Cap. 20 El sabor de un beso
"Está aquí", piensa Andrea, nerviosa. Empieza a observar los rostros de las personas que hay allí, esperando encontrarse con la mirada de un hombre que le indique que se trata de su desconocido, pero todos los allí presentes parecen estar en sus conversaciones o atentos a la actuación.
En ese momento, ve a Pol, que está hablando con una mujer cerca del escenario. Él levanta un instante la vista y le hace un leve gesto. Andrea se queda mirándolo, frunce el ceño y baja la vista hacia su móvil. Un fugaz pensamiento cruza por su mente: ¿podría ser Pol su anónimo?
—No, claro que no —se dice a sí misma en un susurro. Y a continuación, escribe un mensaje:
Andrea: Dónde estás?
Rápidamente, levanta la vista para ver a Pol, quien sigue en la conversación. Si Pol es su desconocido y le contesta a ese mensaje, tendrá que ver cómo saca el móvil y se pone a escribir. Pero no lo hace.
Andrea baja la vista a su pantalla y la levanta hacia Pol seguidamente. No recibe ningún mensaje, ni tampoco ve que Pol saque su móvil...
Sigue mirando a su alrededor, escrutando todos los rostros masculinos con atención, y entonces recibe una nueva comunicación. Antes de mirar el mensaje, vuelve a dirigir la vista hacia Pol, justo en el momento en el que está levantando la cabeza hacia la persona con la que está hablando. No puede verle las manos y no puede saber si lleva el teléfono en ellas. ¿Podría interpretar ese gesto como que acaba de levantar la vista del móvil?
Número desconocido: Cerca de ti
Lee el mensaje y vuelve a mirar a su alrededor. El corazón le late cada vez más deprisa. De pronto, su mirada se cruza con la de un hombre que está a escasos metros de ella. Es muy alto, moreno y la está mirando fijamente. Su rostro le resulta algo familiar, aunque no consigue ubicarlo.
¿Será alguien con quien se ha cruzado alguna vez en el edificio y por eso le suena? El hombre no deja de mirarla y ella se pone más nerviosa. ¿Será él?
Es algo mayor de lo que había imaginado y, aunque es atractivo, tiene algo que le genera cierta desconfianza. Siente una ligera decepción, pues era un riesgo que no había querido contemplar. Se había dejado llevar por lo que las palabras de ese desconocido le hacían sentir, pero su presencia podría provocarle todo lo contrario. Y eso era lo que parecía que iba a ocurrir.
Aquel hombre no dejaba de mirarla y ahora se había dibujado en su cara una sonrisa algo siniestra. La emoción de Andrea se convierte en desconfianza, inseguridad y hasta cierta repulsión. Quizás se estuviera precipitando, pero parecía tener muy claro que no quería que ese hombre fuera su desconocido.
Andrea: Me estás mirando?
Número privado: No puedo dejar de hacerlo
"¡Mierda!", piensa Andrea. Cree que es ese hombre de mirada siniestra. Aunque también es cierto que no ha desviado su mirada de ella ni un instante, por lo que no sabe cómo habrá podido escribir ese mensaje. Ella aparta su mirada de él y sigue mirando a su alrededor, cada vez más inquieta.
Número privado: Parece que no soy el único a quien has deslumbrado
Andrea: Por qué lo dices?
Número privado: Justo frente a ti. Creo que le has hipnotizado
Andrea levanta de nuevo su cabeza, y el mismo hombre sigue mirándola fijamente.
Andrea: No eres tú, verdad?
Número privado: No
Andrea: Por qué no vienes a hablar conmigo?
Número privado: No quiero ir a hablar contigo
Número privado: Quiero besarte
Andrea levanta la vista y frunce ligeramente el ceño. El hombre de mirada siniestra ha desaparecido.
Número privado: Esa expresión es tan tierna, tan tuya, tan encantadora...
Andrea se muerde el labio inferior, nerviosa.
Número privado: No hagas eso...
Número privado: Es tremendamente seductor cómo te muerdes el labio
Andrea: No es seductor! Estoy nerviosa!!
Número privado: No soy el único que ahora mismo se muere por morderte la boca
Número privado: Un hombre, junto al escenario, no te quita ojo, y apostaría a que está pensando lo mismo que yo
Andrea levanta la cabeza y ve a Pol mirándola fijamente, mientras sigue frente a esa mujer que no deja de hablarle. Sus ojos se desvían hacia el otro lado del escenario y encuentra a Carlos, quien también la está mirando fijamente.
Aparta rápidamente su mirada y vuelve a la conversación.
Número privado: No eres consciente de lo que provocas, Andrea
Lee el mensaje y sonríe con timidez.
Número privado: Esa sonrisa me vuelve loco!
Número privado: No imaginas cuánto deseo acercarme
Andrea: Y por qué no lo haces?
Número privado: Porque dudo
Andrea: De qué?
Número privado: Si realmente quieres que lo haga
Andrea: Ya te dije que sí, que quería conocerte
Número privado: Pero quiero besarte
Número privado: Me muero por besarte
Número privado: Quiero darte el beso que sentiste el otro día
Número privado: Quiero que sepas a qué saben mis besos
Número privado: Y no sé si tú también quieres, o prefieres conocer el sabor de los suyos, que van ahora mismo a tu encuentro
Andrea levanta la mirada y observa cómo Pol se acerca hacia ella. También ve que Carlos ha dejado de estar apoyado en la columna y se encamina hacia allí, a unos pasos de Pol. Pero, a su derecha, le parece que alguien se intenta abrir paso entre la gente y mira en esa dirección.
Todo parece suceder a cámara lenta pero muy deprisa a la vez. Está confusa, nerviosa y siente que la cabeza la da vueltas. Por un momento, piensa que va a desmayarse y todo su cuerpo empieza a temblar, sin poder contenerse.
El teléfono se resbala de sus manos, agacha la cabeza para ver cómo cae al suelo, sin mover un solo músculo para evitarlo. En ese instante, se produce un inesperado apagón. Todas las luces de los farolillos se apagan súbitamente y la música cesa de pronto, dando paso a un murmullo de preocupación.
Andrea siente el revuelo a su alrededor, aunque permanece inmóvil, sin ni siquiera agacharse para recoger su teléfono. De pronto, nota una mano que se posa sobre su hombro, otra que le roza la barbilla y con suavidad la sostiene mientras unos labios se acercan hasta los suyos.
Es un beso fugaz, casi efímero, que ella acoge intentando mantener los ojos abiertos para ver de quién procede, pero un electrizante cosquilleo le recorre toda la espalda y le impulsa a cerrarlos, dejándose llevar por ese tierno y sobrecogedor contacto.
Un contacto que desaparece casi con la misma celeridad, aunque deja sobre sus labios una agradable sensación. Se los toca con sus dedos y abre los ojos, intentando que se acostumbren a la escasa luz que empieza a haber, provocada por los móviles de los asistentes.
Todavía está aturdida, desconcertada, emocionada. Con los ojos muy abiertos, mira a su alrededor y le cuesta identificar la voz de Pol, a su lado, mientras él le coge la mano:
—Andrea, ¿estás bien? ¿Andrea? —le está preguntando—: ¿Te pasa algo?
—Yo...
—¿Qué te pasa? —dice ahora Carlos, a su otro lado—: Andrea, ¿qué ha pasado?
—¿Tú...? ¿Has...? ¿Quién...?
—¿Estás bien? —vuelve a preguntar Carlos, poniéndole una mano sobre su hombro. Y de pronto, las luces de los farolillos vuelven a brillar.
Desde la carpa, uno de los organizadores habla desde el micrófono para explicarles que un problema técnico ha provocado el apagón, pero que ya ha sido subsanado y pueden continuar con la velada.
Andrea ha dado un ligero respingo al sentir el tacto de Carlos sobre su hombro y lo mira directamente a los ojos, intentando encontrar la respuesta a la pregunta que se repite en su cabeza; ¿quién la ha besado?
Mira hacia el suelo y se agacha a recoger su móvil, para leer el siguiente mensaje:
Número privado: A qué sabe?
Gira su cabeza de un lado a otro y le parece ver la cabeza de un hombre que se retira del lugar, apartando a la gente con cierta premura. Sin dudarlo, Andrea se disculpa y sale detrás de esa figura:
—Perdonadme, tengo que irme —dice, dándose la vuelta.
Se mueve con prisa, intentando no perder de vista a esa espalda que se aleja con paso acelerado. Cuando entra en el hall, hay menos gente y puede verle con más claridad, aunque como sigue alejándose, Andrea empieza a correr y le llama:
—Perdona. ¡Perdona! —dice, levantando la voz. El hombre se detiene, se gira y la mira con sorpresa, llevándose una mano al pecho, preguntándole si era a él a quien llamaba.
Andrea se detiene también, al tenerlo frente a ella. Es un joven bastante atractivo, delgado y no muy alto.
—¿Sí? —dice él con curiosidad.
—Hola. ¿Eres...? A ver... Perdóname, no sé si... ¡Uf! Creo que me estoy equivocando.
El joven sigue allí parado, con gesto de sorpresa, esperando algún tipo de explicación. Pero Andrea no sabe qué decirle. Quiere pedirle que le bese de nuevo, pero si se se ha equivocado y ese no es su desconocido, va a parecer una loca. Entonces, se le ocurre una cosa.
—Perdona un momento —le dice. Y saca el móvil para escribir el siguiente mensaje:
Andrea: Quiero probarlo otra vez
Tras escribir el mensaje, levanta su vista hacia el chico y le mira las manos, también observa los bolsillos de su pantalón, esperando escuchar alguna notificación en su móvil. Andrea levanta las cejas y el chico imita su gesto. Es consciente de que parece un poco desequilibrada, pero tiene que saberlo. Rápidamente, escribe:
Andrea: Ahora!!
Y vuelve a mirarle fijamente, aguzando el oído, pero no escucha nada, ni el joven hace ningún gesto, excepto el de encogerse de hombros, demostrando que no estaba entendiendo nada de lo que ocurría.
—¿No te ha llegado un mensaje? —le pregunta Andrea.
—¿Un mensaje?
—Sí, al móvil.
El chico saca el teléfono del bolsillo, comprueba la pantalla y responde:
—Pues..., no, no tengo ningún mensaje. ¿Debería tenerlo?
—No, supongo que no —dice Andrea con cierta decepción, aunque también algo de alivio, pues aunque ese chico tenía buen aspecto, no le transmitía absolutamente nada—: Perdóname, me he debido de confundir. Ha sido..., sí, perdona, ha sido un error.
Suena una nueva notificación. Andrea mira su móvil y lee el siguiente mensaje:
Número privado: Nada desearía más
Y vuelve corriendo al jardín, en busca de no sabe quién.
En la misma posición en la que los había dejado, se encuentra a Carlos y Pol charlando. Parece una conversación algo crispada, por los gestos que representan ambos.
—Creo que es bastante evidente que Andrea no está interesada en ti —le dice Carlos—: ¿Por qué no la dejas en paz? ¿Por qué tienes tanto interés en ella?
Cuando Andrea se acerca, le da tiempo a escuchar la frase que está respondiendo Pol, antes de que ambos callen súbitamente:
—Perdona, pero no tengo por qué darte explicaciones.
—¿Dónde has ido? —le pregunta Carlos.
—Emmm, bueno..., creía que había visto a un amigo mío, pero no era él, me he confundido.
Y Andrea se pone a mirar a su alrededor, esperando encontrar algún rostro que la esté mirando a ella, y que le pueda dar alguna pista de que se trata de su desconocido.
—¿Buscas a alguien? —le pregunta Carlos.
—No. Sí... Bueno, no exactamente —responde Andrea.
—Bueno, yo estoy ya harto de estar aquí. ¿Te parece que nos vayamos ya? Quiero aprovechar todo el tiempo que pueda contigo.
—¿Ya? —pregunta Andrea incómoda. No quiere irse de allí. Quiere conocer a su desconocido, necesita verlo, y más después de haber probado el sabor de su beso—: Verás, es que..., yo..., estoy esperando a alguien.
—¿Tu cita de esta noche? —pregunta Carlos con cierto retintín.
—Su cita de esta noche soy yo —se adelanta a responder Pol.
—Sí, bueno... Perdona, Pol, pero es que... Un amigo me ha dicho que... Es un amigo que hace mucho tiempo que no veo, y me ha dicho que estaba aquí, así que me gustaría saludarle y...
—Pero habíamos quedado esta noche, Andrea. Y en un par de días salgo para Los Ángeles. Quiero que estemos juntos.
—Sí, yo también, Pol. Y ya sé que habíamos quedado esta noche, pero ya ves... Estaba lo de la presentación y... ¿Te parece si quedamos mañana?
—Entonces, ¿te quedas? —le pregunta Pol, molesto.
—Eso ha dicho —responde ahora Carlos por ella.
—Sí, quiero quedarme un rato más, si no te importa.
—Muy bien —dice Pol sin disimular su malestar—: Espero que encuentres a tu amigo.
Pol se da la vuelta y se marcha.
—Creo que se ha enfadado —le dice Carlos, mostrándole una medio sonrisa.
—¿Tú crees?
—¿Es cierto que buscas a alguien o ha sido una excusa?
—Sí, es cierto.
—¿Cómo se llama? Podemos decir por el micrófono que acuda a algún sitio.
—Ah, bueno, no es necesario.
Carlos la mira de reojo y comprueba que Andrea se ha sonrojado ligeramente.
—¿Estás segura de que no es una excusa?
—No es ninguna excusa. Estoy buscando a alguien, de verdad. ¿Por qué iba a poner una excusa?
—Para librarte de él, por ejemplo.
—Yo no quiero librarme de él —protesta Andrea.
—Pero tampoco parece que tengas mucho interés en conservarlo...
—¿En conservarlo? ¿Qué es, un jarrón chino antiguo?
Carlos ríe la respuesta de Andrea y añade:
—No, pero si mi cita me dijera que prefiere quedarse a esperar a un amigo, en lugar de venirse a cenar conmigo, creo que lo interpretaría como que no tiene mucho interés en mí.
—Ya... Es que..., ha sido todo muy precipitado.
—¿Lo de tu amigo o lo de Pol?
—Todo. No esperaba que... Sí, es normal que se haya enfadado —admite Andrea—: Creo que no me he portado muy bien con él. Pero necesito quedarme a...
—Ese amigo, ¿es muy importante para ti?
Andrea duda un momento antes de contestar. Se muerde el labio mientras piensa su respuesta y Carlos le mira la boca con deseo.
—La verdad es que no lo sé —responde Andrea bajando la vista. Está confundida y empieza a plantearse si todo lo que está haciendo no sea un completo error—: Solo sé que quiero conocerle.
—¿Conocerle? —pregunta Carlos frunciendo el ceño.
Y Andrea se da cuenta de su error, poniéndose totalmente colorada.
—Bueno, quiero decir, que hace mucho tiempo que no lo veo y...
—¿Tienes una cita a ciegas?
—¡No es una cita a ciegas! ¡Y no quiero hablar de ello! —responde, intentando darse la vuelta para que Carlos no pueda apreciar su bochorno.
—Entonces, ¿lo tuyo con Pol no va en serio?
—No hay nada mío con Pol.
—¿Por qué hay otro hombre en tu vida?
—Esta conversación me está resultando un poco incómoda —dice Andrea avergonzada.
—¿Te incomoda la conversación o te incomodo yo? —le pregunta Carlos. Andrea gira su cabeza y lo mira directamente. Ha hecho esa pregunta con tono amable y a ella le ha parecido vislumbrar algo de tristeza en ella.
—No, no... Me incomoda hablar contigo de... esto.
—Creía que teníamos confianza para hablar de cualquier cosa.
—Sí, bueno, es que... Es algo que... Me da un poco de vergüenza. Es muy personal.
—¿Más personal que hablar de tu primer amor?
—Bueno, eso del primer amor... —dice Andrea poniendo los ojos en blanco—: Un... amigo mío dice que mucha gente confunde el primer amor con la primera persona que te gusta. Por eso muchos piensan que ocurre en la adolescencia, con el despertar de las hormonas, pero eso no es amor.
—¿Ah sí? ¿Y en qué se basa tu amigo para decir eso?
—En que nadie se queda nunca con su primer amor. Y yo estoy de acuerdo. Pregunta a cualquier pareja y te hablará de su primer amor en el colegio, en el instituto, en el viaje de fin de curso... Pero esa no es ahora su pareja actual. Mi amigo también dice que el hombre solo puede amar una vez en su vida.
—Mmmm, en eso estoy de acuerdo.
—Entonces, ahora rectificarás lo de tu primer amor, ¿no?, si no, estarás reconociendo que no vas a poder volver a enamorarte nunca más.
—Y lo reconozco —dice Carlos con total naturalidad.
—¡Oh, vamos, no seas ridículo! —bromea Andrea sin tomarse sus palabras en serio—: ¿Me estás diciendo que no has vuelto a enamorarte?
—Nunca he vuelto a sentir lo mismo por nadie más.
—¡Pues, claro! ¡Tenías 13 años! No se puede sentir lo mismo a los 13 años que a los 30, es lógico.
—El amor no es lógico —dice Carlos, encogiéndose de hombros.
—Pues, entonces, estás jodido —dice ella con tono sarcástico.
—¿Por qué?
—Porque ahora tendrás que conformarte con alguien que te guste, pero ya no puedes enamorarte. Has gastado tu "bono de amor" —bromea Andrea.
—A no ser que quien te guste, sea también tu primer amor.
Andrea da un pequeño respingo y se queda muda. Podría haber interpretado ese comentario como una broma más dentro de la conversación, pero el tono serio en el que lo ha dicho y la mirada profunda que le está dedicando, hace que se ponga en guardia.
—Me... me estás pelando el tomo... ¡tomando el pelo!, y eso no me gusta. No te rías de mí, ¿quieres? Supongo que te hará mucha gracia ver cómo me sorjo... sorron... sonrojo. Ya me gastaban ese tipo de bromas en el instituto, ¿sabes? Pero a mí no me resulta gracioso. No puedo evitar ponerme roja, y es una putada. Bastante putada para que otros se aprovechen de ello y burlarse, gracias. Además, ya sabes que puedo ponerme colorada por cualquier tontería, así que, puedes decirme cualquier otra cosa y verás que el resultado es el mismo.
—Como por ejemplo, ¿que estás muy guapa esta noche?
—¡Oh, déjame en paz! —exclama Andrea antes de marcharse, nerviosa y molesta.
—¡Espera, Andrea, perdona! —se disculpa Carlos, saliendo tras de ella. Pero ella sigue andando decidida, a paso ligero, hacia el interior del edificio, hasta los ascensores, para subir a su piso directamente. No sabe muy bien por qué, de hecho, ni siquiera está pensando en ello. Únicamente se está dejando llevar por el malestar y la incomodidad que sentía junto a Carlos.
Él la alcanza antes de que llegue a la entrada y la agarra del brazo:
—Andrea, espera, por favor...
En el momento en el que se gira, un joven aparece junto a ellos y se dirige a Carlos:
—¡Señor Mainat! Me alegro de verte.
—¡Hola, Andy! —responde Carlos, soltando el brazo de Andrea—: ¿Qué tal? No esperaba encontrarte aquí.
—No es de extrañar, ¿no?, ya que trabajamos en el mismo edificio. Hola, soy Andy —se presenta, extendiendo su mano para saludar a Andrea, aunque ella no reacciona de inmediato, pues se queda inmóvil.
—Hola, hola —dice por fin—: Soy Andrea, encantada.
—¿Y qué haces tú aquí? —le pregunta Carlos.
—Pues, lo mismo que vosotros, supongo.
—Nosotros hemos venido por trabajo. Andrea es la directora adjunta de la revista.
—Lo sé. La he visto por el edificio. Y la verdad es que tenía ganas de conocerte, Andrea.
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¿Estáis pensando lo mismo que está pensando Andrea en este momento...?
¿Creéis que Andy podría ser su anónimo?
¿Y cómo creéis que se habrá tomado la conversación que ha mantenido con Carlos?
De momento, parece molesta, porque cree que se está burlando de ella, pero yo diría que ha intentado demostrarle lo que siente. Aunque no es muy hábil, me parece...
Os espero en el próximo capítulo. Y gracias por seguirme: unjovenromantico
Cavaliere
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