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4: Extrañas energías

Lanzo la gorra de Ever a la basura, pinto mis labios con lápiz labial rojo, tirándolo por ahí también, doy un beso al aire, mirándome al espejo del baño del hotel y sonrío. Pensé que al cambiar me veía fea, pero no estoy tan mal, ahora que me arreglé un poco. Mi rostro de humana no se compara con mi belleza de súcubo, pero tampoco puedo denigrar algo tan común, ahora entiendo el poder del maquillaje. Si lo usara siendo mi yo normal, seguro deslumbraría. Listo, con esto ya no me veo tan adorable, adiós rostro de niña. Puedo sentirme como toda una mujer adulta. Para una demonia de miles de años, necesito mantener al menos mi aspecto atractivo. Habré perdido mi rango, pero nunca mi belleza.

Es mi día de suerte, porque conseguí un hombre humano joven. Pensé que porque había perdido mi poder de seducción tendría que acostarme con un viejo arrugado, pero no, este muchacho está en sus veintitantos, así que se ve notablemente jugoso.

Me relamo los labios, se me corre un poco el labial y me lo arreglo, entonces me dirijo a encontrarme con el chico. Él se encuentra sentado en el borde de la cama. Es adorable, tiene el cabello teñido de celeste, pero se le notan sus mechas negras. Un gesto de inocencia, porque no sabe lo que le va a pasar, delicioso rostro joven.

―Traje champagne. ―Le muestro las dos copas que tengo servidas y le entrego una de manera delicada.

Él sonríe.

―Gracias, Tarah ―expresa al habernos presentado antes.

―Un placer, Sem. ―Hago chinchín con su copa, entonces me tomo todo el alcohol de un solo trago.

Espero lograr comerme toda su energía porque sino estaré perdida. Moriré de agonía si sigo sin tragar nada. Necesito ya el contacto de piel con piel.

Me pregunto si Ever se habrá quedado esperando en la puerta. Entró con nosotros al hotel a una distancia prudente, pero después no supe más nada de él. Como sea, hora de la acción, hora de comer.

Una vez terminamos de beber, agarro su copa y la dejo junto a la mía en la mesita. Desabrocho mi sostén por debajo de mi vestido, entonces lo dejo caer. Empujo al chico a la cama y me subo rápido sobre él. Nos besamos con fervor, pero no siento nada, ni una pizca de energía. Mierda, si es así, ¿cómo podré moverla? Iré tanteando terreno, a ver qué pasa. El chico presiona mi pecho sobre la tela y gimo. Tan delicioso, pero de ningún modo alimenticio. Refriego nuestras pelvis, no obstante sigo sin notar ni chispa. Por suerte Sem se ha calentado rápido, así que puedo apresurar las cosas. Rompo su camisa, toco sus pectorales hasta llegar inclusive a su ombligo, aunque continúo sin encontrar nada ¿Estaré tomando energía? Me muevo sobre su notable erección e insisto sin obtener ni una migaja.

―Por favor, fóllame ―pido desesperada.

―¿Ya? Sí. ―Presiona mi trasero.

¿Lo debería dejar hacer o debería seguir encima? Pero si continúo yo acabaré rápido y quizás no estoy tomando nada de energía. Si fuera mi cuerpo habitual, ya estaría muriendo este chico, pero solo veo a un muchacho excitado.

Mierda, muero de hambre.

Abro con desespero el cinturón de su pantalón, toca mi mano y me detengo. Cierto, mejor dejo que él lo haga, voy muy rápido. Además, pobre, le estoy sacando su momento de gloria. No sé si está debutando, es sumiso o qué, pero no hace mucho.

Me giro, apoyando mi espalda en el colchón, guiándolo para que se suba sobre mí. Nos besamos y al fin me quita la tanga. Algo hizo al menos. Con su cinturón abierto, al fin se baja el pantalón y su bóxer, así que puedo ver su abultado pene, eso sí me gusta. Toma mis caderas, entonces voy notando como entra.

Oh, sí, qué calor.

―Ah, ah, ah ―gimo cuando empieza a moverse.

Embestidas siguen a lo largo de un buen tiempo y las disfruto como algo normal, pero mi estómago, recaudador de energía, continúa molestándome. De hecho este movimiento es glorioso, el muchacho sabe empujar, aunque ahora tengo un nuevo problema. Tanto insistir con obtener el brío, empiezo a sentirme mal y mi cuerpo duele, una sensación desagradable llega hasta mí. Nunca había sentido tanta inestabilidad y no es por el hambre, algo está muy mal. Es como si hubiera forzado la situación, mi físico se puso en mi contra.

La última instancia del sexo es algo desagradable y no es por culpa de Sem, es que me siento muy indispuesta.

El muchacho se corre dentro de mí y yo espero que alivie mi dolor de estómago, entonces descubro que el hambre sí se ha ido, mas no la dolencia de mi cuerpo, negándose a tomar esta energía. Vibro y me excito mucho, me concentro en eso, mientras los pinchazos en mi cuerpo continúan, pero no puedo dejar que se dé cuenta, porque es peligroso que alguien se entere de que no soy humana. Además debía insistir, porque la meta se cumplió, dejé de tener hambre.

Unas últimas movidas de nuestros físicos me calientan, entonces nos besamos. Nuestros labios se separan, una arcada llega hasta mí, pero lo vuelvo a besar, esperando que pase y no se me escape nada desagradable. Disfruto las embestías finales, gimiendo a más no poder. La cansada terminé siendo yo, en vez de revitalizarme.

Sem se separa de sobre mí y comienza a vestirse, yo me quedo desnuda y quieta un rato, apoyada en la cama, respirando con agitación, esperando recuperarme.

―Espero repetir ―me dice y apoya una tarjeta en la cama.

Sonrío.

―Me encantaría. ―La agarro―. "Laboratorios Corp." ―leo en voz alta―. No sabía que eras un científico.

Se ríe.

―Solo vivo ahí, si quieres un día te muestro las instalaciones.

―No es muy original el nombre. ―Dejo el papel a mi lado, me inclino y tomo mi vestido de mangas largas, comenzando a ponérmelo.

―Te olvidaste el sostén. ―Lo señala en el suelo.

―Cierto. ―Me doy cuenta al estar aturdida―. No importa. ―Tiro mi espalda hacia atrás cansada en el colchón―. Mi tanga tampoco sé dónde está. ―Me río.

―¿Te sientes bien? ¿Llamo a un médico?

―No, voy a dormir un rato, tú, vete. ―Lo echo moviendo la mano, en señal de que ya no me importa.

―Me preocuparía si te dejara así. ―Me cubre las caderas desnudas con una manta, las cuales dejé al descubierto porque no me bajé el vestido, solo me recosté y ya, pero él todo amable me tapa.

―Estoy bien, te llamaré. ―Cierro los ojos.

―¿Segura?

―¡Sí, qué molesto, ya vete!

El muchacho al fin se retira, oigo la puerta del cuarto de hotel cerrarse. Todo me da vueltas. El aturdimiento me da náuseas. Sem fue amable, quizás sí lo use en otro momento, cuando descubra cómo quitarme este dolor. No tengo hambre, pero me siento muy mal.

Escucho que la puerta se abre otra vez.

―¿Qué te olvidaste?

No me contesta, pero no abro los ojos. Oigo pasos, luego siento la cama hundirse, no me queda otra que averiguar qué trama. Abro mis ojos, encontrándome con los de Ever y a él sobre mí, así que frunzo el ceño.

―¿Qué pretendes? ―expreso indignada.

―Tus gemidos me excitaron mucho ―susurra cerca de mi boca.

―O sea que sí estabas esperando en la puerta ― afirmo y sonrío.

Se ríe.

―Sí. ―Apoya su mano en uno de mis pechos, pero no me molesta.

Me inclino hacia él.

―¿Quieres de esto? ―digo en un tono seductor, aunque en realidad me estoy burlando, sería una sentencia de muerte acostarse con un íncubo.

―Ya te estabas tardando.

Lo empujo, quitándolo de encima y largándome de la cama.

―No tengo ganas.

Tomo la tarjeta y mi tanga del suelo cuando la veo, el sostén me lo olvido, entonces salgo hacia el pasillo. De repente las piernas me tiemblan, debí haberme quedado quieta.

Vomito.

Todo lo que vomito es negro y raro, después de todo, la energía no es sólida ni espesa, pero mi cuerpo acaba de devolverla en un formato extraño, porque vuelvo a tener hambre, así que tiene que ser lo que le quise arrebatar al muchacho.

―Enana, no te ves bien ―opina Ever al salir del cuarto.

Me sostengo como puedo de la pared, pero termino arrodillándome en el suelo. El íncubo camina y se pone delante de mí, se agacha para agarrarme.

―Te ayudo ―aclara con preocupación.

―No jodas, ¡¿tienes emociones?! ―expreso viendo su gesto, entonces sonríe.

―Tú también.

―Sí, pero no a voluntad, cuando cambió mi cuerpo las recuperé. Adivinaré, eres un íncubo de rango bajo, eso explicaría toda tu estupidez.

Se ríe.

―No, de hecho mi rango es alto, solo que yo elegí quedarme con mis emociones cuando subí al último rango conocido.

―¿Y de qué te sirven? ―exclamo indignada, pero no llego a pensar mucho porque me duele el cuerpo, así que no lo miro más y abrazo mi panza adolorida―. Agh, hablemos después de cosas tan triviales.

―El sexo es mejor con emociones.

―No digas bobadas, es lo mismo. ―Bufo.

―Luego te enseño, ahora déjame ayudarte. ―Me toma de la cintura, entonces me asiste para que logre pararme, tropiezo y me choco con su torso―. Sí que estás mal ―opina.

―No pareces demonio, preocupándote por mí ―digo contra su pecho, mientras respiro agitada.

―Curioso, muchos me dicen eso, pero a mí me resbala. ―Se ríe.

―Eres raro. ―Cierro los ojos.

―Lo sé, me lo repiten bastante, por eso vivo en la parroquia Edelberg y no en un nido de íncubos.

―Cuéntame más, cuando me interese. ―Suspiro.

Siento que me levanta, entonces termino entre sus brazos. Tengo entrecerrados los ojos por el cansancio, así que no veo mucho, pero avanza bastante despacio.

Qué extraño.

―¿Qué pasa? ―consulto.

―Guardias, nos descubrieron. 

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