Sesión de fotos
Bostecé mientras abría los ojos. Mi cabeza estaba sobre el brazo de Christian. Miré sobre mi hombro y lo vi dormido boca arriba, su pecho subía y bajaba lentamente. Se movió hasta quedar de lado y pegado a mí. Cerré los ojos y volví a dormirme.
Cuando desperté Christian ya no estaba en la cama. Bajé a la cocina pensando que lo encontraría preparando el desayuno pero no fue así. Fui en la sala y levanté las cejas al ver que toda mi ropa estaba amontonada en una esquina de la sala.
– ¿Qué haces? –. Le pregunté sin entender.
– ¿Recuerdas la sesión de fotos que mencioné ayer? –asentí lentamente–. ¡Sonríe! –. Levantó la cámara y me tomó una foto.
– ¡Bórrala! –exclamé caminando hacia él–. Estoy horrible, ni me he cepillado el cabello.
– Te ves hermosa, cariño –se alejó de mí riendo para que no pudiera quitarle la cámara. Me tomó otra justo antes de que lograra taparme la cara con las manos–. Tu maquillaje y el cepillo están aquí. –señaló la mesa que estaba frente al sofá y la televisión.
– Tengo hambre, Chris. –asintió, dejó la cámara a lado del televisor y fue a la cocina.
– ¡Cámbiate de ropa mientras te preparo el desayuno! –. Escuché que gritó desde donde estaba.
Tomé un conjunto que estaba en el sillón y me lo puse ahí mismo. Me tomó una foto mientras desayunaba y él se tomó otras más. Cuando terminé fui a la sala, me maquillé un poco y me cepillé el cabello, cuando regresé a la cocina me hizo pararme frente a la gran ventana de la cocina.
– Haz una pose tierna... –dijo con su cara tapada por la cámara.
– ¿Cómo cuál?
– No lo sé, tú sólo haz una pose tierna.
Hice la primera pose que se me ocurrió.
– No soy modelo, ¿sabes? –dije cruzándome de brazos, no quería fingir felicidad frente a él, y menos si la capturaba en una fotografía, Daniel no sabría la historia detrás de cada foto en la que su madre lucía sonriendo en cualquier lugar de Rusia.
– Eres más hermosa que una modelo, eres más hermosa que cualquier otra chica, no, –se corrigió– persona, del mundo entero –sonreí sin poder evitarlo y Chris aprovechó para tomarme otra foto–. Vamos, cámbiate de ropa.
Fuimos a la sala y eso hice. Christian había tomado las prendas que me quedaban demasiado grandes para poder disimular mis 7 meses de embarazo y poder decir que esas fotografías fueron tomadas mucho antes.
– ¿Cuál va a ser la historia de cómo nos conocimos? –. Le pregunté mientras me ponía una blusa negra sin mangas.
– Demonios, no había considera que nos preguntaría eso... Eh... –pensó por unos segundos mientras él se cambiaba el pantalón–. No vamos a mentirle, nos conocemos desde que tenías 17 años... nos conocimos en una tienda cerca de tu casa cuando tú querías comprar un chocolate y no te alcanzó y yo te lo compré, me agradeciste y cuando me viste quedaste perdidamente enamorada de mí. Amor a primera vista. –sonrió mientras tomaba la cámara– ¡Ah! Al día siguiente nos encontramos de casualidad en un restaurante y platicamos por horas y horas sin aburrirnos.
– En primer lugar, si no vamos a mentirle podemos decirle de una vez que me secuestraste y violaste cuando tenía 17, y en segundo lugar, yo jamás quedé enamorada de ti.
– Pero si hubo amor a primera vista. –dijo levantando la cámara a la altura de sus ojos.
– Sólo de tu parte, y no fue en esa tienda, fue 5 meses antes. –se rió.
– Pero eso él no lo va a saber, tampoco lo del... –supe que había estado a punto de decir secuestro pero era demasiado cobarde para admitir lo que había hecho–. Tampoco que te llevé a mi casa, y sobre todo no le vamos a contar nada sobre mi hermano. Posa.
Me forcé a sonreír llevando las manos a mi cintura posando de manera exagerada.
– Y no nos encontramos de casualidad en ese restaurante, tú sabías que iba a ir ahí porque me encantaba desayunar en ese lugar todos los días. –me crucé de brazos.
– ¿Te dije eso? –. Bajó la cámara intentando recordar. Negué con la cabeza.
– No, pero te conozco, fuiste a ese lugar, te sentaste frente a mí y fingiste reconocerme a propósito.
– Mi vida, –soltó un pequeño suspiro– me conoces mejor de lo que pensaba. –puse los ojos en blanco riendo, él era más fácil de leer que un cuento abierto de primaria.
– Y si "fue amor a primera vista" –dibujé unas comillas en el aire con mis dedos–, ¿porqué no nos hemos casado?
– Ehm... Diremos que fuimos novios hasta que cumpliste 20 y te mudaste a México –quise interrumpirlo pero continuó hablando–. Continuamos nuestras vidas hasta que yo fui de vacaciones a Cancún, en donde te encontré. Volvimos a sentir la llama del amor y decidimos intentarlo una vez más, quedaste embarazada y a los 3 meses vinimos a vivir aquí, no nos hemos casado porque... Bueno, eso no se lo vamos a explicar, porque para cuando el niño tenga más de 5 años ya seremos una feliz pareja casada. –tragué saliva al imaginarme a mi hijo con 6 años corriendo por la casa y yo siendo abrazada por Christian con un anillo en mi dedo, no podía, no quería soportar tanto tiempo a su lado, había soportado 2 años anteriormente, pero aún así, para mí era demasiado, no quería superar ese "récord".
– ¿En serio crees que algún día aceptaré casarme contigo? –. Le pregunté mientras me quitaba la blusa y me ponía una rosa con mangas hasta los codos.
– Sí, mira que bien nos llevamos ahora, en unos años podrías aceptar casarte conmigo.
Claro, seguramente.
– Y si nos conocimos cuando tenía 17, ¿por qué no tenemos fotos juntos?, ¿o en México cuando "volvimos a encontrarnos"?
– Cuando nos mudamos a Omsk tú olvidaste el álbum de fotos, en dónde estaban todos nuestros recuerdos como una feliz pareja.
– ¡Ah! ¿Yo? –. Dije fingiendo molestarme. Se rió encogiéndose de hombros.
– ¿Ya viste la nueva decoración que puse en el cuarto de Daniel? –cambió drásticamente de tema pero no discutí ya que yo tampoco quería seguir hablando del futuro de mi hijo con ese idiota. Negué con la cabeza–. Vamos. –se colgó la cámara al cuello con la correa y me tomó de la mano para llevarme al cuarto de arriba.
Había una cuna color blanco cerca de una de las paredes azules; sobre la cuna colgaban unas figuras de animalitos con las que mi hijo podría jugar estando acostado o sentado. Toqué mi panza sin poder evitar imaginármelo ahí, lleno de alegría y con una reluciente sonrisa en el rostro. Caminé hasta la cuna y mis dedos tocaron la blanca madera.
– Hoy, después de ver al doctor Milliçéviç unos hombres van a ayudarme a meter un mueble en donde pondremos su ropita y los cuentos que le leeremos antes de dormir –Christian se puso detrás de mí colocando su barbilla sobre mi hombro. No lo contradije, no podía creérmelo.
¿Por qué demonios estoy imaginándome mi futuro y el de mi hijo a lado de Christian?
Sabía la respuesta, pero era demasiado dolorosa pensarla. Jake era el único que haría hasta la imposible para encontrarme, así tardara 2, 5, 10 años. Pero ya no estaba, no podría escapar jamás de las garras de ese maldito.
Continuamos con la "sesión de fotos". Con la diferente ropa y los diferentes peinados que Christian me obligaba a hacerme sí parecerían tomadas en diferentes días, incluso meses, que era exactamente lo que él quería lograr.
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