Extra 1
—¡Queen! —gritó London desde el baño.
Me sobresalté, corrí en dirección al baño y al entrar la encontré agarrando los bordes de la tina con un gesto de dolor. Negué, no, definitivamente no podía ser, el tiempo se nos había escurrido entre los dedos y a pesar de que me había tomado todo eso del embarazo demasiado en serio, lo que me llevó a asistir a clases, el parto me seguía causando terror.
Me aterraba mucho más que a London, que en todo este tiempo siempre intentaba mantenerme tranquilo, pero la verdad es que cada vez que lo imaginaba terminaba por quedarme paralizado.
—¡Ayúdame! —me pidió extendiendo su mano.
Lo hice, porque aunque tuviera mucho miedo, no podía permitir que nuestra hija naciera allí. Sí, no podía sentirme más feliz de saber que seríamos padres de una hermosa niña.
London me tomó con fuerza y cada varios minutos me tomaba con una fuerza que ni siquiera yo sabía que esa mujer tenía. Respiraba profundo mientras se vestía, por supuesto que no me quedé parada viendo, la ayudé en todo lo que pude, tomamos el bolso cuando estuvo lista y nos marchamos al hospital.
No quise irme en mi automóvil, aunque suene cobarde, quería estar al lado de London y no conduciendo, estaba con los nervios de punta, podría ocurrir cualquier cosa. Así que nos llevó Sam, ella ya estaba preparada para que eso ocurriera en cualquier momento, así que se había estado quedando en la casa, porque yo tenía la certeza de que no podría con todo eso solo.
—Queen, tienes que centrarte —me sacudió cuando nos bajamos del coche para ayudar a London—. Ella te necesita, no puedes ser un idiota ahora, si tú estás nervioso, imagina ella que es la que dará a luz. Mucho más en medio de tanto dolor, así que espabila.
Me palmeo la espalda, seguido de eso ayudamos a London, entré a la sala de parto junto a ella mucho más centrado, aunque tenía el miedo alojado en la garganta. Aquello fue lo más difícil que vi en mi vida, me paré junto a London y dejé que me presionara la mano con fuerza mientras pujaba.
Los doctores no dejaban de darle palabras de aliento mientras que yo estaba mudo, no había nada que pudiera decirle, de todos modos estaba sufriendo y yo no podía ocupar su lugar.
—Un poco más, solamente un poco más —dijo la mujer que estaba viendo entre sus piernas—. Veo la cabeza.
London me miró y yo le acaricié la mano, fue la manera que tuve de decirle que ella podía hacerlo. Fue en ese segundo que hizo un poco más de fuerza, que sentí mi mano, adormilada de tanto que la había presionado cuando escuchamos el llanto.
Ella suspiró, como si aquello hubiera sido el alivio más grande en su vida, mis miramos, ella sonrió con cansancio y miró en dirección a los doctores.
Era pequeña, la estaban limpiando, pero era la cosita más pequeña y hermosa que había visto en mi vida. ¿Era así como se sentía ser padres? Fue lo primero que pensé cuando quería romper en llanto allí.
La mujer de antes le colocó a la pequeña entre sus brazos, London empezó a llorar mientras miraba aquel pequeño rostro, ella movía su boca, pero en cuanto la colocaron sobre el pecho de London dejó de llorar.
—Mamá está aquí —susurró acariciándola con delicadeza—. Papá también lo está cariño.
Nos quedamos en la sala un poco más, no sabría cuanto tiempo fue porque seguía tan impactado. Salí de la sala mientras los médicos hacían el resto de procedimientos y me encontré con que ya estaban todos fuera esperando.
Vi a los padres de London, estaban con Camille, agarrados de las manos. Mi padre estaba en una punta, apoyado contra la pared y mi madre en el otro extremo.
Aquello era historia para otro día, pero en un resumen leve, mi madre al regreso de su viaje no regresó sola. Supo de la nueva historia entre Marina y mi padre, no se lo tomó nada a bien, pero ya no era por el hecho de que tuviese sentimientos de por medio, sino porque fuese con ella.
Desde ese entonces evitan tener algún tipo de acercamiento, pero dado que ambos son los abuelos, creo que con un poco de distancia podrían estar juntos. Mi madre regresó a ser la misma de siempre, la mujer que recordaba sonriente y poco a poco empezó desde cero con London.
Ahora tienen una relación bastante buena, le dio varios consejos sobre la maternidad y no se puede negar que, a final de cuentas estaba locamente feliz al saber que tendría una nieta.
—¿Cómo está ella? —se apresuró a preguntar su madre.
—Está bien, todo salió bien con ambas —me apresuré a comentar.
Se vio el alivio en el rostro de todos. Me hicieron otras preguntas, querían saber como era la bebé, pero nada de lo que les dijera le haría justicia.
Tuve que quedarme fuera para permitir que poco a poco todos entraran a conocerla a la habitación cuando ya estuvieron instaladas. Realmente me sentía un idiota por mi actitud, ahora que estaba mucho más calmado no entendía nada de lo que había hecho.
—¿Qué te ocurre? —preguntó mi suegro sentándose a mi lado.
—Me siento tonto, no sé como entraré a mirarle la cara a London, todo esto me quedó grande, no supe como ser un buen esposo ni padre en esos momentos, estaba aterrado —bajé la mirada mientras movía mis piernas con nerviosismo.
—Te entiendo perfectamente como te sientes, pero lo has hecho bien, al menos no te fue como a mí, me he desmallado al ver tanta sangre y me tuvieron que sacar —soltó una pequeña risa y me palmeó la espalda—. Deja de ser tan duro contigo mismo Queen.
Aquello no voy a mentir que me hizo sentir un poco más en calma, saber que no era algo que únicamente me pasó a mí. Pero seguía sintiendo que le había fallado a London y a nuestra hija.
Cuando todos salió mi suegra por último me dijo que London había pedido que entrara y lo hice, pero cabizbajo. Me senté a su lado y ella frunció el ceño, como si no comprendiera lo que me estaba ocurriendo.
—Me siento mal, siento que fui un idiota, que tendría que haberlo hecho mejor —dije de la nada, antes de que ella siquiera pudiera preguntar.
—No es cierto Queen —me acarició la espalda suavemente—. Lo hiciste muy bien, a pesar del miedo que tenías me acompañaste en todo momento y no me soltaste. Me siento orgullosa de todo el proceso que tuviste en estos meses, lo mucho que te comprometiste con el ser padre, hay hombres que no pueden con esto y tú lo hiciste bien.
Le di un beso en la frente y luego miré a Olivia. Ese era el nombre que habíamos elegido.
Ella estaba plácidamente dormida, parecía como si nada pudiera perturbar su paz, eso me hizo sentirme en paz. A pesar de todo había salido bien, teníamos a nuestra hija ya y aquello me hizo olvidarme de todo.
—Es hermosa, ¿no crees? —preguntó con sus ojos brillantes.
—Por supuesto, es lo más hermoso que he visto en mi vida, es una parte de ti y de mí —sonreí ampliamente.
Ella la extendió hacia mí, me sentí como si estuviera tomando lo más frágil y preciado del mundo, se sentía pura.
—Hola bonita, soy papá —la saludé suavemente viendo como se quejaba un poco—. A partir de ahora te cuidaré cada día de tu vida y estaré en cada paso que des, por el resto de nuestras vidas.
Aquello era una promesa, la promesa que me hice conmigo, con ella y con London. Sería el mejor padre que pudiera ser.
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