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"Eres un idiota."

– Vamos –. Christian se puso un suéter térmico.

– ¿A dónde? –. Yo cepillaba mi mojado cabello recién salido de la ducha.

– A la casa... ¿La que te mencioné? –. Intentó que recordara.

– ¿No dijiste que sería hasta el mes 9? –. Asintió.

– Voy a mostrártela por ahora, después viviremos ahí por unas cuantas semanas, pero me gustaría tu aprobación.

– ¿Por qué no me pediste mi aprobación antes de venir a vivir aquí? –. Recargué mis manos en mis rodillas. Decidió ignorar mi pregunta.

***

– ¡Santo cielo! –. Exclamé sorprendida al ver la dichosa casa por fuera. El patio era enorme, probablemente podría construirse una casa , tan sólo, en ese espacio. Esa casa si tenía otras casas a lado, aunque se veían un poco separadas por los grandes patios. No era aislada como en la que vivíamos hasta entonces.

– Espera a verla por dentro.

– Vaya.

De lado izquierdo estaban las escaleras para subir al segundo piso y del lado derecho había una puerta que te llevaba a la cocina y comedor. La mesa era de vidrio. Me acerqué a tocarlo. A lado del comedor había una pared que me bloqueaba casi toda la vista, a excepción de un espacio del tamaño de una puerta, pero sin ésta, que me dejaba ver la sala. Había varios sillones apuntando hacia el gran mueble de madera que soportaba la gran televisión. El espacio era gigante. Christian me ayudó a subir las escaleras. Había dos habitaciones, una a cada lado del enorme pasillo, hasta el final había otro sillón pegado a la pared que tenía una ventana enorme que dejaba ver un par de árboles sin hojas cubiertos de nieve situados en el patio trasero.

– Por aquí está la habitación de Daniel –Christian señaló con su mano el cuarto que quedaba del lado derecho–. Y esta será la nuestra. –señaló el que quedaba al lado izquierdo.

El de Daniel estaba pintado de blanco con unas especies de olas azul claro y tenía una cuna que quedaba a juego con las paredes. Me señaló un cajón en donde guardaríamos todos los pañales para que no se viera mal. Nuestra habitación era del tamaño de la sala.

– ¡Christian! –me acosté sobre la cama–, ¡esto debe medir 2 x 2! –Christian asintió riendo.

– ¿Te gusta?

– ¿Gustarme? ¡Me encanta! ¡Jamás había estado en una cama tan grande! ¡Podríamos entrar como 4 personas!

– Nosotros y nuestros hijos. –sugirió con una sonrisa.

– Eh... No me refería a eso... Yo... –me sentí incómoda. No quería tener más hijos con él.

– Lo sé, deberíamos disfrutar primero a Daniel y ya después tenemos más. –apreté las mandíbulas con fuerza para no decir algo de lo que me arrepentiría.

– Hay que quedarnos aquí desde ya. –dije después de unos segundos de incómodo silencio.

– Que me digas que te encanta no significa que nos vayamos a quedar ahora; te dije que a partir del mes 9 y a partir del mes 9 será.

– Bien. –acepté molesta cruzándome de brazos.

– Aunque podríamos quedarnos a dormir aquí, sólo por hoy. –sugirió. Le sonreí por lo que entendió que esa idea me encantaba.

***

Estaba durmiendo pero un delicioso cosquilleo empezó a recorrer mi cuerpo. En cuanto abrí los ojos salté de la cama y me alejé de él. Mientras dormía Christian había estado tocando mi entrepierna; él hacía lo mismo con la suya.

– ¿Qué mierdas te pasa? –. Grité furiosa.

– ¿Qué? –se encogió de hombros–. No te gusta tocarme, ¿ahora te molesta que yo mismo me toque? –. Recordé el momento en el que él había movido mi mano (igual mientras dormía) para que yo lo tocara.

– ¡Sabes que eso me vale! Pero, ¿por qué mierda estabas tocándome a mí también? Podías tocarte sólo a ti.

– Era más placentero si yo te...

– ¡Estoy embarazada! ¿Cómo puedes excitarte así? –. Se encogió de hombros.

– ¿Notaste que te crecieron más los pechos? –sonrió–. No puedo esperar a que esa panza no me distraiga.

– ¡Eres un asco! –. Me puse de nuevo el suéter térmico que había dejado en el sillón que estaba cerca de la cama.

– Ya lo sé pero... –me miró extrañado mientras me vestía–. ¿Qué haces?

Sin contestarle bajé las escaleras tan rápido como pude y salí de la casa.

– ¿A dónde crees que vas? –. Christian me tomó de la mano en cuanto estuvimos en el patio lleno de nieve.

– ¡No le toques! –. Aparte mi mano asqueada pues la suya estaba mojada y yo sabía que no había tenido tiempo de lavársela.

– Gemma, estás haciendo un espectáculo. –se acercó a mí. Giré la cabeza, una mujer de unos 37 años nos miraba interesada en lo que pasaba con nosotros. Apreté la mandíbula. Entré de nuevo a la casa y no volví a hablarle por el resto del día.

***

– ¿Cree que...? –. Se calló.

– ¿Qué cosa? –. Pregunté sin mirarlo, aún seguía molesta por lo que me había hecho el día anterior.

– ¿Crees que te pongas en ese humor por el embarazo?

– ¿Qué humor? –. Giré mi vista hacia él.

– Bueno... Ayer... No me hablaste en todo el día...

– Eso tiene una razón, y lo sabes.

– Vamos, Lorena, estabas gimiendo antes de despertar, incluso sonreíste... –me puse de pie furiosa–. A eso me refiero... Mírate. –me señaló con la mano.

– No, no estoy en "este humor" –hice comillas imaginarias con mis dedos– por mi embarazo. Estoy así por tu culpa –me miró sin entender–. Tú sólo buscas placer. No te importo yo ni Daniel. No puedes pasar ni un mes sin...

– ¡Esperé meses por ti! ¡No hemos hecho el amor en mucho tiempo!

– ¡Me violaste estando embarazada!

– ¡Ni siquiera te había crecido la panza! –. Los dos nos gritábamos furiosos con nuestros ojos a punto de salirse de nuestras órbitas.

– ¡Y estabas ahorcándome mientras lo hacías! ¡Cada vez te pareces más a tu hermano! –. Caminé dándole la espalda pero me sujetó por los brazos deteniéndome.

– No soy como él. –no estaba gritando pero su voz notaba que seguía molesto, como yo.

– Sé –me giré para mirarlo a los ojos– que si hubiera quedado embarazada, cuando tenía 17, tú jamás me hubieras puesto un dedo encima y menos que Thomas lo hiciera. Pero ahora, actúas como él.

– No, si fuera así estarías muerta desde hace mucho. –puse los ojos en blanco sonriendo.

– Eres un idiota.

– Lo sé –sonrió–. Eres muy bipolar, ¿lo sabes?

– ¿Disculpa? De los dos tú eres el bipolar cada 5 segundos.

– ¡Eso es mentira! –. Fingió ofenderse.

– ¿Y cuando me golpeas y al segundo me cuidas? Por ejemplo, cuando me golpeaste antes de saber que estaba embarazada... Desperté y tú estabas a mi lado observándome. Aunque ahora que lo pienso... Me hubiera dado miedo si despertaba y tú estabas sentado en una silla frente a mí sin quitarme la vista de encima –reí pero al ver su cara seria dejé de hacerlo–. No juegues, ¿en serio lo hiciste? –. Se encogió de hombros mientras yo ponía los ojos en blanco.

– Tú eres más bipolar –levanté una ceja–. Por ejemplo, ahora, hace 20 segundos parecía que te lanzarías hacia mí para matarme y ahora haces chistes...

– No cuenta como un chiste... ¡Pero tú eres más bipolar! Por ejemplo, cuando me encajaste las tijeras en la pierna, tú mismo me cosiste la herida súper preocupado.

– Si pero... –pensó unos segundos.

– No puedo ser más bipolar que tú, Christian. Sería imposible para mí quitarte ese puesto. Y por cierto, no vuelvas a hablarme por el resto del día, sigo molesta contigo.

– Estás cerca de quitarme el lugar. –se rió.

Unas horas después estaba cambiándome de ropa mientras pensaba en lo que había pasado. Christian y yo habíamos discutido a gritos y al minuto siguiente estábamos en una competencia para ver quien era el más bipolar de los dos. Cualquier persona diría que parecíamos una pareja, de esas que discuten y se ponen felices de nuevo casi al instante. Un escalofrío recorrió mi espalda.

¿Yo? ¿Novia de Chris? Sí, claro.

No pude evitar imaginarme una escena en la que él me pedía ser su novia, yo lo rechazaba y le rompía su corazoncito. Sonreí mientras me sentaba en la cama.

Christian jamás me pedirá ser su novia porque él, en su retorcida mente, cree que ya estamos en algún tipo de relación. Pero yo jamás voy a ser novia, y mucho menos esposa de ese idiota.

***

– ¡Oh por Dios! –. Solté un plato, que estaba cargando en ese momento, provocando que éste se rompiera en mil pedazos contra el suelo.

– ¿Qué pasa? –. Christian bajó corriendo las escaleras hasta pararse frente a mí notablemente preocupado. Estaba a punto de responderle pero sentí otro fuerte dolor en la panza que me hizo doblarme intentando soportarlo.

– Tenemos... que ir... al hospital... –mis ojos estaban apretados al igual que mi mandíbula.

Christian subió las escaleras en busca de un abrigo para taparme. Rápidamente salimos de la casa.

– ¡Mierda! –. Enterré mis uñas en su pierna.

– Cariño, siempre quise que hicieras eso, pero, además de que duele, justo ahora voy conduciendo. –bromeó.

– Eres un idiota. –reí con dolor.

***

Cuando Christian me lanzó al agua desde el yate  mi corazón quería salirse de mi pecho, no de miedo por mí, sino por Lorena. No podía dejarla con él, cuando ella tenía 17 años ni siquiera sabía por lo que estaba pasando, ahora lo sé y no podía dejarla sin intentar nada. Pero mientras más intentaba nadar hacia el yate Christian más se alejaba.
Lorena me gritaba que nadara hacia el muelle, que salvara mi vida, pero ¿cómo podía? No la dejaría, seguí intentando nadar hacia el yate pero no lo alcanzaba y mis piernas empezaban a cansarse. Si nadaba hacia el muelle podría buscarla después. No. No la dejaría ¿y si no volvía a encontrarla?
El amor de mi vida repetía una y otra vez que me salvara, que ella estaría bien sólo si sabía que yo seguía vivo. Entonces tomé la decisión más dolorosa de mi vida. Nadar hacia el muelle, salvarme, para después buscarla.
Empecé a nadar hacia la orilla imaginando que rescataría en algún momento a Lorena, podríamos vivir felices con nuestro hijo o hija.
Los brazos y las piernas me dolían demasiado pero no podía detenerme tenía que vivir, no por mí, por mi familia.
Giré la cabeza hacia atrás pero apenas y alcancé a ver el yate.
"Vamos Jake, hazlo por Lorena" pensé apretando la mandíbula por el dolor,  del esfuerzo, que recorría todo mi cuerpo, tenía miedo de que me diera un calambre y no lograrlo. El muelle se veía tan lejos de mí. Nadaba y nadaba perdono no sentía que me moviera en absoluto.
Me puse boca arriba y dejé de nadar. Mis brazos y piernas agradecieron el descanso. Voltee a ver de nuevo al muelle.
"No lo lograré" miré hacia el cielo, mi vista se nubló pues estaba llorando "Perdóname Lorena, no podré rescatarte, perdóname, te amo." No. No podía darme por vencido. Intenté volver a nadar pero mi brazo se acalambró. Me puse boca arriba de nuevo sin mover mi cuerpo mas que el brazo para quitar el calambre. Estaba agotado y el muelle aún estaba demasiado lejos.
"Lorena, perdón..." Nunca había amado a nadie como a aquella rubia de hermosos ojos azules que era mi prometida. Se me partió el corazón.
"Jamás llegaríamos a casarnos... Eres un idiota. La dejaste con Christian, ¿no harás nada?... No puedo, mi cuerpo no me responde, estoy sólo aquí, flotando en medio del mar..." Absurdo, estaba hablando conmigo mismo.
Cerré los ojos. Pensé en Lorena, los 6 años que había estado con ella habían sido los mejores de mi vida, todos los días, desde el primer momento en que la conocí en aquella habitación en donde éramos golpeados y violados por Thomas, desde que la vi supe que la amaría hasta el día de mi muerte, y así fue. Ella me ayudó a superar todo, me hizo sonreír de nuevo, y yo la dejaría con el maldito de Christian. Jamás conocería a mi hijo (o hija).
"No pienses en eso Jake, piensa en lo felices que fueron juntos" Decidí hacerle caso a mi subconsciente. Cerré los ojos con una sonrisa en los labios pensando en todos los maravillosos momentos que había pasado con el gran amor de mi vida.

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Bueno, querían algo de Jake y se los di, tal vez no era lo que pedían pero ahí está :y no me odien c:

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