tu nombre? —pregunté, tocando su hombro de manera amigable.
La mujer volteó, me observó de pies a cabeza y emitió un gruñido de frustración. No parecía muy a gusto de ver al hombre que pensaba que era su pareja interactuando con otra mujer, a pesar de que su acompañante masculino la esperaba pacientemente para salir del lugar.
—Cassandra. —pronunció, con un tono que revelaba su incomodidad.
—Cassandra... —repetí —, Kyle tuvo un pequeño percance en su casa, vinculado a un incidente confuso relacionado con una muñeca inflable —hice una pausa, tratando de contener la risa y mantener un tono profesional —, tropezó y se golpeó la cabeza contra la mesa. Está experimentando una amnesia temporal, por eso no te recuerda.
Kyle estaba tan asombrado que solo podía mirarme fijamente. Incluso mi hermano Greg, quien padecía trastorno del espectro autista en tercer nivel, hubiese tenido más reacción que el hombre a mi lado. La tal Cassandra abrió los ojos, apenada por la reacción que había tenido segundos atrás.
—Oh, Dios. Pero... ¿volverá a recordar? —preguntó, casi susurrando.
—Gradualmente. —Expliqué, asumiendo el papel de una neuróloga profesional—. Es muy reciente para responder eso.
La mujer volvió a mirar a Stantton y este puso cara de póker, sumergiéndose completamente en el personaje de la historia que me había inventado.
—Pobre. —se lamentó—. Con su candidatura tan próxima.
—Estamos esperando que mejore para entonces —repuse.
—Lo siento tanto, Kyle. —dijo en su dirección —. Discúlpame por sulfurarme, cuando me recuerdes, llámame.
Desapareció de nuestra vista, no sin antes voltear varias veces para observar a Kyle. Sentía que tenía pase VIP en el infierno por contar tantas mentiras seguidas, pero al menos esta me había salvado de un buen bullicio. Una mujer morena de piernas largas nos llevó hacia nuestra mesa, y Kyle solicitó un escocés con limón. Yo, por mi parte, estaba de humor para deleitarme con una bebida dulce, así que pedí un vodka con arándanos y fresa.
— ¿Es en serio? —se tocó el pecho, simulando estar afectado —. ¿Me resbalé por satisfacerme con una muñeca inflable?
—La mujer te conoce, sabe que eres un pervertido y se lo creyó. —torcí el gesto —. Dame mérito por eso.
Sonrió.
—No voy a negarlo, eres buena. Debería contratarte para espantar mis ex conquistas.
—No, gracias. —respondí poniendo los ojos en blanco —. Creí que con lo mujeriego que eres ya tenías la táctica evasiva para este tipo de situaciones.
—Por eso me gustas, Shoshanna. Otra mujer me hubiese hecho un escándalo por habernos siquiera cruzado con uno de mis ligues.
—Eso es porque siempre te involucras con el mismo estilo de mujeres. Perras estiradas con ropa costosa y poco amor propio como para darse cuenta de que no tienes madera de relación seria. —chasqué la lengua —. Quien quiera cambiar eso, debe ser una estúpida.
Su boca se abrió. Por un momento, creí que iba a objetar lo que dije, pero no lo hizo. En su lugar, bajó la mirada y le dio un sorbo a su bebida. Me sentí mal por su expresión dolida, sobre todo por los intentos que estaba haciendo conmigo. Pero, una vez más, mi boca floja no pudo quedarse callada. Los platos de sashimi aparecieron ante nosotros, y mi boca se hizo agua.
El ambiente en la mesa se volvió un tanto más tenso, como si mis palabras hubieran arrojado una sombra momentánea sobre la velada.
—Dime algo positivo que hayas experimentado en el internado. —exclamó después de un rato, mirándome a los ojos.
—No hubo nada positivo de esa experiencia —mascullé, pero al instante me retracté —. De hecho, sí hubo algo. Me alegra que Kiara no pasara sola ese tiempo allí.
— ¿Kiara también estuvo internada?
Asentí con la cabeza mientras le daba un trago a mi vaso. Él me observaba expectante.
—Ella estuvo más de tres años allí. Mi tía era muy estricta y, cuando su esposo la abandonó, se hundió en una depresión. Kiara se volvió más rebelde de lo que generalmente ya era, y hubo cosas con las que tía Addie no supo lidiar, sobre todo... el despertar sexual en un adolescente.
Kyle enarcó las cejas, sorprendido.
— ¿La encerró en un internado porque no podía explicarle lo que hacen las mamás y los papás?
—Hay personas que son muy cerradas, Kyle. Apenas y le había explicado lo que era la menstruación.
—Suena como la mamá de Carrie.
Una risa me invadió. Sin duda podía ver a Adelyne Warrenhouse protagonizando una película de Stephen King. Ella era religiosa, con pensamiento cuadrado y muy reacia a hablar de cualquier tipo de tema que ella considerara tabú, incluso el sexo.
—No tan extremista, pero algo parecido. Mi madre era un poco más liberal, por así decirlo, pero después del video, mi tía la convenció para reeducarme en el internado.
—Lo siento.
—No importa —dije, haciendo un movimiento con la mano.
—Sí importa. —respondió —. Ni siquiera sé por qué Sam cometió esa estupidez. Ella te amaba, eras su ídolo. Siempre que le pregunto, me evade el tema.
Tragué duro.
—Ese es el problema en mi vida, Kyle. Las personas que dicen que me aman, no lo hacen lo suficiente como para evitar lastimarme.
Kyle se quedó mirándome fijo, soportando el peso de mis palabras.
•••
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