III
Lando
Era mi día libre. Había planeado pasarlo con mis hijos, pero debido a los recientes acontecimientos, tendría que entrevistar niñeras todo el día. Yo no comprendía muy bien el problema. Mis hijos eran niños bien portados, al menos mejores que lo que yo fui.
Luisinha era un poco tímida con los extraños, pero generalmente era una dulzura, incluso había aceptado que la llamaran Luisa para facilitarle la vida a los demás que no podían pronunciar su nombre correctamente. Algo de lo que la familia se aprovechó para que ningún desconocido supiera su nombre real.
Maximilian, mi Max, era un poco más difícil. Él era muy protector conmigo y con Luisinha, por lo que no le agradaba mucho que cualquier otra persona formara parte de nuestra familia. Las únicas niñeras que aprobaba eran lo suficientemente mayores como para ser su abuela. Ni siquiera los hombres se salvaban de que mi hijo los juzgara.
Decidí que ambos podían ayudarme a escoger su siguiente niñera. Tal vez de esa manera Max no haría que se fueran tan rápido. Dejarlos con una novia ya no era una opción. No podía creer que estuviera tan ciego sobre Randi. Debí haber confiado en Jules cuando dijo que era una perra, pero yo lo atribuí a las hormonas del embarazo.
Estaba de pie en la cocina lavando los platos del almuerzo, cuando mi teléfono sonó. Sonreí cuando vi el identificador de llamadas. Oscar. Esto iba a ser interesante.
-¿Hola? - Respondí con suavidad.
-¿Lando? - No era Oscar.
-¿Arthur? ¿Qué va mal? - Parecía asustado.
-Estábamos construyendo la casa del árbol. Él me dijo que no jugara con la pistola, pero no hice caso. Se veía tan genial. Yo no tenía intención de dispararle. Papá no es nada bueno con la sangre, así que se desmayó. No sé qué hacer. Bajé la pistola de clavos, pero yo...
-Cálmate amigo. Estoy en mi camino - Pobre chico. Para ser honestos, yo también estaba un poco preocupado. Ese chico loco estaba empezando a agradarme - ¡Max! ¡Luisinha! ¡Pónganse los zapatos; tenemos que salir! - Oyendo la urgencia en mi voz llegaron corriendo.
-¿Qué pasa, papá? - Me preguntó Max.
-Oscar tuvo un pequeño accidente, así que vamos a ayudarlo - Agarré mis llaves - Vámonos.
Max le puso el cinturón a Luisinha en cuanto salimos del garaje.
-Papá, ¿Oscar va a estar bien?
-Estoy seguro de que así será - Gracias a mis años en la construcción, mi propio padre me enseñó los cuidados para este tipo de lesiones. Afirmó que, con Carlos y Daniel como parte de la constructora, necesitaríamos estar preparados para cualquier cosa.
Cuando me detuve en casa de Oscar, Arthur corrió hasta el coche a mi encuentro. Tenía lágrimas en los ojos.
-Papá no ha despertado. Tengo miedo. No era mi intención hacerle daño - Tomé el kit de primeros auxilios de la camioneta antes de arrodillarme delante de él y ponerle una mano en el hombro.
-Voy a cuidar de él. Te prometo que estará bien - Él asintió con la cabeza, pero seguía preocupado - ¿Podrías hacerme un favor y llevar a Max y a Luisinha a tu habitación? A Luisa tampoco le gusta la sangre.
-D-de acuerdo - Asintió con la cabeza para luego sonreírle tristemente a mis hijos y les indicó que lo siguieran. Escuché que Max le decía que estaría bien, que yo arreglaría todo.
Encontré a Oscar tirado en el suelo de la cocina. Por suerte llevaba un casco blanco, así que no podría haberse hecho mucho daño cuando se cayó. Hice una mueca al ver la sangre en el muslo. Sabía que eso debía doler, principalmente porque ya había sacado el clavo. Por lo menos no había estado utilizando los clavos grandes.
Rápidamente agarré un trapo frío y comencé a pasarlo por su cara y el cuello. Necesitaba tenerlo despierto, y entonces podría concentrarme en su herida. Después de un par de momentos, parpadeó abriendo los ojos. Eran de un llamativo tono de color marrón.
-Buenos días, koalita - Sonreí.
-Agh - Se quejó cuando se dio cuenta que era yo - Que alguien me dispare.
-Me temo que ya han hecho eso - Le respondí sacando a relucir la situación - Ahora sólo quédate allí mientras yo limpio esta pierna. No puedo permitir que te sigas desmayando - Tomé algunas toallitas del botiquín. Él se quejó cuando toqué la herida.
-No es que sea un desagradecido - Comenzó a hablar, apretando los puños - Pero ¿Qué diablos estás haciendo aquí? - Me reí entre dientes y comencé a frotar en un poco de ungüento. Tenía buenas piernas.
-Arthur llamó. Está arriba con Max y Luisinha. Supuse que, ya que te gusta rescatar tanto a mis hijos, podría devolverte el favor - Me di cuenta que había estado frotando más tiempo del necesario, por lo que rápidamente ocupé mis manos en poner las vendas en su lugar - Así que no te gusta la sangre, ¿eh? - Por un momento, él sólo me miró. Realmente no podía dejar de encontrar divertida su hostilidad.
-El olor de ésta me marea obviamente.
-No se puede oler la sangre - Argumenté, vendando la pierna.
-No me digas lo que puedo y no puedo oler - Replicó él.
-Te diré lo que yo puedo oler- Cerré el kit de primeros auxilios y lo miré
-Tonterías - Él frunció el ceño y empezó a sentarse, pero le detuve
-Quieta ahí fiera - Envolví mi brazo alrededor suyo y lo ayudé a ponerse de pie - ¿Por qué no te sientas un rato? - Él comenzó a discutir, pero yo no iba a oírle - O caminas hasta el sofá o te tendré que cargar.
-No lo harías - Me respondió él sonando seguro.
-Pruébame - Le dije con una pequeña sonrisa. Realmente no me importaría cargarlo. Con sus cortos shorts de mezclilla y la camisa ajustada de tono corinto, no me importaría llevarlo en brazos a su habitación.
Oscar me sacó de mis pensamientos golpeándome en el pecho con su casco mientras se dirigía a la sala de estar. Me quedé con el casco en la mano por un momento. Sonreí y fui tras él
-Eres un poco hostil, ¿sabes?
-Lo siento - Se encogió de hombros demostrando que realmente no le importaba lo que le había dicho - Tengo un lado suave. Sólo que no lo uso muy seguido - La conversación se detuvo pues Arthur entró en la habitación con nerviosismo.
-¿Papá?
Con su lado suave o no, podía ver lo mucho que amaba a su hijo por la forma en que lo miró. Estaba tratando de mantener un rostro severo, pero falló miserablemente.
-Estás en muchos problemas jovencito. ¡Te dije que bajaras esa arma! Ahora te besaré en público sin argumento a favor durante un mes - El menor corrió y arrojó sus brazos alrededor de su cuello.
-Lo siento, papi
-Bebé, fue un accidente - Dijo Oscar, abrazándolo con fuerza - Y no es tu culpa que yo sea una cobarde cuando se trata de sangre - Él se encontró con mi mirada por encima del hombro y sonrió - ¿Pero tenías que llamar a Lando? Nunca voy a oír el final de esto - Me reí porque tenía razón en eso. Hizo que Arthur lo mirara después de decir aquello - Te sientes demasiado culpable. Ahora me doy cuenta que voy a tener que distraerte. ¿Quieres ir al cine?
-¿Puede venir Max? ¿Y Luisa y Lando? - Preguntó esperanzado. Oscar me miró esperando la respuesta.
-Claro - Dije sonriendo - Pero yo compro los boletos.
-Está bien - Aceptó él - Pero yo compro las golosinas - Maldita sea, me olvidé de eso. Él sonrió y se levantó - Me voy a cambiar de ropa - Se fue cojeando por el pasillo.
-¡Realmente no hay nada malo en lo que llevas ahora mismo! - Dije, provocando que me enseñara su dedo medio. Arthur abrió la boca y me miró.
-Tendría que deberme una libra por ello - Asentí con la cabeza. Sabía exactamente lo que significaba ese gesto en particular, y yo estaría dispuesto a aceptarlo si se trataba de él. Negué con la cabeza para despejar mis pensamientos.
-Vamos a decirle a Max y Luisinha a donde vamos
-¡Está bien! - Sonrió - Sígueme. Están en mi habitación - Arthur miraba por encima del hombro mientras caminábamos para asegurarse de que yo seguía allí - Aquí está - Abrió la puerta y me indicó que entrara.
Sonreí a lo que encontré. Mi dulce pequeña Luisa estaba de pie sobre una cama en forma de un barco pirata. Llevaba un parche en el ojo y una espada de plástico. Max estaba de pie encima de mí en el nido de cuervos construido en una de las esquinas. Tenía un pañuelo sobre su cabello y me miraba a través del telescopio.
-¡Ahoy matie! - Gritó.
-¿Qué están haciendo? - Le pregunté.
-Los convertí en piratas - Dijo Arthur y corrió hacia su cama - Muéstrale lo que te enseñamos, Luisa - Ella extendió la espada.
-Arrrrr - Gruñó. Rápidamente la levanté haciéndola girar
-¿Qué cosa dejaste que te hicieran estos chicos, princesa?
-Papi, soy un pirata no una princesa - Ella rio y froté mi nariz contra la suya.
-Pero eso es una gran idea, Lando - Dijo Arthur, arrugando el rostro ante sus pensamientos - Me pregunto si papá nos podría conseguir armaduras. Podríamos ser caballeros. Necesitaríamos un dragón también.
-¡Mi tío Carlos podría ser el dragón! Él es realmente grande - Dijo Max.
Alguien despejó su garganta, causando que todos volteáramos a la vez hacia a la puerta. Oscar estaba allí de pie con una mirada divertida en su rostro.
-Está bien, bribones, muévanse - Max bajó rápidamente la escalera y corrió hacia él.
-Me alegro de que estés bien, Oscar - Él sonrió
-Gracias muchacho. ¿Su padre les dijo que todos vamos al cine? - Sus ojos se iluminaron y él negó con la cabeza. Oscar me miró con un suspiro - ¿Qué has estado haciendo aquí arriba, Norris?
-Me distrajeron - Le respondí defendiéndome a mí mismo - Nuestros muchachos convirtieron a mi niña en un pirata - Luisinha salió en mi defensa.
-¡Yo ho ho!
-Ella estará bien - Dijo Oscar - Crecí en un ambiente lleno de hombres y mujeres y mira lo bien que resulté - Abrí mi boca para decir algo, pero él no me dejó - Vamos chicos, antes de la boca de Lando lo meta en problemas - Mi traicionero hijo corrió a sostener su mano mientras salían de la habitación. Arthur me miró con simpatía
-Mi boca también me mete en problemas todo el tiempo
-Está bien, Arthur. Creo que es una cosa de hombres - Le aseguré - Tu padre también debió de tener problemas por ello - Mencioné con diversión - ¿Estás listo para ir?
-Sí, señor - Sonrió y salió corriendo de la habitación. Sonreí y los seguí con Luisinha.
Convencí a Oscar para que me dejara conducir argumentando que él no tenía un asiento para niños para llevar a Luisa. En cuanto accedió proseguí a actuar como el caballero que soy y le abrí la puerta a Oscar, pero él no entró de inmediato. ¿Ahora qué?
-¿No te olvidas algo? - Me preguntó por lo que observé alrededor. Los dos chicos estaban en el coche. Yo todavía cargaba a Luisinha. Tenía mi cartera y mis llaves. Finalmente me rendí y sacudí la cabeza para mostrar mi negativa.
-No que yo sepa - Oscar se inclinó hacia Luisinha y le quitó el parche en el ojo que no me había dado cuenta de que ella aún llevaba. Luego sonrió y subió al coche. Dejé escapar un suspiro y cerré la puerta - Me estás matando, Luisa.
-Lo siento, papi - Sonrió. La coloqué en su asiento para niños antes de entrar en el lado del conductor. Miré a Oscar.
-Ni una palabra
-Arrrrr - Respondió él. Le hice una mueca y arranqué el coche.
-Usted debería ser más agradable conmigo, secuestrador. Nunca se sabe cuándo va a necesitar mi ayuda otra vez - Eso le enfadó, aunque solo había podido notar la molestia en sus ojos por un momento. El resto de su cara no reveló nada.
-Para su información Señor Norris, yo no necesitaba su ayuda hoy. Eventualmente me hubiera despertado, y fue sólo un pequeño clavo. Yo siempre he sido muy torpe y he tratado con cosas mucho peores que esta pequeña herida superficial.
-Bueno joven Piastri - Hice una pausa mientras un pensamiento cruzaba mi mente - ¿Es joven o señor?
-Señor - Soltó un bufido, aunque su cara no cambió de expresión - Tengo a mi esposa encadenada en el sótano.
Sonreí ante el sarcasmo. Supongo que era una pregunta estúpida, pero realmente no habíamos hablado sobre esto antes. Yo supuse que él no estaba casado.
-Bueno señor Piastri, si yo no hubiera estado ahí para limpiar la sangre, ¿Quién puede decir que no te habrías desmayado de nuevo?
-Yo... - Él dejó escapar un sonido de frustración que sonaba muy parecido a un gruñido - Muy bien. Pero eso no significa que voy a ser más amable contigo. Pareces el tipo de persona que ya tiene a mucha gente besándole el culo.
-¡Oh! - Dijo Arthur desde el asiento trasero. Oscar resopló y les dio una libra a los tres niños - Me gusta cuando tu papá viene - Le susurró en voz alta a Max - Me hace juntar más dinero.
Me reí a carcajadas de esto y los ojos de Oscar brillaban mostrando que aquello le divertía. El resto del camino al cine fue relativamente pacífico. Los niños estaban charlando tranquilamente detrás de nosotros y Oscar iba tarareando al ritmo de la radio.
-¿Qué es lo que quieren ver chicos? - Les pregunté cuando llegamos.
-¿Podemos ver la de Mario Bros.? Por favor - Preguntó Max por él y Arthur.
-Si está bien con las damas - Respondí. Ambos se volvieron hacia Oscar, que me daba una mirada que estaba aprendiendo a identificar como molestia, y a Luisinha, que estaba en los brazos de Oscar. Cuando dejó de verme mal, Oscar miró a la multitud de gente entrando y saliendo del cine.
-Estoy seguro de que nosotros estamos bien con ello, pero será con una condición - Dijo - Aprovecharé uno de mis besos - Arthur arrugó la cara cuando le plantó un sonoro beso en la mejilla. Cuando Max se rio, él se giró hacia mi pequeño - Creo que también necesitas uno - Y se lo dio a él después. Pero a Max no parecía importarle tanto.
-¿Y yo qué? - Luisinha le dio una mirada ofendida mientras hacía sonidos de molestia por haber sido ignorada.
-Oh, lo siento mucho - Se rio Oscar, la levantó y la besó en la mejilla - ¿Está mejor, señorita Luisinha?
-¡Es tu turno! - Respondió ella con una sonrisa al escuchar su nombre. Luego se abalanzó y sorprendió a Oscar con un beso. Él sonrió suavemente antes de buscar a Max y Arthur con la mirada.
-Ustedes, chicos, deberían prestar atención. Podrían aprender algo de esto.
Tan pronto como entramos pagué por los boletos de cada uno, mientras que Oscar llevaba a los niños a la dulcería. Estaba bastante seguro de que los obligaría a escoger más de lo que querían sólo para que pudiera gastar más que yo. Sabía que no había manera de que mi niña fuera capaz de comer tantos nachos.
Ya teníamos a los chicos y a Luisinha sentados, Oscar estaba a punto de sentarse al lado de Arthur, pero lo detuve.
-¿Qué estás haciendo?
-Tienes razón - Respondió él - Sentarse es tan sobrevalorado - Le tomé la muñeca y lo llevé a la fila detrás de los niños.
-Tenemos que sentarnos aquí para que podamos cumplir con nuestro deber de padres y lanzar palomitas sobre ellos si se ponen a hacer escándalo,
-¿Y no podemos hacer eso si nos sentamos al lado de ellos? - Me respondió levantando una ceja. Era lo más expresivo que había visto su rostro en un buen rato.
-No es tan eficaz - Le informé. Sonreí triunfalmente cuando él rodó los ojos y se sentó conmigo en la otra fila - Sabía que me entenderías - Luisa se volteó.
-¿Oscar? Estoy llena - Su pequeña boca estaba cubierta de queso.
Oscar sostuvo los nachos y me los entregó antes de tomar una servilleta y limpiar la cara de Luisinha. Yo podría haberlo hecho puesto que era mi hija, pero me gustaba más ver a Oscar hacerlo, había algo sumamente maternal en su decisión. Le entregó a Luisa un vaso de plástico lleno de ositos de goma antes de volver a sentarse detrás
-Voy a agarrar esos - Él robó los nachos de mis manos.
-No es posible que te puedas comer todo eso - No había manera. La boca de este chico era demasiado pequeña.
-Mírame - Respondió él, empujando una tostada en su boca. No sé cómo lo hizo sin que el queso se derramara sobre su ropa.
La película comenzó, y aparte de los codazos que él me dio un par de veces por el robo de sus nachos, Oscar y yo nos llevamos bien. Max tiró palomitas hacia nosotros una vez. Al parecer, lo estábamos inquietando. Se parece demasiado a mí para su propio bien. Él y Arthur divagaban sin cesar sobre la película una vez que llegamos en el auto. La boca de Luisinha seguía ocupada con ositos de goma.
-Um, Norris, este no es el camino a mi casa - Dijo Oscar mientras miraba por la ventana.
-Ya lo sé - Respondí con calma - Puesto que tú conseguiste superarme y comprar todos los bocadillos, creo que es justo que los lleve a cenar.
-No nos comprarás la cena - Respondió él, con su cara libre de cualquier expresión. Cuanto deseaba ver otra reacción en su rostro.
-¿Quién ha dicho algo sobre comprar la cena? La familia siempre se reúne una vez por semana. Ya he llamado a papá y le dije que esperan a dos más - Esperé por la explosión y él no me defraudó.
-¡¿Qué?! No, Lando Norris, tú me llevarás a casa ahora mismo - El tono de voz que había usado dejaba ver su pánico ante mis palabras, eso junto con sus ojos que brillaban cual cervatillo ante un depredador.
-Lo siento. Papá ya ha hecho los arreglos. No quisieras decepcionarla al no presentarte, ¿verdad? - Estaba amando esto. Oscar gimió bajo y se acomodó con derrota en su asiento.
-Tú dijiste que era una reunión familiar. Arthur y yo no somos familia - No estaba de acuerdo
-Eres el hombre que secuestra a mis hijos. Por supuesto que eres de la familia. Además, Luisinha y Max ya han adoptado a Arthur como su nuevo hermano. Me temo que no tienes excusas, Oscar - Observé rápidamente a mis hijos hablando felizmente con el otro niño. No bromeaba al decir que actuaban como familia - Vamos a estar en casa de Daniel esta noche, así que Jules estará ahí. ¿Te acuerdas de Daniel, no? - Él gruñó de nuevo. Me estaba empezando a gustar ese sonido.
Cuando estacioné en el camino de entrada de Daniel, salté fuera de mi asiento y corrí rodeando el auto para abrir la puerta de Oscar. Él no se movió de su lugar mientras miraba fríamente la casa de mi hermano.
-Vamos - Le rogué - Te juro que vas a amarlos. Incluso te puedo sostener la mano, si quieres.
-¿De qué serviría eso? - Él hizo un pequeño gesto que yo tomé como una sonrisa y bajó del coche.
-¿Entrarán tus niños o qué? - Mi otro tonto hermano gritó desde la puerta.
-¡Tío Carlos! - Max corrió justo hacia sus brazos. Cogí a Luisinha y le indiqué a Oscar y Arthur que me siguieran.
-Carlos, permítame presentarte como se debe a Oscar y Arthur Piastri.
-¿Como el Rey Arturo, Muppet? - Sonrió. Cuando Arthur asintió con la cabeza, le extendió la mano para que chocaran los cinco - Genial - Entonces, él se centró en Oscar - Escucha, Oscar, a mi esposo y a mí nos vendría bien un tiempo para nosotros solos, ¿Crees que podrías secuestrar a mi hijo por una noche? - Oscar me miró.
-Pensé que habías dicho que era encantador - Carlos se rio fuertemente
-Me agradas - Agarró a Max bajo un brazo y a Arthur bajo el otro - Vamos, muchachos. Quiero derrotarlos en algunos videojuegos.
-Él simplemente tomó a mi niño - Dijo Oscar con su mirada brillando como la de un ciervo nuevamente.
-Aquí - Le pasé a Luisinha para que se relajara un poco - Ten a uno de los míos - Cuando sonrió ligeramente, puse mi mano en su espalda baja para guiarlo al interior.
-¡Ahí están! - Mi papá llegó enseguida - Tú debes ser Oscar. Por favor llámame Max. Acabo de conocer a Arthur, y ya lo amo - El rubio lo besó y luego a Luisinha - Tengo que volver a la cocina. Siéntanse como en casa - Me aclaré la garganta antes de que pudiera escapar - ¡Oh, Lando querido! - Me besó la mejilla y siguió su camino.
-Soy claramente el favorito - Le dije cuando atrapé a Oscar mirándome con sus ojos brillando con burla. Daniel escogió ese momento para venir.
-Los dos sabemos que no es verdad, incluso si le pusiste su nombre a tu hijo. Hola de nuevo, Oscar, ¿Cómo va la casa del árbol? - Yo reí y él, por supuesto, me miró.
-Arthur y yo empezamos a trabajar en ella hoy, pero hemos tenido un par de distracciones.
-Sí un clavo en el muslo es bastante distracción - Respondió con calma.
-Lo es - Contestó con dulzura, pero su rostro seguía igual de tranquilo - Y si tú y tu hablador hermano lo mencionan de nuevo, yo estaría más que feliz de mostrarles que tan distractor que puede ser - Oscar reacomodó a Luisinha en sus brazos y caminó hacia el interior de la casa.
- Él amenazó con pegarme un tiro, en mi propia casa - Se rio Daniel, pero luego su rostro se puso serio por la preocupación - No creo que lo haga realmente, ¿verdad?
Fue mi turno de reír. Le di una palmadita en la espalda sin contestar antes de ir a reunirme con los demás. Carlos y los chicos se divertían jugando al Mario Kart de la Switch. Mi hermano trataba de cubrir los ojos de Arthur para que no ganara, algo que el pequeño encontró gracioso. Papá Checo estaba sentado con Oliver y Luisinha en su regazo interpretando perfectamente su papel del abuelo orgulloso. El resto de la familia estaba sospechosamente desaparecida.
-¿Papá? ¿Dónde está Oscar? - Sabía que era una tontería estar preocupado, pero la otra mitad de esta familia estaba loca.
-Charles lo llevó a conocer a Jules - Respondió distraídamente sin ni siquiera levantar la vista de los más pequeños - Él dijo que había algunas cosas que discutir.
Daniel estaba un paso por delante de mí en cuanto escuchamos aquello, ya que él prácticamente corrió por el pasillo hasta el dormitorio principal. En cuanto pudo abrió la puerta y fuimos recibidos por sus risas.
-Ninguno de los dos podía sentarse por una semana - Charles estaba diciendo. Me aclaré la garganta, pero cuando nos vio allí de pie, sólo se rio más fuerte.
-Lando - Jules sonrió encantadoramente. Él había sido confinado a su cama, pero aun así insistía en vestirse a la moda - Estábamos aquí contándole a Oscar algunas historias acerca de sus propias lesiones en la construcción. Parecía justo.
-Maldita sea - Murmuró Daniel. Luego puso su sonrisa más encantadora - Jul, bebé, ¿Por qué no me dejas ayudarte a bajar al comedor? - De algún modo lo levantó con facilidad y se apresuró a salir de la habitación. En cuanto quedamos solos le ofrecí mis brazos a los otros dos
-¿Caballeros?
-Así que tuviste que sacarte un clavo del culo - Dijo Oscar mientras caminábamos hacia el comedor. No había forma de que le permitiera regresarme esto.
-Sí. Tengo la cicatriz para demostrarlo. ¿Quieres ver?
-Por lo general, me gusta conocer a alguien al menos una semana antes de que se baje los pantalones - Respondió él y lo observé con curiosidad. Hasta el momento no había dicho ningún comentario que me hiciera suponer que a él también le gustaban los chicos.
-Así es como los hombres de esta familia son - Intervino Charles - Carlos los dejó caer en la primera noche, y de acuerdo con Jules, Daniel los dejó caer en la primera hora. Tendrás que preguntarle a Papá Max acerca de Checo. A él le gusta contar la historia.
-Gracias, Charlie - Dije con firmeza. Tuve la suerte de echar un vistazo a Oscar y verlo mordiéndose el labio inferior en un intento de evitar reír. Algo que me hizo querer lograr poner una sonrisa en sus labios - En realidad nosotros no somos los prostitutos que él nos está haciendo parecer - Eso lo hizo, la risa llegó libremente después de eso.
La cena fue un asunto interesante. Gracias a mi entrometida familia aprendí más sobre Oscar y Arthur. Me pareció especialmente divertido que su padre fuera un jefe de la policía teniendo en cuenta que le conocimos después de que secuestrara a mis hijos. Ellos rehuyeron a las preguntas que eran demasiado personales, así que no sabía dónde estaba la madre de Arthur, pero yo estaba seguro de que me lo diría con el tiempo.
También se negó cortésmente a decirnos lo que hacía para ganarse la vida. La mente de Carlos fue directo a los pensamientos maliciosos, lo que le valió una bofetada de Charles. Estaba decepcionado cuando Oscar le aseguró que no era nada ilegal.
Al final de la noche, Carlos había convencido a Oscar para que Arthur hiciera las pruebas de audición para entrar al equipo de rugby infantil, y Papá Max lo había invitado a los días de spa con la otra mitad de los chicos una vez que Jules tuviera al bebé.
Los niños estaban durmiendo en el asiento trasero mientras conducía a la casa de Oscar.
-¿Necesita ayuda para llevarlo a la cama? - Le pregunté cuando nos detuvimos frente a la casa.
-No - Sus ojos brillaron con dulzura mientras una pequeña sonrisa marcaba sus labios - Soy un profesional en esto - Él cargó a Arthur fuera del coche - Me gusta hacerlo mientras todavía puedo. Crecen muy rápido - Sabía exactamente lo que quería decir. Después de ello abrí la puerta principal para él, viendo que sus brazos estaban tan llenos.
-Buenas noches, Oscar - Él asintió con la cabeza
-Tú también, Lando.
Después de cerrar la puerta, corrí hacia el coche. Había sido un día interesante. Yo no sabía exactamente lo que esperaba, pero estaba contento de cómo iban las cosas. Nada bajaría mis ánimos.
-¿Papá? - Max preguntó atontado - ¿Quién va a ser nuestra niñera?
Mierda
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