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El cumpleaños de Christian.

Cuando desperté me di cuenta de que estaba sola en la cama. Me senté y me quité el top deportivo junto con la blusa. Como no me había quitado el top antes de dormir, la zona debajo de los pechos me dolía. Me quité también el short, me di cuenta que había dejado unas marcas de resorte en mi abdomen que me dieron comezón al instante; suspiré mientras me rascaba. Me puse unas sandalias que estaban a lado de la cama.

Subí hasta la puerta y la abrí. Entrecerré los ojos hasta acostumbrarme a la luz del sol. Subí las escaleras hacia la cocina y vi a Christian dormido en un sillón con los brazos sobre la cabeza. Abrí el refrigerador y bebí jugo de naranja directo del empaque.

– ¿Qué haces? –escuché la voz adormilada de Christian que venía desde la sala. Escuché como se movía para ponerse de pie–. ¿Estás desnuda?

– No, tarado –guardé la caja en el refrigerador de nuevo– estoy usando una blusa invisible, es el último grito de la moda.

– ¿Por qué estás desnuda? –. Preguntó ignorando mi frase sarcástica.

– Técnicamente no estoy desnuda... Pues aun traigo mis pantis...

– Me refiero a... ¿Intentas seducirme? –. Sentí sus manos posarse en mi cintura.

Solté una carcajada falsa. – Ajá, claro, también quiero que me violes... –caminé lejos de él sin mirarlo–. Mi mundo no gira en torno a ti, cariño.

– ¿En torno a qué gira tu mundo?

– Jake... Mi madre –un nudo se me hizo en la garganta al recordarla–, mi familia...

– Entonces no entiendo porqué estás desnuda...

– ¿Por qué vestirme? –lo miré cuando llegué al sillón–. Si traigo ropa o no, tú me violas, y nadie más me puede ver... Además... Siempre he pensado que la ropa es incómoda...

Me miró de arriba a abajo sonriendo con morbo. – ¿Por qué no pensaste eso antes de que quedaras embarazada? –. Se mordió el labio. – ¡Ah! ¡Por cierto! Me encantaría que prepararas la cena hoy...

– Sí, a mi me encantaría que te murieras, pero no todos los deseos se cumplen, cariño.

– Siempre te preparo la comida, sería lindo que tú lo hicieras al menos una vez... Por mi cumpleaños.

– ¿Es tú cumpleaños? –fingí sorprenderme como si realmente me importara. Asintió–. ¡Oh! Pero, ¿qué crees? Me vale si cumples años o no... –me acosté en el sillón de piel de espaldas.

– ¡Lorena! ¡Vas a hacer la cena hoy! ¡Y te vas a poner el vestido que está en el ropero!

Lo miré extrañada, no solía gritarme de la nada.

– ¡Bien! –. Le respondí gritando molesta.

Me di un baño rápido después de leer unas cuantas horas el libro de Harry Potter que me había regalado Chris. Me puse una camiseta que me quedaba gigante, supuse que era de Christian, pero me daba igual. Me hice un moño suelto, aun no me acostumbraba a tener mi cabello tan corto después de tenerlo hasta la cintura, entonces varios pelitos se me escaparon. Me vi al espejo encogiéndome de hombros.

– Dios santo de mi vida... –fui a la cocina a preparar la cena ignorándolo completamente–. Pero que hermosa te ves, cariño. Jamás creí verte con una camiseta mía... Es un sueño hecho realidad, ¿es por mi cumpleaños?

– No me lo puse para ti; sólo me dio flojera ponerme otra cosa, y si vamos a estar aquí varios días, tengo que ponerme cómoda.

Puso sus manos sobre mi cintura y pegó su pecho a mi espalda recargando la barbilla en mi cabeza.

– ¿Qué vas a preparar?

– Spaghetti a la boloñesa, la receta me la enseñó Jake. –sentí sus manos presionar mi cintura.

– ¿Vas a prepararme algo que te recuerda a él?

– A mí me gusta mucho, supuse que también te gustará a ti. –me encogí de hombros.

– Debimos haber hecho este viaje hace mucho. –enterró su cara en mi cuello.

– Dilo por ti, que si esta cochinada –dije refiriéndome al yate– se mueve salvajemente de la nada voy a terminar vomitando en la comida... Créeme que me esfuerzo por no hacerlo ahora mismo. –y eso era, literalmente, verdad.

Me dio un beso en el lunar de mi espalda y se alejó. Cuando subió al piso de arriba aproveché para hecharle demasiado ajo a la comida, no quería que se le hiciera sospechoso que oliera tanto. Logré disimular el olor abriendo por completo las puertas para que entrara el aire.

Caminé hacia la televisión y la prendí. Estaban pasando las noticias y en una esquina se veía la hora.

7:30

Bajé de nuevo a la habitación y abrí el ropero. Saqué un vestido que me llamó la atención. Cuando me lo puse me vi al espejo.

Me solté el cabello y lo revolví un poco, no tenía ganas de peinarlo sólo para él. Suspiré. Realmente extrañaba mi largo cabello, maldito Christian y maldito su arranque de ira cuando me lo cortó.

Subí de nuevo al comedor. Serví cierta porción en dos platos y los coloqué en la mesa junto con un par de tenedores.

Tomé unas copas y las llené de agua natural. Las miré por unos segundos, tomé sal y vertí lo suficiente (para que no se notara) en una de ellas.

– ¡Chris! –saqué la cabeza por la puerta para que me escuchara– ¡Ya está la cena!

Unos segundos después lo vi saliendo. Lo esperé a un lado de su lugar con las manos detrás de mi espalda.

Chifló en cuanto me vio. – Te vez hermosa, ¿no te maquillaste?

Sonreí. – Te dije que no me volvería a maquillar por ti.

– Bueno, aun así eres hermosa, además, estoy acostumbrado a tu belleza natural.

Levanté una ceja. – Tú estás acostumbrado a verme con moretones en la cara, dudo que esa sea mi "belleza natural".

– Lorena... No empecemos... Vamos a cenar...

Asentí. Tomó mi mano y me jaló hacia él para poder rodear mi cintura con su brazo.

– ¿Un besito para el cumpleañero?

Puse los ojos en blanco pero me obligué a besarlo.

– ¿Cenamos? –. Asintió.

Me senté en el lugar en donde estaba segura de que no había puesto el agua con sal.

– ¿Eso tiene alcohol? –señaló las copas–. Las embarazadas no pueden beber...

– Es agua, iba a servir jugo de naranja, pero no se veía muy lindo el color amarillo servido en las copas...

– Huele... Un poco a ajo... –dijo mirándome cuando enrolló el spaghetti en su tenedor. Puse mis codos sobre la mesa , entrelacé mis dedos y recargué mi barbilla en éstos.

– Sí, sabe rico, créeme. –le sonreí sin mostrar los dientes intentando no reírme de él.

Asintió y se llevó un gran bocado. Después de masticarlo por unos segundos lo escupió de nuevo al plato.

– ¿No te gustó? –. Pregunté inocente mientras él tosía.

Sujetó la copa entre sus dedos y bebió con desesperación. Escupió el agua en la misma copa, incluso creo que el líquido se le metió por la nariz. Sin poder aguantarme más empecé a reírme a carcajadas, estaba segura que podrían escuchar mi risa hasta la orilla del mar, al igual que la tos de Christian. Se puso de pie y fue a hacia la cocina para empezar a toser sobre el lavaplatos.

Me abracé el abdomen porque empezaba a dolerme de tanto reír, al igual que la mandíbula, pero no podía detenerme, era lo más gracioso que había visto en mi vida.

Cuando terminó de toser bebió jugo de naranja directo del empaque.

Me limpié las lágrimas aún apretando mi abdomen.

– ¡Dios, Chris! ¡Hubieras visto tu cara! –. Dije con voz aguda sintiendo como la risa estaba por atacarme de nuevo.

Apretó su mandíbula con fuerza. Lo miré con seriedad.

– ¿Crees que fue gracioso? –. Me gritó.

– Eh... Yo sólo... –me puse de pie nerviosa.

– ¿NO PUEDES HACER UNA PUTA COSA BIEN? ¡LA CENA, SÓLO TE PEDÍ QUE HICIERAS LA CENA UNA JODIDA VEZ! ¡TENÍAS QUE ARRUINARLO HACIENDO UNA ESTUPIDEZ!

Caminaba hacia mí, con la cara roja de ira, mientras yo caminaba hacia atrás intentando alejarme de él.

– Chris... Fue solo una broma... No pensé que...

– ¡ESE ES EL PROBLEMA, LORENA! ¡NUNCA PIENSAS LAS COSAS ANTES DE HACERLO!

Mi trasero chocó contra el sillón. Mi corazón latía con tanta fuerza que el pecho me dolía.

Lo que pasó a continuación fue tan rápido; apenas pude ver su puño siendo levantado a la altura de su hombro. Ni siquiera sentí el golpe, sólo el dolor que me recorrió desde la sien por toda mi cabeza, estaba en el suelo con ambas manos en el tapete.

Mi vista era completamente negra aunque estaba consiente de que tenía los ojos abiertos. Me recargué en el sillón y me apoyé de éste para poder ponerme de pie. Mi cabeza daba vueltas, y todo mi cuerpo temblaba, estaba débil, mis piernas no podían sostener mi peso.

– Lorena. –escuché su voz, pero se repetía varias veces, como si fuera un eco dentro de mi cabeza. – Lorena, lo siento, no quería...

– No me toques. –ni siquiera estaba segura de haberlo dicho lo suficientemente alto y claro para que me escuchara, mi boca estaba adormecida. Parpadee un par de veces pero mi vista no regresaba a la normalidad. Un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo antes de sentir como mis manos soltaban el sillón y mi cuerpo caía hacia atrás.

Christian me sujetó en el aire antes de caer.

– Lorena...

Su voz era cada vez más lejana, hasta que dejé de escucharlo y quedé inconsciente.

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