Enferma
– Parece que la cocina te gusta. –dijo cuando dejó de besarme.
– En realidad no –mi respiración era agitada–, se me hace poco higiénico, vamos a otro lado.
Volvió a besarme y sentí como me sujetaba por el trasero para cargarme. Enredaba mis manos en su cabello para no alejarlo de mí. Se sentó en el sillón y se abrió el pantalón de Jeans que tenía puesto. Me puso de pie y me quitó mi pantalón de pijama junto con mis panties. Me senté a horcajadas sobre él besándolo con desesperación. Metió sus manos en mi blusa, cuando llegó a mis costillas, justo por debajo de mis pechos me levantó un poco para acomodarse y poder penetrarme.
Me obligué a gemir; obviamente él ya lo hacía por placer. En mi mente conté hasta cincuenta y grité gimiendo una sola palabra que "lo apagó" por completo:
– ¡Jake!
Christian me aventó al sillón y se puso de pie abrochándose el cinturón de nuevo.
– ¿Es en serio? –. Preguntó entre molesto y asqueado. Lo miré intentando evitar sonreír. Salió de la sala sin decir nada más. Me tapé la boca que ya tenía una sonrisa que iba de oreja a oreja. No podía reír a carcajadas como quería porque él descubriría mi plan.
Me puse de nuevo las prendas que desnudaban desde mi cintura para abajo. Me acomodé en el sillón, puse los pies sobre la mesita que estaba frente al sillón y prendí la televisión. Ni siquiera le presté atención al programa que estaban pasando.
No puedo volver a hacer eso... No quiero volver a besar sus asquerosos labios, no quiero volver a gemir para él. Tarde o temprano que gima el nombre de Jake le va a dar igual, lo sé.
En toda la tarde Christian no volvió a dirigirme la palabra, quería reír porque él ahora me hacía lo que yo le había hecho el día anterior, la única diferencia es que yo era feliz si no me hablaba. En la televisión apareció una película rusa. Me encogí de hombros pensando que ahora sería el momento para empezar a hablar ruso, así fue como había aprendido español, viendo películas en ese idioma y escuchando música, pero yo no tenía música rusa.
¿En dónde dejé mi reproductor de música?
Me senté intentando recordar en donde lo había puesto, intenté recordar también en donde estaba el libro de Harry Potter con el autógrafo de J.K. Rowling. Tosí lastimándome la garganta. Fui hacia la cocina y puse a hervir agua; me recargué en la barra intentando recordar en donde había dejado el libro. No lo había agarrado cuando bajé del avión... Lo había dejado ahí...
Noté que hacía más frío del que recordaba, ¿Christian había bajado la temperatura de la calefacción?. Bueno, ese idiota estaba furioso conmigo, la respuesta más probable a esa pregunta era un simple "sí". Subí a la habitación en donde Christian estaba acomodando la ropa de la maleta en el clóset. Justo tenía en la mano un gorro blanco y un suéter del mismo color, lo tomé sin decirle nada y salí del cuarto. Me los puse mientras bajaba las escaleras para ir de nuevo a la cocina.
Cuando el agua estuvo lo suficientemente caliente la vertí en una taza. Busqué en casi todos los cajones de la cocina hasta encontrar un poco de té negro. Esperé y lo bebí sintiendo como me quemaba la garganta. Con la taza entre las manos, sujetándola como si tuviera frío, caminé hacia la mesa del comedor. Cuando me senté no pude evitar recordar la asquerosa forma en la que Christian me besó y lo que quería hacer sobre la misma mesa en la que acababa de poner mi taza con té.
Cuando terminé el té lo dejé a un lado y recargue mi cabeza sobre la palma de mi mano pensando en Jake, lo extrañaba muchísimo, y a mis padres... Mi madre... Que sabía que tenía cáncer y no podía llamarle para preguntarle cómo estaba, ¿o sí? Pensé en el celular de Christian.
Luego lo busco...
Cerré los ojos y, sin quererlo, me quedé dormida.
Un repentino ruido metálico me hizo despertarme de un sobresalto, mis brazos estaban cruzados sobre la mesa donde mi cabeza se había dejado caer para poder dormir. Moví mi cuello sintiendo como me dolía por dormir mal acomodada.
– ¿Ya despertaste? –. Preguntó Christian moviendo uno que otro sartén atrás de mí.
– ¿Qué? –. Aún estaba atontada por haber despertado recién.
– Estuviste dormida todo el día. –informó.
– ¿Qué? –. Voltee a ver la ventana que estaba a lado de Christian, era verdad, afuera el cielo lucía oscuro y estrellado. Me puse de pie, el cuerpo me dolía, los huesos no soportaban mi peso, tenía muchísimo frío, estaba temblando, me sentía mareada.
– ¿Estás bien? –Christian me tocó el hombro. Cuando negué con la cabeza pasó sus manos por mis piernas y mi espalda para cargarme y llevarme a la habitación. No pude evitar reírme–. ¿De qué te ríes?
– No hablamos en todo el día, ahora me cargas hacia la habitación.
– Cariño, debes ver el entorno de la situación, no te hablé porque te quedaste dormida y no quise despertarte, además de que, obviamente, estaba muy molesto contigo, y te cargo a la habitación porque apenas puedes caminar.
– Que tontería –dije mientras me recostaba en la cama–, pude haber caminado hacia acá por mí misma. –Christian puso los ojos en blanco pero no discutió. Me tocó la frente con la palma de la mano y después las mejillas.
– Estás caliente... –dijo preocupado.
– Gracias. –sonreí de manera sarcástica guiñándole un ojo. Negó con la cabeza riéndose. Salió de la habitación y cuando regresó traía un trapo mojado. Me lo puso en la frente, quise quitármelo de inmediato, estaba helado, pero me lo impidió. Con un gruñido de molestia me tapé con las sábanas.
– Cariño, es mejor que estés destapada...
– Pero tengo frío... –me quejé como si fuera una niña. Volvió a negar con la cabeza y me destapó con una sola mano.
– Date un baño con agua tibia, te sentirás mejor, te buscaré unas pastillas... –y volvió a salir de la habitación.
Con dolor y muchos mareos logré ponerme de pie. Fui hasta el baño temblando por el frío que sentía. Abrí el agua caliente calmando los escalofríos que recorrían todo mi cuerpo. Salía vapor de la regadera por el agua tan caliente, pero no me importaba, se sentía muy bien.
– ¿Qué haces, Lorena? ¡Eso no te va a hacer sentir mejor! –. Me regañó cuando entró al baño, metió la mano en la regadera y abrió un poco el agua fría hasta que estuvo tibia, pero yo sentía que estaba helada, quise salirme pero Christian no me lo permitió. Me hizo quedarme ahí otros 5 minutos. Cuando salí me rodeó con la toalla mientras yo temblaba y me secó todo el cuerpo. Me ayudó a ponerme la pijama y salimos del baño. Corrí hacia la cama sólo para meterme de nuevo entre las sábanas y entrar en el mayor calor posible.
– Tengo frío. –dije sintiendo como mi mandíbula tiritaba.
– Lo sé, pero las pastillas que tenemos aquí no son para embarazadas... Te estoy haciendo un caldo que te hará sentir mejor. –asentí aun temblando– ¿Ves? Si no hubieras intentado escapar por el ático no te hubieras enfermado...
– Si no me hubieras traído a Rusia no hubiera intentado escapar por el ático...
– Si no hubieras... –suspiró–. Podrías hacer esto toda la noche, ¿no?
– Toda la noche. –asentí abrazándome en posición fetal. Puso su mano en mi cadera, sobre las sábanas, y la movió mientras sonreía.
Me hizo sentarme para poder cepillar mi, aún, mojado cabello.
– Creo que es la primera vez que siento que me necesitas.
– Yo no te necesito –cerré los ojos por el dolor de cabeza–, no te pido que hagas nada de esto.
– Lorena, deja de estar en mi contra tan sólo esta noche, mientras te cuido. –suspiré.
– ¿Por qué me cortaste el cabello? –. Pasé la manga de mi pijama por mi nariz al sentir que un liquido viscoso salía de ésta.
– Yo... Estaba furioso... –intentó explicar–. Me habías golpeado... Habías intentado huir... Quería golpearte hasta dejarte inconsciente...
– Eso fue exactamente lo que hiciste... –lo interrumpí susurrando. Un mechón de cabello cayó sobre mi cara, Christian lo volvió a juntar con toda la rubia melena para seguir cepillándola.
– Lo sé... Quería contenerme... Tenía el cuchillo en la mano y... Vi tu largo cabello... –dejó el cepillo de plástico en la mesita de noche y rodeó la cama para poder sentarse frente a mí–. Vi cuando Jake lo acariciaba en la playa... Sabía que te lo habías dejado largo por él y...
– Lo cortaste porque me cubría los pechos, ¿cierto? –. Lo interrumpí levantando una ceja.
– Lo corté porque te cubría los pechos. –dijo casi al instante asintiendo con la cabeza. No pude evitar reír.
– Eres un idiota... –me sonrió de lado.
– ¡Ah! ¡El caldo! –recordó–. Ahora vuelvo. Saltó de la cama y fue a la cocina.
El celular...
Con la vista intenté encontrar el endemoniado celular. Podía estar en un cajón, podía estar en un pantalón... O él lo llevaba consigo. La voz de Jake se escuchó de nuevo en mi cabeza:
Cuándo se duerma podrías buscar...
Me dejé caer de espaldas, lo cual no fue buena idea porque terminé golpeándome con la cabecera. Me quejé por el dolor llevándome una mano a la cabeza.
– ¿Estás bien? –. Preguntó Christian intentando evitar reírse de mí. En sus manos llevaba un plato lleno de algún caldo que nunca había visto en mi vida. Asentí mientras volvía a sentarme para poder comer ese caliente platillo. Chris se sentó frente a mí, con una cuchara levantó un poco de caldo, le sopló y lo movió en señal de que me acercara para que pudiera meterlo en mi boca.
– Sabes que puedo comer por mi misma, ¿no?
Puso los ojos en blanco pero igualmente me extendió el plato. Sí, el caldo estaba caliente, pero sabía delicioso. Me lo terminé demasiado rápido mientras Chris me miraba con una sonrisa de idiota que sólo hacía cuando yo le daba ternura o hacía algo que quería, como fingir estar cómoda con él.
***
Habían pasado unas horas desde que intentaba dormir y no lo lograba, daba vueltas por casi toda la cama intentando acomodarme. La fiebre me había bajado, pero aún me dolía el cuerpo.
–Ven aquí. –escuché la voz de Christian en la oscuridad. Tocó mi mano indicándome que me acercara a él, dudé un poco pero finalmente lo hice. Me rodeó por la espalda. Recargué mi cabeza en su pecho. Escuchaba sus latidos, eran lentos y tranquilos. Suspiré. Cerré los ojos y finalmente pude dormir.
Unas horas después volví a despertarme, estaba en la misma posición en la que me quedé dormida con la única diferencia que Chris agarraba mi mano que estaba sobre su pecho, la sujetaba con firmeza y ternura, como si no quisiera que la retirara. Levanté la cabeza hacia él. Me estaba viendo con una sonrisa.
– ¿No has dormido nada? –. Le pregunté sorprendida.
– Estás enferma y a veces tiemblas como si la fiebre te fuera a regresar... No puedo dormir preocupado por ti. –no quería admitirlo, pero ese acto era muy tierno.
Volví a acomodar mi cabeza sobre su pecho. Christian acarició mi cabello hasta que me quedé dormida.
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