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II

Oscar

-Papá - Gruñí y me hundí más en las cobijas - ¿Papi? - Si no me movía, él se iría - Papá - Canturreó. El niño era muy persistente - Papà - ¿Ahora sabía italiano? - ¿Papá? ¿Papi? - Puse un cojín sobre mi cabeza para intentar bloquear el ruido. El pequeño monstruo me hartaba - ¡PADRE!

-¿¡QUÉ!? - Le grité finalmente.

-Oh, genial, estás despierto - Sonrió Arthur.

-Tú, pequeño... - Lo agarré por la cintura y lo inmovilicé en la cama antes de hacerle cosquillas sin piedad. Sus desesperados ruegos fueron a dar a oídos sordos. Lo soltaría eventualmente, pero ese era su merecido por despertarme.


El timbre sonó, causando que me congelara y le cubriera la boca de Arthur con mi mano. Me puse un dedo en mis labios para hacerle saber que se estuviera silencio. Cuando asintió, eché un vistazo por la ventana.

No había autos enfrente, lo que significaba una sola cosa. Vecinos. Conocía a algunas personas en el vecindario, ninguno de ellos con los que me interesara pasar más tiempo del necesario.


-Arthur - Susurré - Vístete. Vamos a salir a hurtadillas.


En la casa de al lado, a nuestra derecha, vivían Pierre y Yuki. Lucían como toda pareja extranjera muy enamorada al principio, pero mi insana necesidad de salvar personas me hizo aprender lo contrario. ¿Cómo se suponía que iba a saber que a Yuki le gustaba rudo?

Afortunadamente Pierre lo entendió, así que no presentó cargos cuando lo aporreé con el mango de la raqueta de tenis de Arthur. En vez de eso me invitó a unirme a ellos. Desde entonces no he sido capaz de mirarlos a la cara.

Directamente, cruzando la calle, estaba Sérgio Sette, el otro chico soltero de la cuadra. En el corto tiempo que llevaba viviendo aquí, habían estado más hombres en su casa de los que yo había conocido.

Está bien, eso era una pequeña exageración, pero definitivamente se beneficiaría mucho si pusiera una puerta giratoria. Lo conocí cuando vino a hacer una cita con mi chico del cable. Él me consiguió algunos canales gratis, así que supongo que no estuvo tan mal.

Me vestí lo más rápido posible, enfundándome un par de bermudas y una playera negra de la película animada de La Espada en la Piedra. El misterioso vecino se había dado por vencido con el timbre y estaba tocando la puerta con alegres toquecitos.

Me senté para ponerme los zapatos cuando Arthur volvió a entrar a mi cuarto. El pequeño sonrió cuando vio mi playera. Nicole, mi madrina, me regañó cuando le dije que nombré a mi hijo basándome en el personaje de dicha película, pero mi hijo pensaba que era adorable.


-¿Listo para irnos? - Le pregunté, tomando mi mochila y él asintió.

-Usé la cámara espía. Es el señor Russell.


Ah, Alexander y George Albon-Russell vivían bajando la calle con su perfecta hija Carmen. George era la reina del cotilleo en el vecindario. Sabía que si abría la puerta estaría atrapado por horas escuchando historias exageradas sobre los asuntos de todos. Acababa de despertar. No podría manejar eso.

Arthur y yo nos arrastramos por la casa y salimos por la puerta trasera. Nos agachamos y corrimos por el césped de atrás hasta llegar a la valla que separaba mi jardín del de los vecinos.

Miré a Arthur mientras escalaba la valla. Gracias al cielo, no era muy alto para él, así que fue capaz de saltar por sí mismo al suelo. Rápidamente escalé la valla para cruzar y me dejé caer a su lado, aterrizando sobre la verde y suave hierba.


-¿Ahora debería agregar 'allanamiento de morada' a su registro?


Salté y me di media vuelta. El oficial de la Constructora Norris estaba en el patio trasero vistiendo solamente un par de tenis y shorts de gimnasia. Con una botella de agua en su mano mientras me observaba.


-Uh... Hola. Lo siento, no sabía que alguien viviera aquí. Sólo estábamos pasando - Se puso una playera sin mangas antes de caminar hacia nosotros.

-Wow - Dijo Arthur, mirándolo hacia arriba - ¡Eres enorme! - Él se rio, quizá porque sabía que no era el caso, sobre todo cuando yo era más alto, pero aceptaba la perspectiva de un niño.

-Oscar y Arthur, es agradable conocerlos oficialmente. Soy Liam Lawson. Siéntanse libres de escapar por mi patio trasero siempre que quieran.

-Gracias - Le sonreí - Te debo una.

-¿Y cómo van a escapar? - Preguntó con curiosidad.

-Oh, estaba preparado para esto. Estacioné mi camioneta calle abajo. De otra manera, tendríamos que haber usado nuestras bicicletas - Expliqué - Estamos por salir a desayunar - Miré mi reloj - Eh... a almorzar - Era más tarde de lo que pensé.

-¿Quieres venir con nosotros? - Preguntó Arthur. Liam le sonrió.

-Tal vez la próxima vez, amigo. Tengo que ir a trabajar.

-Gracias de nuevo. Nos vemos luego - Tomé la mano de Arthur y tiré de él.


George seguía tocando nuestra puerta, así que pudimos ir hasta la camioneta sin que nos viera. Sabía que tenía que enfrentarlo eventualmente, pero hoy no era ese día.

Llevé a Arthur al centro, a un pequeño y adorable lugar pasado de moda donde había unas malteadas para morirse. Arthur se sentó frente a mí en nuestra mesa


-Papá, hice una lista de cosas que necesito de la ferretería. Quiero que construyamos una casa del árbol.

-Está bien - Consentí - Pero primero dime de dónde vamos a conseguir el árbol.

-Papá - Gruñó - No tenemos que tener un árbol. Puede estar en el piso. ¿Podemos intentar? ¿Por favor?


Como padre todavía tenía que dominar el arte de decirle 'no' a mi hijo, sobre todo porque no sabía nada acerca de construir una casa del árbol.


-¿Tienes ahora mismo la lista? ¿No está sólo en tu cabeza? - Me dio la dichosa lista - Bien, pero deberíamos conseguir algunos expertos en el tema por si acaso.


Nunca había visto comer a Arthur tan rápido en su ansia por ir a la ferretería. No conocía la mitad de las cosas que estaban en esa lista. Tampoco Arthur, pero eso no hizo nada para frenar su entusiasmo. Prácticamente corrió dentro una vez que estuvimos ahí. Consideré ponerle una correa, pero decidí caminar detrás de él, empujando el carrito.

Un chico agradable le dio un vistazo rápido a la lista de la casa del árbol antes de ir a la parte trasera por la madera. Le di a Arthur un par de lentes y lo dejé mirar mientras el chico cortaba la madera en tablas. Eso me permitió encontrar otras cosas.


-¿Qué rayos es una espiga de madera? - Refunfuñé, mirando la lista.

-Pasillo tres - Respondió alguien. Me giré para encontrar a un atractivo castaño detrás de mí. Lucía un poco apenado ante mi mirada - Lo siento. No pretendía escuchar a escondidas.

-Dime dónde encontrar un serrucho, y con gusto te perdonaré - Respondí.

-Pasillo seis - Me sonrió - Parece como si tuvieras un proyecto muy serio ahí - Dijo mientras observaba la ridícula cantidad de cosas en mi carrito.

-Mi hijo insiste que él y yo podemos construir una casa del árbol. No sé cómo me convence de estas cosas - Confesé. Entonces le extendí mi mano - Hola, soy Oscar Piastri. - Sus ojos se abrieron de par en par. Eso no podía ser algo bueno.

-¿Oscar Piastri? ¿Cómo el infame secuestrador? - Gemí y cerré mis ojos. Nunca iba a conseguir que esto se olvidara.

-En mi defensa puedo decir que los alimenté con helado y los regresé.

-Lo sé - Se rio - Soy Daniel, el tío de Max y Luisa. Lando está por aquí.

-¿Lando? - ¿El furioso padre? - Gracias por la advertencia. ¡Fue un gusto conocerte! - Empecé a empujar el carrito tan rápido como pude. La estúpida cosa era más pesada de lo que pensaba.

-Gusto en conocerte también - Daniel dijo atrás de mí. Se estaba divirtiendo mucho con esto. Aún más cuando mi huida se terminó de pronto.

-¡Papá! - Ahí estaba Arthur, seguido de un carrito lleno de madera, el cual estaba siendo empujado por nada menos que Lando Norris.

-Mierda - Arthur dio un grito ahogado y extendió su mano. Resoplé y le di una libra esterlina.

-Oscar - Dijo Lando, interrumpiendo el momento incómodo - No había tenido oportunidad de disculparme por la forma en la que reaccioné ayer. Estoy realmente agradecido contigo por haber intervenido y haber ayudado a mis hijos - La comisura de su boca se curvó - Incluso si los secuestraste - ¡Agh! Sabía que eso venía.

-Enserio, no lo menciones. Vamos, Arthur - Tomé ambos carritos, planeando empujar uno y jalar el otro. Nada resulta en la forma que lo necesitas. El carrito de la madera apenas cedió.

-Permíteme - Ofreció Lando, caminando junto a mí y empujando el traicionero carrito con facilidad. Bastardo presumido. Lo seguí con el otro.

-No tienes que hacerlo. Simplemente regresaré por ese. No es gran cosa.

-No seas absurdo - Respondió -Es lo menos que puedo hacer - Lo empujó directo hacia la caja registradora, y lo seguí irritado.

-No eres muy bueno evitando a la gente - Dijo Daniel, apareciendo a mi lado y echando algunas cosas en mi carrito - Olvidas las espigas y el serrucho.

-Gracias - Refunfuñé.

-Un placer - Sonrió - Ahora, si te apartas, los expertos nos ocuparemos de esto.


Antes de darme cuenta, estaba siguiendo a Lando y Daniel afuera de la ferretería con destino a mi camioneta para cargar las cosas. Dejaron que Arthur los ayudara mientras que a mí me indicaron que me hiciera a un lado en lo que ellos hacían lo que llamaron 'trabajo pesado'. Era una completa estupidez. Iba a ser yo quien bajara esas cosas y construyera la estúpida casa del árbol, o al menos lo intentaría.


-Ya está todo - Anunció Lando, cerrando la puerta del maletero de la camioneta - Ten un lindo día, Oscar - Desordenó el cabello de Arthur y se alejó despacio con Daniel. Increíble.


Arthur parloteó emocionado todo el camino a casa. No tomó mucho descargar todo una vez estuvimos en ella. Ven, era perfectamente capaz de hacerlo sin la ayuda de ese par. Decidimos esperar para la construcción hasta al siguiente día, y optamos por ir al parque. Empaqué algunos bocadillos y una manta mientras Arthur agarraba un Frisbee y nuestros patines.

El parque no estaba lejos, así que estuvimos ahí pronto. Era un agradable lugar con carriles para bicicletas, un estanque y un área de juegos. Había muchos niños ahí, así que Arthur hizo nuevos amigos mientras yo extendí la manta y abrí un libro.

Estaba tan perdido en las páginas que ni siquiera escuché cuando vino mi hijo.


-Papá, ¡mira a quién encontré! - Después de marcar la página en la que iba, miré. Un Lando en miniatura, pero más encantador, estaba al lado de Arthur.

-Hola Max - Sonreí.

-Hola Oscar - Respondió, algo tímido.

-Papá, necesitas rescatar a Max y a Luisa otra vez. Su niñera es aterradora - Dijo Arthur. Max asintió, de acuerdo. Me puse de pie y dejé el libro por ahí.

-¿Qué quieres decir con 'aterradora'? - Pregunté.

-Está tratando de hacer que nos agrade, así ella puede ser la siguiente novia de papá, y está intentando que Luisa la llame 'mamá' - Dijo Max - ¿Podemos ir a casa contigo? - Esto me estaba matando, en serio.

-Chicos - Suspiré - Lo siento, pero no puedo simplemente robarlos de la niñera sólo porque no les agrada - Las caras de ambos me hicieron sentir peor - Mira, prometo llamar a tu padre después y ver si pueden venir, ¿está bien? - Max asintió triste.

-Está bien - Dijo bajito. No podía soportarlo más. Tenía que irme antes de que me derrumbara y accediera a una locura.

-Arthur, voy a guardar las cosas en la camioneta y correr al sanitario. Necesitamos llegar a casa para poder empezar a preparar la cena.

-Ok, papá - Respondió, con la vista baja.


Recogí todo rápidamente antes de que pudiera cambiar de opinión. Lancé todo al fondo de la camioneta antes de apurarme a llegar al sanitario. Me mojé el rostro mientras estaba ahí. Estos niños iban a ser la muerte para mí.

Arthur estuvo en silencio todo el camino a casa. Se sentó un poco más recto en su lugar y encendió la radio, sin siquiera mirarme. Él nunca permanecía molesto por mucho, así que esperé que se pasara pronto. Me estacioné en el garaje y él saltó rápidamente de la camioneta.


-Yo bajaré las cosas, papá. ¿Por qué no entras? - Ofreció.

-No te preocupes, Arthur - Dije, alcanzando la manija de la puerta trasera. Arthur entró en pánico.

-Papá...


Muy tarde. Abrí la puerta para encontrar a Max y Luisa escondiéndose detrás de mi asiento. Me había fijado tanto en mi triste niño que ni siquiera me di cuenta que había dos polizones en el asiento trasero.


-Shh - Susurró Luisa, con un dedo en los labios - Nos estamos escondiendo - Max se veía nervioso y culpable.

-Lo siento, Oscar. Le dije que estábamos jugando. Por favor no te enojes con Luisa. Es mi culpa.

-Fue mi idea - Confesó Arthur para salvar a su nuevo amigo - Pero es que no conociste a la niñera, papá. Teníamos que hacer algo.


Presioné el puente de mi nariz. Tenía que llamar a Lando y decirle que tenía a sus hijos... otra vez.


-Vayan adentro. Ya veré que hago con ustedes luego - Max y Arthur corrieron dentro. Tomé en brazos a Luisa y los seguí - Estos chicos están en muchos problemas - Le dije. Ella me sonrió.

-Hola, Oscar - No pude evitarlo; me reí.

-Hola Luisa - La llevé adentro y la senté en la barra de la cocina antes de tomar el teléfono. - Tengo que llamar a tu papá, de nuevo. - Recé para que me mandara al buzón de voz, pero en eso él contestó.

-Lando Norris

-¿Lando? Hola. Soy Oscar, de la ferretería - Dije, por si acaso no recordara el nombre del hombre que había secuestrado a sus hijos.

-Hola Oscar. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Necesitas ayuda para descargar todo? - Él era tan malditamente petulante.

-Para tu información, fui capaz de descargar todo sin problema, gracias - Respondí, frunciendo el ceño por su risilla - En realidad te hablo porque Max y Luisa están en mi casa, y pensé que tal vez quisieras saberlo.

-¿Secuestraste a mis hijos otra vez?

-¡No! - Respondí ofendido - No había por qué - Agregué - Aparentemente la niñera los estaba asustando, así que se escabulleron a mi camioneta. No los encontré hasta que ya estaba en casa. Arthur y Max tomaron toda la culpa - Lo escuché suspirar.

-Lo siento, Oscar. Iré por ellos.

-No te preocupes. Sólo no quería que llamaras a la policía cuando la niñera se asustara. Por cierto, se nota que sabes cómo llamarles la atención - Intenté bromear tratando de aligerar el ambiente - Max y Luisa serán bien recibidos hasta que vengas. Prometo tenerlos de una pieza cuando llegues aquí.

-¿Estás seguro? No quiero molestarte.

-Eso no te detuvo en la ferretería - Le recordé - Estarán bien. Estoy por empezar la cena, así que tengo que irme.


Le di mi dirección y lo dejé hablar con Luisa antes de colgar. Los niños vinieron corriendo, ambos descalzos.


-Papá, ¿podemos usar el saltarín inflable? - Me pidió Arthur - Llevaremos a Luisa con nosotros. ¿Por favor?


Lo pensé. Podía ver el inflable desde la ventana de la cocina, así que podría al pendiente de ellos. Los tres pequeños me siguieron afuera, donde encendí la bomba de aire. Me giré hacia los niños.


-Ustedes dos, más les vale cuidar a Luisa. No piensen que Lando los dejará regresar si los envío a casa heridos, así que sean muy cuidadosos, ¿Está bien?

-Lo prometemos - Dijo Max, tomando la mano de su hermanita mientras ella miraba cómo se inflaba el saltarín con los ojos abiertos de par en par. De alguna forma supe que él cuidaría de ella, pero eso no me impidió ir a revisarlos a cada rato.


Podía oír sus risas desde adentro. Max y Arthur estaban turnándose para tomar la mano de Luisa mientras saltaban. Esperaba que Lando los dejara venir sin tener que secuestrarlos un día. A Arthur le gustaba hacer cosas conmigo, pero él necesitaba amigos de su misma edad para pasar el verano.

Cuando la cena estuvo lista, los niños estaban exhaustos. Prácticamente cayeron sobre las sillas en la mesa. Tuve que sonreírles mientras les servía sus platos. Me impresionó cuando se comieron todo lo que les serví a pesar de que les puse alimentos saludables por ahí. Los recompensé con una tarta de durazno y un batido helado.

Eso les dio nuevas energías. Los hice que esperaran un rato antes de dejarlos ir de nuevo al inflable. Agarré mi cámara cuando salí a verlos. Después de tomarles unas cuantas fotos, acerqué una silla y me senté.

Me sorprendí cuando Luisa vino y se subió a mi regazo. Debía estar muy exhausta, porque apenas dos minutos después se durmió. Inconscientemente mis dedos acariciaros sus suaves cabellos mientras dormía.

Mi teléfono vibró en la mesa junto a mí. Fui cuidadoso de no despertar a Luisa cuando lo tomé.


-¿Hola?

-¿Oscar? Soy Lando. Estoy afuera de tu casa.

-Oh, debería estar abierto. Estamos acá atrás. Sólo sigue el ruido - Colgué y puse el teléfono de nuevo en la mesa. Luisa ni se movió. Un momento después escuché la puerta trasera abrirse y cerrarse.

-Para ser un criminal, tienes una bonita casa - Bromeó Lando.

-Ja, ja - Respondí secamente - No sería un criminal si pudieras escoger gente cuerda para cuidar a tus hijos. Tal como es, me temo que los rescataré siempre que me parezca correcto de aquí en adelante. Así que, si desaparecen otra vez, llámame antes de que te asustes.

-Veo que has conseguido cansar a la pequeña - Sonrió Lando, mirando a Luisa.

-Oh, no - Le contradije - La drogué. Sólo puedo manejar dos a la vez - No podía dejar que pensara que era demasiado blando. Él sólo se rio y acercó una silla, sentándose.

-Gracias por hacer esto, Oscar - Dijo sinceramente - Max es muy quisquilloso sobre quién deja que los cuide. No sé qué voy a hacer con ese niño.


Los niños se bajaron del inflable y vinieron corriendo hacia donde estábamos. Max se detuvo cuando vio a Lando.


-Hola, papá - Yo conocía esa mirada. Arthur la usaba todo el tiempo cuando sabía que estaba en problemas.

-Es mi culpa, Lando - Dijo rápidamente Arthur - Yo lo convencí. La niñera daba miedo. Tuvimos que salvar a Luisa de ella.

-Entonces les agradezco a ambos por salvar a Luisinha, pero de ahora en adelante si Oscar dice no, es no. No pueden escabullirse en su camioneta sin permiso. ¿Entendido? - Preguntó severamente. En realidad, me alivió que no fuera muy duro con ellos.

-Sí, señor - Dijo Max mientras Arthur asentía.

-Bien - Respondió de vuelta, poniéndose de pie - Ahora, necesitamos llevar a tu hermana a la cama - Cuidadosamente tomó de mis brazos a ¿Luisinha?, tengo que preguntarle sobre el nombre de la pequeña en otro momento. Ella ni siquiera se removió. La pobre niña estaba helada. Mientras Lando se apoderaba de su hija, Max caminó hacia mí.

-Gracias por dejar que nos quedáramos, Oscar.

-De nada, pequeño - Me agaché y lo besé en la mejilla como hacía con Arthur. Él me miró con asombro antes de sonreír.


Arthur y yo los encaminamos a su auto. Lando colocó a Luisinha en su sillita mientras Max se arrastró junto a ella con cansancio.


-Te das cuenta que un policía vive al lado tuyo, así que probablemente deberías mantener los crímenes al mínimo - Suspiré

-¿Lando?

-¿Sí, Oscar? - Sonrió

-Cállate - Respondí. Él sólo se rio de nuevo.

-Estoy seguro que nos estaremos viendo. Buenas noches a ustedes dos - Desordenó el cabello de Arthur y entró en su auto. Yo aún le fruncía el ceño cuando me guiñó el ojo antes de alejarse.

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