La espía
(Jordan)
Supe que algo había pasado cuando mi celular empezó a vibrar como si estuviera poseído. Bastó con echarle un vistazo a las notificaciones para saber de qué se trataba.
¿Cuándo había pasado esto? Ya ni siquiera puedo tomarme una siesta tranquilamente y esperar que las cosas sigan igual que cuando me fui a dormir.
Fui a través de los mensajes en whatsapp hasta encontrar a Briggite anunciándome que iba a hacérselo saber a todo el colegio.
Intenté consolarme con el pensamiento de que un secreto así no podía durar por mucho tiempo y de todos modos, tener que fingir que seguíamos juntos nunca tuvo mucho sentido para mí. Solo lo hice porque ella me lo pidió y supongo que se lo concedí por los “buenos tiempos”.
Ignoré olímpicamente la mayoría de mensajes, excepto los de algunos amigos que sabía que no me dejarían en paz. Tranquilicé sus idiotas traseros y me fui a dormir con la esperanza de que el día siguiente fuera más pacífico.
Me equivoqué.
La primera cosa que vi la mañana siguiente fue que mi celular se había cansado de contar las notificaciones y se limitaba a decirme que tenía más de 1000 mensajes. Hasta mi madre parecía mirarme diferente cuando bajé a desayunar. Preguntó si todo estaba bien como unas quince veces.
Me repetí que el mundo iba a calmarse mientras conducía hacia la escuela y mi hermana tarareaba en voz baja una canción de Katy Perry. Las cosas solo lucían críticas porque facebook las hacía parecer de ese modo. Pero no. El colegio fue una versión aún más terrible que facebook.
La gente me miraba en los pasillos con tanta preocupación que me daba ganas de rodar los ojos. Después de un par de pasos, ya no sabía qué cara poner.
¿Preocupado? ¿Distante? ¿Triste? ¿Gloriosamente feliz?
Creo que era la primera vez que una de mis rupturas atraía tanta atención. Probablemente porque cuando estuve en primer y segundo año todavía no era capitán de fútbol y mis "novias" eran chicas que solo deseaban estar conmigo la semana antes de que jugara un partido y la semana siguiente, si ganábamos. Digamos que no fue una época muy romántica, a pesar de que el dinero que me daban mis padres lo gasté en rosas y peluches para esas chicas. Con todo lo que compré, juro que pude haber iniciado mi propia tienda.
El tercer año, Briggite se hizo popular y aunque no estuvimos juntos hasta el final del cuarto año, todos sabían que ella iba a ser mía. No importó que yo invitara a Erika Dussein al baile de fin de año o que ella empezara a salir con Edward Mulanovich durante el verano. Era como un emocionante historia donde a pesar de todo, terminábamos juntos. Sin embargo, eso fue lo que cambió todo. Estaba loco por ella hasta que empezamos a salir en serio y...bueno, no funcionó.
Briggite era astuta y divertida, pero después de algunas semanas, solo resultaba agobiante y monótono. ¿Han tenido ese momento cuando detectan un sabor raro en un yogurt y no sabrían decir qué es, hasta que ven la fecha de vencimiento y descubren que ya pasó pero de todas formas siguen comiéndolo? Bueno, justamente así.
Briggite tenía cosas geniales, pero había algo que no encajaba entre nosotros. A pesar de eso, las caras de la gente cuando iba por la escuela me decían que habíamos mantenido una farsa impecable. Casi diría que estaba orgulloso de mí mismo.
Para cuando llegué a mi primera clase y tomé asiento junto a Lucian, ya había decidido qué cara pondría. Cada maldito poro tenía que llevar escrito: “Estoy bien, tengo que pensar en el partido del sábado, la escuela confía en nosotros”, y repetir esa frase como un loro a todo el que preguntara.
El plan funcionó y la gente dejó de actuar como si yo fuera radioactivo.
Pero mis problemas no habían terminado: a mitad del día, empecé a notar que Megara Muttini estaba siempre al borde de mi visión.
Pensé que había caído en la paranoia pero me la cruzaba constantemente en los pasillos y ella me saludaba como si fuéramos viejos amigos. En otra ocasión me preguntó un detalle totalmente inútil sobre el partido y me aseguró que estaría allí.
Mis miedos se vieron confirmados cuando di vuelta en un callejón sin salida donde solo se encontraba la sala de limpieza y volteé tan rápido que casi la tiré al suelo.
—Megara —saludé inocentemente tomándola de los hombros para equilibrarla—, perdona, me confundí de pasillo.
—No hay problema, estaba distraída. Debo apresurarme o perderé mi entrevista con el conserje.
Lo dijo con tanta seguridad que casi la dejé escapar pero me contuve a tiempo y miré la única puerta del pasillo escépticamente.
—¿Vas a hacer un reportaje sobre escobas voladoras? —bromeé.
El conserje Braulio era ampliamente conocido por haberle tirado una escoba a un chico de segundo año que lo hizo molestar. Su lanzamiento fue tan impresionante que se hizo leyenda: eso ni siquiera había pasado cuando yo estaba en la escuela y conocía la historia.
Ahora Megara había perdido un poco de su sonrisa confiada.
—Sí....eh...se cumplen...quince años de ese momento —sonó tanto como una pregunta que me fue imposible creerle.
—Oh, ya veo. Mucha suerte, espero verlo pronto en el periódico.
Me despedí sin poder contener una sonrisa: ella realmente iba a tener que hacer un reportaje sobre eso si no quería quedar mal conmigo.
Sin embargo, la sonrisa se me borró al darme cuenta de la realidad: Megara me estaba siguiendo.
Maldita sea. Seguro tenía sospechas y estaba intentando conseguir una historia para el periódico. ¿O era porque Briggite y yo habíamos terminado?
La pregunta me empezó a torturar: ¿sería por Lucian o por Briggite?
Era mejor prevenir que lamentar así que empecé mi tarea de alertar al equipo.
—Lucian, tenemos que ser cuidadosos.
—¿Qué ha pasado?
—Megara Muttini me está siguiendo.
Contra lo que esperaba, Lucian sonrió como si acabara de darle una gran noticia.
—¿De verdad? ¿Estás saliendo con la directora?
—¡No! —Grité tan alto que la mitad del pasillo volteó a mirarnos.
Arrastré a mi mejor amigo hasta nuestra mesa del almuerzo para evitar sonrojarme por la vergüenza.
—Creo que Megara Muttini me está siguiendo —repetí, lanzando una mirada significativa al equipo.
—Tal vez le gustas —insistió Lucian animadamente.
Casi escupí mi bebida por el ataque de risa.
—Amigo, hay cosas que incluso para dioses como yo son inalcanzables. A Megara jamás podría gustarle yo. Ella va a terminar casada con el presidente o algo así.
—O con una estrella porno —dijo Alex sin dejar de comer.
—O llegará a ser una estrella porno —rio David.
Todos lanzaron una mirada a su mesa a través de la cafetería y me sorprendí al ver que ya estaba allí. Hablaba con Fátima Solier, una de las columnistas de su revista. Su columna: “Sería tan injusto si también fuera delgada” era un de las cosas más divertidas en el planeta. Algún día ella iba a tener un programa de entrevistas y se codearía con gente como Ellen DeGeneres.
—Amigo, yo totalmente me la haría —murmuró Hugo.
—¿Alguien parece notar lo que trato de decir? —gruñí exasperado.
—Calma —pidió Lucian, siempre pacificador— seguro que es por lo de Briggite y tú. No puede enviar a las animadoras porque ahora todas te odian. Bueno, la mitad te odia, la otra mitad piensa que eres el doble de apetecible.
—Eso es tan gay —susurró Hugo en tono juguetón.
—Oye, estoy aquí —reclamó Max, el único jugador declarado gay del equipo y obsesionado con reclamar cada vez que se empleaba esa palabra para atacar a alguien—. Estás celoso porque, para tu información, Jordan sigue siendo el más ardiente de esta escuela. Gay o no.
El resto del equipo me lanzó miradas que decían claramente: “para mis heterosexuales ojos, eres una rata carcomida por gusanos”.
—¿No tienes una clase con ella? —Preguntó Lucian de repente.
—Tengo cuatro clases con ella, pero en Literatura hacemos un trabajo juntos.
—Bien, yo digo que si le gustas a Megara Muttini no deberías resistirte.
—Me cambiaría contigo ahora mismo —ofreció Hugo.
—Te lo dije —gritó Max—. Hugo quiere ser tú.
Puse los ojos en blanco, al igual que el resto del equipo. Lo juro, si Hugo sigue intentando fingir que no es gay y no empieza algo con Max para el final del año, los encerraremos juntos en un armario.
Volví a mirar a Megara, que señalaba algo en la última edición del diario y empezaba a hablar mientras Fátima asentía.
Por supuesto que ella no quería salir conmigo, lo que necesitaba era un reportaje sobre mí, aunque todavía no supiera cuál. Todavía recordaba San Valentín y lo que escribió en honor a la fecha. Megara había terminado su editorial de forma épica:
“Como dijo mi famosa tocaya en Hércules: No me interesa tener novios. Eso es historia, ya lo sé todo”.
¿En qué universo una chica así va a interesarse en alguien como yo?
Podía librarme del tema con Briggite diciendo que un caballero nunca revela temas privados de una chica, pero si esto era por lo que el equipo hacía para ayudar a Lucian, jamás iba a dejarla ganar. Que me siguiera a todas partes era su problema. Me gustaba vivir al límite.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro