Nunca había importado nada. Podía destruir ciudades enteras, jugar con las mentes de los humanos como si fueran juguetes desechables, pero desde que Ruby entró en mi vida, todo cambió. Mi existencia de caos y destrucción había encontrado un nuevo propósito: ella. Ruby era diferente a todo lo que había conocido. En sus ojos verdes con destellos azules, vi algo que jamás había sentido antes: la esperanza de redención, aquello que ansiaba tanto, pero sabiendo lo que soy, sabía que esa esperanza estaba condenada.

El peso de mi naturaleza vampírica me había perseguido desde el día en que fui convertido. El hambre, la oscuridad y el odio formaban parte de mí, hasta que Ruby llegó, trayendo consigo una luz que me hacía querer más que la simple supervivencia. Quería protegerla, amarla y asegurarme de que estuviera a salvo. Sin embargo, mi mayor obstáculo no eran mis sentimientos, sino la Corte Vampírica.

La amenaza que representaban no era algo que pudiera ignorar. Después de un encuentro con Ruby en el bosque, en el que compartimos una conexión que solo hizo crecer mi amor por ella, fui convocado por la Corte. Al entrar en esa oscura sala, supe que no sería una simple advertencia.

-Jungkook -dijo el líder de la Corte, con una mirada fría que me perforaba el alma, y eso que no tenía-. Sabemos de tu relación con la cazadora. Has traicionado a tu raza.

El frío recorrió mi cuerpo mientras escuchaba la sentencia. Las reglas eran claras: los vampiros y las cazadoras nunca debían cruzarse, mucho menos enamorarse. Ruby, sin saberlo, se había convertido en mi debilidad, y la Corte no lo toleraría.

-Déjala o sufrirás las consecuencias -continuó el líder-. Si insistes, la capturaremos y la mataremos lentamente.

Esas palabras cayeron como una losa sobre mi pecho. No podía permitir que Ruby sufriera por mi culpa. Acepté las condiciones de la Corte, aunque mi corazón se rompió al pensar en la distancia que debía poner entre nosotros. Tenía que alejarla, aunque me destruyera. Sin embargo, la idea de que Taehyung, mi amigo de hace siglos, pudiera cuidarla me dio una esperanza tenue.

Taehyung, a diferencia de mí, mantenía una apariencia pacífica. Bebía sangre animal y mostraba una calma que yo había perdido hace mucho tiempo. Pensé que si Ruby se enamoraba de él, estaría a salvo, aunque sabía que ocultaba una oscuridad que podía desatarse en cualquier momento. La mera visión de sangre humana podía transformarlo en una bestia incontrolable, y eso era algo que Ruby nunca debía ver.

Aquella noche, mientras me dirigía al claro del bosque, observé a Taehyung y Ruby juntos. Estaban frente a la casa de Tae y sus labios se unieron bajo la luz de la luna, algo dentro de mí se rompió. La idea de que ella pudiera estar segura con él se desmoronó en ese instante. Los celos y la rabia nublaron mi juicio. El monstruo en mi interior rugió, y en un momento de debilidad, decidí dar rienda suelta a mi sed de sangre.

Una joven inocente, caminando desprevenida por las calles, fue mi víctima. La asesiné sin compasión, buscando calmar el dolor que me desgarraba por dentro, pero en lugar de aliviarme, solo me hundí más en la desesperación.

Y entonces, Ruby apareció.

La luna iluminaba el callejón cuando la vi detenerse frente a mí. Su mirada se clavó en el cuerpo sin vida que yacía a mis pies, y en ese instante, supe que lo había arruinado todo. La horrorosa verdad se reflejaba en sus ojos, que antes estaban llenos de vida y amor, pero ahora solo mostraban terror y decepción.

Sus labios temblaron, y sus pensamientos, tan claros para mí, me golpearon con fuerza. Nunca había querido que Ruby viera este lado de mí, este monstruo sediento de sangre. Mi peor temor se había materializado, y lo peor era que sabía que nada de lo que pudiera decir cambiaría lo que acababa de presenciar.

Ella retrocedió, incapaz de procesar lo que estaba viendo. En mi momento de desesperación me abalancé sobre ella y solo empeoré más las cosas. Tomó la navaja de su bolsillo y me atacó con desesperación, clavándola en mi brazo. El dolor físico era insignificante en comparación con el sufrimiento de ver cómo el miedo llenaba su rostro, un miedo que jamás podría borrar.

El amor que había sentido por mí se desvanecía frente a mis ojos, reemplazado por el frío horror de la realidad. Había intentado protegerla de la oscuridad, pero lo único que había hecho era arrastrarla a ella. El monstruo que tanto temía se había revelado, y ahora, ella lo veía con claridad.

Ruby me miró una última vez, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Cada paso que daba alejándose de mí era una puñalada directa al eco en mi pecho. Sabía que había perdido a la única persona que me había dado un propósito, la única que me había hecho desear algo más que el caos.

-Lo siento... de verdad lo siento tanto -susurré con la voz quebrada.

Me quedé en el callejón, solo, rodeado de sombras y culpa. Las palabras de la Corte resonaban en mi mente, pero ya no me importaban sus amenazas. Todo lo que importaba se había ido, y yo era el único culpable.

Ver el miedo en los ojos de Ruby me había mostrado lo que siempre había sabido, pero me negaba a aceptar. Nunca podría ser parte de su vida sin destruirla. Había fallado en protegerla, en amarla como merecía. Había dejado que mi monstruosidad se interpusiera entre nosotros, y ahora ella me odiaba, con razón.

La oscuridad me envolvió, pero no me ofreció consuelo. Mi amor por Ruby se había convertido en mi condena eterna, una cadena invisible que me ataría a la culpa y el arrepentimiento para siempre, porque aunque me había condenado a mí mismo, su seguridad era lo único que realmente importaba.

Mientras observaba la luna desaparecer entre las nubes, entendí que nunca volvería a tenerla. Ella se merecía la luz, y yo solo podía ofrecerle oscuridad.

Ruby, mi luz en la inmortalidad, se había desvanecido, dejándome solo en las sombras para siempre...

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