
Cap. 31 Algo inesperado
El lunes por la mañana, Carlos se levanta muy temprano y en silencio, para no despertar a Andrea. Le deja una nota sobre la mesa, diciéndole que ha pasado un fin de semana fantástico y que la llamará en cuanto pueda.
Se va a su piso, se da una ducha, prepara el equipaje para unos cuantos días y se marcha antes de que haya amanecido. Ha quedado con su padre en las oficinas de la empresa de Sofía, donde, según le ha confirmado, firmarán por fin un acuerdo de colaboración que solventará todos los problemas financieros de la empresa familiar.
Él ha dejado muy claras sus condiciones y está completamente seguro de hasta dónde está dispuesto a llegar. Solo espera que sus padres lo tengan igual de claro y no le quieran pedir algo que no quiere hacer.
Cuando Andrea se despierta y ve que Carlos no está a su lado, siente un extraño vacío. Le habría gustado tenerlo a su lado, poder abrazarle y hacerle el amor. Tenía la sensación de haber vivido un sueño. El fin de semana había sido perfecto, demasiado perfecto. Y ella misma se recrimina ese pensamiento, ese temor que se instala en su interior, esa duda, un sentimiento de inseguridad, como si el hecho de que todo hubiera ido tan bien fuera algo malo, algo que le pudieran arrebatar. Así que se levanta con el serio propósito de apartar ese pesimismo absurdo y disfrutar de todo lo bueno que está sintiendo.
Al ver la nota sobre la mesa se siente reconfortada y todavía más convencida de que no tiene nada que temer.
En cuanto llega Marta, va directa hasta su mesa para que le cuente las últimas noticias. Le ha enviado varios mensajes que Andrea no ha respondido en todo el fin de semana, y quiere asegurarse de que ha sido por una buena causa. Por el intenso brillo de sus ojos y la perpetua sonrisa que presenta, a Marta no le cabe duda de que va a darle buenas noticias.
—Así que, ¡estáis saliendo juntos! —afirma Marta con entusiasmo. Y de inmediato, Andrea la manda callar.
—¡Shhhh! Por favor, Marta, no quiero que nadie lo sepa.
—¿Por qué? Si es una noticia fantástica. ¿Sabes que se han hecho apuestas entre el equipo, verdad?
—¿Apuestas? ¿Sobre qué?
—Sobre tú y Carlos. Como todos estábamos convencidos de que acabaríais juntos, las apuestas se han hecho sobre cuándo sería. Así que, tendremos que darles la noticia, hay mucho dinero en juego...
—¡Ni se te ocurra! —protesta Andrea—: Además, tampoco sé si estamos saliendo juntos. Hemos pasado un fin de semana estupendo y...
—¡Va, Andrea, no me cuentes cuentos! Pero si se notaba a la legua que estabais colados el uno por el otro. ¿Intentas decirme que solo ha sido un fin de semana de pasión desenfrenada y si te he visto no me acuerdo?
—No, eso no. Nos vamos a ver a diario. Y te aseguro que todo lo que he vivido no lo voy a poder olvidar... —confiesa Andrea poniéndose colorada.
—¡Ay, ay, aaaay, que mi chica está enamoradaaaaa! —se burla Marta y Andrea le vuelve a pedir que baje la voz.
—¡Cállate, anda! Además, no sé si estoy enamorada ni tampoco sé si lo está él. Yo..., yo no había sentido nada así antes y no sé si es...
—¡Pues claro que lo sabes! ¿Tienes mariposas en el estómago? ¿Estás pensando en el momento de volver a verlo? ¿De abrazarle? ¿De besarle? ¿De revolcarte...?
—¡Marta! ¡Estás haciendo que me ponga roja!
—¡Ja, ja, ja! ¿Yoooo? Te has puesto tú solita, Andrea, y es por todo lo que estás pensando en este momento, ¡ja, ja, ja!
—Bueno, déjalo ya. Y no digas nada a nadie todavía, por favor. Vete a tu mesa, anda, que tenemos mucho trabajo.
Marta se marcha canturreando y Andrea se concentra en sus tareas. Tiene el móvil sobre la mesa y comprueba, de vez en cuando, que tiene conexión y batería, pues no quiere que un problema técnico impida que reciba la llamada que está esperando de Carlos. Una llamada que no llega en toda la mañana.
Está hablando por teléfono cuando Marta le dice que se baja a comer y Andrea le hace un gesto, indicándole que todavía tardará un poco en terminar. Después de colgar la llamada y cuando se dispone a bajar a la cafetería, le vuelve a sonar el móvil.
—¿Qué tal va todo por ahí? —le pregunta Carlos al otro lado.
—¡Hola! Muy bien. Ha sido una mañana bastante ajetreada —responde Andrea con una sonrisa.
—Por aquí también. No he podido llamarte hasta ahora. ¿Cómo estás?
—Muy bien. Iba a bajar ahora mismo a comer. ¿Y tú, qué tal?
—Bien, bastante bien. Yo también iba a comer ahora.
—¿Ya sabes cuándo vuelves?
—Espero que sea antes del viernes. Hacía mucho tiempo que no convivía con mis padres y no sé si podré soportarlo durante muchos días.
Andrea escucha una voz femenina de fondo, reclamando la atención de Carlos.
—Te tengo que dejar, mi madre me espera.
—Ah, vale, dale recuerdos de mi parte.
Después de comer, Marta y Andrea se encuentran un ambiente algo tenso en la oficina. Antes de irse a su casa, Carmen le ha hecho a Yanira un comentario que no le ha resultado muy halagüeño. Yanira lo ha querido compartir con Daniel, para comprobar si le encontraba un sentido tan apocalíptico como el que le había dado ella. Santi se había enterado de la conversación y la había compartido con el resto de compañeros, provocando que todo el equipo se pusiera a elucubrar sobre el futuro de la revista y, principalmente, sobre sus puestos de trabajo.
—¿A qué se debe esta histeria colectiva? —pregunta Andrea cuando ve el revuelo que hay en la oficina y los gestos preocupados de sus compañeros.
—Sospechamos que haber entrado en el grupo Müller podría suponer recortes de personal— le dice Rubén.
—¿Y qué os ha llevado a sospechar algo así? —sigue preguntando Andrea.
—Por un comentario que le ha hecho Carmen a Yanira, antes de irse —le responde Santi.
—¿Tú sabes algo? —le pregunta Marta a Andrea.
—No, bueno..., no creo que...
—Tú sabes algo —repite Marta, esta vez afirmando su comentario—: Tienes que saber algo. Sí, sabes algo. Habla.
Marta habla con total seguridad, no solo porque conoce la historia entre ella y Carlos, sino porque también conoce muy bien a Andrea y puede interpretar el gesto pensativo que ha mostrado.
—A ver... Pertenecer al grupo Müller conllevará ciertos cambios, pero no tienen por qué estar...
—Andrea, dinos lo que sepas —insiste Marta.
—¡Que no sé nada!
—¿Van a despedir a alguien? —pregunta Rubén.
—Seguro que es a mí, soy la más nueva —dice Yanira.
—Si despiden a alguien, será a los más antiguos, seguro. Siempre empiezan cargándose a los veteranos. Yo llevo aquí 5 años...
—Pues yo entré antes que tú...
—Y yo solo unos días después...
—¿Y Carmen? Carmen entró antes. Cuando yo llegué ya estaba...
Todos se ponen a hablar a la vez, intentando recordar las fechas en que firmaron sus contratos, elucubrando sobre quién caerá primero. Y entre todo el revuelo, a Andrea le cuesta hacerse oír, así que opta por subirse a una silla y pedirles a todos que se callen.
—¡Parad un momento! —exclama—:Es lógico que pertenecer al grupo Müller pueda suponer algunos cambios, pero ¿quién ha hablado de despidos?
—Antes de irse, Carmen me ha dicho que siempre pensó que se jubilaría en esta empresa —dice Yanira—: Y me lo ha dicho con un gesto muy preocupado. Luego ha añadido que los cambios no siempre traen buenas noticias, y se ha ido.
—¿Y ya está? —pregunta Andrea con el ceño fruncido—: ¿Por ese comentario habéis llegado a la conclusión de que nos van a despedir?
—Tú tienes que saber algo —insiste Marta.
—No, yo no sé nada...
—Te habrán dicho qué cambios quieren hacer —dice Rubén—: Eres la directora adjunta.
—Y te tiras al jefe —añade Marta, sin pensar. Andrea se gira y le lanza una profunda mirada.
—¡¿Te tiras al jefe?! —pregunta Rubén.
—¡Lo sabía! —exclama Santi.
—¿Desde cuándo? —pregunta Carla.
—¡Eso! Tenemos que saber quién gana la apuesta.
Andrea se baja de la silla enfadada y le vuelve a dirigir una dura mirada a Marta.
—Gracias —le dice con tono serio.
—Si tú supieras algo, nos lo dirías, ¿verdad? —pregunta Yanira.
—¡Claro que sí! —exclama Andrea—: Y ya os digo que no tengo ninguna noticia de que se vaya a despedir a nadie. Así que, dejad de hacer suposiciones absurdas o interpretaciones sinsentido, y poneos a trabajar, que hay mucho por hacer.
—Entonces, ¿no van a despedirnos?
—Os despediré yo, si no os ponéis a trabajar ahora mismo. Tenemos una publicación que sacar en breve —Y Andrea da por finalizada la improvisada reunión, sin darles más opciones a que sigan hablando del tema de los despidos ni, por supuesto, de su vida sexual.
Al momento de sentarse a su mesa para seguir trabajando, Marta se acerca hasta ella, completamente avergonzada.
—Lo siento, Andrea, me han traicionado los nervios.
—Y tú me has traicionado a mí.
—No me digas eso, por favor...
—Te pedí que no se lo contaras a nadie y ¿cuánto has tardado en hacerlo? ¿Un par de horas? Joder, Marta, no tenía por qué enterarse todo el mundo...
—Pero si ya lo sabía todo el mundo. ¿Has visto a alguien sorprendido? Lo único que quieren saber es desde cuándo estáis liados, para ver quién ha ganado la apuesta.
—Me encanta saber que alguien puede ganar dinero a costa de mi vida sentimental.
—¿Seguro que Carlos no te ha dicho nada, Andrea?
—Pues claro que no. No me ha dicho nada de despidos ni nada parecido. Solo ha comentado que el grupo Müller quiere sacar un número especial el próximo mes, agrupando todas sus publicaciones por temáticas, así que es posible que incluso tengamos más trabajo.
—¿Agrupación por temáticas? —pregunta Marta pensativa—: Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Que quitarán alguna revista del mercado. ¿Para qué iban a querer tener varias revistas de moda? Se estarían haciendo la competencia a ellos mismos. Y justamente, de moda ya tienen tres o cuatro. Ya verás lo que pasa...
—No, Marta, yo he pensado lo mismo, pero Carlos dice que eso no tiene por qué significar que haya recortes, al contrario, aunque dejaran una sola publicación por temática, se ampliarían contenidos, así que se necesitarían los mismos redactores...
—¿Y diseñadores? ¿Y administrativas? ¿Y jefas adjuntas? ¿Es que no lo ves, Andrea? Si quitan publicaciones, también quitarán puestos de trabajo. Y quizás Carlos no te lo haya dicho claramente para no preocuparte —y tras un breve silencio, Marta añade—: O para que tú tampoco lo supieras.
—¿Qué quieres decir? ¿No estarás insinuando que Carlos sabe que van a prescindir de algunos de nosotros y me lo está ocultando?
—¿Y por qué no? —pregunta Marta, encogiéndose de hombros.
—Porque Carlos no es... Carlos me habría dicho... No me habría ocultado... —pero no termina de decir ninguna frase, porque sabe que Marta es conocedora de cómo le había estado ocultando su identidad en la conversación por WhatsApp.
Marta levanta una ceja y aprieta los labios, y antes de volver a su mesa, añade:
—Yo intentaría asegurarme de que no te oculta nada más.
A pesar del volumen de trabajo, que la mantiene muy ocupada, Andrea no puede apartar de su mente la sugerencia de Marta. Quizás tuviera razón y Carlos le estuviera ocultando los planes que tiene el grupo Müller respecto a su revista.
Intentaría hablar con él por la noche y le preguntaría directamente. Ha decidido confiar en él, y si le dice que no tiene noticias al respecto, le creería.
Pero esa noche no consigue hablar con él. Le ha enviado varios mensajes que no le aparecen como que los ha recibido. Finalmente ha probado a llamarle, pero el teléfono le dice que está apagado o fuera de cobertura. No le queda más remedio que esperar al día siguiente.
Tras una noche algo inquieta, de sueños extraños y sin sentido, Andrea despierta y lo primero que hace es consultar el móvil. Sigue sin aparecer el doble check en sus mensajes, por lo que deduce que Carlos todavía no ha podido conectar su teléfono. No le llama para comprobarlo.
Durante toda la mañana, que no para de recibir llamadas y atender cuestiones referentes al próximo número de la revista, consulta el estado de sus mensajes cada cierto tiempo. No es hasta última hora de la tarde, cuando por fin ve el doble check azul, que confirma que Carlos ha recibido y leído sus whatsApps.
Espera paciente a recibir una respuesta, pero después de llegar a su casa, cambiarse de ropa, hacerse la cena y tumbarse en la cama con el libro en el que no consigue concentrarse, decide llamarle.
Al escuchar una voz femenina al otro lado, cuelga instintivamente. Se queda un momento pensando y recriminándose por haber actuado así. Espanta todos los pensamientos que la empujan a pensar mal y se convence de que quizás haya respondido su madre, por lo que decide llamar de nuevo y disculparse por haber colgado.
Responde la misma voz:
—¿Sí?
—Hola, ¿está Carlos?
—En este momento no puede ponerse. Eres Andrea, ¿no?
—Sí, soy yo. ¿Eres su madre? Perdona por haber colgado antes, pensé que había marcado mal...
—No, soy Sofi. ¿Quieres que le deje algún recado? No creo que tarde en venir.
—Ah, no, no... Dile que le he llamado, ¿vale?
—De acuerdo. Andrea, su compañera de la revista, ¿verdad?
—Sí...
—Muy bien. Yo se lo digo. Hasta luego.
Andrea se despide y se queda con el teléfono en la mano, intentando contener a su traidora imaginación. Empieza a hacerse incómodas preguntas: ¿quién es esa Sofi?, ¿será la chica con la que hablaba en el pasillo?, ¿por qué tenía ella su móvil?, ¿por qué le había preguntado si era la compañera de la revista?, ¿es así como Carlos había hablado de ella?
Son cerca de las 2 de la madrugada cuando Andrea supone que no va a recibir la llamada de Carlos y no sabe si será porque la tal Sofi no le ha dado el recado, o porque sí lo ha hecho y él no sabe cómo justificar que haya sido ella quien contestara su llamada.
Al día siguiente, se propone no pensar en el tema, aunque la duda sobrevuela su cabeza sin poder controlarla.
El ambiente en la oficina ha vuelto a su normalidad. Como ocurre siempre antes del lanzamiento, hay un ajetreo adicional, que les obliga a estar más ocupados de lo habitual, así que nadie ha vuelto a sacar el tema de los posibles despidos, al menos delante de ella.
Pero en cuanto llega Marta, cerca del mediodía, ya que había tenido que ir antes a hacer unas gestiones, se dirige a su mesa para preguntarle directamente:
—¿Has podido hablar con Carlos?
—Pues no, no he podido. Ayer no me hice con él en todo el día, y hoy todavía no hemos hablado.
Marta la mira con suspicacia. Ser una persona tan natural y expresiva como es Andrea, tiene cosas muy positivas, pero cuando la conoces bien, eso mismo se convierte en una desventaja, pues Marta sabe, de inmediato, que le está ocultando algo.
—Mierda, Andrea, algo pasa —insiste Marta a los pocos segundos—: Dímelo, por favor, ¿van a despedirnos? Te juro que no se lo contaré a nadie, pero a mí tienes que decírmelo.
—Que no hablé con él, te lo prometo —dice Andrea, sin poder mirarla directamente a los ojos.
—¿Y qué sabes? Me estás ocultando algo, lo sé. Dímelo, por favor. Te juro que no se lo digo a nadie. Puedes confiar en mí, te doy mi palabra.
—No sé nada, Marta, te lo prometo...
—Entonces, ¿qué me estás ocultando? —sigue insistiendo Marta—: Joder, Andrea, te conozco demasiado bien y si la cara es el reflejo del alma, la tuya ahora mismo es como un espejo más grande que el lago Ness. ¿Van a despedir a alguien? ¿Tienes nombres? ¿Será pronto? ¿Es a mí? ¿Ha salido mi nombre...?
—¡Para, Marta! Te he dicho que no he hablado con Carlos, ¡joder! —exclama Andrea mostrando su malestar. Y al ver el rostro sobresaltado de Marta, toma aire y le dice—: Le llamé, pero no me contestó al teléfono. Lo hizo una chica.
—¿Una chica? ¿Qué chica? —Marta suaviza el tono al darse cuenta de que Andrea no mentía y que ese hecho era, precisamente, lo que había hecho que se mostrara con cierta reticencia a hablar.
—No lo sé. Dijo que se llamaba Sofi, y que Carlos no estaba en ese momento, pero que volvería pronto. Le dejé el recado de que me llamara, pero no lo ha hecho.
—Hostiaputa —dice Marta, llevándose una mano a la boca—: No estarás pensando que... ¿verdad?
—Estoy intentando no pensar, porque todo lo que se me ocurre son cosas que me empujan a ir a buscarle y meterle la grapadora por el culo.
—Bueno, tranquila, quizás fuera alguien del trabajo...
—¿A las diez de la noche?
—O su hermana —prueba Marta—: ¿No me dijiste que había ido por un asunto del negocio familiar? ¿Tiene alguna hermana?
—No lo sé...
—Pues ya está, seguro que es alguien de la familia, o la secretaria de su madre, o de su padre...
—Me preguntó si yo era Andrea, "su compañera de la revista" —añade Andrea, entrecomillando esa frase con sus dedos—: No me preguntó si era "Andrea, su novia" o "Andrea, su pareja".
—Bueno, pero porque todo es muy reciente. Además, ni tú misma has sabido ponerle un nombre a lo vuestro. No te comas la cabeza, anda.
—Eso intento...
—Seguro que hoy hablas con él y te lo aclara todo.
—Sí, claro —dice Andrea, no muy convencida.
Mientras tanto, Carlos se está instalando en el hotel que ha elegido para terminar su estancia allí y salir de casa de sus padres, que no han dejado de darle consejos y recomendaciones sobre cómo tenía que tratar a Sofi, a quien ya creían prácticamente convencida de firmar el acuerdo con la empresa.
El día anterior había tenido un pequeño percance con el móvil. Le había caído agua por encima y, a pesar de que seguía encendido y no parecía haber sufrido ningún percance, lo cierto era que se había quedado bloqueado. No podía hacer ni recibir llamadas y había estado toda la tarde incomunicado. Durante la cena en casa de sus padres, a la que habían invitado a Sofi y a uno de los directivos de la empresa de ella, el móvil había empezado a funcionar sin más. La prueba fue cuando sonó, con la llamada de Andrea, que Sofi se apresuró a responder, aprovechando que Carlos estaba en el baño y sus padres preparando unas copas en el salón.
Sofi no le dio el recado a Carlos y en el transcurso de la velada, él estuvo más concentrado en hacer su papel, mostrándose amable, carismático y en algún momento seductor, sin sobrepasar los límites que él mismo se había marcado, así como en buscar la excusa más idónea para terminar con aquel encuentro, que ya le estaba resultando demasiado extenso.
Cuando por fin se libró de la visita, y comprobó que su teléfono funcionaba de repente, vio que ya era demasiado tarde para llamar a Andrea, y decidió que lo haría por la mañana. Al día siguiente, su primera misión era recoger sus cosas para instalarse en la habitación del hotel que le había ocupado demasiado tiempo encontrar. Quería estar solo y tranquilo para poder hablar con Andrea, pero al ir a hacerlo, comprueba que había recibido una llamada de ella la noche anterior, y que le aparecía como respondida. De inmediato, llama a su madre para preguntarle:
—Mamá, ¿anoche hablaste con Andrea?
—¿Con Andrea? —pregunta su madre extrañada—: ¿Por qué iba yo a hablar con Andrea?
—Tengo una llamada en mi móvil y alguien respondió.
—Pues no, yo no hablé con ella.
—¿Y papá?
—¿Cómo va a responder papá una llamada de tu móvil? Además, estuvimos toda la noche juntos, si hubiera llamado, habrías respondido tú, ¿no?
—¿Y cuándo me fui al baño?
—Ay, no lo sé, cielo. Tu padre y yo no estábamos en el salón, tú mismo nos ayudaste a sacar las copas a la terraza.
—Vale, gracias —responde Carlos tras un breve silencio. Y después cuelga la llamada, con la casi total certeza de que fue Sofi quien respondió a la llamada de Andrea.
------------------------------------00------------------------------------
Pues ahí está la explicación. Ahora solo falta que Andrea no dude de ella.
De quien sí parece que hay que dudar es de la tal Sofi... Espero que no esté tramando ningún plan, además del que supongo que tendrá de conseguir los favores de Carlos.
Veremos la reacción de Andrea en el próximo capítulo. ¡Os espero!
Cavaliere
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro