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| 02 | EL ESTUPIDO Y DEGRADANTE DESEO POR EL ENEMIGO



SHOSHANNA

No había nada peor que los discursos políticos en donde hombres de traje caro, que usan Rolex, tienen mansiones en Miami, vacacionan en maldivas y poseen una colección de automóviles de alta gama; simulan saber lo que las personas de clase baja necesitan, para seguir llenando sus bolsillos a costa de la esperanza y el maldito sueño americano de otros.

Me encantaría decir que este evento era diferente, pero no. Detestaba todo lo que ellos representaban, y cuando Kyle Stantton dio su discurso, no pude evitar sentir nauseas. Intentaba explicarme a mí misma que era profesional, que podía superar esto. Que faltaban unas horas para que estuviera en mi cama, mirando Gossip Girl mientras soñaba que Chuck Bass me esperaba en el Empire State con un ramo de peonias y un anillo de Harry Winston que valía más que mi vida.

— ¿Tienes cólicos menstruales? —pregunto por lo bajo Solange mientras yo jugueteaba con mi gafete, en el cual estaba mi nombre junto con una fotografía y la palabra "prensa" bien grande.

La mire desorientada.

— ¿Qué?

—Te pregunte si tienes cólicos. —repitió y negué con la cabeza —. Entonces cambia esa expresión, pareciera que comiste algo en mal estado y necesitas con urgencia un baño.

—Quiero ir a casa, estoy exhausta.

— ¿Por qué no te distraes mirando el hermoso espécimen que intentará robarse todos nuestros impuestos? —hizo una seña con la cabeza —. Dios, es demasiado atractivo. Me lo follaria de todas las maneras que existen.

Hice una mueca de asco.

—Antes de eso, prefiero tomar arsénico.

—Que no haya resultado con Markus no quiere decir que tienes que cerrarte a todos los hombres. —dijo, con su vista puesta en el escenario —. No son todos iguales, Sho.

Bufe.

Eso lo decía porque no conocía a Stantton. Ni a su familia. Cuando Kyle hizo una pausa en su discurso para agradecerle a su hermana, sentí que ya no podía tolerarlo más. Nada de lo que ellos hicieran me interesaba, así que me levante, camine hacia la barra y pedí un Martini mientras jugueteaba con mi teléfono. Por suerte, mi jefe estaba lo suficientemente concentrado en intentar conseguir algo de los asesores de Stantton como para prestarme atención, por lo que pase desapercibida.

Después de haber escuchado los aplausos a la fanfarronería que se hablaba por micrófono y cinco niveles de Candy Crush consecutivos, sentí una presencia ubicarse a mi lado en la barra.

—Una medida de Jameson con limón, por favor —Dijo una voz grave y pude sentir una mirada clavada en mí —. ¿Tu juego es entretenido?

—Más que el discurso de campaña de Stantton, sí. Fue aburrido como la mierda.

Soltó una carcajada. Una carcajada que me resulto muy familiar.

—Siento mucho que mi discurso te haya resultado tedioso —exclamo y la bilis de mi estómago luchaba para quedarse en su lugar cuando escuche esas palabras —. Acepto sugerencias de cómo hacerlo más... interesante la próxima vez para que no te aburras.

Me gire lentamente y choque con unos hermosos ojos azules. ¡Dios santo! De cerca se veía aún más atractivo. Parecía de esos hombres sacados de una propaganda de Abercrombie, todos perfectos y preciosos. Sus labios se curvaron en una sonrisa y tendió una mano en mi dirección.

—Kyle Stantton, pero supongo que eso ya lo sabias —exclamo, muy lleno de sí mismo.

—Claro. Invitaste a la prensa y soy parte de ella. —rompí el contacto con esos ojos de hielo y retorné la vista a mi móvil, dejando su mano colgando —. Además, hay que vivir en un termo para no saber quién eres.

—Has venido con Taylor Thompson, ¿cierto? —pregunto y lo mire de soslayo—. Te he visto con él.

—Así es.

— ¿Nos hemos cruzado antes en algún evento? Tu rostro me resulta demasiado familiar —Estiro su mano y tomo mi gafete.

Mi corazón golpeteo descontrolado en mi pecho, y mi primera reacción fue quitárselo como una desquiciada. La sorpresa inundo sus hermosas facciones. Me observo, entrecerrando los ojos, intentando comprender mi resistencia a decir quién era.

No sabía que me indignaba más, que se acercase a hablarme o que ni siquiera me reconozca. Yo había cambiado mucho, si... pero creía que si arruinas la vida adolescente de alguien, al menos podrías memorizarlo el resto de tu condenada e insulsa vida.

—Warrenhouse... Warrenhouse...—repitió. Al parecer, solo llego a leer mi apellido.

El odio volvió a mí como una inyección de adrenalina. No iba a dejarme en paz.

—Solía ser la mejor amiga de tu hermana antes que me jugaran una brillante broma en la fiesta de William Halsey —dije, tomándome el resto del Martini de un sorbo.

Vi su expresión cambiar de pensativa a preocupada. Incluso así, estupefacto, se veía ridículamente delicioso.

Oh, dios.

Mi sequia sexual estaba alcanzándome. Que tenga deseos sexuales por mi jefe, bueno... era extraño, pero ¿por mi enemigo? Eso era estúpido y degradante. Necesitaba conseguir alguna cita urgentemente.

Kyle aclaro su garganta sin dejar de mirarme.

— ¿Shoshanna?

—La que viste y calza. —exhale un suspiro. Kyle parpadeó varias veces.

Si, imbécil, estoy aquí frente a ti.

—Vaya, has cambiado... —Expreso, enarcando una ceja y dándome una lenta repasada hasta llegar a mi escote —. Nunca hubiese imaginado que eras tú.

Me mire los pechos.

—Si preguntas por estas, son mías porque las pague. —El camarero detrás de la barra no pudo contener la risa y le sonreí de vuelta —. Se supone que debían conseguir una entrevista contigo.

Su descarada mirada de suficiencia no me sorprendió.

—Han hecho un excelente trabajo, pero creo que una exclusiva merece mucho más que un escote sugerente.

—Quizá mi jefe te muestre su pene ya que los pechos no funcionaron —me burle, aunque sabía que si eso bastara para que le diera la entrevista, Taylor era capaz de exhibirlo en medio del salón.

Kyle observo su vaso de whisky con expresión extraña.

—Siento mucho lo que sucedió aquella vez—exclamo,  y a mí se me helo la sangre en las venas —. Era un adolescente...

—Espero que esa frase continúe con un "bastante imbécil". —interrumpí.

Se veía apenado.

—No me dejaste terminar. —aclaro su garganta —. Era un adolescente bastante imbécil... pero tú eras una personita algo tétrica. —se defendió —. Me daba miedo tu acoso.

Por un segundo me quebré. Transite todo por lo que había pasado y la ira se apodero nuevamente de mi sistema. Le pedí otro Martini al cantinero.

—Era una niña tonta que creía en el amor a primera vista —respondí amargamente.

—No me digas que lo que sucedió provocó que perdieras la fe en los hombres. —Kyle apoyo los codos en la barra, clavándome su mirada.

Era muy intimidante, pero yo lo conocía mejor que nadie. Después del incidente, paso bastante hasta que confié realmente en un hombre. Un hombre que me abandono después de seis años de decir que yo era el amor de su vida. No dejaría que Kyle me viera sudar recordando mis miserias. Puse los ojos en blanco y reste importancia a la situación.

—Claro que no. No te sientas tan especial. No me acorde de ti hasta que mi jefe me ha dicho que teníamos que venir a este tonto evento sin sentido.

—En su momento si fui especial para ti. —se acomodó la chaqueta de su traje, mientras rechazaba una llamada que sonaba descontroladamente en su móvil —. Quisiste entregarme tu virginidad, Shoshi.

Me quede pasmada. No podía creer que había largado algo como eso.El cantinero lo observo con la mandíbula desencajada. Apostaba que era más divertido presenciar esta plática que ver alguna serie en Netflix.

—Estaba ebria. —mentí, molesta de que sacara eso a la conversación —. Y no me llames así. Soy Shoshanna Warrenhouse para ti.

—Siempre creí que eras Smith. —ladeo la cabeza —. Shoshanna Smith.

—Lo cambie cuando termine la universidad —masculle —. ¿Alguna otra pregunta?

Una amplia sonrisa se extendió por todo su rostro, esas sonrisas que te dejan sin respiración, y un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal. Bien, no se podía controlar a las hormonas, ellas decidían quien te atraía físicamente, así que en teoría no era mi culpa.

— ¿Shoshanna? ¿Eres tú? —una voz aguda que reconocí al instante menciono mi nombre y quise morir.

Joder. Mierda.
No podía estarme sucediendo esto.

Cerré los ojos, tomando toda la paciencia que podía reunir para responder al llamado. Ahí estaba ella, quien había sido mi amiga y me había traicionado de la manera más vil. Con el cabello largo en color castaño oscuro, unos enormes ojos azules, Samantha Stantton tenía un rostro hermoso y angelical; así como también una sonrisa que simulaba amabilidad, pero por dentro no había más que maldad disfrazada en un elegante y atractivo envase de mujer seductora y profesional.

—Samantha.

— ¡No puedo creer que seas tú! —Dijo, fingiendo estar emocionada de verme después de casi diez años —. Te reconocí por el tatuaje.

—Oh. —mire mi espalda —. Salí apurada y olvide taparlo con maquillaje.

—Me alegra que no te lo quitaras —respondió, tragando duro.

Se podía decir que desde pequeña solía tomar malas decisiones. Como aquella vez, cuando cumplí dieciséis y se me ocurrió la brillante idea de que Samantha y yo debíamos tener un tatuaje de mejores amigas. Así fue como falsificamos las firmas de nuestros padres y nos colocamos la frase "Esemble pour l'eternitte" en nuestros omoplatos derechos. Me costó un mes de castigo por parte de mi madre y la frase perdió valor cuando dejamos de ser amigas.

Al conocer a Markus, solía fingir que era por mi esposo cuándo preguntaban, pero tampoco estuvimos juntos por la eternidad. Quizá el tatuaje es el motivo de mi mala suerte en las relaciones personales.

Un silencio incomodo se instaló en el ambiente.

—Debo volver con mi jefe.

— ¿Eres parte de la prensa? —pregunto, intentando retenerme para seguir la conversación.

—Trabaja para Taylor Thompson —respondió Kyle, sin dejar de observarme.

Sam abrió los ojos, sorprendida.

—Nos colapsó las líneas con sus llamadas. Es un poco intenso.

—Hace su trabajo. Bueno, al menos lo intenta —repiquetee los dedos en la barra y tome impulso para levantarme del taburete —. Lo siento, mi capacidad de socialización está agotada por hoy. Me alegro que estén bien y no espero que ganen porque soy simpatizante de su rival. —Les regale mi más irónica sonrisa —. Éxitos.

Ambos hermanos me observaron sorprendidos, pero el futuro senador no parecía querer liberarme de ese martirio.

—Espera... ¿Qué te desagrado de mi discurso? —pregunto.

— ¿La verdad? No lo escuche. —Su rostro se arrugo y cruzo los brazos, disgustado —. No suelo escuchar como las personas que toda su vida se encontraron llenos de privilegios hablan sobre los que menos tienen. —Hice una mueca y de repente, se me ocurrió una idea —. Si quieres saber una opinión, tengo alguien para eso.

— ¿Qué? —dijo, al verme caminar en dirección a mi compañera —. ¡No, espera...!

Solange coqueteaba sin pudor con uno de los tantos asesores de campaña intentando sacar información de los horarios de Kyle, mientras el hombre respondía nerviosamente a los halagos de la sensual castaña. Tome su brazo y tire de ella.

—Ven aquí.

— ¡Shoshanna, maldición! —gruño cuando la separe del tipejo —. ¡Estaba a punto de decirme algo! ¿Qué crees que...? —se quedó estupefacta cuando noto que la guiaba directamente al dueño del circo.

— Kyle Sttantton, ella es Solange Maxwell. —los presente —. Sol ha escuchado cada una de las palabras que pronunciaste en tu discurso y estará encantada de darte su opinión al respecto.

Los ojos de Solange se iluminaron.

— ¡Si, claro!

—Eh, yo... —exclamo Kyle con el rostro contraído.

Les ofrecí una sonrisa.

—Que tengan buena noche.

Taylor se encontraba enfrascado en una conversación con personas octogenarias que hablaban de negocios. Fui hasta allí y toque su hombro hasta que se volvió a mirarme.

— ¿Todo está bien? —se bebió la champaña de su copa y no pudo evitar darle un vistazo a mi escote. Puse los ojos en blanco.

— ¿Ya puedo largarme? Parece que Stantton ha caído bajo el encanto de Solange —los señale y sus ojos también se iluminaron, como si hubiese ganado el maldito gordo de navidad —. No hace falta que me quede aquí. Ella puede conseguirlo sola.

—Oh, dios. —me hizo a un costado —. Ojala obtenga esa entrevista.

Supuse que ese era mi pie para retirarme del absurdo evento, por lo que abrí la aplicación de Uber y solicité un auto. Para mi fortuna después de toda esta noche de locos, mi auto estaba a solo dos calles. Recorrí la distancia hasta la salida del lugar, donde la calabaza en forma de Uber llevaría a esta cenicienta a casa.

— ¡Shoshi... espera! —grito alguien a lo lejos. Al voltearme, Kyle trotaba en mi dirección. Oh, no. Me di la vuelta y seguí caminando. No iba a darse por vencido, al parecer —. ¡Spencer, detenga a la señorita! —grito.

Camine más rápido pero los malditos tacones estaban en mi contra y un hombre, el cual parecía salido de la película Soldado Universal, intercepto mi camino. No iba a luchar contra él, me doblaba en tamaño de alto y ancho. Lo más probable era que antes que yo siquiera pusiera un dedo en su anatomía, el hombre me dejara en estado vegetativo. Bufe y me voltee a enfrentar a Stantton.

— ¿Qué quieres? —puse los brazos a los lados de mi cintura, encolerizada.

—No me has dado tu número —demando.

Vaya descaro.

— ¿Por qué debería?

—Quiero invitarte a cenar. —Se pasó una mano por el cabello —. Sé que me comporte mal en el pasado, déjame redimirme contigo. Te lo debo.

La intensidad de esos ojos azules me hizo vacilar por un momento, pero volví a centrarme en su declaración y la risa me invadió. La deje salir de manera estrepitosa. Hacía mucho tiempo no reía de esa manera y era sumamente liberador poder reírme en la cara de nada más ni nada menos que Kyle Stantton.

Frunció el ceño.

—No me debes nada, Kyle —exprese cuando al fin pude emitir palabra.

—Si te debo. —su mirada se entrecerró en la mía —. Una cena, por favor.

—Si crees que me debes, lo mejor que podrías hacer es alejarte de mí. —abrí la puerta de mi automóvil  y no me volví cuando me despedí —. Adiós, Stantton.

Mientras el chofer seguía la ruta, fue más fuerte que yo y me di la vuelta para ver en su dirección. Kyle seguía allí, observando cómo me alejaba. Eche una bocanada de aire y apoye la cabeza en el respaldo. Al menos hoy recupere un poco la ventaja que el siempre había tenido sobre mí.

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