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3 - Secretos

HoSeok tenía un secreto. Un secreto que ocultaba a todo el mundo. Un secreto de esos que, cuando lo dices siendo niño, todo el mundo te sigue la corriente. Y cuando eres un poco más mayor, nadie te cree y te toman por un pirado. Un secreto del que si hablas el tiempo suficiente y te aferras a él, no tardarán en considerrte un loco y meterte en un manicomio. Ese secreto era la razón por la que HoSeok se había hecho biólogo marino. Siempre había sentido una atracción especial por el mar, y eso le llevó, siendo muy pequeño a pedirle a su padre que le llevara al Mar del Oeste, que estaba a menos de una hora de su casa. Por la mañana, y después de comer, nadó mientras sus padres se bronceaban sobre la arena de la playa. Y por la noche quiso seguir en el agua a pesar de estar arrugado como una uva pasa. Ese día, siendo sólo un niño, se escapó de la vigilancia de sus padres después de la cena y volvió a la orilla. El Mar Amarillo, o Mar del Oeste, como es más conocido en Corea, recibe ese nombre por el color que la arena deja en sus aguas. HoSeok estaba allí, observando el agua desde una roca del rompeolas. La luna rielaba en la superficie casi negra y sólo la acompañaban algunos brumosos cúmulos de espuma repartidos como nubes blancas en un día despejado, surcando el vaivén de las olas. Esa noche, una figura emergió de las agua, pero sólo por un instante y, tímidamente, volvió a hundirse. Curioso, el niño se acercó un poco más al agua. Y entonces, justo frente a el, volvió a emerger. Descubrió entonces que era un niño igual que él, y que, como él, tenía curiosidad. Tenía los ojos grandes y el pelo de un color inusual. Cuando se acercó aún más, HoSeok le vio agitar su cola por encima del agua. En ese momento no se sorprendió demasiado, porque para su mente infantil obsesionada con el ancho mar, la existencia de las sirenas era un hecho. De nuevo, la sirena volvió a acercarse un poco más, a sólo unos centímetros de él, y entonces pudo distinguir sus caracteristicos rasgos que le hicieron confirmar que no era un humano disfrazado. Sus ojos enormes por la oscuridad, su cabello de un color extravagante, sus orejas puntiagudas y las aletas en los brazos. Y entonces, la hermosa criatura sacó un poco más su cuerpo del agua, para ponerse a su altura y, como el que intenta acariciar a un animalillo salvaje, se aproximó despacio y unió sus labios a los del niño humano. Y HoSeok jamás olvidó ese beso inocente. Esa noche fue a casa a contárselo a sus padres y ellos, sin creer, por supuesto, en los delirios y cuentos de un niño con demasiada imaginación, le sonrieron y lo dejaron pasar. Pero los niños no mienten sin razón. Quizá su mente ve las cosas de forma distinta, probablemente porque tienen los ojos más abiertos a la curiosidad y la mente con menos peejuicios.

Tuvieron que pasar unos pocos años para que HoSeok comprendiera que, aquello que había visto, no era algo que todo el mundo considerara normal. Había sido algo tan fantástico como misterioso. HoSeok calló. Durante años mantuvo su secreto y si bien mucho tiempo estuvo buscando la respuesta en los misterios de la magia, se decantó por hallarla en la ciencia. Cualquier hipótesis que sugiriera la existencia de sirenas era tomada totalmente por disparatada y fantasiosa o por los delirios de grandeza de algún cientifico loco, pero HoSeok sabía que, de entre todas las posibilidades, una de ella tenía que ser cierta pues él sabía que existían, sencillamente porque había visto una. Su mente dudaba de muchas cosas, pero no de eso. Porque no había olvidado a aquel niño, ni aquel beso. Así que durante años, antes y durante sus estudios para ser biologo marino, recopiló toda la información, antigua y nueva que pudo encontrar sobre estas criaturas. Desde los informes más detallados de misteriosos sucesos marinos hasta los relatos más disparatados de marineros borrachos. Cualquiera diría que no son más que cuentos, por supuesto, pero todo el mundo sabe que los borrachos no mienten.

Tonto. Era un tonto ¿De verdad había creído que podría llevar a casa a Jin?  Y además, por ello se había perdido el funeral de su propio padre? Pero, ¿en qué estaba pensando? Tonto Jin no volvería con él. Estaba enamorado. Se quedaría en la superficie con ese chico desconocido. Al menos, le consolaba el hecho de que Jin tenía derecho a saber lo que había sucedido y se alegraba de saber que su hermano era feliz, aunque fuera lejos de ellos.

Desconsolado por la situación y terriblemente cansado por el viaje que estaba haciendo, TaeHyung nadaba con desgana y despreocupado por el gran azul. No tenía gran resistencia física, pues nunca se había entrenado para ser soldado ni por gusto. Y, por ser príncipe, tampoco había tenido misiones o viajes por su cuenta, fuera de la colonia, así que se había imaginado que sería una buena oportunidad para vivir una pequeña aventura en solitario y cumplir la misión que él mismo se había impuesto. Una misión, por otro lado, completamente infructuosa y fracasada. Para colmo, el viaje tampoco era como se lo había imaginado. Era cierto que la costa en la que vivía Jin no estaba muy lejos, pero se había esperado algo más emocionante. Sólo había visto algún banco de plateados peces aburridos. Ni siquiera peces de hermosos y brillantes colores como los que había en el arrecife en el que vivía la colonia. Y el resto del viaje, agua. Todo agua y profundidad. Claro que, pensaba TaeHyung, estando en el océano, ¿qué otra cosa debería haber esperado más que agua? Pero, ¿ni siquiera un pez interesante o algún mamífero marino con el que poder juguetear? Eso sólo derribó aún más su estado de ánimo.

El contenido de la bolsa que llevaba cruzada, hecha de algas pardas entretejidas, golpeaba en su cadera izquierda. En la bolsa, guardaba un preciado tesoro familiar que ahora él odiaba profundamente y que, supuestamente, no debería haberse quitado. El brazalete del entregado, que tantos años había llevado su hermano mayor, pesaba terriblemente para la sirena. Quitárselo y guardarlo en una bolsa era poco menos que una blasfemia y, si no se lo ponía antes de llegar a la colonia, recibiría una buena reprimenda de JiMin. Mucho mayor que la que sin duda recibiría ya por haberse escapado. Tampoco quería darle problemas. Pudiera ser que ellos no compartieran muchos puntos de vista, pero TaeHyung sabía muy bien que todo lo que JiMin hacía era por amor a los suyos.

Así estaba, nadando con agónica lentitud cuando, de pronto, divisó un banco de asustados peces que venían directos hacia él. Los esquivó rápidamente y estos desaparecieron en la oscuridad de las aguas, pero lo peligroso no era el banco de peces en sí, sino el motivo por el que huían. TaeHyung miró a su alrededor usando su fuerte cola para girar sobre su propio eje y mirar en todas direcciones. Inicialmente, no vio nada sospechoso. Por lo general, las sirenas no se camuflan muy bien en medio del mar, pues están adapatadas a vivir en el fondo de este. Tienen una cola de vivos colores y su piel pálida destaca bastante en el azul oscuro. Sin embargo, su piel no es tan visible contra la arena del fondo oceánico y, en el arrecife, los colores vivos son sinónimo de venenoso. Existen razas de sirenas que, de hecho, lo son.  Tienen espinas con toxinas letales o paralizantes. Pero las sirenas de la colonia de TaeHyung están acostumbradas a vivir en armonía con los animales de su arrecife y sus colores brillantes sólo son producto del mimetismo. Imitando colores de otras razas venenosas, ahuyentan a algunos depredadores menores. Sin embargo, el enemigo principal de su colonia nunca fueron otros peces, sino otras sirenas con las que combatían por el territorio, aunque hacía mucho que no se libraba una guerra por ello, la colonia seguía contando con un grupo de soldados para defenderla. Ahora, el enemigo era otro. Uno muy distinto. Uno al que no podían poner cara ni comprendían su naturaleza. Lo que estaba mermando su población eran nuevas enefermedades a las que no podían enfrentarse. En especial, la que se había llevado a sus padres, así como a varios otros de la colonia. Perder a sus dos padres en menos de un mes, había sido una tortura para TaeHyung y JiMin, quien además había tenido que ocuparse del reino.

Los ojos de TaeHyung estaban bien adapatados a la oscuridad, pero, aún así, no había nada que pudiera asustar a los peces, aunque también sabía que había muchos otros animales que veían mejor que él. Con el corazón latiéndole con fuerza, agudizó el oído y esperó. Nada, excepto un hondo silencio se apoderó del lugar. TaeHyung sólo vio al animal cuando uno de sus tentáculos ya estaba casi encima. Se escabuyó antes de que pudiera agarrarle la cola. Un calamar de ese tamaño tenía unas ventosas con dientes capaces de arrancar la piel. Nadó tan fuerte como pudo, pero los calamares tampoco son lentos cuando cazan. ¿Por qué había un calamar de ese tamaño a esa profundidad? ¿Qué sentido tenía que un animal abisal estuviera cazando allí? ¿Y por qué intentaría cazar una presa de un tamaño tan grande como TaeHyung? No podía pensar en eso ahora, tenía que escapar. Entonces, como un destello, algo pasó a un metro de él y acabó clavándose en el animal. Después, como un torpedo, TaeHyung vio a la silueta de una sirena lanzándose contra el calamar. Con su fuga, debían haber salido a buscarle y, por la diosa Coventina, que uno de ellos había llegado justo a tiempo. Le había clavado una larguísima lanza en un ojo. A pesar de que el ojo del calamar gigante es el más grande del reino animal, había tenido que tener una habilidad impresionante para alcanzarle a esa distancia con tanta precisión. ¿Quién en su colonia tenía tanta fuerza y destreza? Quizá YoonGi, que era muy habilidoso podría lograr un golpe así. Pero no podía ser él, pues manejaba un tridente, que era el arma otorgada por el rey al capitán de la guardia y, además, su cola era de un morado brillante y no de un rojo intenso, como era la de esa sirena. Sin inmutarse, con una valentía digna de un héroe de cuento, sacó la lanza del calamar y se la volvió a clavar dos veces más, al tiempo que esquivaba sus frenéticos tentáculos. No parecía tener miedo, sin importar lo cerca que estuviera de ese horror.

TaeHyung estaba paralizado contemplando la escena. No sabía qué hacer. Él no sabía luchar. La familia real era un símbolo de paz, no luchaban. La sirena de cola roja serpenteó por el cuerpo del calamar, sacó su lanza y agitó su cola con fuerza hasta llegar a donde estaba TaeHyung.

- ¡Vamos! - Le apremió cogiendo su mano y tirando de él con una fuerza que TaeHyung nunca había imaginado posible. Muchas cosas le desconcertaron de ese breve instante. Para empezar, no le conocía. Era imposible que, si fuera uno de los suyos, no hubiera reconocido su cara. Puede que no conociera todos los nombres de todas las sirenas de su colonia, pero sí todas sus caras. Y más aún si se trataba de alguien de su edad. Además, ¿le había mirado directamente a los ojos? ¿Le estaba tocado? ¡Claro! Dentro de la colonia, todo el mundo sabía que él era miembro de la realeza al que no debia mirar a los ojos, pero ese desconocido no lo sabía y, mientras no llevara puesto el brazalete del entregado, la sirena de cola roja no tenía motivos para no cogerle atrevidamente de la mano y llevarle con él. Incluso si era una situacion de vida o muerte, hacerlo sin pedir permiso no estaba bien visto. Sólo sus hermanos, o quizá YoonGi en alguna ocasión especial, se había acercado tanto a él. Incluso antes de ser el entregado, la gente ya se le distanciaba respetuosamente por ser miembro de la familia real. Pero ese joven no sabían nada, ni tenía por qué saberlo, así que estaba excusado, ¿no? ¿O era su deber detenerle?

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, mucho después de darse cuenta de que no les perseguía, se detuvieron. TaeHyung se sintió agotado. A pesar de que habían tirado de él, nunca se había impulsado antes de esa forma. Su nuevo compañero, por el contrario, no parecía ni remotamente fatigado.

- ¿Estás bien? - Le preguntó la sirena desconocida, lanza en mano.

- S...sí. - Jadeó TaeHyung doblándose para respirar mejor. - ¿Cómo puedes...? - Desde esa perspectiva, vio más cuidadosamente la cola del joven. En la aleta caudal tenía una fea cicatriz. Pero no era una herida causada por un animal o una batalla con otro igual. No había sido accidental. Una cruz como esa era una marca hecha concienzudamente. Una marca de traición y destierro.

- Me llamo, JungKook. - Dijo meciendo su cola, al darse cuenta de que TaeHyung se había quedado mirando su cicatriz. - ¿Y tú? - TaeHyung levantó la cabeza y la bajó inmediatamente cuando se dio cuenta de que, de nuevo, le estaba mirando a los ojos. Nunca nadie le había mirado tan intensamente y eso le cohibía. Tenía unos ojos color esmeralda que quitaban el aliento. Además, era extremadamente atractivo. Se preguntó por qué habría sido desterrado y descubrió que, al igual que él guardaba en su bolsa el brazalete del entregado, todo el mundo tenía derecho a tener secretos y no ser juzgado por ellos.

NamJoon sabe que Jin guarda un secreto. En parte, ese lado misterioso de Jin fue una de las cosas que le atrajo desde el principio. Eso, y su encantadora belleza feérica, tan misteriosa como su secreto. Sabe que tiene que ver con su pasado. Imagina que está relacionado con su familia, a la que no conoce. Siempre vio cosas extrañas en Jin, desde el primer día que le conoció, pero eso sólo le llamó más y más la atención. Como, por ejemplo, que nunca le había visto teñirse el pelo de ese peculiar y hermoso color rosa. ¿Acaso intentaba ocultarle su verdadero color de cabello o algo así? ¿Por qué ridícula razón haría eso? En realidad, no sabe mucho sobre Jin. A veces le gustaría que confiara en él y se lo contara todo. ¿Qué secreto podía ocultar alguien tan maravilloso como él? El siempre es bueno, dulce y alegre. ¿Estaría huyendo de algo? ¿De qué? Pero, al final, NamJoon siempre llegaba a la misma conclusión. ¿Qué importancia tenía ese secreto en su relación? Sólo había una certeza de la que ambos están seguros. Se aman. E incluso si existen secretos entre ellos, esa es una verdad inamovible que impera ante todo lo demás. Eso era lo único que le importaba a NamJoon hasta ese momento, pero sospecha que su secreto le ha seguido hasta allí ahora que sus padres ya no están en este mundo. Su amado está triste y él no sabe qué hacer para consolarle. Ahora más que nunca, le gustaría saber su secreto, sólo para poder ayudarle.

Hola!!!! ¿Qué tal todo?
Aquí en Madrid ha caído una nevada como nunca he visto antes. Está todo precioso, pero hay que tener cuidado.

Espero que os haya gustado el capítulo.

Os dejo aquí la imagen que también he puesto arriba. Supongo que habéis leído el capítulo anterior y habéis reconocido la escena en la que JiMin y YoonGi duermen abrazados. Esta maravilla la ha hecho Shiki_art y en el siguiente capítulo os enseñaré algo más que ha hecho también ella y que os encantará. Me parece increíble su trabajo y me hace mucha ilusión que se inspire en esta historia para crear algunas de sus obras de arte. Es precioso. Siempre quise ver mis personajes ilustrados. Espero que os guste tanto como a mí y que le deis mucho apoyo a su trabajo. De hecho, acaba de empezar una obra en su cuenta que se titula "Corredor Fantasma", que es el inicio de un bestiario (de lobos en este caso), con unas ilustraciones increíbles y donde tambien podéis coger referencias para vuestras propias historias.

Un besazo!
Os quiero mucho!!!

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