9: La bola de fuego
Estoy tan excitada, ya que tengo a un hombre encima, moviendo su pelvis contra la mía y el científico anota los parámetros de su pantalla, mientras el voluntario tiene sexo conmigo, o más bien solo coito. Mi cuerpo no toma la energía, es igual a la otra vez que tuve sexo con Sem, pero aquí no tengo que fingir nada, así que me dejo vomitar ese líquido negro sin aguantarme la arcada.
―Impresionante ―sigue escribiendo el científico en su papel.
―¿Sigo? ―pregunta el otro hombre.
―No, ya puedes retirarte, ya tengo lo que quería. ―Toma la muestra que vomité del suelo―. Vete, vete ―insiste, entonces el voluntario se retira.
Si no fuera porque me duele todo, ese hombre sí que es de mi tipo, lo hubiera disfrutado tanto, qué lástima.
Extraño mi cuerpo.
―¿Y? ¿Qué descubrió? ―pregunto respirando con agitación.
―Traeré los resultados mañana, descansa. ―Se dirige hasta la puerta, entonces me deja sola en esta camilla y esta mala posición.
¿Cómo quiere que descanse? Encima ya perdí el efecto del calmante. Me sobresalto cuando se apagan las luces ¡Genial! Rato después oigo un ruido y me estremezco otra vez. Una pequeña lucecita que apenas se ve, se enciende, entonces visualizo al hombre con el que tuve sexo antes, el cual vuelve a subirse sobre mí.
―¿Qué me hiciste? ―susurra cerca de mi boca y comienza a besar mi cuello―. ¿Todos los súcubos son así? ―Se refriega contra mi pelvis―. Eres hipnótica.
¿Mi cuerpo activó la seducción sin yo darme cuenta? Genial, estoy peor que un súcubo primerizo.
―¡Oh! ―gimo y luego pido―. Espera. ―No me hace caso, no entiendo a mi poder, está teniendo tantas fallas―. Un momento...
Me va a matar, la energía sigue sin alimentarme, solo provoca que mi cuerpo duela y que el brío se mueva por lugares en los que no debe ir. Vomito otra vez, pero el hombre no se detiene, no puedo controlarlo. Mi poder logró hipnotizarlo, pero no de buena manera. Vuelvo a vomitar ese líquido negro y todo me da vueltas, ya no puedo hablar, me ahogaré con mi propio vómito.
―¡Detente! ―grito desesperada y toso, pero el espeso negro no me deja respirar para nada.
―¡Ella dijo que te detuvieras! ―Alguien golpea al hombre y como tengo la vista borrosa, no logro dilucidar nada.
Hay una luz celeste, extraña y potente. Mi atacante hipnotizado ya no se mueve, se ha quedado quieto en el suelo. Alguien se me acerca, pero empiezo a cerrar los ojos. Oigo que me llama, la persona me conoce, sin embargo estoy tan aturdida que no logro pensar bien, para saber de quién se trata. Una vez más pierdo el conocimiento como la última vez.
~~~
Abro los ojos y me encuentro en una pequeña cama al costado de la pared. No es la parroquia, parecen las paredes del edificio, sigo en el laboratorio. Me inclino, entonces veo a Sem.
―¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde estoy?!
―En mi cuarto. ―Me sonríe y aclara tranquilo―. Me asusté mucho, pensé que no despertarías, intenté de todo, qué bueno que ya estás bien.
Miro la mesa, hay hierbas y lucecitas flotantes.
―Eres... ¿Brujo?
―Mitad. ―Sonríe―. Pero sí, por eso pude evitar que el hombre deje de actuar hipnotizado por tu poder de seducción ―explica―. Se notaba alterado y lo calmé.
Voy a pararme, pero descubro que no tengo mi ropa, así me mantengo debajo de las sábanas, sosteniéndolas para cubrirme. No es que me moleste estar desnuda frente a otros, pero fue un acto reflejo. Me asusté, pensé que iba a morir cuando el hombre se descontroló, así que mis emocionen generaron un pequeño trauma. Lo superaré en cuanto vuelva a ser la de antes.
―¿Dónde está mi ropa? ―Frunzo el ceño.
―Mandé a que te traigan otra, esa estaba rasgada y sucia. No deben tardar en traerte algo cómodo y limpio.
―Seguimos en el Laboratorio Corp. ¿cierto? ―pregunto y asiente―. ¿Cómo es que no me han vuelto a atar?
Se ríe.
―Tranquila, estás conmigo, no harán nada.
―Cuánta influencia ¿Quién eres realmente?
―Mi madre es la jefa hechicera del edificio y el científico que te revisó es mi padre ―me cuenta―. Siento lo que tuviste que pasar ―se disculpa afligido―. Pero tienes que admitir que no debiste apartarte de mi lado, me costó mucho encontrarte ¿Quién diría que eres una súcubo? Nunca lo imaginé.
―A ver, niño mimado. ―Ato la sábana a un costado de mi axila para que no se me caiga―. ¿Dices que tus padres no van a interferir si estoy contigo? ¿Ni los guardias?
Asiente.
―Eso dije.
―¿Por qué? ―expreso desconcertada.
―Tú misma lo expresaste, soy el niño mimado. ―Se ríe, luego se acerca a tomar mis manos―. Me agradas, Tarah, somos tan parecidos.
Entrecierro los ojos.
―¿Disculpa?
Al ver mi reacia reacción me suelta.
―Bueno, soy un híbrido, mi cuerpo también es complicado.
―Ya veo. ―Hago una pausa―. ¿Puedes...? Digo, necesito averiguar más sobre lo que me ocurre, ¿me conseguirías los resultados del laboratorio? ―Sonrío de forma amplia.
―Dalo por hecho. ―Me guiña y se dirige a la puerta―. En cuanto vuelva, también traeré tu ropa, porque se están tardando.
No dejo de sonreír.
―Gracias.
Una vez que se va rápido cambio a mi gesto serio.
«Me tengo que largar de aquí, pero ya», pienso.
Camino en puntillas, llego hasta la puerta, la abro despacio y salgo del cuarto. Me sorprendo al ver a través de la ventana, un cometa particularmente conocido para mí. Esa bola de fuego la vi en la hoguera, esa en la que me quemaban hace ya años. Decido correr para ir al techo, por suerte no tengo que esquivar guardias, encuentro unas escaleras muy rápido y llego hasta la terraza. Parece que sabía que iba a estar aquí. Me cubro cuando se acerca de manera potente, pero el fuego no me da, entonces cuando bajo mis manos y abro los ojos, veo a una mujer hecha de llamas.
―Tú...
―Soy el fénix, tome forma humana para que pudieras entender mi voz ―expresa en un eco casi melodioso―. Me disculpo, yo soy la causante de todo lo que te ocurre.
―¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué razón hay para hacerme esto?
―Tarah ―susurra―. Ibas a morir ese día, volver al infierno, aproveché esa hoguera para regresarte a la vida en la tierra, resurgiste de las cenizas con mi poder.
―¿Para qué? ¿Tú me enviaste a la parroquia?
Asiente.
―Así es, todo fue metódicamente calculado, incluso este encuentro.
―No entiendo. ―Estoy tan aturdida.
―No fue casualidad que cayeras en la parroquia, me anticipé, para que llegues hasta Ever y él te diera su energía. Sabía que lo haría, aunque los cálculos se tardaron un poco.
―¿Conoces a Ever? ―Reacciono.
―No, solo sabía que necesitaba un íncubo de buenos sentimientos y lo encontré en Ever.
―Necesito saber por qué. ―Suspiro e insisto―. Dime por qué me has hecho esto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro