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Daniel

No sabía exactamente cuanto tiempo había durado el parto pero habían sido las horas más largas de mi vida. Pero ese momento de sufrimiento y dolor desapareció en cuanto pusieron a Daniel en mis brazos. Era el bebé más hermoso del mundo. Una lágrima resbaló por mi mejilla. No pude evitar imaginarme a Jake entrando al lugar, con una sonrisa de oreja a oreja, preguntándome si podía cargar a su hijo, yo sonriendo y entregándoselo.

– ¿Puedo cargar a mi hijo? –. Giré mi cabeza hacia Christian.

– No. –respondí de una manera seca. Volteó a ver a la enfermera con una sonrisa.

– Supongo que quiere cargar un poco más a su bebé. –la enfermera asintió con una sonrisa sin mostrar los dientes.

– Eso suele pasar. Los dejaré un momento a solas.

Daniel se movió un poco en mis brazos. Había visto bebés en mi vida, pero nunca uno recién nacido; lucían tan pequeños y frágiles.

– Esperaba que sacara algo de mí, pero en realidad se parece a ti. –Chris se acercó a nosotros sin quitar la vista mi hijo.

– ¿Ojos azules y cabello rubio? Se parece a su padre, Jake.

– Gemma, tú también tienes ojos azules y cabello rubio, no puede parecerse a él porque yo soy su padre.

– Claramente Daniel será guapo, así que es obvio que su padre es Jake. –lo miré retándolo. Apretó la mandíbula con fuerza.

– Podrá haber sacado tu belleza también.

– Además, –dije como si no lo hubiera escuchado– ¿por qué me llamas Gemma? No hay nadie que pueda escucharnos, puedes llamarme por mi verdadero nom...

– Pronto nos iremos a casa, cariño. –me interrumpió.

– No voy a ir a ningún lado contigo.

– ¿Qué? –. Hizo cara burlesca como si no entendiera lo que acababa de decirle.

– No voy a ir a ningún lado contigo –repetí–. No voy a poner la vida de Daniel en riesgo.

– Por Dios, Gemma. Daniel jamás estaría en riesgo conmigo, lo sabes, lo amo.

– ¿A sí? ¿Cómo me amas a mí? –quité la sabana que tapaba mis piernas y dejé ver la cicatriz del muslo derecho que me había hecho con las tijeras– ¿Esto es tu prueba de amor? Entonces no quiero que ames a mi hijo, gracias. –suspiró molesto.

– Traeré algo de ropa para cuando te dejen salir.

***

Christian había dejado que nos quedáramos por una semana en esa casa que sí tenía vecinos, pero para mi desgracia ya había pasado esa semana. Daniel no era de los bebés que lloraran en las noches, y eso me encantaba. No dejaba que Christian lo cargara y eso lo enfurecía pero no quería lastimarme ni a "su hijo". Le había pedido que se hiciera una prueba de paternidad pero se negó.

– Te compré algo. –fue corriendo a nuestra habitación y regresó con algo que parecía tela gruesa.

– ¿Qué es eso? –. Dejé a Daniel en su cama.

– Es una faja postparto. –levanté una ceja.

– Creí que me amabas sin importar mi físico. –dije con sarcasmo, pues era obvio que mi físico era lo único que le gustaba.

– Sabes que te amo por como eres, sólo... Úsalo, ¿sí?

Me puse esa prenda hasta que mi panza volvió a ser, más o menos, la misma de antes, aunque ahora tenía un poco de estrías.

***

– ¿Qué haces? –. Pregunté al verlo cargando a Daniel en su habitación. Giró su cabeza para verme.

– Cargo a mi hijo.

– Dámelo. –me acerqué a él pero dio unos pasos atrás.

– No, tengo derecho a cargar a mi hijo.

– No es tu hijo. –aseguré.

– Lorena, no quieres hacerme enojar. –Daniel empezó a llorar, y esta vez Christian si me dejó cargarlo para poder callarlo.

***

Me desperté de golpe con sudor frío por todo mi cuerpo.

– ¿Qué pasó? –. Christian me tocó la mano aún medio dormido.

– Tuve una pesadilla. –respondí sacudiendo la cabeza.

– ¿Qué soñaste? –. Recargó su cabeza sobre su mano girándose de lado para verme mejor.

– Que tú y yo teníamos sexo. –le sonreí burlándome.

– Ja, ja, que graciosa. –dijo con sarcasmo mientras ponía los ojos en blanco.

Justo en ese momento Daniel empezó a llorar. Me tallé los ojos mientras caminaba hacia su habitación. Bostezando lo amamanté.

– ¿Sabes? Me fascinaría ser bebé para que me dejaras poner mis labios en tu pecho. –Christian estaba sonriendome de lado, recargado en el marco de la puerta con los pies cruzados a la altura de los tobillos.

– Que asqueroso. –giré sobre mis talones para que dejara de verme de manera morbosa.

– Algún día, madrugada, tarde o noche, vamos a tener sexo de nuevo, lo sabes, ¿no? –. Mi corazón se aceleró y un escalofrío recorrió toda mi espalda. No quería que me tocara de nuevo, aunque con un bebé en casa no había tenido tiempo de pensar en eso. De pensar en la única razón por la cual él me mantenía viva. Para ser su muñeca.

¿Por qué no te compras una muñeca inflable?

– Tengo una de carne y hueso, ¿para qué quiero una inflable? –. Abrí los ojos como plato.

¿Hablé en voz alta?

***

Alguien tocó la puerta de la casa. Salté del sillón y fui corriendo a abrirla antes de que Christian lo hiciera.

La mujer sonreía de oreja a oreja pero al verme su sonrisa se desvaneció y me fulminó con la mirada.

– ¿Qué estás haciendo aquí? –. Preguntó en un tono más alto de lo necesario sin poder controlar su enojo.

– ¿Emily? ¿Qué haces aquí? –. Christian me quitó de la puerta para poder verla pero sin dejarla entrar.

– Te vi caminando por el centro y te seguí, ¿me dejas pasar?

– ¿Cómo supiste que estaba en Rusia? -ignoró por completo su pregunta.

– Si fueras un caballero me dejarías entrar en vez de dejarme morir de frío. –esta vez fue ella quien ignoró su pregunta. Christian, suspirando ruidosamente, la dejó entrar. Todo ese tiempo yo había estado detrás de la puerta escuchando todo; pero en cuanto entró di unos pasos atrás sin dejar de verla. Esa chica era hermosa y quería estar con Chris; no entendía por qué él no se quedaba con ella y me dejaba en paz– ¿Qué haces tú aquí? –. Me preguntó mirándome aún con odio.

Me encogí de hombros sonriendo.

– Estoy loca, ¿no recuerdas? Y mi querido primo Christian... –recordé que ella no sabía su verdadero nombre así que me corregí al instante–. Perdón, mi querido primo Thomas me está cuidando. –hice más visible mi sonrisa falsa.

– ¿En serio es tu primo? –levantó una ceja. Asentí, era obvio que no me ayudaría si me negaba. ¿Acaso no se lo había preguntado ya, cuando me conoció?–. ¿Entonces no te molestará que haga esto...? –. Lo tomó de las mejillas y le dio un beso en los labios mirándome para ver si reaccionaba ante aquello. Christian se alejó de ella sorprendido. Yo negué con la cabeza mientras alzaba mis hombros.

– Es mi adorado primo, ¿por qué me molestaría? –reí–. Podrían tener sexo frente a mí y yo vería televisión feliz de la vida.

El rostro de Christian demostraba que realmente le dolía el que yo no sintiera ni un poco de celos por aquella mujer. No sentía celos, sentía odio. Quería golpearla porque ambas sabíamos a la perfección que yo ni siquiera era familiar de aquel al que conocía como Thomas y ella no me ayudaba a escapar.

– Bueno, –habló Emily sonriendo– eso es exactamente lo que vamos a hacer, iremos a su habitación.

– ¿Y por qué no mejor en el sillón? –señalé el objeto que estaba detrás de ellos. Christian abrió los ojos como platos–. Está más cerca...

– Perfecto. –la mujer sonrió triunfadora y tomó de la mano al pelinegro; éste se me quedó mirando sin creer lo que estaba pasando, lo que yo le estaba diciendo a su "novia".

– Primo, voy arriba. –señalé hacia el techo sonriendo de manera hipócrita. Subí las escaleras y los dejé para que hicieran lo suyo.

Entré al cuarto de Daniel y lo cargué para que no hiciera ruido. Lo último que quería era que Emily supiera que Christian y yo habíamos tenido un bebé.

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Quería subirlo ayer pero estuve todo el día fuera de mi casa y no había podido escribir nada, pero aquí está \(:v)/ ¡DANIEL YA NACIÓ! El final se acerca :'v ñoooooo

PD: Es gracioso que encontrara la última imagen, porque la chica que está cargando al bebé tiene un lunar justo donde empieza la columna vertebral, justo como Lorena... Y como yo :v entonces vi la imagen y dije: ¡Lorena si tuvo un bebé y está fotografiado! D:

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