Nuestra palabra clave es Cripto (Cap. 8)
Adriano
En cuanto estoy fuera del hotel, me enciendo un cigarro y llamo a Aldo. Tengo veinte mil llamadas suyas y eso no augura nada bueno.
Ya me está subiendo la tensión, joder, ¡con lo relajado que estaba!
—¡Jefe! ¡Por fin! —exclama Aldo en cuanto responde—. Te he estado llamando. ¿Tienes ya la copia?
—No. Lleva el móvil colgado al puto cuello. ¡Ya no usa ni bolso! Es imposible hackeárselo así. Pero bueno, estamos en un hotel ahora. Me va a tocar desnudarla y extenuarla si quiero conseguirlo.
Creo que he fracasado intentando transmitir sufrimiento y hastío.
—¡Qué cabrón! —responde Aldo con ironía—, lo dices como si eso supusiera un gran esfuerzo para ti.
—¿Me has llamado para algo importante? —lo corto deseando terminar la llamada.
—Marco y Fede, el chico nuevo, van de camino al piso.
—¿Hoy? ¿¡Ahora!? —pregunto alarmado. No me lo puedo creer, me van a joder la noche.
—Sí, ¿cuándo mejor? Sabiendo que estáis de hotel, ¡todavía más! Además, con dos ataques simultáneos tenemos el doble de posibilidades de tener éxito.
—¡O el doble de posibilidades de joderlo todo! —expreso agobiado. No me gusta nada este puto plan suyo.
Lo malo es que empiezo a dudar de si sigo pensando con la polla, o no. Quizá sea mejor dejar la decisión en manos de Aldo, yo estoy afectado por la puta tensión sexual que tengo encima ahora mismo y estoy perdiendo de vista las prioridades.
—¡Que no, jefe! ¡Que saldrá bien! ¡Seguro! —comenta Aldo muy convencido.
—De acuerdo —acepto antes de darle una calada profunda al cigarro—. Vamos a por ello. A ver si zanjamos el tema esta misma noche y puedo darle puerta a esta tarada cuanto antes.
—Suerte con tu parte, jefe.
Cuelgo, rebufo agobiado y sigo fumando mientras intento rebajar los nervios. Me merezco un poco de descanso, un poco de diversión, un poco de ser yo mismo. Joder, con lo bien que me iría ir ahora mismo al piso de Mía y dejar que me rebajara la tensión con su boca hasta dejarme extenuado.
Esto de actuar y hacer un papelón me tiene agotado y solo he tenido que hacerlo tres veces con esta, no puedo alargarlo más.
—Perdona, ¿tienes fuego?
La voz femenina y suave de una chica me saca de mis pensamientos y la observo curioso. Me enseña su cigarro. No sé de dónde cojones ha salido, no la he visto llegar. Le enciendo el cigarro y ella me lo agradece con una sonrisa divina.
—¡No me digas que tú también estás aquí alojado, solo, y con ganas de compañía! —suelta de forma directa, sonriente y cautivadora.
—¡Ya me gustaría! —respondo relamiéndome mientras la repaso de arriba abajo. Mamma mia! —. Pero... no. Escusa*.
*disculpa
Señalo hacia Eva y, cuando la chica la ve, muestra decepción.
—¡Tenía que intentarlo! —exclama sin perder la sonrisa. Me encojo de hombros y luego ella se aleja de mí para fumar sola. Yo disimulo mi propia decepción todo lo que puedo y me centro en acabarme el cigarro.
Vuelvo la vista hacia el mostrador de la recepción y, debo reconocer que se me pasa toda la pena cuando capto la sensualidad que irradia mi objetivo. En realidad, estoy seguro de que Eva y yo vamos a pasarlo bien en esa habitación. Eso sí, espero que sea una chica de orgasmo fácil y rápido porque no creo que sea capaz de fingir paciencia ni interés cuando se la haya metido. Se me suele ir bastante la olla cuando me centro en la polla.
Me río en voz alta de mi último pensamiento y me doy cuenta de que la chica de hace un momento me mira como si estuviera algo loco. ¡Para locura la de la gestora, joder! Cuando vi su foto en mi móvil me esperaba una chica creída, fría, superficial, aburrida, fácil de leer... lo que suelen ser la mayoría de chicas guapas, vaya... Un objetivo fácil a nivel de seducir, usar y tirar. Pero me ha sorprendido. Está mucho más encriptada de lo que parecía. Me jode reconocer que esconde alguna que otra cosa interesante... ¡Para el que la aguante, claro!
Y, sin embargo, cuando Eva se gira buscándome con la mirada, me siento conectado con lo que estamos a punto de experimentar juntos. Cuando me localiza y sonríe con malicia y travesura mientras avanza hacia mí, una sensación placentera me atraviesa todo el sistema nervioso. ¡Me pone de mala manera!
Tiro lo que me queda de cigarro, entro y avanzo hacia ella.
—¡Aquí estás! —murmura coqueta en cuanto estamos uno frente al otro. Cojo su mano y acaricio el dorso con mi pulgar volviendo a meterme en el papel de «Equis».
—¿Pensabas que me iba a alguna parte?
—Igual habías decidido aceptar otra oferta —comenta desviando la mirada hacia la tía buena que me ha pedido fuego antes.
—Uh, sí. Me ha tentado... pero todo depende de ti —comento como si bromeara.
—¿De qué depende? Mira que soy muy competitiva, y con tal de ganar... —insinúa muy graciosa.
—Solo quiero saber una cosa... Si subo contigo, ¿voy a poder sacarte toda la ropa?
Eva se ríe encantada.
—¿Eso es lo que quieres? ¿mi ropa? —se toca el vestido con gracia.
—Sí, la quiero toda. Lejos de nosotros. ¡Muy lejos!
La mirada azul de Eva se oscurece y una microsonrisa anuncia que está encantada con esa propuesta.
—¡Vamos!
Coge mi mano y se dirige hacia el ascensor. Cuando entramos y se cierran las puertas, noto cómo se tensa a mí lado. Suelta mi mano para tocarse el pelo y se lo peina repetidas veces. ¿Por qué está inquieta ahora? Hay que aflojar esos nervios.
Me enfoco hacia ella y la hago retroceder gracias a mi superioridad física. Avanzo con mi cuerpo hasta ponerla contra la pared del ascensor. Eva alza la mirada como un corderillo y me observa llena de curiosidad, quiere saber qué viene a continuación. Mantengo la mirada con decisión y, después, mi boca atrapa su labio inferior y tira un poco de él. Eva jadea y deduzco que se ha acelerado su respiración al ver cómo su pecho sube y baja con brusquedad.
Mi dedo índice acaricia su mentón y bajo por su cuello, tocando como por casualidad su vena carótida. Ahí me demoro un instante, lo justo como para confirmar que nuestro contacto la altera tanto como a mí. Parece que no soy el único puto afectado por dilatar tanto la tensión sexual y no resolverla mucho antes.
¿A quién se le ocurre pensar que esto puede ser divertido?
¡Insano! Eso es lo que es.
Sigo recorriendo su piel en descenso por su escote. Eva suspira en mi boca y luego traga saliva. Está muy receptiva a mis caricias y eso me enciende más de lo esperado.
Eva le da a varios botones del panel para que el ascensor amplíe su recorrido.
—No veo el momento de sacarte toda la ropa y hacer que te corras tal como me has contado en el casino —susurro sobre sus labios sin dejar de mirarla.
—Uffff.... —resopla ella agitada y rodea mi cuello con sus brazos—. Y yo no veo la hora de que lo hagas realidad y, luego, yo pueda agradecerte la buena fortuna que me has traído esta noche.
¿Así que primero tú y luego yo?
¡Tiene suerte de que no me quede otra que pasar por el aro!
—¿Tienes alguna idea de cómo vas a darme las gracias? —pregunto dando voz a esa inquietud irrefrenable que tengo dando vueltas por la mente desde que lo ha mencionado antes.
Imágenes de Eva haciéndome una mamada lo llenan todo. ¡Joder! Estoy empalmado y aún no hemos llegado a la puta habitación.
—Sí, tengo unas cuantas ideas, la verdad —susurra recuperado su tono y actitud de jugadora a la vez que su mano aparece sobre mi pantalón y la deja posada a lo largo sobre mi erección—. Mmmmm... ¿todo esto es para mí?
Joder, me tengo que reír. Su cara de sorpresa tanteando a lo largo y ancho de mi minchia*, es digna de recordar.
*polla
—Tutto tuo*.
*todo tuyo
Las puertas se abren por fin en el piso correcto y recuerdo dónde estamos y cuál es el objetivo.
¡Mierda! Estoy tan cachondo que se me empieza a ir la olla.
Eva tira de mi mano y me guía por el pasillo hasta la habitación. Introduce la tarjeta en la ranura pero, en vez de abrir la puerta, se gira y, apoyada contra ella, me agarra por la camisa y me tira hacia ella, aproximándome contra su cuerpo.
—¿Contraseña para entrar? —pregunta cuando nuestros labios están uno frente al otro.
Me resulta un poco contradictorio todo esto, en realidad. Porque me agobia y me genera ansiedad que, a estas alturas, no esté cansado de tirármela. Y, sin embargo, cada vez que ella sigue tensando más, y más la cuerda, me hace sentir un deseo intenso al que no suelo llegar normalmente con nadie. La impaciencia, es lo que tiene.
—Uhhh... esta creo que me la sé —advierto orgulloso a la vez que mi mano vuelve a su escote, al punto en el que me había quedado en el ascensor, bordeando la piel que no cubre su vestido. Tiro de él y dejo una copa de sujetador de encaje negro a la vista.
¡No me jodas! ¡Esa lencería no te la has puesto por casualidad para ir a la terapia!
Bajo la copa del sujetador dejando a la vista un pezón rosado e hinchado que me llama desesperado mientras me imagino a Eva en su piso, decidiendo qué conjunto ponerse para mí. Porque así es como ha sido. Y ahora, ambos lo sabemos.
Acaricio su pezón suavemente y, cuando cierra los ojos y jadea profundamente, lo retuerzo con una ligera presión y tiro de él. Eso provoca que ella abra los ojos de golpe y ahogue un grito de placer. Sus comisuras tiran hacia arriba formando una sonrisa sensual que es la que más me gusta de todas las que le he visto. La mía se cierne en torno a su pezón izquierdo y lo succiono y lo beso como si fuera su boca. Jugueteo con mi lengua en círculos y Eva se deja caer aún más contra la puerta de la habitación, como si estuviera deshecha por las sensaciones.
¡Es tan receptiva que me vuelve loco!
—Dios, qué delicia —exclamo contra su pezón duro y erecto y reanudo eso de saborearlo y jugar con él. A la vez, mi rodilla se abre paso entre sus piernas y presiono su sexo con ella. Noto el calor que emana de su coño incluso a través de la ropa. Eva está ardiendo y yo voy a reventar la puta cremallera de mis tejanos de un momento a otro.
¿Y esto hay gente que lo mantiene por gusto? ¡Me cuesta creerlo!
—¿Entramos? —propongo ocultando mi desesperación lo mejor posible y volviendo a su boca para depositar en ella varios besos húmedos y terriblemente contenidos.
Eva asiente aturdida, pestañeando y recuperándose del impacto. ¡Todavía me pone más cachondo afectarla así! ¡Menudo bucle enfermizo en el que me está metiendo con sus jueguecitos!
Termina de abrir la puerta, entramos y, cuando se gira para cerrarla, ya vuelvo a estar sobre ella. ¡No puedo evitarlo! La giro y la beso empujándola y clavando mi erección contra su vientre. Sus manos bajan enseguida y deshacen el martirio de la cremallera al bajarla y desabrochar mis pantalones. Alguien respira libertad y termina de crecer ahora que tiene espacio para ello. ¡Menos mal, joder!
Eva me empuja ligeramente buscando espacio entre nuestros cuerpos y la miro lleno de curiosidad. Lo que hace a continuación es sacarse la chaqueta sin dejar de mirarme desafiante ni un instante; tirarla al suelo; sacarse la cuerda del móvil del cuello y dejarlo en el suelo, a un lado; Bien. Objetivo desbloqueado. Se sube el vestido hasta sacárselo por la cabeza y lanzarlo.
Luego iré a por el móvil, primero necesito poder observar esto con calma. El conjunto de lencería negro y lleno de encaje que luce es porno para mis ojos.
Me relamo de puro vicio mientras recorro su cuerpo con una mirada que seguro que es bastante lasciva y muy poco de Equis. Joder, es que ¡no puede estar más buena! Es brutal la sensualidad de sus curvas. Quiero estrellarme por cada una de ellas.
Estrellarte.
Sí, coge el volante y redirige a tiempo o acabarás estrellándote, ¡y de verdad!
Eva se acaricia el cuerpo por encima de la ropa interior con el claro objetivo de perturbarme y supongo que es el click que me faltaba para perder de vista mi objetivo ya del todo, porque cuando me quiero dar cuenta, estoy sobre ella agarrando su sujetador por detrás, y rompiendo de un tirón seco el enganche para poder sacárselo de una puta vez.
—¡Au! —Eva se queja justo antes de reírse mucho. ¡Está puto loca!—. ¡Ese sujetador valía una pasta!
—Te compraré otro —miento con sonrisa cabrona.
Oh, joder. ¡Qué tetas!
Las estrujo a dos manos mientras me muerdo el labio inferior soñando despierto con volver a saborear sus pezones.
—Eso que me has hecho afuera... Uhmmm... —comenta estrujándose los pechos a sí misma por encima de mis manos.
¡Se acabó!
El poco control y represión que me quedaba disponible, simplemente se esfuma en ese instante.
¡Adiós Equis! ¡Hola Adriano!
Lo que ocurre a continuación, sucede tan rápido que no sé ni cómo vuelvo a estar sobre ella, empujándola contra la puerta, clavándole mi erección en el vientre y moviendo las caderas para sentir algo de roce que me alivie. Vuelvo a besar un pezón y luego el otro; degustándolos; mordiéndolos; chupándolos como caramelos; jugando alternativamente con uno y con otro; guiándome por los gemidos de Eva —cada vez más profundos, rasgados y potentes—.
¡Creo que va a correrse en cualquier momento y me flipa que sea solo con esto! Además, sería estupendo terminar cuanto antes y pasar a la parte que me interesa a mí.
Joder, ¡está bien! Tengo que reconocer que esta parte también está siendo interesante.
—¡Oh, Equis! ¡Uffff!
Eva sigue gimiendo y expresando su placer. Me deshago como puedo de los zapatos y me saco los tejanos y la ropa interior para que deje de molestarme, ¡porque no lo soporto más! La agarro por la cintura, la levanto contra la puerta y meto mi rodilla entre sus piernas para que quede sentada sobre ella. Los pies de Eva no tocan el suelo y sus tetas ahora quedan a la altura de mi boca. ¡Perfectas!
Se agarra de mi camisa y tira con fuerza contra ella para que vuelva a besarle la boca. Mientras lo hago, las caderas de Eva se mueven sobre mi pierna buscando roce y noto lo húmeda y caliente que está.
Suelto la delicia que tiene por boca y, en cuanto vuelvo a morder uno de sus pezones, su grito extasiado me atraviesa entero y hace que mi polla de un brinco sorprendente.
—¡Oh, joder, Equis! —se queja abrumada y empuja mi cabeza contra su otro pecho. Lo muerdo tirando de él—. ¡Me corro! ¡Ahora sí! ¡Ahhhhh!
Dejo de morder y de besar para separarme un poco y observar su expresión.
¡Error!
Su cara contraída por el placer, su boca pronunciando «Equis» en un gemido final, lastimero, lleno de gozo y disfrute... por alguna extraña razón, tengo la certeza de que es algo que tardará tiempo en dejar de rondar mi mente activando mis ganas de ir a por más, y más, de eso mismo.
—¡Madre mía! —exclama volviendo en sí y abriendo los ojos—. ¡Nunca me había pasado esto!
—¿No?
Respira con brusquedad y se peina el cabello apartándolo de su cara.
—¡No! Tengo amigas que me han hablado de orgasmos solo con estimulación de pezones pero yo jamás lo había vivido. ¡Eres tú! ¡Me llevas al límite! —confiesa asombrada.
—Allí nos encontramos entonces, porque también es donde me llevas tú a mí.
¡Hostia puta! ¡Y además, de verdad!
Hacía tiempo que no me sentía tan generoso con una mujer.
La sonrisa cómplice que aparece en su boca, conecta con la mía y se encadenan formando una alianza poderosa.
Se mueve para bajarse de mi pierna y me empuja haciéndome retroceder unos pasos hasta estar en el centro de la suite. Allí, Eva da pasos decididos rodeándome como si fuera una depredadora evaluando a su presa antes de devorarla. Y, cuando está a mi espalda, me rodea con los brazos a la altura de la cintura y sus manos se ciernen sobre mi erección. La frota desencadenando que se me nuble la vista y que el placer lo ocupe todo.
Joder, necesito mucho descargar. ¡Me van a estallar las pelotas! Esto empieza a ser doloroso.
Eva sigue dando pasos con mucha sensualidad hasta terminar de rodearme y plantarse de nuevo frente a mí. Está explosiva con esas botas militares, las medias sujetas al muslo, el tanga y las tetas al aire. Pero lo más explosivo que hay en ella es su manera de moverse, de mirarme, de tomar el control, de dirigir, la seguridad que transmite y lo que disfruta de cada cosa.
Se aproxima a mí muy decidida y pega sus labios a mi oreja para decirme lo siguiente.
—Ahora viene la parte en la que te agradezco por la buena suerte que me has dado...
Ese susurro tan provocador en la piel sensible de mi oreja, hace que me estremezca de puto placer. No puedo ni hablar. Por suerte ella sigue susurrando cosas con tono obsceno y jugando con su aliento contra mí.
—Soy una chica muy agradecida, ¿sabes? Voy a emplearme a fondo en esto... Muy a fondo...
Cada palabra, con esa entonación, esa decisión y ese dominio, me acaban de trastornar del todo. Si existe un código específico para desbloquear un nivel de deseo extremo en Adriano Vitale, esta chica lo conoce y acaba de ejecutarlo sin pedir permiso a nadie.
Me desabrocha la camisa, con calma —una calma dolorosa, joder—. Se me ocurre dar algunos tirones a mi polla para aliviarla pero Eva coge mi mano y me frena. Luego vuelve a concentrarse en quitarme la camisa y la ayudo para terminar cuanto antes con esta tortura. La lanzo lejos de nosotros y me sorprende ver que Eva se toma su tiempo, da algunos pasos hacia atrás y admira mi desnudez repasándome de arriba abajo como si no la estuviera viendo nadie.
¡Enfermizo, eso es lo que es todo esto!
Cuando mi paciencia se agota, avanzo contra ella, la acorralo contra una pared y apoyo mis manos a ambos lados de su cuerpo. Mi lengua invade su boca con ansiedad pero Eva juega conmigo como le da la gana; se entretiene lamiéndome los labios como si fuera un helado e introduciendo un poco su lengua y escapándose cuando intento capturarla. Por suerte, al margen de esa tortura, sus manos vuelven a masturbarme. Lo hace bombeando despacio pero con mucha dedicación, estimulando especialmente el glande y haciendo que se humedezca.
—¿Te gusta que te toque de esta forma? —pregunta sabedora de que es así. Asiento con la cabeza mientras trago el exceso de saliva que aparece en mi boca, estoy completamente perdido y fuera de órbita. No sé en qué dimensión me encuentro, pero se me ha pasado la prisa y ahora quiero quedarme aquí un buen rato—. Bien, porque pienso seguir tocándote hasta sentir cómo te corres en mis manos.
¡Hostia puta!
Vaya, parece ser que se me ha escapado y lo he dicho en voz alta. Por suerte Eva no se asusta al oírme, sino que sonríe victoriosa. Sabe que me tiene a sus putos pies en este instante, ¡y eso le gusta!
Qué puto gusto cuando me la coge y la manipula arriba y abajo con una mano mientras con la otra me masajea los huevos. Joder. Voy a estallar. Siento contracciones en las pelotas. Nunca me he sentido tan fuera de control antes. A veces, hasta me cuesta correrme. ¿Y ahora? Voy quedar como un puto eyaculador precoz en cuestión de segundos.
Sus movimientos cobran velocidad y empiezo a ver chiribitas entre nosotros. No quiero ni puedo retener esto más. ¡Y me gustaría! ¡Qué puto gusto que me toque así!
—Quiero tu semen en mis manos —insiste en un susurro en mi oreja y usa su lengua para recorrer el interior de esta, terminando de joderme del todo.
Mi polla decide doblegarse a sus deseos y responde liberando una corrida que sale con mucho impulso y mucha carga.
¡Dios! Después de emitir un bramido propio de un animal salvaje, me doy cuenta de que mantengo los ojos cerrados y estoy viendo puntitos blancos por todas partes. Me encuentro levemente mareado y el placer es tan intenso que tengo que apoyarme contra ella y contra la pared para no caer como un niñato sobrepasado.
Joder. Me cago en mi vida. ¿Qué cojones ha sido eso?
—Mmmm.... ¡Buen chico! —susurra Eva encantada y con un tono perverso que me hace volver a la vida mucho antes de lo que esperaba.
Cuando abro los ojos la encuentro sonriente, satisfecha a la vez que hambrienta, sonrosada pero sin rastro de ninguna vergüenza. ¡Esta chica no tiene límites, joder! ¡Es una puta trampa!
Por un instante me pregunto si Haydar la habrá contratado pensando en joderme.
—¿Me acompañas a la ducha? Puedo darte allí la segunda parte de mi agradecimiento.
—Ah, ¿qué hay más? —pregunto demasiado entusiasmado.
¡Vergüenza de mí mismo tengo en este instante!
Eva se ríe divertida.
—Esto solo ha sido el comienzo, amigo.
Su mirada oscura, amenazante y repleta de promesas sexuales me ponen a tono de golpe. ¿Tiempo de refracción? ¡Cero!
Eva me coge de la mano y me lleva hacia el baño, yo me dejo guiar por ella mientras no dejo de mirarla y preguntarme quién coño es en realidad esta tía.
Luego maldigo que su oferta sea tan tentadora porque el tiempo de juego ha terminado. No puedo olvidar ni por un instante cuál es mi objetivo real. Lo único que me interesa ahora es desarticular la puta cuenta que usa para mover mis millones. No puedo arriesgarme, ni dilatar más esto, tengo que hackear su móvil y tengo que hacerlo, ¡ya mismo!
Eva se mete en la ducha, activa la lluvia, regula la temperatura, y yo disfruto del espectáculo visual de ver el agua recorriendo sus curvas y mojándola toda. ¡Joder!
Cuando se gira, me lanza una mirada seductora y me hace un gesto con el dedo índice pidiendo que me una; mi cuerpo responde por mí y avanzo casi en automático hasta pegarme a su cuerpo. Nos lavamos entre risas, magreos mutuos y yo metiéndole mano todo lo que puedo.
Cuando veo sus ojos demasiado abrumados por el placer, decido que es justo el momento de poner en marcha mi plan.
—Espérame aquí, voy a buscar un par de cosas necesarias para hacer de esta ducha algo mucho más... interesante —propongo antes de besarla.
—Mmmmm, ¡eso suena más que bien! Pero... ¡no tardes! —exige apretándome el culo con deseo.
—Te prometo que no tardo nada. Dame cinco minutos y verás lo que traigo.
Eva se relame imaginando cualquier cosa, y sonríe. Yo salgo de la ducha, cojo una toalla al vuelo mientras vuelvo a la habitación y me dirijo al montón de su ropa. Me voy secando bien las manos y cojo su móvil sin pensarlo.
Busco el mío y abro las notas para seguir los pasos tal como Mariano me los ha apuntado. Ejecuto cada instrucción, engancho su móvil al mío con un cable y rezo a todos los Dioses para que funcione el hackeo.
—¡Estás tardando mucho! —grita Eva desde la ducha.
—Lo bueno se hace esperar —respondo a la vez que me dirijo al mueble del minibar y lo abro a toda prisa intentando inventarme algo que llevar cuando vuelva.
Estoy poniéndome muy nervioso y tengo muy poco márgen de error. Dentro del mueble encuentro unas patatas fritas, unos bombones y muchas bebidas diversas en la nevera. ¡Con los bombones tendrá que bastar!
Cojo también el condón de mi cartera y vuelvo a donde están los móviles. La aplicación del mío dice que tengo casi completado el proceso.
¡Joder! ¡Cuánto tarda esto!
—Equiiiiisssss... —canturrea Eva con hastío—. ¡Me estoy quedando como una pasa arrugada! ¿Quieres que mejor salga y seguimos en la habitación? Esa cristalera tan grande me ha dado varias ideas antes.
—Mmmmm, me gusta cómo piensas, bella —respondo— pero ya casi tengo todo lo que quiero llevar a la ducha. ¡Dame un minuto, impaciente!
Ochenta por ciento.... ochenta y cinco por ciento... noventa...
¡Dios! ¡que acabe ya el puto programa! ¡Mariano me dio a entender que esto era más rápido!
No puedo volver a la ducha y dejar los móviles conectados. ¡Tengo que dejarlo hecho ya!
Venga, venga, venga... noventa y cinco por ciento.
La pantalla de su móvil, de pronto se ilumina y comienza a sonar su melodía de llamada. Hay un número larguísimo que no tiene agendado interrumpiendo mi plan.
¡No me lo puedo creer!
Cancelo la llamada lo más rápido que puedo.
—¿Eso era mi móvil? —pregunta Eva cerrando el agua.
¡Porca puttana*! ¡Qué puta mala suerte, joder!
*santa mierda
¡Como haya sido el puto vodafone para hacerle una oferta, juro que busco su central y la quemo entera!
Se reanuda el hackeo y me doy cuenta de que me están sudando las manos de los nervios.
Oigo a Eva dando pasos y empiezo a pensar en cómo proceder si sale ahora y me encuentra en pleno proceso.
Cuando la app avanza un uno por ciento más, vuelve a entrar otra llamada del mismo número que me hace perder los putos nervios. ¡Se acabó!
Arranco el cable, dejo mi móvil en la mesa y me acerco a Eva con el suyo en la mano.
—Toma, te están llamando —le digo entregándoselo en cuanto ella aparece en la habitación con un albornoz puesto.
Eva coge su móvil y me pide un minuto alegando que puede ser importante. Busco una botella de agua y me la bebo casi entera a la vez que pongo atención en oír con quién habla. Parece que no sabe quién es, hasta que se lo dicen. En ese instante su cara muestra un microgesto de pánico que me desagrada por varios motivos.
Luego, caigo en la cuenta de que, probablemente, yo sea la causa de ese terror.
¡Mierda! ¡Esto no ha podido salir peor!
Eva
—¿Sí?
—Buenas noches, señorita Busquets. La llamamos del servicio de alarma que tiene instalado en su domicilio. Nuestra palabra clave es Cripto. ¿Podría decirnos la suya?
¡Hostia!
Una llamada de los de la alarma a esta hora no indica nada bueno. Me alejo de Equis, voy hasta la ventana de la terraza, la abro a riesgo de morir congelada y salgo. Una vez afuera susurro mi palabra clave compuesta.
—María Teresa.
Es el nombre de mi difunta abuela materna. La que me habría dicho que soy muy afortunada en el juego pero...
—De acuerdo. La llamamos porque ha habido algún tipo de incidente con su alarma hace tres minutos. Parecía como si la hubiese desconectado pero sin la clave, una anomalía. —Anomalía. Una palabra que detesto desde que mi vida se ha llenado de ellas—. Hemos accedido a las cámaras de seguridad y hemos visto a dos personas moviéndose por el piso y revolviendo las cosas. ¿Se encuentra usted en su domicilio? ¿o sabe de lo que le estoy hablando?
Dios. Mío.
—¿¡Dos personas en mi casa!? ¿¡moviendo cosas!? Joder, ¡me están robando!
—Hace dos minutos hemos pasado la alerta a la policía, una unidad se encuentra de camino a su domicilio; le recomendamos que usted también se presencie allí pero no entre antes de que llegue la policía. Los intrusos podrían ir armados y reaccionar mal.
—No, claro, ya. ¡Vale! Gracias —farfullo atropellada mientras cuelgo la llamada y veo en mi móvil un montón de mensajes de la alarma que no había visto.
Cuando entro en la habitación Equis me mira con el semblante algo desencajado. Está ligeramente pálido y por un instante me pregunto si le habrá pasado algo mientras yo estaba en la terraza.
—¿Estás bien? —pregunta él muy preocupado. Aunque yo podría preguntarle lo mismo a él.
—No. Tengo que irme ahora mismo. ¡Es una emergencia! —anuncio mientras recojo el vestido y me lo pongo sin sujetador. No dejo de visualizar dos personas en mi piso y estoy viendo que podría entrar en pánico de un momento a otro. Me calzo las botas, recojo mis cosas y salgo pitando con el pelo chorreando y un frío que me va calando por momentos.
—¿Te llevo a alguna parte? ¿Puedo hacer algo? —pregunta Equis en cuanto paso por su lado en dirección a la puerta.
—No, lo siento. ¡Me tengo que ir! ¡Hablamos!
No soy capaz de pensar con claridad. He pasado de ser las fallas de Valencia a ser un muñeco de nieve. El cambio ha sido tan brusco que aún no me sitúo.
¡Hay dos extraños en mi casa! Joder.
No quiero ni mirar a Equis a los ojos, no puedo lidiar con nuestra decepción mutua en este momento. No puedo analizar por qué quedarme con él aquí es de pronto algo que tira con tanta fuerza de mí. No puedo permitirme algo así. ¡Simplemente no puedo!
Abro la puerta de la habitación y corro por el pasillo sin mirar atrás. Bajo por las escaleras de emergencia y cojo el primer taxi que veo en la calle. Me lleva directo a casa. En el trayecto me doy cuenta de que mi cuerpo ha entrado en modo Frozen y no puedo dejar de temblar.
Por suerte, cuando llego a casa, veo que la policía ha llegado antes que yo. En el momento que entro en casa, lo primero que veo es que hay dos agentes de la policía informando por radio en medio de mi comedor.
—¿Qué ha pasado? —pregunto inquieta.
—¿Es la propietaria? ¿puede identificarse?
Saco mi DNI y, una vez identificada, me informan de lo que ya sabía: dos personas burlaron mi sistema de seguridad, forzaron mi cerradura y accedieron a mi apartamento. La empresa de seguridad les dio el aviso y, cuando llegaron, ya no había nadie pero habían dejado la puerta abierta y todo revuelto.
Me dejo caer sobre el sofá calibrando la brecha de seguridad que supone esta irrupción en mi piso. ¡Enorme! Una brecha enorme. ¿Insalvable quizá? Me miro las manos y veo el temblor instalado en ellas. Mi móvil no deja de sonar. Es Lena.
—Hola, cielo —respondo con un hilo de voz.
—¿Estás bien? Han pasado más de dos horas y llevo un buen rato escribiéndote. Por tu ubicación veo que... ¿estás en casa? Pero estabas en el Hotel W hace un rato, ¿no? Pensaba que tu cita estaba tomando un rumbo fogoso y excitante.
Lena habla entre preocupada y divertida.
—Si, estaba allí pero me han llamado los de la alarma, alguien había entrado en mi piso. Ahora estoy aquí con la policía. Cuando hemos llegado, ya se habían ido. Aún no sé si falta algo... —comento mirando a todas partes.
—¡Ostras! ¿¡Qué dices, Eva!? —la voz de Lena se ha teñido de pánico, como la mía.
—Señorita Busquets, ¿podría echar un vistazo a sus efectos personales? Necesitamos constatar en el informe si nota en falta alguna cosa —comenta uno de los agentes.
—Te llamo luego, Lena —resumo terminando la llamada.
—Claro, ¡no te preocupes! —responde mi amiga.
Avanzo por mi comedor entre libros, revistas y adornos que han tirado por el suelo. Siento el impulso de recogerlo todo pero me centro en lo prioritario ahora mismo: hacer inventario de mis objetos de valor.
A ver, estos últimos meses mis hábitos de seguridad se han extremado y mi portátil, por ejemplo, descansa en mi caja fuerte cuando salgo de casa. Igual que los documentos importantes. Fuera de la caja fuerte y a la vista de alguien que pueda entrar, no hay nada realmente importante.
Doy una vuelta por mi piso seguida de uno de los agentes y hago ver que rebusco entre cajones y toqueteo todo lo que hay en mi joyero. De reojo miro hacia mi caja de seguridad, además de ser imperceptible a simple vista, está conectada a un sistema inteligente que me habría transmitido mediante WiFi su intento de apertura o cualquier manipulación. Por eso estoy tranquila dentro de todo.
Mis deducciones en primera instancia son dos:
La primera es que puede ser que hayan entrado unos cacos estándar buscando cosas de valor, como joyas o dinero en metálico.
La tengo casi descartada, pues las pocas joyas que tengo están intactas sobre mi tocador.
La segunda es que fueran enviados —o más bien enemigos— de Haydar. En ese caso, lo único que puede interesarles es mi portátil. Y no lo han encontrado.
Me cuadra más que sean sus enemigos. Haydar no necesita mi portátil para nada. Tiene total acceso a la cuenta que le gestiono.
Sí, quién sea que esté buscando a Haydar ha dado conmigo. Tengo que llamar a Óscar cuanto antes.
—No veo que falte nada, no sé. Revisaré de nuevo más a fondo, pero diría que está todo.
—Está bien —acepta el agente de policía—, hemos llegado muy rápido, han debido de abortar el robo.
Sí, claro, será eso.
Quedo con ellos en llamar y declarar cualquier objeto que pueda faltar, si es que detecto alguno. Estoy viendo cómo se alejan por el pasillo hacia el ascensor cuando imágenes altamente ardientes golpean mi mente por diferentes ángulos y me sorprende mucho que en mi mente haya espacio para el erotismo después de una intrusión como la que acaba de suceder.
¡Joder, es que ha sido extremadamente caliente todo lo que ha pasado con Equis!
Me he vuelto un poco loca con él. No sé qué me ha pasado. Me sentía libre y poderosa. Capaz de decir y hacer cualquier cosa. A ver, que de normal es ese mi mood, pero en un primer encuentro sexual, suelo ir con más tiento. Creo que es porque veo lo bien que reacciona; eso me motiva a mostrar más y ser todavía más yo con él. En cualquier caso, ¡ha sido brutal! Y me he quedado con unas ganas de más, ¡infernales!
Sigo muy sorprendida de mí misma cuando cierro la puerta de casa y, en vez de pensar en tomarme una pastilla para los nervios —los cuales cabría esperar que estuviesen descontrolados ahora mismo y dominándolo todo—, siento una necesidad imperiosa de coger el satis y fundirlo rememorando lo que ha pasado en el hotel con Equis.
Y gracias a esas sensaciones tan cálidas, ni siquiera recojo la casa. Solo me aseguro bien de cerrar todo con todos los cerrojos y pestillos. Me encierro también en mi habitación, activo la alarma y, una vez creada esa burbuja de falsa seguridad, me meto en la cama, pongo música sexy y me doy placer hasta sentir que he saciado una pequeña parte de todo lo que había quedado encendido al salir de ese hotel.
¿Me he corrido solo con su estimulación a mis pezones?
Joder, se nota que es un amante entregado al placer de la otra persona. ¡Eso no me había pasado nunca hasta ahora! Lena va a flipar cuando se lo cuente. Y luego, cuando he jugado yo con él, diciéndole cosas picantes y lamiéndole la oreja hasta hacerlo estallar en mis manos... Pufff, ¡qué barbaridad!
Me asombro a mí misma a veces.
Después de todo eso, duermo mejor que si me hubiese tomado cuatro pastillas de las fuertes. Lo malo es que me despierto y sigo excitada.
Creo que me he pasado la noche soñando con él; con su cuerpo desnudo —¡menudo monumento, Dios!—. ¿Y esos tatuajes? Muero por observarlos detenidamente y desencriptarlos uno a uno.
Es una pasada lo que somos cuando conectamos entre nosotros. ¡Qué heavy! Que haya podido dormir después de que se produjera una intrusión en mi piso, ¡es la muestra del poder que tiene esta conexión nuestra tan adictiva y de tan alto voltaje!
Para joderme el momento, suena el timbre de casa y conecto con el miedo mucho más rápido de lo que querría admitir. Aunque luego pienso en que si alguien quiere acabar conmigo, no vendrá y llamará a mi puerta un domingo por la mañana, ¿no?
Voy de puntillas, observo a través de la mirilla y descubro a Marc en el rellano.
—¡Eva! —exclama en cuanto abro y me estrecha fuerte entre sus brazos.
Imagino que Lena lo ha llamado y le ha informado de todo. Estos dos tienen comunicación total sobre lo que a mí respecta y el portero ya ni me avisa cuando es Marc, lo considera invitado habitual.
—Estoy bien. No hacía falta que vinieras.
La verdad es que lo digo con la boca chica y no soy capaz de deshacerme de su abrazo, ¡se siente tan bien!
Un calorcito nace entre mis piernas y burbujea pidiendo atención. ¿En serio?
—¿Se han llevado algo importante? —pregunta Marc muy centrado en las prioridades en cuanto entra en mi piso y vuelvo a cerrar todo.
—No, nada.
Suspira aliviado mientras analiza todo a su alrededor. Yo estoy imaginándome que le quito la ropa y lo tumbo en mi cama. En realidad no es mala idea.
Me acerco a él, acaricio su pelo castaño peinándolo hacia atrás y sonrío muy pegadita a sus labios.
—¡Qué bien que hayas venido tan temprano!
—Uh, Eva, ¡qué buen despertar has tenido! ¿No? —advierte sorprendido—, esperaba encontrarte algo más nerviosa y asustada...
—¿Y no cachonda perdida? —cuestiono haciendo que se ría. Mis manos bajan por su cuello y acaricio su torso por encima del jersey granate que lleva puesto, sigo bajando hasta su miembro.
—¡Joder! —exclama en cuanto meto mis manos por dentro de su pantalón y agarro su pene, el cual responde a mis caricias enseguida mucho menos sorprendido que su propietario.
Vamos dando pasos torpes de camino a mi habitación mientras nos besamos con muchas ganas. Me encanta que Marc siempre esté dispuesto y responda tan positivamente a mis intentos. ¡Es el amigo especial que me merezco!
Cuando llegamos a mi cama, me quito el pijama y lo ayudo a él a quitarse toda la ropa. Cuando estoy desnuda frente a él, se sienta en el borde de la cama y se toma unos instantes para observarme con tanta admiración que me siento la mujer más sexy del planeta.
—Eva, mi tentación hecha mujer —sentencia tirando de mi mano para que me suba sobre él. Me coloco a horcajadas sobre su regazo y rodeo su cuello con mis brazos. Sus manos se agarran de mis nalgas y las estruja con ganas.
—Marc, el arquitecto de mi placer —respondo con picardía y provoco una sonrisa comestible en sus labios. ¡Y me la como, claro!
Deliciosa, picante, cálida e intensa. Así es nuestra mañana juntos.
¡Buenas, buenassssss!
¿Cómo va el lunes?
Espero que algo más 🔥 después de leer este capítulo 😏
¿Os ha gustado? No olvidéis votarlo ⭐️ y dejarme vuestras opiniones, me sirven muchísimo ❤️
Teníais ganas de leer a Adriano... de confirmar si era Equis... de ver qué piensa de Eva realmente... Espero que este capítulo haya satisfecho vuestras inquietudes al respecto 🤭
¿Ganas de leer más y seguir avanzando por esta seducción tan encriptada? 😏
¡El lunes que viene, más!
Carol
🎵PlayList de Spotify de Seducción encriptada ❤️🔥🔐
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