Todo terminó
N/A IMPORTANTE PARA NO TENER SPOILERS:
Si apenas van a leer este capítulo por lo que más quieran... No lean los comentarios :v pues contiene los SPOILERS más grandes de la historia (de mi historia... No de la historia del mundo xD)
Tragué saliva. Miré a mi alrededor. Todos en el restaurante nos estaban viendo a la espera de mi respuesta. Unos hombres se acercaron y empezaron a tocar una melodía con sus violines. No supe cuanto tiempo había estado callada, pero no podía simplemente decirle que sí. No estaba segura de amarlo, lo quería, sí, y era cariñoso, era todo lo que cualquier chica quisiera de un hombre pero yo no estaba 100% segura de querer comprometerme a tal grado de casarnos. Algo en él no me convencía del todo.
– Chris... –empecé incómoda–. Lo siento... –las personas del restaurante dejaron de mirarnos y se concentraron en comer al darse cuenta de que mi respuesta no sería sí–. Siéntate... Por favor... –con una seña el pelinegro le pidió a los violinistas que se retiraran mientras él se acomodaba de nuevo en su silla.
– No puedo creer que yo... –susurró como si estuviera molesto por proponerme aquello.
– No, Chris... –toqué su mano que apretaba en un puño la pequeña caja de terciopelo–. No estoy diciéndote que no... –acarició mi mano con la suya sin mirarme a los ojos.
– ¿Ah no? –. Me miró con esperanza reflejada en los ojos.
– Es sólo que... Técnicamente apenas te conozco desde hace 6 meses. Sé que en realidad no es así, pero yo lo siento de esa manera por la pérdida de mi memoria... No te estoy diciendo que no –repetí–, sólo te pido que me des un poco de tiempo...
– ¿Cuánto?
– No lo sé... Tal vez unos meses... Tal vez unos años... Si me amas de verdad vas a esperar el tiempo que necesite. –asintió lentamente.
Durante el camino de regreso a casa ninguno de los dos habló, estábamos incómodos. Cuando entramos a la casa lo besé en los labios sin previo aviso.
– ¿A qué se debe eso? –. Me miró sorprendido.
– Bueno... No acepté casarme contigo... Y tú has sido muy bueno conmigo... –Christian aún no entendía–. No me odies...
– No te odio. –soltó una risa que sonó forzada. Me alejé de él y me quité el vestido. Pestañeó varias veces de manera cómica. Me quité los tacones y me pegué a él para besarlo de nuevo. Sin poder resistirse rodeó mi cintura con sus fuertes brazos y me cargó para subir a la habitación. Lo ayudé a quitarse el traje.
– ¿Estás segura de esto? –preguntó pegando su frente a la mía–. No habías querido hacerlo desde que despertaste... –tomé su rostro entre mis manos y lo besé respondiendo sus dudas sobre lo que estaba a punto de pasar.
Cuando me penetró cerré los ojos intentando disfrutarlo, mientras lo hacíamos vino a la mente un recuerdo, mas bien un sueño, aquel en el que hacía el amor con el hombre del tatuaje de fénix en su muñeca. Unos minutos después no pude soportarlo más.
– Christian... –susurré. Bajó sus besos de mi cuello a mis pechos–. Christian... – repetí un poco más fuerte por si no me había escuchado. Bajó aún más, hacia mi abdomen. Intenté sujetar su cabeza para apartarlo de mí pero no pude–. Christian basta.
Me besó en la boca para callarme y sentí su lengua intentando recorrer toda mi boca. Coloqué mis manos en su pecho dispuesta a empujarlo con fuerza, pero tomó mis muñecas y las puso a ambos lados de mi cabeza sin dejar de besarme. Me besó de nuevo en el cuello. Me sacudí.
– ¡Christian, basta! –me miró a los ojos–. Detente... –soltó mis manos y se acostó a mi lado.
– Lo siento –se disculpó–. Llevaba tanto tiempo sin hacer el amor contigo que no pude contenerme...
– No... Perdóname tú a mí... No sé qué pasó... –recargué mi cabeza sobre su pecho desnudo–. Sé que has esperado todo este tiempo y...simplemente te hice pensar que podríamos hacerlo... Creo que aún no estoy lista... Lo sé, es ridículo.
– No, no lo es, sabes que esperaré. –le di la espalda, se pegó a mí y me abrazó por la cintura. Cerré los ojos quedándome dormida.
Pasó un año exactamente desde que no había aceptado casarme con aquel pelinegro. Daniel ya tenía 2 años y lo dejamos al cuidado de Ran, el mejor amigo de Christian, quien trabajaba para él, era un buen tipo, ambos confiábamos en él para cuidar a nuestro hijo.
– ¿Recuerdas este lugar? –.Me preguntó Chris con los codos sobre la mesa y las manos en puño debajo de su barbilla. Asentí.
– Aquí, hace un año, me pediste matrimonio y yo te pedí tiempo.
– Bueno... Pues estamos de nuevo aquí, y por exactamente la misma razón –sacó la misma cajita negra de terciopelo y la puso frente a mí– por favor, esta vez no me digas que no... –sonreí. Abrí la cajita, saqué el anillo y lo puse en mi dedo.
– Esta vez no te diré que no. –se puso de pie y caminó hacia mí para besarme en los labios. Estaba muy emocionado.
– Sólo por eso dejaré que pidas brownie con helado–me tapé la boca para no soltar una carcajada en tan refinado lugar–. Creo que gané la apuesta, aunque en realidad nunca especificamos qué apostamos.
– ¿De qué hablas? –. Pregunté sin entender.
– Hace años... En nuestra primera cita, yo sabía que te ibas a enamorar de mí, pero tú no me creíste, así que apostamos. Yo dije que te enamorarías de mí, y tú que no lo harías –sonrió mostrando casi todos sus dientes–. Gané la apuesta.
En realidad no podía decir que estaba completamente enamorada, pero como había aceptado casarme con él no lo contradije.
***
En el cumpleaños número 3 de nuestro hijo, Christian salió con él a comprarle los juguetes que quisiera. Faltaban dos semanas para que finalmente fuéramos marido y mujer, tenía un nudo en el estómago. Mientras lavaba los platos alguien tocó la puerta. Me sequé las manos y fui a abrir la puerta extrañada. Normalmente no teníamos invitados, y si los teníamos tenían que tocar el timbre que estaban en la barda de madera que cerraba nuestro patio, pero la persona que tocaba a la puerta se había saltado la barda.
Cuando aquel hombre de cabello largo y rubio me vio su rostro se iluminó. Se acercó a mí como si quisiera besarme pero di un paso atrás con el ceño fruncido.
– ¿Se le ofrece algo?
– Por Dios, Lorena –sus ojos se llenaron de lágrimas–, creí que jamás volvería a verte.
– Disculpe... No me llamo Lorena... Creo que se está confundiendo de persona...
– ¿Qué? –pareció entender algo– ¿Está Christian aquí? –. Bajó el volumen de su voz.
– No, salió, pero de seguro no tarda en volver...
– Excelente. –empujó la puerta para entrar y empezó a mirar cada rincón de la casa.
– Eh... Disculpe... Creo que es mejor que se vaya... –dejó de ir de un lado a otro cundo vio un pequeño carro de plástico a lado de la mesa.
– ¿Es niño? –una lágrima resbaló por su mejilla–. Tenemos de que irnos antes de que Christian regrese.
– Oiga... Me está poniendo nerviosa... Creo que es mejor que se vaya...
– ¿Qué? –caminó hacia mi lentamente–. No me iré sin ti... ¿Qué te pasa?
– ¿Qué le pasa a usted? Entrando a mi casa por la fuerza y preguntándome por mi hijo y mi prometido...
– ¿Prometido? –vi la sorpresa reflejada en su rostro– ¿Te vas a casar con ese maldito que tanto te lastimó?
– ¿De qué está hablando? Váyase de mi casa, ahora.
– ¿Por qué actúas como si no me conocieras, Lorena?
– Yo... No soy Lorena, mi nombre es Gemma... –recordé la vez en la que Christian me había llamado por ese nombre.
– No, tu nombre es Lorena.
– Yo... Perdí la memoria hace como dos años y medio... –expliqué–. No sé si nos conocíamos de antes pero yo no...
– ¡Soy Jake, tu prometido! –.Me tomó de los hombros. Mi cuerpo me decía que debía correr, empujarlo para que se apartara de mí, pero mi mente decía que no lo hiciera, que podía confiar en él aunque no lo recordara en lo absoluto.
– Mi prometido es Christian...
– No. Tú eres Lorena Parks, yo soy Jake Rickman. Nos conocimos cuando tenías 19 y yo 21. Ambos fuimos secuestrados por Thomas Miller, pero logramos escapar. Hace casi 3 años Christian me aventó al mar mientras estábamos en un yate, todo este tiempo, todos los días, por horas, te busqué, y al fin te encontré. Cuando estaba perdiendo la esperanza. Te encontré.
Giré mi cabeza, por instinto, hacia su muñeca izquierda, ahí estaba, el tatuaje del fénix. ¿Era él el hombre de mis sueños? ¿Me estaba diciendo la verdad?
– ¿Está drogado? –. No podía aceptar que mi prometido hubiera hecho lo que aquel rubio decía.
– No, Lorena... –tocó mi mejilla con una mano y me besó.
Cuando se alejó empecé a llorar. Rodeé su cuello con mis brazos y volví a besarlo.
Lo recordaba. Lo recordaba todo.
– Creí que estabas muerto.
– No lo estoy –sonrió mientras me sujetaba de los brazos para zafarse–, tenemos que irnos, ¿en dónde está nuestro hijo?
– Christian se lo llevó para que eligiera los juguetes que quería para sus cumpleaños número 3...
– Voy a matar al hijo de perra de Christian.
– ¡No! –puse la palma de mi mano en su pecho, me miró extrañado–. Tienes que irte, no tarda en volver, tengo que poner a Daniel a salvo...
– ¿Le pusiste Daniel? –. Sonrió y sus ojos se humedecieron de nuevo.
– Me pediste que lo hiciera, ¿no? –me besó una vez más–. Tienes que irte.
– No me iré sin ti.
– Dame una semana. No vuelvas aquí en una semana. Christian tiene que creer que aún no recuerdo nada –Jake negó con la cabeza y tomó mis manos–. Vete, dame tiempo, seremos felices de nuevo.
– Te amo.
– Yo también te amo. –nos besamos una última vez. Cuando escuché que la puerta principal se estaba abriendo me aparté de Jake y lo empujé un poco para que estuviéramos separados y que Christian no sospechara nada.
Cuando nos vio abrió los ojos como platos.
– Daniel. –Jake lo miró como si fuera la cosa más hermosa del mundo. Por primera vez había visto a mi hijo.
– Hola, cariño –me obligué a caminar hacia él sonriendo y besarlo en los labios–, ¿cómo les fue? –. Christian no apartaba los ojos de Jake.
– ¿Cómo te encontró? –. Susurró Chris más para él que para mí.
– Dijo que era compañero tuyo del trabajo así que lo dejé pasar... –tenía que pensar en algo que fuera más probable que hiciera Jake para que mi prometido no sospechara nada–. Dijo locuras de que nos amábamos y no sé qué... –me acerqué a su oído–. Creo que está drogado –reí–, además ya se va –caminé hasta mi hermoso rubio y puse una mano en su espalda para empujarlo a la puerta–. Lo acompañaré al patio. –le informé al pelinegro.
– Ok, yo me quedaré con Daniel. –apreté la mandíbula. Sabía perfectamente que eso había sido una amenaza pero Gemma ni siquiera lo hubiera imaginado, y yo "aún era Gemma".
– Claro. –le sonreí antes de salir de la casa.
– No sé cómo me contuve de no golpear a ese desgraciado. –susurró Jake cuando estuvimos en el patio.
– Cállate, por favor no vuelvas a aparecer en al menos una semana.
– ¿Cómo es que te ibas a casar con ese idiota?
– Estuve más de dos años con él sin recordar absolutamente nada de lo que nos hizo...
– ¿Cuándo se supone que se iban a casar?
– En dos semanas.
– Ósea que si me hubiera tardado más en llegar...
– Pero llegaste y recordé todo, ahora vete. Te veo en una semana. –quiso besarme pero me alejé , por si Christian nos observaba por la ventana, y cerré la barda de madera que nos dividía.
***
– Lorena –Christian estaba sentado en el sillón mirando como jugaba con mi hijo. Volteé a verlo sin darme cuenta de mi error. Chris levantó una ceja–. ¿Desde hace cuánto recuerdas?
– ¿Recordar? –. Quise hacerme la que no sabía de qué hablaba, aunque fuera en vano.
– Si no recordaras no hubieras respondido ante tu nombre, Lorena. ¿Desde hace cuánto recuerdas? –me puse de pie quedando más alta que él.
– Desde que regresó Jake. ¿Por qué me dijiste que había muerto?
– ¿Y fingiste estos dos días que aún me amabas? –sonrió ignorando mi pregunta–. A menos que realmente te hayas enamorado de mí.
Tragué saliva mientras se ponía de pie.
– ¿Cómo supiste que había recordado todo?
– Años atrás tú fingiste que me amabas, y me lo creí. Hace unos meses me amaste de verdad, cariño, se nota mucho la diferencia cuando lo sientes de verdad y cuando mientes pare salirte con la tuya.
– Quiero que te hagas una prueba de paternidad.
– ¿Qué? –. Se sorprendió, y mucho.
– Llevo 3 años sin saber quien es el verdadero padre, creo que tengo derecho a saberlo.
– No, yo soy su padre y punto. –me dio la espalda y se dirigió a las escaleras.
– Si Daniel resulta ser hijo de Jake...
– ¿Qué? –caminó de nuevo hacia mí retándome–. ¿Si resulta ser hijo de Jake... Qué?
– Lo dejarás ir con su verdadero padre. –soltó una carcajada tan fuerte que me provocó un pequeño salto del susto.
– ¿Y luego qué? ¿También te dejaré ir a ti? –. Negué con la cabeza sin poder mirarlo.
– Sé que tú no me dejarás ir jamás... –Christian asintió dándome la razón–. Pero también sé que no soportarías tener un hijo que no es tuyo, y... Daniel no merece sufrir por esto... Deja que se vaya con su verdadero padre.
– ¿Y si Danny resulta ser mío? –. Tragué saliva.
– T-También deja que se vaya con Jake –antes de que Christian pudiera soltar otra carcajada me acerqué a él y tomé sus manos–. Ambos sabemos que tener un hijo es muy complicado, hay que dárselo a Jake, él lo cuidará aunque sepa que no es suyo, sólo para tener un recuerdo de mí. Tú me deseas a mí, no quieres una carga, como un niño. Puede ser nuestra oportunidad de deshacernos de Daniel. –me miró sin cambiar de expresión. Unos segundos después negó con la cabeza.
– Si Danny resulta ser mío, ambos se quedarán conmigo. Para siempre –mi corazón cayó a mis pies–. No intentarás huir. No le dirás la verdad a nuestro hijo. Nos casaremos y seremos la familia feliz que siempre he querido. Sólo así me haré la prueba de ADN. –levantó la barbilla esperando mi respuesta.
No podía aceptarlo. No quería que Daniel se quedara para siempre a su lado. Correría peligro cada segundo de su vida. Al menos que me comportara como antes de recuperar la memoria, podría crecer como un niño normal, con una familia "feliz". Christian debía hacerse la prueba, yo tenía que salir de la duda de quién era el verdadero padre de mi hijo.
– Acepto. –susurré.
– ¿Qué? –. Frunció el entrecejo.
– Acepto. –repetí más fuerte.
***
– No vas a ver los resultados hasta que estemos en casa. –fue lo único que dijo Christian cuando me dieron un pequeño sobre con la respuesta a la pregunta que tanto me había hecho. Faltaba una semana para la boda, y si la respuesta daba positivo a Christian, me convertiría en la nueva Señora Miller. Se me revolvió el estómago al darme cuenta de que había una gran posibilidad de que eso pasara.
Cuando leí el resultado de la prueba de ADN tuve que recargarme en la pared. Me tapé la boca con una mano y un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas.
– Esto no significa nada. –gruñó Christian rompiendo la hoja en mil pedazos.
– Vamos a entregárselo a Jake, ese es el trato. –dejé de recargarme en la pared y me planté frente a él. Negó con la cabeza.
– ¿En serio creíste que dejaría que ese idiota se llevará a nuestro hijo?
– No es nuestro hijo, y tú lo prometiste.
– ¿Así como tú me prometiste cientos de veces que no intentarías escapar? –. Me cerró la boca.
– Pero... Christian... No es tu hijo.
– No se lo voy a entregar, jamás. –no quería discutir más pero yo no estaba lista para aceptar su decisión.
– ¿Por qué? ¿Porque es la prueba de que no te amo, de que siempre he amado a alguien más?
– Cállate. –gruñó.
– Ese niño –lo señalé, estaba jugando cerca de la cocina con una figura de plástico de un superhéroe– es la prueba de que amo a Jake, siempre lo hice, y siempre lo haré. Me obligues a estar contigo o no.
– ¡Que te calles! –me tomó por el cuello con fuerza y me empujó contra la pared impidiéndome respirar. Me soltó y caí al suelo tosiendo. Sacó unas esposas de la sala, detrás del televisor, y me amarró al pasamanos de las escaleras, de tal forma que mis brazos quedaban detrás de mi espalda.
– ¿Qué estás haciendo?
– Daniel es la prueba de que amas a Jake, ¿eh? Bueno, hay que deshacernos de esa horrible prueba, ¿no lo crees?
– ¿Qué? –abrí los ojos como platos–. ¡No! –. Fue a la cocina caminado lentamente, chiflando una melodía que me causó un escalofrío por la espalda, sonaba como esas que se escuchan en las películas de terror. Regresó con Daniel en brazos.
– Yo digo que sacó tu belleza.
– Déjalo. Por favor.
– Podríamos deshacernos de él y hacer nuestro propio hijo. Un Miller. –mis ojos estaban llenos de lágrimas.
– Por favor, no –lo dejó en el suelo y vi que en su mano tenía un cuchillo–. Por favor. Te lo suplico. Déjalo. Volveremos a ser la pareja feliz que tanto quieres, Christian, pero déjame entregárselo a Jake.
– No. Volveremos a ser la pareja feliz que tanto quiero, sí, pero no se lo daré a Jake.
– Por favor, Chris, no le hagas daño –se puso de cuclillas detrás de mi hijo. Luchaba con todas mis fuerzas para zafarme de mi amarre pero me era imposible–. Por favor, te lo suplico. No le hagas daño, fingiremos que eres su verdadero padre, seremos la familia feliz que tanto quieres... –levantó el cuchillo detrás de la pequeña cabecita de Daniel–. ¡Por favor, no! ¡No! ¡NO! –. Se me detuvo el corazón cuando vi que la blanca camiseta de Christian se salpicó de un rojo intenso y la punta del cuchillo, que había atravesado la nuca de mi bebé, sobresalía debajo de su garganta.
– Somos libres de nuevo. –Christian sonrió cerrando los ojos. Caminó hacia mí y liberó mis manos. Me arrastré hasta Daniel e intenté moverlo, esperanzada de poder hacer algo por él, mi corazón se fue al suelo cuando no sentí su corazón latiendo.
– ¡NO! –lo abracé con fuerza contra mi pecho llorando como jamás había llorado en mi vida. Todas las veces de dolor que sufrí no se comparaban ni un poco a lo que estaba sintiendo. Arrancaron una parte de mí. Si me hubieran cortado las extremidades me hubiera dolido menos que eso. Abrazar el cuerpo sin vida de mi hijo–. No, no, no. –besé su pequeña cabeza.
– Él jamás fue mío. Tampoco tú lo fuiste. –dijo detrás de mí. Me tomó por el cabello y me arrastró por las escaleras hacia nuestra habitación.
– ¡No! ¡Suéltame! –. Intenté ponerme de pie para evitar que siguiera doliéndome el cuero cabelludo. Me aventó a la cama, me arrancó la ropa manchando sus manos de sangre de Daniel y empezó a ahorcarme.
Rasguñé sus manos en un intento de que me soltara.
– Vamos a hacerlo una última vez, anda, por mí.
Me acomodó en la cama y se subió sobre mí; abrió mis piernas. Quería pelear, evitar que me tocara, pero todas mis fuerzas habían desaparecido. Quería morir. No podría vivir en un mundo donde Daniel estuviera muerto. Volteé mi cabeza hacia el lado izquierdo para no tener que verlo abusando de mí. Una última vez. Sólo quería que terminara, que me matara ya.
Sobre la mesita de noche había dejado el cuchillo. Sus manos estaban a cada lado de mi cabeza mientras me penetraba una y otra vez. Cerré los ojos.
Pasé mis brazos sujetandome de su nuca y lo besé. Lo hice girar de tal manera que yo quedé sobre él. Me miró sorprendido.
– Una última vez. –dije poniendo mis manos sobre su pecho. Sonrió y se sentó para poder besarme. Lo empujé para que volviera a acostarse y empecé a mover mis caderas.
Gemía pero no cerraba los ojos. Necesitaba que cerrara los ojos. ¿Por qué no los cerraba?. Cinco minutos después lo hizo. Recargó su cabeza en la almohada y cerró los ojos, al fin. Me incliné para besarlo, pegando mi pecho contra el suyo. Pasó sus manos por toda mi espalda hasta llegar a mi trasero, asegurandose de que no dejara de moverme. Estiré el brazo hacia la mesita de noche, rezando para que no abriera los ojos. Tomé el mango del cuchillo y lo acerqué a mí.
Me volví a incorporar sin dejar de moverme para que no sospechara nada. Levanté las manos apretando el mango del cuchillo y con todas mis fuerzas lo dejé caer sobre su pecho.
Abrió los ojos como platos. Saqué el cuchillo de su piel y volví a acuchillarlo, una y otra vez. Quiso empujarme, quitarme de encima, pero ya era tarde, estaba demasiado débil, y yo demasiado furiosa. Con cada puñalada me desquitaba, por todo el dolor que me había causado, por cada vez que me violó, por cada vez que lastimó a Jake, por cada vez que me lastimó a mí, y lo más importante: por arrebatarme a mi Daniel. Sangre empezó a brotar de su boca.
– ¡Te odio! –.Empecé a apuñalarlo en la cara. Ya no se movía, tal vez ya estaba muerto pero no me importaba. Su rostro quedó tan irreconocible que daba miedo. Cuando me detuve solté el cuchillo que cayó entre las sábanas cubiertas de sangre.
Escuché que rompían la puerta principal, y unos pies pesados subían las escaleras sin detenerse. Estaba a punto de tomar el cuchillo para cortarme el cuello cuando unos hombres con armas invadieron mi habitación.
– ¡Aléjese del cuerpo! –. Gritó un hombre con voz gruesa apuntándome directamente a la cara. No reaccioné.
– ¡Baje lentamente de la cama! –. Ordenó otro. Lentamente hice lo que me pedían. Unos cuantos guardaron sus armas, sacaron ropa del clóset y empezaron a vestirme, mientras sus compañeros mantenían sus armas hacia mí. Amarraron mis muñecas por detrás de mi espalda con unas esposas. Empecé a sacudirme.
– ¡Suéltenme! ¡No me hagan daño, por favor! –. Tuvieron que cargarme para poder bajarme hasta el patio.
– ¡Lorena! –Jake corrió hacia mí con el rostro distorsionado por el miedo–, ¿qué te pasó? ¿Por qué estas sangrando? ¿En dónde está Daniel? –. Quise detenerme para contestarle, pero los hombres me arrastraban con fuerza hacia un auto negro, una patrulla de policía.
– Señor, tiene que alejarse, no puede estar aquí. –le dijo un hombre alto a Jake.
– ¡Soy su prometido! ¡Mi hijo está adentro! ¿Qué pasó? –. El policía bajó lentamente la mirada sin querer contestarle. Cerraron la puerta del auto y recargué la frente en la ventana, sin apartar la vista del rubio.
– Jake... –el carro arrancó alejándome de aquella casa en donde, por 3 años, viví con mi secuestrador, en donde creció mi hijo... La casa en donde fue asesinado.
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