𓆩19⚔️Confesiones de Jungkook Parte I𓆪
>>> Jungkook <<<
Antes de ser un vampiro, mi vida era tan normal como la de cualquier otro. No conocía las profundidades de la oscuridad ni las sombras que aguardaban tras cada rincón. Mi nombre, mis recuerdos humanos, ahora se sienten tan distantes, desdibujados en el tiempo, como si pertenecieran a otra persona. Nunca fui alguien especial, solo un joven luchando por encontrar su lugar en el mundo.
Todo cambió la noche en que me crucé con él. Lo recuerdo con absoluta claridad. Era una noche sin luna, el aire denso y pesado como presagio de lo que estaba por venir. Había estado caminando por las calles desiertas, sumido en mis propios pensamientos, cuando apareció de entre las sombras. Era alto, con una presencia que irradiaba poder. No había advertencia, ni explicación. Me atacó con una rapidez y fuerza que no pude comprender hasta mucho después.
El dolor fue indescriptible. Sus colmillos atravesaron mi piel con una facilidad aterradora, y en ese momento, supe que mi vida, tal como la conocía, había terminado. Sentí la vida escapar de mi cuerpo, el frío invadiendo mis extremidades, y luego, solo oscuridad.
Cuando desperté, todo había cambiado. Mi corazón ya no latía, pero de alguna manera seguía vivo. Mis sentidos estaban agudizados de una manera que nunca había experimentado antes. Podía escuchar el latido de los corazones de las personas que pasaban cerca, sentir el olor de la sangre fresca en sus venas, y, sobre todo, una sed insaciable, quemando en mi garganta como fuego.
Me miré en un espejo y lo que vi me horrorizó. Mi piel, pálida y sin vida, mis ojos, llenos de una oscuridad que no reconocía. En ese momento, me di cuenta de lo que era, un monstruo, y me odié por ello.
Intenté resistir la sed, intenté alimentarme solo de sangre animal, pensando que de esa manera podía aferrarme a lo poco que me quedaba de humanidad, pero fue inútil. La sed era demasiada, una tortura constante que me corroía desde dentro. Cuanto más intentaba reprimirla, más fuerte se volvía, y entonces, cedí.
Las primeras víctimas fueron accidentales. No quise matarlas, pero la sed me cegaba, nublaba mis pensamientos y mis acciones. Solo después de que la sangre dejaba de fluir, comprendía lo que había hecho. Los cuerpos inertes a mis pies eran el testimonio de mi fracaso, de mi incapacidad para controlar al monstruo que había despertado en mí.
Con cada muerte, el odio hacia mí mismo crecía. No podía evitar pensar en cómo debería estar muerto, cómo esas personas inocentes habían pagado el precio de mi existencia. Creía que si continuaba cometiendo actos tan atroces, eventualmente mi alma se rendiría por completo, y me convencería de que merecía ser lo que era: un monstruo sin redención.
Fue entonces cuando la Corte Vampírica vino por mí. Al principio, no entendía por qué me buscaban. Solo era otro vampiro perdido, consumido por la culpa y la sed, pero pronto descubrí la verdad. El vampiro que me había transformado no era cualquier vampiro, era el rey. Había sido elegido, sin mi consentimiento, para ser el próximo rey vampiro, el príncipe de la oscuridad, y ahora, la Corte exigía que asumiera mi rol en este mundo que tanto odiaba.
Acepté mi destino con una mezcla de resignación y desprecio. Me llevaron ante la Corte, una congregación de los vampiros más antiguos y poderosos que jamás había visto. Todos ellos me miraban con frialdad, como si esperaran que yo, el recién convertido, demostrara que era digno del título que me habían impuesto. No quería ser parte de ellos, no quería ser parte de este mundo de sombras, pero no tenía opción. Estaba atrapado en esta pesadilla, y lo único que podía hacer era seguir adelante.
Con el tiempo, me acostumbré a mi nueva existencia. Aprendí a aceptar algunas de las habilidades que me otorgaba mi condición de vampiro. Mi velocidad, mi fuerza, mi capacidad de curación... eran útiles, y en cierto modo, me hacían sentir poderoso, pero otras habilidades eran una maldición, un recordatorio constante de lo que me había convertido.
Una de esas habilidades era leer mentes. Al principio, pensé que podría ser algo positivo, una ventaja sobre mis enemigos, pero pronto me di cuenta de lo devastador que podía ser. Cada vez que tenía a una víctima a mi merced, podía escuchar sus pensamientos, sentir su miedo, su desesperación. Era como si sus mentes gritaran en un idioma que solo yo podía entender, y esos gritos me atormentaban.
El terror en sus pensamientos me revelaba cuán monstruoso era en realidad. No podía ignorar el miedo que les provocaba, el sufrimiento que les causaba. Me daba cuenta de que, aunque intentara justificar mis acciones, no era más que un depredador, cazando a los más débiles para saciar una sed que nunca desaparecería.
Cuanto más me sumergía en este mundo, más vacío me sentía. La sangre de mis víctimas me mantenía vivo, pero no llenaba el abismo que crecía en mi interior. Me di cuenta de que no importaba cuántas vidas tomara, nunca encontraría paz. Podía aprender a controlar mi sed, podía aprender a sobrevivir en este mundo de sombras, pero nunca podría escapar de lo que era.
Con el tiempo, acepté mi lugar en la Corte como príncipe, pero no lo hice por ambición ni por deseo de poder. Lo hice porque no tenía otra opción. Este era mi destino, y debía cargar con él, incluso si eso significaba seguir siendo el monstruo que tanto despreciaba.
Muchas veces, mientras caminaba por los oscuros pasillos del castillo de la Corte, mis pasos resonando en la fría piedra, me pregunté si alguna vez encontraría redención. Si alguna vez podría liberarme de la culpa que me atormentaba, o si estaría condenado a esta existencia eterna, vacío y sin rumbo, consumido por la sed y el odio hacia mí mismo.
Quizás, en algún lugar de este vasto y cruel mundo, haya una manera de redimirme, pero hasta entonces, seguiría caminando por las sombras, aceptando mi destino como el príncipe de los vampiros, y llevando conmigo la marca del monstruo que soy...
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