7: Intercambio de energías
Ya de regreso en la parroquia, mi dolor de estómago es intenso. Ahí es donde concentro la energía, energía que me robo, pero que ahora no puedo tener. Intento dormir como puedo en la cama que me fue proporcionada, pero me es imposible. Recuerdo las palabras de Fermín, cuando días atrás había ofrecido una idea un tanto desagradable.
¿Acostarme con Ever para que él sea el que me da la energía? Este se volvió loco, los íncubos quitan energía como los súcubos ¡No dan! Sin contar que somos enemigos, que sería una mala broma para ambos y que...
Maldito estómago, ya entendí, no puedo convencerte.
Este dolor me está matando, así que tendré que rendirme y aceptar la sugerencia de Fermín, sin embargo ahora tengo otro problema, debo convencer a Ever, ya que es amable, pero no hasta ese punto.
Camino por los pasillos, estando mareada. Todo se mueve en mi vista borrosa y me tambaleo como si estuviera borracha. Me agarro de la pared y cuando pareciera que estoy cerca de la habitación de Ever, doy unos golpes a su puerta. No debí hacerlo, oigo gemidos que ahora se frenan, se escuchan unos pasos, entonces cuando abren la puerta, descubro a Raisa en el cuarto.
―Hola ―dice la rubia apoyándose en el marco de la puerta, luego bosteza, me mira sin ganas y cansada―. ¿En qué te puedo ayudar?
―Tengo hambre ―expreso sin titubear―. ¿Le dices a Ever que venga?
―Soy doctora, cualquier problema me lo puedes informar a mí.
―Sin ofender, pero no eres hombre, y aunque lo fueras, no me servirías.
Se ríe.
―Tranquila, no me ofrecí.
―¿Le dices a Ever que venga? ―insisto.
―Estaba comiendo, nos interrumpiste.
―Me importa una mierda si te tenía de cena. ―Enarco una ceja―. Yo no he comido en mucho tiempo, así que él está lleno de energía, yo no, así que llámalo.
―¿Qué pasa? ―Llega el buscado, sin camisa como siempre, y apoya la mano en el marco de la puerta, poniéndose detrás de Raisa.
―Necesito hablar contigo ―digo sin muchas ganas.
Ever sonríe.
―Claro.
Miro a la doctora y luego a él.
―A solas ―aclaro.
―Seguiremos hablando después. ―Le da una nalgada y ella se ríe, acto seguido veo como la mujer se va contenta.
―¿Dejas a todas satisfechas? ―pregunto sin importancia.
―¿Quieres? ―Se acerca a mi rostro.
Sonrío de lado.
―Quiero que me des de tu energía.
Él se aleja molesto.
―¿Vienes por la sugerencia de Fermín? ¡Qué asco!
―¿Quieres tener sexo y matarme? Porque eso es lo que va a pasar si tú eres el que come y no yo. Literal, mi energía está muy baja.
Bufa.
―Sabes perfectamente que si te doy de mi energía sería una burla para ambos.
―Ah, entonces me crees. ―Enarco una ceja―. Al fin aceptas que soy una súcubo y no una presa. ―Sonrío sintiéndome triunfante.
―Yo no dije eso, pero... si fuera el caso, qué asco. Sin contar que quiero probarte, no alimentarte.
Suspiro con cansancio.
―Bien, ¿y no puedes hacer ambos?
―Tú sí que estás desesperada. ―Se ríe.
―Llevo mucho tiempo sin comer, ¿tú cómo te sentirías?
―Buen punto. ―Se hace una pausa mientras nos miramos y luego retrocede para hacer lugar―. Adelante ―ofrece, para después aclarar―. Pasa, no te preocupes, cambiaré las sábanas. ―Se ríe otra vez.
―Bien ―digo de nuevo sin mucha gana.
Entro al cuatro y él cierra detrás de mí, se acerca al colchón en el que estuvo con la doctora, entonces quita las mantas, las cuales lleva al baño, para ponerlas en un tacho. Veo que va hasta el armario y saca unas sábanas limpias, así que lo observo como arma la cama. Me quedo quieta, parada sin hacer ningún movimiento. Es tan molesto y raro pensar que voy a tener sexo con mi raza rival. O sea ¿Qué súcubo en su sano juicio hace eso? Realmente estoy desesperada.
―Te hubiera ayudado, pero ver trabajar a los demás es mi placer ―me burlo y se ríe.
―Tranquila, no esperaba que lo hicieras, somos demonios, no ayudamos a nadie.
―¿Me estás ayudando ahora, no?
―Mm. ―Se lo piensa―. Es un intercambio, ¿no? Aunque no te voy a negar que no soy uno normal.
―Sí, eres raro ―recuerdo.
―Lo sé. ―Toma mi mano y retrocede, guiándome hasta la cama, cuando sus piernas chocan con el colchón se sienta y yo caigo sobre él, terminado en su regazo, con cada pierna a los costados de su torso―. ¿Cómo haremos esto? ―Apoya sus labios en mi cuello.
―Probarás de mí cuando logres alimentarme sino olvídalo.
―No soy humano, ¿funcionará? ―Presiona mi trasero y gimo.
―No sé, pero se me agotan las opciones.
Sus ojos me miran con intensidad.
―Debería ser yo el que está arriba, para ver todo el panorama ―sugiere.
―Supongo, yo no veo la energía ¿Recuerdas? Por eso estamos haciendo esto.
Se ríe y me toma de la cintura, alza un poco este pequeño cuerpo y en un movimiento rápido nos gira a ambos. Ahora mi espalda está sobre el colchón y él encima de mí. Su mirada fija, observando cada parte, hace que me sienta acalorada.
―Deberíamos quitarte la ropa, no veo bien ―aclara.
―Sí... ―Bajo mis manos a mi tanga, pero me detiene.
―Lo haré yo.
Siento sus dedos recorrer mi piel, él se muerde el labio inferior y su mirada está impregnada en cada poro. Creo que observa la poca energía que emana mi cuerpo, ese leve recorrido de mi vitalidad. Aunque es un acto de íncubo, me es imposible no sentir la seducción que está creando entre nosotros. Desliza la tela entre mis piernas, suave y despacio, luego me levanta el camisón, lento, sin dejar de mirarme, finaliza desenganchando el sostén. Toda mi ropa termina en el suelo mientras él me observa.
―¡Oh! ―gimoteo cuando apoya sus dedos en mi vulva.
Se ve muy concentrado mientras analiza mis reacciones. Sus dedos se adentran y los moviliza, excitándome. Realmente está muy metido en su trabajo, me mira con mucho detenimiento.
―Abre un poco más las piernas ―me pide y asiento.
Estiro un poco más las piernas y siento otro dedo entrar en mí. Mis manos se agarran fuerte de las sábanas, entonces él sonríe.
―Lo encontré. ―Sin dejar de tocarme, utiliza su otra mano para abrirse el pantalón.
―¿Tan... ¿Tan rápido? ―consulto continuando excitada.
―Qué golosa ―se burla.
Me muerdo la lengua para no responderle y espero para ver su pene. Sabía que era grande, si me llama golosa otra vez no me molestaría, es que necesito tenerlo dentro.
―Hazlo ―le pido.
Toma mis caderas con ambas manos y sigue mirándome concentrado.
―Tranquila, apurada, tengo que pasarte mi energía, nunca había hecho algo así. Es al revés, así que si no me concentro podría quitártela en vez de dártela.
―Bueno, lo has estado haciendo muy bien. ―Me estiro en el colchón sintiéndome cómoda―. Ha disminuido el dolor y me encuentro muy a gusto.
Sonríe de lado.
―Gracias, para ser mi primera vez dando y no recibiendo, las pequeñas cantidades del brío en un preliminar, ya puedo denominarme un macho potente.
―Uh, se te subió el ego, no fue para tanto ―me burlo.
―Lo será, cuando no puedas controlar lo excitada que estarás, pues si esto funciona será muy diferente a cualquier alimento que hayas comido.
―¿Por qué? Vas a alimentarme, pero nadie come mejor que yo ―me jacto de mi buena forma de tomar la energía.
―Eso porque no has probado el sabor de mis movimientos. ―Me alza la pierna, toma su pene y lo introduce en mi cavidad.
―¡Ah! ―Me sobresalto, así que me sostengo de las sábanas.
Tenía que ser bueno, es un demonio del sexo como yo, tan solo en la primera estocada he sentido las estrellas.
Se mueve con velocidad y siento como la energía entra en mí. Nuestros cuerpos rebotan en la cama con cada embestida.
No puedo creer que esté funcionando, él se encuentra dándome de su vitalidad y no me siento para nada mal. Todo esto era realmente porque no podía ver por donde me alimentaba. Aunque es un poco frustrante pensar que mi fuente de alimento es mi raza rival. Sin embargo quién puede pensar en que esto es humillante, cuando en realidad lo estás disfrutando. Mi orgullo se puede ir a la mierda, porque estoy totalmente excitada y eso me da la necesidad de no importarme nada.
Tendré que darle la razón, sus arremetidas son bastante buenas, no recuerdo tener tan buen sexo en mucho tiempo.
―Así ―dice bajando un poco el ritmo, pero para entrar más profundo y mantenerse más tiempo―. Ahí, bien. ―Se concentra.
―¡Uf! ―Cierro los ojos sintiéndolo.
Toma mis muñecas y las mantiene agarradas.
―¿La sientes? ―pregunta.
―Sí ―susurro al notar la energía.
Oh, estoy tan excitada.
―Yo también quiero probar. ―Se pone a chuponear mi cuello y abro los ojos, mientras continúa moviéndose despacio.
―Ten cuidado, no debes quitarme lo que me diste.
―Tranquila, lo que te voy a quitar no es mío, es tan pequeño, tu brío es apenas perceptible ―habla manteniendo sus labios en mi piel―. Perceptible y delicioso. ―Mordisquea mi cuello.
―¡Oh! ―gimoteo cuando me da otra estocada.
―Me gusta. ―Comienza a moverse más rápido.
―¡No te pases! ―le advierto.
Conozco esa sensación de querer más cuando me gusta una presa, así que tengo que recordarle que no deje de concentrarse. Sé que tiene buen rango y yo lo he tenido también, así que reconozco que en algún momento puede haber un desliz y olvidarse de la meta inicial, por lo tanto más vale alertarlo.
―Oh, Ever ―gimo de nuevo.
―Suave, despacio y rico, amo tu brío. ―Se ve que le encanta mi energía, es tan insistente―. Muévete, cariño, hazme feliz. ―Continúa con el meneo de nuestras pelvis y me pone de costado, así que vuelvo a sostenerme de las sábanas.
―Uf... Ever...
Se relame los labios.
―Creo que comí todo lo que podía. ―Respira agitado y enarca su espalda para seguir con el movimiento―. Estoy exhausto.
Tiene sentido, me dio mucha de su vitalidad, yo me siento revitalizada y esto último ha sido más por su capricho de probarme. Fue un intercambio de energías, pero yo no tenía muchas para darle.
―¡Ouh! ―chillo mientras se sigue moviendo. Está caliente, muy caliente, entonces me sonrojo al darme cuenta―. No... no te corras dentro de mí, imbécil.
―¿Cuál es el problema? ―Continúa respirando agitado, comenzando a frenar, sigue su movimiento lento, poniendo sus manos a los costados de mi cabeza―. Somos demonios, no va a pasar nada, sin contar que las semillas de nuestros engendros se marchitan si no las activamos. ―Se ríe al comenzar a burlarse―. ¿Querías probar qué monstruo terrorífico salía de allí?
―Qué asco, solo lo dije porque no conozco mi cuerpo, no quiero más problemas de los que ya tengo.
Sonríe de lado.
―¿Quieres más problemas? A ver ―tergiversa lo que dije para burlarse, entonces me gira y mete su pene húmedo por detrás, pone su mano en mi cabeza, para que la mantenga en el colchón y el trasero alzado―. ¿Así te gusta? ―Comienza a moverse otra vez.
―¡Uf, sí! ―expreso extasiada.
Este demonio sabe cómo regresar al ambiente rápido.
―Podemos tener sexo sin intercambiar energías. ―Me da una nalgada y me proporciona muchos más empujes.
―¡Oh, cielos!
―Infiernos ―me corrige y pega su cuerpo al mío.
Quema tanto el sexo sobrenatural, no hay fronteras para lo que se puede hacer en la cama, la lógica no está permitida en este lugar, los límites se pueden olvidar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro