"Natasha, la nueva sirvienta."
Cuando entré al baño vi que Christian estaba de pie junto al bote de basura.
– ¿Qué haces? –me acerqué a él y vi que en su mano tenía un tinte para el cabello color café–. ¿Quieres que me lo pinte? –. Negó con la cabeza.
– Estaba considerando el cambiarte un poco el look para que no fuera tan obvio que eres Lorena, pero en realidad mi debilidad son las rubias, y me gustas así, además de que aquí, en Rusia, la mayoría de las chicas son rubias, pasarás desapercibida. –tiró el tinte a la basura.
– Sí... En realidad no quería que me explicaras todo eso, con un simple "no te volverás morena" me bastaba... Ahora, largo, que quiero orinar... –sonrió y salió del baño.
***
Cuando bajé a la cocina por un bocadillo vi la cabeza de Christian, y la de mi hijo sobre su hombro, en el sillón. Me acerqué lentamente. Ambos dormían tranquilamente, no pude evitar sonreír por la ternura, me hubiera encantado que esa imagen quedara grabada para siempre en mi mente pero con Jake en vez de Christian.
***
– Ahora vuelvo, no te voy a amarrar porque sé que no eres tan estúpida como para intentar escapar.
– ¡Ah! Gracias... –exclamé sarcásticamente–. ¿A dónde va...? ¿Sabes? –dejé a Daniel recostado en el sillón– En realidad no me interesa, tárdate lo que quieras... –puso los ojos en blanco pero no agregó nada antes de salir.
Una hora después regresó acompañado de una mujer. Aquella rubia me saludó con un movimiento de cabeza.
– Gemma, ella es Natasha, la nueva sirvienta. –levanté una ceja.
– ¿Es en serio? ¿Una sirvienta? ¿Para qué quieres una? Siempre estamos en la casa, nosotros limpiamos...
– No, tú limpias TUS cosas y yo las mías. Natasha limpiará la casa mientras tú cuidas mejor a Danny.
– Como quieras... –dije aún sin entender el por qué quería una sirvienta.
– No se arrepentirá, señora. –era obvio que su lengua materna era el ruso, pero hablaba muy bien nuestro idioma.
***
Aquella linda mujer nos hacia la comida, limpiaba la casa, lavaba la ropa, hacía absolutamente todo mientras yo me encargaba todo el día de cuidar a Daniel y Christian de mirarnos el trasero a ambas. Era bastante obvio que el pelinegro quería acostarse con Natasha y la quería siempre cerca, tanto así que la convenció de quedarse a dormir en el sillón de la sala, así ella iba a estar las 24 horas del día en la casa. Pero estaba claro que la rubia sólo quería trabajar, no tenía ningún interés en revolcarse con ese hombre.
Empezaba a ponerme nerviosa del como Christian la veía, tenía miedo que un día la forzara a hacer algo que ella no quisiera, y más estando en un lugar tan aislado como ese. Así que decidí advertirle.
– Nat, ¿puedo hablar contigo?
– Sí, señora, ¿qué pasa? –. Dejó de tender la cama para verme con los brazos en la espalda.
– Tienes que irte de aquí. –solté.
– ¿Qué? Pero apenas llevo una semana trabajando aquí...
– Lo sé, te pido que te vayas por tu seguridad. –me acerqué a ella susurrando por miedo a que Christian nos escuchara aunque él estaba en la sala viendo televisión.
– ¿A qué se refiere señora? No le entiendo.
– He notado como te ve y...
– Por favor –me interrumpió–, no me despida, le juro que su esposo no me interesa en lo absoluto, yo solamente...
– No, no es eso Nat... –intenté ignorar el hecho de que lo había llamado mi esposo–. Él es peligroso, tengo miedo de que te haga daño...
– Yo no le haré daño... –voltee a ver a Christian de un brinco–. Bueno, ahora me obligarás a hacerlo... –se acercó a nosotras de manera amenazante. Me situé entre ambos.
– No –dije con mi voz temblando–, la despedí... Tiene que irse...
– Ella no se irá. –sonrió de una manera que me recordó a la sonrisa que se dibujó en la cara de Thomas la primera vez que intentó abusar de mí.
– Christian... –sabía que algo malo estaba a punto de suceder–. Por favor...
– Sal de la habitación, no querrás ver esto. –en todo ese tiempo no le había quitado la vista de encima a Natasha.
– No dejaré que le hagas algo... –de repente Christian me sujetó por los hombros y me lanzó al suelo. La rubia quiso salir corriendo pero él logró alcanzarla y la tiró a la cama.
– ¡No, por favor! ¡Déjeme ir! ¡No le diré a nadie! –chilló la chica intentando zafarse de su agarre, pero era imposible ya que Christian estaba sentado a horcajadas sobre su cintura.
– ¡Déjala! –. Corrí hacia ellos, pero Christian me tomó por el cabello y me obligó a pegar la mejilla a la cama de tal forma que el hombro de Natasha quedaba frente a mis ojos.
– Esto me dio una muuuy buena idea... Nunca he hecho tríos... ¿Qué opinan? –la rubia seguía suplicando que la soltara mientras yo me obligaba a no decir algo que empeoraría las cosas. Sentí un horrible dolor en el cuero cabelludo cuando el pelinegro me soltó. Daniel empezó a llorar–. Cállalo. –ordenó sin mirarme.
– Por favor, Christian, déjala ir.
– ¡Que vayas a callarlo! –. Gritó. Una vena sobresalía de su frente. Fui hasta la puerta de la habitación y voltee sobre mi hombro para ver a la pobre chica.
– Lo siento. –susurré, aunque probablemente no me haya escuchado por sus gritos y los de Daniel.
Cargué a mi hijo por varios minutos pero no dejaba de llorar ya que le asustaba los horribles gritos de Natasha que se escuchaban por toda la casa. Dejé a Dan en su cuna cuando se tranquilizó un poco y bajé corriendo hacia la cocina para tomar un cuchillo. Cuando regresé vi a Christian completamente desnudo sobre la rubia.
– ¡Aléjate de ella! –. Apunté el cuchillo hacia Christian. Se puso de pie sonriendo mostrando las palmas de las manos. Voltee a ver a Natasha. Estaba llorando sobre la cama, desnuda de la cintura para arriba, aún con las piernas abiertas y su falda levantada.
¿Así me veo yo cuando él abusa de mí? ¿Tan desgraciada? ¿Tan...?
Christian aprovechó ese momento de distracción para abalanzarse sobre mí y quitarme el cuchillo. Me golpeó en el abdomen después de quitarme el arma de la mano y me dio una bofetada que me llevó al suelo. A una velocidad increíble volvió a sentarse sobre Natasha y la apuñaló más de 10 veces antes de que lograra llegar hasta él para intentar detenerlo.
– ¡No! –Christian se quitó para dejarme sujetarla–. ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Sólo quería ayudarte! –. Acercó su mano ensangrentada para tocarme la mejilla, pero ésta cayó sobre su abdomen lleno de agujeros antes de lograr su cometido. Voltee a ver a los ojos a Natasha pero ya no había rastro de vida en ellos. Me giré sobre mí misma para vomitar en otro lado de la cama que no fuera su cuerpo. Las lágrimas mojaban por completo mis mejillas.
– Lorena... –Christian intentó tocarme pero salí corriendo de la habitación, supe que él me perseguiría así que no podía ir hacia el cuarto de Daniel, podría herirlo.
– ¡Aléjate de mí! –. Caminaba hacia atrás evitando perder el contacto visual con él.
– ¿Sabes? Llegaste justo cuando iba a terminar...
– ¿Qué?
– Ahora tendrás que ayudarme... –giré sobre mis talones y corrí hasta el cuarto de lavado, intenté cerrar la puerta pero no lo conseguí pues puso su pie entre la puerta y el marco antes de poder hacerlo.
– Aléjate de mí. –me recargué en la secadora y deslicé mi cuerpo hasta que mi trasero se pegó al piso. Christian se agachó, me sujetó por el tobillo y me jaló hasta que estuve acostada en el suelo. Se subió sobre mí y me obligó a abrir las piernas.
– ¡Christian, no! –intenté empujarlo pero mis manos resbalaron gracias a la sangre que le cubría todo el pecho–. Por favor... Estás cubierto de sangre... –apreté los ojos en cuanto sentí que me penetró. Quería vomitar; cerrar los ojos sólo me permitía ver a la joven que se encontraba muerta sobre mi cama. La lengua de Christian recorrió toda mi mejilla hasta mis labios haciéndome volver a abrir los ojos. Sentí como terminó dentro de mí. Se puso de pie sonriente.
– Bueno, ahora tendré que ocuparme del cuerpo... Iré a comprar un poco de ácido...
– ¿Por qué no la entierras... Como a todas las demás?
– ¿Estás loca? El suelo está lleno de hielo, eso haría que el cuerpo no se descomponga.
Tengo que irme de aquí. Tengo que alejarme de él.
Me puse de pie, fui a mi habitación intentando evitar mirar a Natasha y empecé a vestirme con las prendas más calientes que tenía, a continuación vestí a Daniel.
– ¿Qué haces? –. Me preguntó Christian quien, no sé cómo, había desaparecido todo rastro de la sangre de la rubia de su cuerpo y también estaba vestido.
– Me voy de aquí. –dije sin mirarlo tomando las cosas que podría necesitar pues la casa más cerca estaba a más de 1 kilómetro. Christian rió.
– ¿A dónde?
– No lo sé, pero no soporto estar más tiempo cerca de ti y menos viendo como asesinaste a una chica inocente.
Terminé de guardar la comida en la bolsa que estaba en mi hombro y subí las escaleras con Christian pisándome los talones. En cuanto se dio cuenta que lo que decía era en serio me sujetó por los hombros y me pegó a una de las paredes del pasillo.
– No te vas a ir.
– Quítame las manos de encima, ¡maldito psicópata! –intenté apartar sus manos pero me apretó más contra la pared–. ¡Ya no lo soporto más! ¡Fingí por meses querer estar contigo, pero ya no puedo hacerlo! ¡Mataste a una chica inocente! ¡Te odio! ¡Mataste a Jake! ¡Te odio! ¡Desearía que tú fueras el que estuviera muerto, que los gusanos se comieran tu cuerpo podrido! ¡TE ODIO!
– ¡Cállate! –Christian me tomó por la cabeza y empezó a golpearla contra la pared. Apreté los ojos intentando soportar el horrible dolor que sentía cada que ésta chocaba, una y otra vez–. ¡Cállate! –. Siguió golpeándome hasta que perdí la conciencia.
***
Abrí los ojos y sentí un horrible dolor de cabeza. La habitación era blanca y yo me encontraba justo al centro, rodeada de máquinas. Un hombre alto y rubio entró a la habitación, en cuanto me vio sonrió y se acercó a mí.
– ¿En dónde estoy? –. Empezó a revisar las maquinas que me rodeaban.
– En un hospital –respondió el hombre aún sonriendo–. Es muy bueno que hayas despertado, creímos que no lo harías.
– ¿Qué? –. Quise incorporarme pero el dolor de cabeza regresó.
– No, no, quédate ahí. –me ayudó a recostarme de nuevo.
– ¿Qué pasó?
– Tuviste un accidente, caíste por las escaleras y te golpeaste varias veces la cabeza con los escalones.
– No lo recuerdo... No recuerdo nada... –volteé ver al doctor con los ojos húmedos, quería llorar, tenía miedo–. ¿Quién soy?
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