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6 meses

Tenía 26 semanas de embarazo, lo que significaba que ya tenía 6 meses de embarazo.

Hacía mucho había dejado de intentar escapar, Christian y yo llevábamos nuestras vidas muy parecidas a la que teníamos cuando yo era una adolescente de 18 años, despertaba, desayunábamos juntos, veíamos televisión, de vez en cuando se iba a trabajar y me amarraba el tobillo, 2 veces a la semana llevaba comida a la casa, y cenábamos juntos. Una vez había intentado encontrar su celular...

***

Estaba dormido, lentamente caminé al baño, abrí la puerta y la cerré sin meterme. Me tiré al suelo por si Christian se despertaba no me viera, que creyera que estaba en el baño. Se movió un poco en la cama y lo escuché roncar un poco. Me arrastré hasta llegar al pantalón que había dejado tirado en el suelo justo antes de abusar sexualmente de mí. Busqué en todos los bolsillos. No estaba. Recordé que ese mismo día había ido a trabajar y había regresado con un gran suéter térmico lleno de nieve que dejó en el sillón de la sala.

Me arrastré muy lentamente hacía la puerta y la abrí intentando hacer el menor ruido posible, antes de incorporarme voltee a ver a Christian, aún estaba acostado en la cama durmiendo profundamente. Salí de la habitación. Bajé las escaleras de puntitas haciendo una mueca cada que la madera rechinaba bajo mis pies. Fui hasta la sala y encontré el suéter térmico mojado y chorreando agua en el suelo. Busqué el teléfono en los bolsillos hasta que lo encontré.

Estaba apagado así que tuve que esperar 1 minuto a que prendiera. Cuando lo hizo me di cuenta de que tenía contraseña. Intenté desbloquearlo con mi fecha de cumpleaños, los números que escribían mi nombre, el nombre falso que me había puesto, el apellido, todo lo que se me ocurrió hasta que lo bloqueé por 2 minutos.

– Mierda. –susurré cada vez más desesperada.

– ¿Lo bloqueaste? –. Di un brinco y grité por el susto que me había causado.

– ¿Qué? –. Puse el teléfono detrás de mí intentando ocultarlo. Movió un poco su cabeza hacia su hombro y me sonrió como si pensara "¿En serio, Lorena?". Tragué saliva nerviosa.

– Dámelo. –ordenó acercándose a mí con la mano extendida– Lorena... Créeme que no sabrás la contraseña, no tiene que ver contigo ni conmigo, ni mi hermano... Dame el celular. –tragué saliva, estaba temblando.

– Por favor, sólo déjame hablar con mi madre... Hablar con Jake, con mi padre, con quien sea... No intentaré nada... Sólo... –se me ocurrió algo–. Quiero llamar a Jake... Decirle que busque a mi madre y le avise que –se me quebró la voz– nos separamos... Pero que estoy bien, no quiero que se preocupe... Sólo hablarle a mi madre... –empezó a negar con la cabeza. Se acercó a mí rápidamente y empezamos a pelear por el celular hasta que finalmente me lo quitó de las manos y lo aventó a la pared del otro lado de la sala rompiendo el aparato en mil pedazos.

– Lo siento. –se disculpó sin mirarme.

– ¿Por qué? –. Apreté los puños molesta, sólo le pedía una llamada y no quiso dármela.

– Jake... Tu madre... Tu padre... Todos están muertos...

– ¿Qué? –. Sentí que me desmayaba, no podía ser cierto, me estaba mintiendo para que no le llamara a nadie. Tenía que ser una mentira...

– Jake jamás llegó a la orilla del muelle, murió ahogado...

– ¿Qué? –mis ojos se llenaron de lágrimas–. ¡No! Tú... Tú le dijiste a uno de tus matones que lastimara a Jake cuando yo no quería salir del baño del avión... –negó con la cabeza.

– Fingí esa llamada, Eugene me dijo que Jake jamás llegó al muelle... –miré su pecho que subía y bajaba lentamente mientras el mío parecía ir a mil por hora.

– No... ¡Estás mintiendo! –. Intenté golpearlo en el pecho pero me sujetó por las muñecas.

– Lorena, créeme que nada me encantaría más que mandar a que lo golpeen cuando tú me haces enojar... Pero... Es la verdad...

– No... –dejé de pelear, los ojos me ardían por las lágrimas que lentamente caían por mis mejillas–. Mis padres... ¿Por qué dijiste que...?

– Tu madre tenía el cáncer muy avanzado... Falleció hace unas semanas...

– ¿Y por qué no me dijiste? –. Exigí saber furiosa.

– No quería lastimarte... –dijo bajando la mirada.

– ¿Y mi padre?

– Al no poder contactarte... Y sin el amor de su vida... Se quitó la vida...

Caí hacia enfrente recargándome en su pecho, mis rodillas ya no soportaban el peso de mi cuerpo. No podía ser cierto. No estaba preparada para eso, era demasiado para mí...

– No... –lo empujé alejándome de él sólo para que mi trasero chocara contra el sillón– ¡Me estás mintiendo! ¡Maldito desgraciado! ¡Eres un mentiroso! –. Quise golpearlo de nuevo en el pecho pero de alguna forma consiguió abrazarme, yo no tenía fuerzas para pelear; sólo quería morir. Todo lo que amaba se había ido y yo estaba con una persona a la que odiaba.

***

– ¿Cómo están los dos amores de mi vida? –. Christian acababa de llegar a la casa. Yo estaba en el sillón con los pies sobre éste mientras veía una película rusa y comía unas palomitas. Rodeó el sillón, me dio un beso en los labios y después se puso de cuclillas, para darle un beso a mi panza gigante. Hasta ese momento había aumentado 3 kilos, pero eso no era algo que me molestara, nunca fui muy estricta con mi peso, y menos con Christian mirándome, lo que más deseaba era ser gorda y fea, pero al parecer jamás conseguiría lucir fea para él.

– Intentando entender al 100% esto –señalé la televisión-, te sorprendería saber que ya puedo escucharlo en un 25%... Nada mal para 3 meses que he estado aquí, ¿no? Creo... Lo único malo es que aún no puedo hablarlo... –hice cara de tristeza, de repente voltee a verlo emocionada– ¡Hablemos en ruso! Así podré...

– No hablaremos ruso en esta casa. –me interrumpió mientras levantaba mis piernas para sentarse a mi lado y a continuación colocar mis pantorrillas sobre sus muslos.

– Chris... Yo sólo...

– No, ¿crees que soy tan tonto como para enseñarte a hablar ruso y que puedas pedir ayuda a cualquiera que se te cruce enfrente?

***

– Vamos... –dijo Christian mientras yo terminaba de desayunar.

– ¿A dónde?

– Con Milliçéviç, tu nuevo médico –lo miré sorprendida, llevarme con un médico fue lo último que pensé que haría–. Vamos, vístete.

Me moví rápido para cambiarme, era la primera vez que salía de esa casa desde que nos habíamos mudado a Rusia. Christian tuvo que quitar la nieve que se había formado frente a nuestra casa para que pudiéramos pasar, después de una media hora ambos estábamos en el auto en camino a ver a ese tal Milliçéviç. El lugar no se veía tan bien como me lo había imaginado, casi no había gente ni trabajadores. Nos metimos a una oficia y vi a un hombre alto, rubio y extremadamente delgado, lo cual se me hizo extraño porque en todo el transcurso en carro no había visto a ningún ruso que estuviera tan delgado como él. Nos saludó poniéndose de pie y señaló una silla frente a su escrito. Para mi desgracia empezó a hablar en su idioma natal y Christian le respondía así que no tenía la menor idea de qué era lo que se decían. Chris asentía y me miraba mientras hablaba con el médico. De repente el hombre rubio se puso de pie y empezó a sacar cosas de los muebles que tenía detrás de él.

– ¿Sabes cuantas semanas tienes de embarazo? –. Me preguntó Christian pero yo negué con la cabeza. Tardé unos segundos haciendo cuentas.

– Creo que tal vez unas 17 semanas... No estoy segura... No sé...

– Es verdad, es probable que no te dejara embarazada hasta la última vez que lo hicimos antes de que quedaras embarazada. –agarró mi mano y le dio un ligero apretón. Le dijo algo al rubio que nos estaba dando la espalda, seguramente le informaba mi tiempo de embarazo. De repente el ruso se volteó y me di cuenta que tenía en la mano una jeringa, le respondió algo en su lengua materna.

– ¿Para qué es eso?

– Te va a sacar sangre –me informó Chris–, dice que es un poco tarde, que debimos hacer esto más o menos por la semana 8 pero que igual es necesario si no lo hiciste.

Después de sacarme sangre Christian me informó que el hombre tomaría mi peso y me haría otros exámenes más, como revisión de pechos. Era muy incómodo para mí ya que a ese al tal Milliçéviç no lo conocía en absoluto y más si ni siquiera hablábamos el mismo idioma. Cuando terminamos quiso saber si teníamos alguna pregunta. Sin decir nada Christian se puso de pie y salió de ahí. Lo seguí con la mirada extrañada, cuando ya no escuché sus pasos me giré para mirar los verdes ojos del rubio.

– Tiene que ayudarme –susurré tocando su mano con las mías–. Ayuda –dije lentamente para ver si podía entenderme. Negó con la cabeza hablando en ruso y alejó su mano–. No me entiende, ayuda, ayúdame. –le supliqué con los ojos.

Christian me causó un sobresalto que me hizo alejar las manos del escritorio en cuando se sentó a mi lado.

– No habla inglés y le pago muchísimo dinero. ¿Acaso crees que no pensé en esto? Creí que eras más inteligente, Gemma...

– Sí, bueno, supongo que a veces creo que eres tan idiota como cuando tenias 25 años, Thomas... –le sonreí de una manera exageradamente falsa.

El médico le dijo algo a Chris y él le respondió negando con la cabeza.

– ¿Tienes alguna pregunta para él?

– ¿Qué tengo que comer en estos meses? –. Christian le tradujo mi pregunta. El rubio anotó varias cosas en un papel y se lo extendió al pelinegro, quien asintió mientras lo tomaba. Nos pusimos de pie y nos despedimos.

** **

¿Y la ensalada que te dije que te prepararas? –. Preguntó Christian mientras tomaba unas palomitas del plato de donde las comía.

– No se me antojó. –me encogí de hombros.

– Cariño, debías comer algo ligero para que pudiéramos hacer yoga cuando yo llegara...

No pude evitar reírme; ver Christian intentando hacer yoga era como ver a alguien intentando sacar a un delfín a pasear al parque.

– Tú odias el yoga, no sé ni por que te esfuerzas tanto... –se inclinó hacía mí para tocar mi panza.

– Konóva te dijo que te hacía bien a ti y al Christian Jr. –puse los ojos en blanco apartando su mano.

– Ya te dije un millón de veces que se va a llamar Daniel, tú controlas literalmente mi vida, déjame ponerle un nombre a nuestro hijo.

Nuestro... Que hermoso suena eso... –sonrió como idiota.

– Yo... Quise decir...

– Me imaginé a nuestro hijo corriendo hacia mí cuando llegue del trabajo gritando "¡papi!" –sus ojos se llenaron de lágrimas. No pude evitar imaginarme esa misma escena, pero, en lugar de Christian, a Jake. Eso jamás pasaría... A veces soñaba con él, a veces en esos sueños él estaba a mi lado, abrazándome, pero a veces tenía pesadillas horribles...

** **

Christian me veía con una sonrisa demasiado intimidante y para nada amigable. Estábamos en medio de una ciudad en donde todas las casas eran blancas y los habitantes nos veían desde las ventanas, unas que otras personas estaban afuera de las casas con grandes armas de fuego en las manos, mirándonos.

– Aquí lo tienes... –Christian se colocaba a lado de mí señalando con su mano a Jake, quien estaba de rodillas frente a mí. Christian ponía un machete en mi mano.

– ¿Qué...? –lo miraba sin comprender, pero al ver su sonrisa entendía qué era lo que quería que hiciera–. No, no lo voy a matar.

– ¿Segura? ¿Prefieres que tenga una muerte lenta y segura?

– ¿Qué? –Christian sacaba una gran navaja de su bolsillo y le hacía una gran cortada a mi hermoso rubio en la mejilla. Gritaba horrorizada tapándome la boca–. ¿Qué haces?

– Lo voy a cortar, muchas veces, pero no haré cortes profundos para que no se desangre y así tenga una muerte muy lenta y dolorosa. –tragué saliva. Le hacía varios cortes más, en los brazos, la espalda, el pecho... Daba vueltas al rededor de él cortándolo con una felicidad exagerada, esperando a que yo lo matara, pero no podía, lo amaba, ¿cómo podía hacerle eso para obligarme a matarlo?

Apretaba el mango del machete fulminando con la mirada a Christian.

– Cuidado, cariño, esos hombres de allá –señalaba con el cuchillo manchado de sangre a todos los hombres que nos veían desde el patio de sus casas con armas de fuego– te van a matar si ven que intentas asesinarme, y no sólo te van a matar a ti, también a él. –señalaba al sangrante Jake que no podía ni mirarme a los ojos.

– ¿Por qué haces esto? –. Empezaba a llorar.

– Por mucho tiempo –ahora caminaba al rededor de mí– pensé en la mejor forma de matarlo... Y me di cuenta de que tú eras la mejor persona para asesinarlo, al menos para mi diversión.

– Eres un maldito hijo de...

– Esa boquita, cariño. –negaba con un dedo.

Jake empezaba a arrastrarse por el piso dejando la calle manchada de sangre. Christian se reía, caminaba hasta él y le encajaba el cuchillo en su mano atravesándola por completo. Un horrible grito de dolor salía desde la garganta del rubio.

– ¡Basta! –. Soltaba el machete y corría para arrodillarme al lado de mi amante e inútilmente intentar tapar sus heridas con mis manos.

– Lorena... –Jake se giraba hasta quedar boca arriba y poder mirarme–. Hazlo... No soporto más este dolor... Mátame...

A mi lado Christian me extendía el machete. Lo tomaba y lograba ponerme de pie. Jake estiraba su cuello dejándome verlo.

– Perdón, perdóname, te amo. –lloraba mientras levantaba el machete sobre mi cabeza y lo dejaba caer directo hacía su cuello y salpicándome de sangre. Christian aplaudía mientras reía. Soltaba el machete que seguía incrustado en el cuerpo sin vida de mi amante. Christian me abrazaba para consolarme y acariciaba mi cabello. Me llevaba a su casa y me metía al baño para limpiarme la sangre. Como yo no tenía fuerzas para moverme, él me quitaba el vestido y me duchaba. Al terminar me rodeaba con una toalla y nos quedábamos mirando frente a frente. De la nada empezábamos a besarnos con una pasión desesperada que jamás creía haber sentido. Enredaba mis piernas en su cintura e íbamos directo a la cama.

***

Me puse de pie y le di el plato con palomitas a Christian. Me miró extrañado pero no dijo nada. Subí las escaleras y me metí a la habitación que le pertenecería a mi futuro hijo. Estaba completamente vacía, a excepción de una cuna color blanco que estaba justo en medio del cuarto. Toqué mi panza.

– Supongo que vas a crecer aquí... Le pido a Dios que Christian sea un buen padre...

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