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Museo de Bellas Artes

Christian se paró atrás de mí, puso sus manos en mi cintura y me besó en el cuello.

– ¿Ya tienes una idea de como quieres que quede el cuarto para nuestro hijo? –. Preguntó colocando su barbilla en mi hombro.

– No es nuestro, es mío y de Jake –aparté sus manos y me dirigí a la salida de la vacía habitación. Christian me tomó del brazo con fuerza haciéndome girar, cuando lo miré adolorida me empujó hasta que mi espalda chocó contra la pared– ¿Qué te pasa? –grité furiosa intentando que apartara sus manos de mis hombros– ¡Podrías herir al bebé!

– ¡Es mi hijo, no de Jake! –. Intentó justificar su arranque de ira.

– ¡Si sigues golpeándome podría perderlo! –. Grité ignorando lo que acababa de decirme.

– Pues hacemos otro. –sonrió y se acercó para besarme en el cuello.

– ¿Hacemos otro? ¿Que mierdas te pasa, Christian? –lo empujé con fuerza– ¿Cómo puedes...? –entonces lo entendí.

– ¿Cómo puedo qué?

– A ti no te interesa tener un hijo...

– ¿Qué? –. Se rió.

– Tú no deseas tener un hijo realmente...

– ¿Si no lo quisiera por qué crees que...?

– ¡Tú sólo quieres demostrar que soy tuya! –lo interrumpí gritando– ¡Si tengo un hijo tuyo será la prueba de que lo soy! –no respondió– ¡Por eso te da igual lastimar a éste bebé –me llevé una mano a la panza– porque crees que es de Jake! Si lo pierdo... Tú sólo harías que tuviera otro hijo... Uno del que supieras que de verdad es tuyo...

– Vaya... –dio dos pasos atrás y puso sus manos en su cintura–. En serio... De verdad que a veces eres más inteligente de lo que pienso... Jamás creí que llegarías a esa conclusión.

– No puede ser... –lo miré horrorizada–. ¡No puedes ser así de insensible!

– ¡No soy insensible! Yo...

– Eres un maldito hijo de puta. –caminé hasta nuestra habitación y me encerré a llorar.

***

– ¿Te gustaría conocer Rusia?

– ¿Qué? –. Estaba acostada en la cama en posición fetal, con los ojos hinchados de tanto llorar, acariciando la página del libro de Harry Potter en donde estaba firmado por su autora. Una semana después de que llegamos a la casa Christian me lo dio, lo había dejado en el auto del conductor que nos había traído a la casa, junto con el reproductor de música. Cerré el libro y lo coloqué en la mesita de noche.

– Vamos, ¿que le vas a decir a nuestro hijo cuando te pregunte qué hiciste cuando llegaste acá? –. Me senté para mirarlo a los ojos.

– Le diré que su padre es un jodido psicópata que me secuestró y no me dejó salir en 3 meses de esta puta casa.

Su padre –repitió ignorando completamente lo que acababa de decirle–. En serio me encanta que cada vez lo aceptes más.

– Vete a la mierda.

– ¡Vamos, Lorena! ¿Así quieres que te deje salir? Te estoy dando la oportunidad de conocer Omsk y tú...

– Tienes razón –lo interrumpí mientras bajaba de la cama–. Vamos.

– Espera –me mostró la palma de la mano haciendo que me detuviera. Me extendió un tinte para el cabello color café. Lo miré–. Es para que te lo pintes.

– ¡No me digas! –exclamé fingiendo sorprenderme– ¿En serio? ¡Vaya! ¿Quién lo diría? Jamás se me hubiera ocurrido que un tiente para el cabello sirva para pintar el cabello... –puse las manos en mi cintura de manera exagerada.

– No voy a dejar que te reconozcan. –ignoró por completo mi sarcasmo.

– Christian, –troné la boca dando unos pasos hacia él lentamente– sabes que no puedo pintarme el cabello durante el embarazo, ¿no? –. Lo miré con una ceja levantada.

– No sé si debo creerte o sólo quieres que alguien logre reconocerte...

– Si quieres cambiar el color de mi cabello mejor cómprame una peluca, no voy a arriesgar a Daniel. –como le di esa opción entendió que en realidad no le mentía, asintió y dejó el tinte en el baño para que me lo pintara cuando Daniel ya hubiese nacido.

– Sólo esta vez voy a dejar que salgas rubia.

***

Las calles estaban rodeadas de nieve, pero el cielo estaba despejado. Pasamos por un hermoso lugar pero no se detuvo, moría por entrar y ver como era en su interior, pues su exterior era simplemente hermoso.


– Llegamos. –informó estacionándose.

– ¿A dónde?

– Hoy, cariño, iremos al Museo de Bellas Artes de Omsk –salió del coche, lo rodeó y abrió la puerta del acompañante para ayudarme a bajar. Cerró la puerta y caminó hacia mí hasta que mi espalda tocó el automóvil–. Sólo te digo una cosa, si pides ayuda a cualquier persona, si veo que haces alguna seña o algo, voy a golpear tu panza tan fuerte que Daniel va a dejar de existir –abrí la boca completamente sorprendida por la amenaza tan horrible que acababa de hacerme, mis ojos se llenaron de lágrimas–. Para de llorar –puso los ojos en blanco alejándose de mí– o llamarás la atención. –asentí limpiándome la cara con las manos mientras él agarraba una cámara fotográfica que estaba en el asiento trastero. Entrelazó nuestros dedos y caminamos hasta estar frente al museo. Christian tomó una fotografía del lugar.

Le dio la espalda así que yo hice lo mismo pensando que íbamos a caminar a algún lado. Levantó la cámara frente a nosotros.

– Sonríe. –ordenó.

– ¿Qué? –. Lo miré, no pensaba sonreír. Bajó la cámara molesto para verme a los ojos.

– Gemma, nuestro hijo va a querer ver fotos de nosotros antes de que él naciera –me abrazó por la cintura volviendo a levantar la cámara. Me obligué a sonreír para Daniel.

– ¿No se preguntará por qué no había fotos de nosotros antes de los 7 meses de embarazo?

– Es por eso que tendremos una "sesión de fotos" mañana. –sonrió girando sobre sus talones.

– ¿Una qué? –. Entrelazó nuestros dedos de nuevo y entramos al museo.

Estuvimos varias horas viendo aquel hermoso lugar. Hasta que los pies empezaron a dolerme muchísimo. Cerré los ojos intentando ignorar el dolor.

– ¿Estás bien? –Christian me dio un ligero apretón en la mano para que volteara a verlo, pero con la cabeza agachada y los ojos apretados sólo pude asentir–. Gemma, ¿te sientes bien? –me tomó por los hombro para quedar frente a frente y sin levantar la cabeza negué como respuesta–. ¿Qué tienes?

– Me duelen mucho los pies...

– ¿Por qué no me habías dicho? –puso su mano en mi barbilla para obligarme a alzar la cabeza y mirarlo. Abrí los ojos para encontrarme con los suyos color avellana–. ¿Nos vamos a la casa?

– No –dije poniéndome nerviosa, me miró confundido–. No quiero regresar a esa casa, tardaste 3 meses en dejarme salir, no quiero esperar otros 3 meses para salir a cualquier otro lugar.

– Oh... Gemma... –me abrazó por los hombros pegando mi oreja a su pecho, me dio un beso en el cabello–. ¿En serio creíste que si me decías que ya no podías continuar caminando me enojaría contigo? –me apartó y lo miré a los ojos. Asentí lentamente–. No seas tontita, Gemma, sabes que me importa tu bienestar.

– Yo sólo...

– Vamos –entrelazó nuestros dedos una última vez–, regresemos a la casa, te daré un delicioso masaje de pies. –no pude evitar reír a lo que él respondió con una tierna sonrisa.

Cuando llegamos a la casa fuimos hasta la puerta pero Christian no la abrió. Lo miré confundida.

– ¿Qué pasa?

– Quédate ahí –se alejó y levantó la cámara hasta la altura de sus ojos–. Ahora... ¡Posa! –. Solté una carcajada.

– ¿Cómo debo posar?

– ¡No lo sé, como quieras! –. Me reí y puse una mano en mi cintura y otra en mi cabeza posando de manera exagerada.

– Y ella es tu madre con 7 meses de embarazo... –escuché que le dijo a la cámara.

– ¿Estás grabando? –. Dejé de hacer mi pose para regañarlo.

– Y esa es tu mami enojada porque descubrió que la estaba grabando en vez de tomarle una fotografía... –volvió a decirle a la cámara mientras caminaba hacia mí. Cuando se puso a mi lado alejó la cámara de tal manera que los dos nos veíamos–. ¿Quieres decirle algo a nuestro adorado hijo para que lo vea cuando sea grande?

– Hola, cariño –dije a la cámara con una gran sonrisa haciendo que un hilo de niebla blanca saliera de mi boca–, sé que es un poco frío aquí, Christian me obligó a venir, si por mi fuera estaríamos en México, bajo en sol, en las deliciosas playas... Con tu padre Jake...

Christian cortó el video y me miró molesto.

– ¿Es en serio?

– Eso es lo que voy a decirle a nuestro hijo cuando crezca, y no vas a evitarlo, ahora abre la jodida puerta que muero de frío. –puso los ojos en blanco pero no discutió.

Quería ir a la habitación pero mis pies me estaban matando. Llegué al sofá de la sala y me dejé caer acostándome y colocando mis pies sobre el reposa brazos. Christian sujetó mis piernas para poder sentarse en el mismo sillón y colocar mis pantorrillas sobre sus muslos. Me quitó los zapatos y empezó a masajear mis adoloridos pies.

– Los tienes hinchados... –me dijo mientras los sobaba.

Puse mi brazo sobre mis ojos y no pude evitar gemir de placer cuando empezó a sobarme en la planta del pie, justo donde me dolía más. Ese fue mi último recuerdo antes de quedarme dormida.

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Este capítulo fue... No sé... Hace mucho que no escribía que Lorena y Christian se llevaban tan "bien" 😂 y es raro jajaja

En serio, dejen de pedirme que actualice más rápido, suelo actualizar cada semana, la última vez subí tres capítulos en 4 días y aun así me dicen que tardo en actualizar jaja sta gente jaja

Y... Bueno... No estoy segura pero creo que a partir del momento en el que Daniel nazca el final va a estar cada vez más cerca, sólo que no sé cuánto falte exactamente...

Fin del comunicado :v nos leemos... Tal vez el siguiente sábado :v no sé  :)

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