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Fondo para un auto

(Megara)

Aquella tarde, me pasé por casa de Seth. Era uno de mis mejores amigos desde que se trasladó el año pasado al instituto porque a su padre le ofrecieron un mejor trabajo.

Me abrió la puerta rápidamente y lo seguí hasta su cuarto, en el segundo piso. Su casa solía estar vacía, dado que sus padres regresaban muy tarde a casa. Me tumbé sobre mi sillón preferido y bajé un poco el volumen de la música.

—No sabes lo que acaba de pasar —dije en mi mejor voz sensacionalista. Esperé a que se incorporara y me mirara con curiosidad—. Briggite y Jordan terminaron.

Su ánimo decayó bastante pero de todos modos preguntó:

—¿Por qué estás molesta por eso?

Él era bueno leyéndome.

—Las chicas no lo sabían —dije con un puchero—. Me lo ha dicho Briggite de casualidad.

Evité todo el tema de seducir a Jordan: sabía que le parecería ridículo y preferiría no enterarse.

—¿Estás segura? Pamela y Katy no suelen decirle las cosas a Brezia. 

—Estoy segura. Les pregunté a todas, sutilmente, por si acaso. Ni una palabra. 

—Bueno, Pamela y Katy son amigas de Briggite, tal vez no quieren que se expanda.

Seth se encogió de hombros y siguió tachando cosas en su cuaderno, probablemente su siguiente artículo. Era uno de mis mejores reporteros. Quedaba de la administración anterior del periódico, donde era el encargado de escribir casi todas las notas. Ahora que yo había recortado la parte de noticias locales, Seth se concentraba en uno o dos artículos. Eso mejoró considerablemente la calidad. Algún día iba a ganar un Pulitzer…si dejaba de ser tan indeciso, obviamente. 

—¿De qué va tu nuevo artículo? —Le pregunté casualmente mientras me apoderaba de su laptop para poder revisar si facebook ya sabía lo de Jordan y Briggite. 

—La inconveniencia de que las máquinas expendedoras no incluyan comida saludable. 

—Eso suena aburrido. A nadie le gusta la comida saludable.

—Veré qué puedo hacer —murmuró él.

Era difícil mantener la línea entre seriedad y aburrimiento con Seth. Uno no puede hacer un periódico aburrido si este va a ser leído por adolescentes así que tenía que dirigirlo en la dirección “correcta” todo el tiempo.

De repente, Seth arrugó su hoja y la lanzó al otro lado de la habitación. Ni siquiera me asusté: estaba demasiado acostumbrada a sus exabruptos. 

Facebook no decía una palabra. ¿Cuándo iba a sacar Briggite el “En una relación” de su perfil?

Contesté los comentarios de la gente en el facebook del periódico, algunos mensajes de los redactores y decidí que era mejor dejarlo solo. 

—Te veré luego.

Seth alzó una mano en señal de despedida sin despegar sus ojos del papel. 

Definitivamente las cosas no eran lo mismo sin Sarah…pero esa es una historia para más tarde porque cuando llegué a casa me esperaba una sorpresa.

Supe que algo andaba mal desde el minuto que puse un pie en el felpudo de bienvenida. Usualmente hay música comercial y mamá va cantando mientras prepara la cena antes de salir. Sin embargo, ahora sonaba jazz y mamá estaba sentada mirando álbumes de fotos, de la época en la que todavía vivíamos en la ciudad.

Me senté a su lado un rato, esperando. Finalmente, ella alzó la vista y leyó la pregunta en mis ojos.

—Marcus ha contratado a una nueva chica.

Marcus era el dueño del lugar donde mamá trabajaba. Quien decidía qué chica atendía qué zona cada día. Marcus era el que ponía las reglas.

—¡¿Qué?! —Logré decir—. ¿Te va a echar?

Intenté sonar firme pero en el fondo me estaba derrumbando. No otra vez. No es justo. Mamá no se lo merecía. Pensaba que Marcus era un amigo.

—Cálmate cariño —me cortó ella—. No es igual que antes. La verdad es que estoy envejeciendo.

—Pero mamá…

No llegué a terminar la frase. Había algo en su tono de voz, algo en la posición de sus hombros que no terminaba de cuadrarme.

—Marcus es un verdadero amigo. Me ha ofrecido entrar a la parte de contabilidad del club. Él sabe que soy buena dirigiendo negocios y también podría ser la nueva jefa de las chicas. Quiere tomarse unas largas vacaciones y está harto de que sus entrenadoras renuncien cada dos meses.

—¿Eso qué significa? —Pregunté cautelosamente.

—No mucho. Debería controlar bailes, entrenar a las nuevas en nuestras rutinas, verificar horarios…ese tipo de cosas.

—Pero ya haces todo eso, eres la más antigua del club.

Al instante me arrepentí de esas palabras. Sin embargo, mamá sonrió con orgullo, sin pensar en que la había llamado vieja cuando ni siquiera tenía cuarenta.

—Lo sé. 

—¿Entonces cuál es el problema?

Soy buena leyendo a la gente, es lo que se aprende de dirigir un periódico y ella estaba preocupada por algo.

—Son negocios. Ya no es solo bailar y yo no quiero arriesgarme de nuevo en ese mundo. 

Versión resumida para impacientes: mamá odiaba meterse en “negocios”.

—Mamá, ¿no has pensado que tal vez es hora de volver a empezar?

Intenté poner una mano en su hombro y ella saltó.

—No —dijo firmemente—. No voy a regresar de nuevo a eso. Tengo que buscar algo más que hacer. 

Suspiré y le di mi mirada de “estás siendo dramática” pero ella me dio la mirada de “soy tu madre”.

—Está bien —repliqué de forma cortante—. Suerte.

—Hay otra cosa, Meg.

Eso no sonaba bien. Mamá amaba mi nombre completo. Solo me decía Meg cuando estaba nerviosa o molesta conmigo.

—¿Sí? —volví a preguntar con cuidado.

—Mientras busco qué puedo hacer, voy a tener que comprarme ropa para entrevistas y perder algunos turnos. Voy a necesitar aprovechar el dinero que tengo, así que por ahora no voy a aportar nada al fondo para el auto. Lo siento, cariño. Espero que lo entiendas.

Como la chica madura que soy, asentí y ella se fue a su cuarto, con el álbum de fotos. Seguí su ejemplo y me encerré en mi habitación. Me derrumbé sobre mi cama, sintiendo de repente que el día se había arruinado. 

He necesitado un auto casi desde que ingresé al instituto. Tenía que ir de compras porque mamá quería que aprendiera el precio de las cosas. Debía ir a visitar a mis amigos para pasar el rato, me mantenía en contacto con mis redactores todo el tiempo y también deambulaba de un lado a otro en busca de noticias y auspiciadores. Además, necesitaba hacer muchos proyectos para el instituto. 

Mi vida sin auto era agotadora y seguir dependiendo de mis amigos no era algo que iba a conservar cuando asistiera a la universidad. Había empezado a ahorrar desde el primer día y mamá solía apoyarme. A inicios de año me dijo que trataría de aportar cantidades más grandes al fondo para que tuviera mi auto a tiempo. 

Una de las malas cosas de amar a tu mamá, es que no puedes odiarla cuando las cosas no salen como esperabas. Y me refiero a amarla de verdad. La mayoría de gente ama a sus madres y tiene una lista de “cosas que odian” sobre ellas que pueden crearles resentimiento mientras más las contienen. Una larga lista. La mía incluía ocho cosas y estaba pegada en la puerta del refrigerador, junto a la lista de “cosas que odio” que mi mamá tenía sobre mí. 

Teníamos esta política sobre ser sinceras, sin juzgarnos. Mamá decía que éramos ella y yo contra el mundo. Siempre he amado eso.

Sin embargo, el amor no me iba a comprar un coche. Fue en ese momento en que recordé lo que había pasado hace unas horas en el estacionamiento con Briggite y escondí la cara en la almohada para poder gritar. No quería admitir la derrota pero tenía que intentarlo: fingir amor podría darme mi auto.

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