10
En cuanto me desperté me di cuenta de que Christian no estaba en la cama.
Me senté de golpe haciendo una mueca de dolor gracias a la herida de mi pierna.
Me destapé y vi que había una mancha roja en la venda. Justo en ese momento entró Christian.
-Buenos días cariño -Dijo con una sonrisa que no le devolví. Llevaba una bandeja con un jugo de naranja y un gran plato de cereal con leche. A lado una rosa.
-¿De dónde la sacaste? -Le pregunté señalandola.
-¿Esto? -Preguntó con una sonrisa y se sentó a mi lado colocando la bandeja en sus piernas. -A los Walkers no les molestará que una rosa haya desaparecido, además, según supe, ellos regresarán hasta mayo del siguiente año, ya habrán crecido otras rosas.
Los Walkers tenían un hermoso rosal. El señor Walker a veces me regalaba una flor y me alagaba diciendo que yo era muy linda. No es que me coqueteara, sólo lo decía para ser amable, además el señor Walker tenía 86 años de edad y estaba felizmente casado con una gran mujer, hacían la mejor pareja que hubiese conocido en mi vida. Él era un anciano muy bueno. Era lider de un equipo de Baseball. Nunca me interesó ese juego, pero a veces nos invitaba a su casa a ver algún partido. Jake y él se sentaban a verlo mientras yo hacía galletas con la señora Walker.
-¿Cariño? -Christian me sacó de mis pensamientos. Parpadee varias veces y lo voltee a ver. Miró mi pierna y al instante dejó de sonreir. -Tenemos que cambiarte las vendas. -Puso la bandeja en la mesita de noche y saltó de la cama en dirección al baño. Me quedé sentada mirando la rosa. Recordando aquellos felices momentos. Cuando los vecinos estaban en casa.
Si, sabía que esas eran casas de verano en cuanto Jake y yo compramos nuestra casa. Pero me gustaba la privacidad, ya casi no confiaba en las personas, en especial en los hombres. Si Jake y yo estábamos sólos, sin vecinos, me sentia "menos en peligro" y "menos acosada".
Sin previo aviso Christian me cargó y me puso al borde de la cama, en la misma posición en la que me había colocado cuando me cosió la pierna.
Lentamente quitó la venda. Sentí un dolor punzante en cuanto quitó la gasa de la herida. No soy experta en heridas cosidas, pero no se veia tan mal. De la nada vertió alcohol.
-¡MALDITA SEA CHRISTIAN! -Grité -¡Demonios! ¡Al menos avisa! -Se empezó a reir. Sin poder evitarlo yo también. -¡Ya! -Dije entre risas -¡Deja de reir y venda la jodida pierna!
Me puso una gasa nueva (mientras aún se reía) y rodeó mi pierna con una venda limpia.
-Ya estás -Le dio un tierno beso a mi pierna derecha.
Moví mis labios para hacer una leve sonrisa que él percibió pues sonrió de oreja a oreja.
Rodeó la cama y se sentó de nuevo a mi lado. Puso la bandeja en sus piernas.
-Espero no te moleste que haya vertido mi porción de cereal en el mismo plato -Dijo agarrando dos cucharas.
No, lo que me molestaba era tener que comer frente a él. Tendría que resistir las ganas de vomitar.
Me le quedé viendo al jugo de naranja, después al cereal y después a él.
-¿Qué? -Preguntó sin entender porqué aún no empezaba a comer. -¡Por el amor de Dios Lorena! -Puso los ojos en blanco, sujetó el vaso con el jugo de naranja y le dio un gran trago. Después agarró una cucharada del cereal y se lo tragó. -La Etorfina no se ingiere, además me pediste que no te la inyectara de nuevo, y mientras no intentes nada no la meteré en tu cuerpo.
Asentí de una manera casi imperceptible. Agarré la cuchara que me ofrecía y empezamos a comer. Como el vaso con jugo no era tan grande Christian me pidió que yo me lo bebiera para recobrar fuerzas.
***
Estaba acostada en la cama, pensando en Jake y lo que tendría que hacer para que ya no sufriera por mi culpa. Al menos ya había convencido al pelinegro de que solo usé a mi prometido como pañuelo de lágrimas.
-¿Estás bien? -Preguntó Christian causandome un pequeño brinco del susto, no me había dado cuenta de que él entró a la habitación.
-¿Qué?
-¿Que sí estás bien?
-Ah... Si... Un poco aburrida...
-¿Quieres que te traiga un libro?
Lo miré a los ojos y sonreí -Si, eso me gustaría.
Asintió con una sonrisa. -¿Alguno en especial?
Pensé un poco -¿En dónde dejaste el de El psicoanalista? -Recordé que Jake me recomendó leerlo.
-Lo acomodé en el librero.
-Me gustaría leer ese...
-Muy bien, ahora te lo traigo -Me guiñó el ojo y salió de la habitación.
***
No supe con exactitud cuanto tiempo llevaba ahí, pero ya había terminado el libro. Mi pierna estaba notablemente mejor, ya podía caminar más o menos bien, por obvias razones la cadena volvió a estar amarrada a mi tobillo izquierdo. Christian no me había tocado ni una sola noche desde que me lastimó la pierna. No sé si se sentía culpable o simplemente lo evitaba para no lastimar más mi herida.
-¿Amor? -Christian abrió la puerta de la habitación. Yo estaba en el balcón, admirando el anochecer. Se acercó a mí, me giré para mirarlo -Aquí está el pay de limón que se te antojó.
-No gracias... -Pasé a lado de el cogeando un poco y me dirigí al baño.
-Pero Lore... Lo hice para ti...
-Si, gracias pero... Solo quiero darme un baño y dormir...
Asintió. Dejó el plato con pay en la mesita de noche. Sacó las llaves del candado y liberó mi pie. Me dirigí al baño y cerré la puerta.
-¡Sin seguro Lorena!
Puse los ojos en blanco y me empecé a quitar la ropa. Abrí la regadera, puse el agua caliente. Estaba tan caliente que se evaporaba bastante rápido. Cuando el agua caía en mi herida me ardía pero ignoraba el dolor.
Recordé la vez en la que me encerré en el baño, rompí el espejo y me empecé a cortar las muñecas. Había intentado suicidarme. Pero para mi puta desgracia Christian me encontró y me llevó al hospital. Acaricié mi muñeca derecha sintiendo una línea de piel que sobresalía. Era la cicatriz más grande que me había quedado cuando me corté. Una pluma de la cola del Fénix tapaba aquella cicatriz. En parte también me lo había hecho para taparla. No le había contado a Christian que Jake se puso el tatuaje del Fénix en la muñeca izquierda para que cuando entrelazaramos nuestras manos las aves se juntaran, como si se besaran.
Salí del baño con la toalla rodeando mi cuerpo. El pay ya no estaba y Christian regresaba a la habitación. Abrí el closet y empecé a sacar la pijama. Me dirigí de nuevo al baño; entonces sentí que el suelo se movia bajo mis pies, quise sostenerme de la pared pero mi mano no la alcanzó. Estuve a punto de caer al suelo cuando sentí los brazos de Christian rodeando mi cintura.
-¿Estás bien? -Me preguntó preocupado.
Asentí sin responderle, mi vista estaba completamente oscura aunque sabía que mis ojos estaban abiertos. Cuando me sentí mejor pude poner fuerza en mis piernas para dejar de recargarme en Christian.
-Lo siento, no sé que me pasó...
Asintió con el entrecejo levemente fruncido, después sonrió -Si quieres te puedo ayudar a vestirte...
-Si, no te emociones -Dije dándole un golpe en el pecho para que me soltara.
-Tenía que intentarlo -Alcanzó a decir antes de que cerrara la puerta del baño tras de mí.
¿Qué rayos me había pasado? Nunca me mareaba de la nada. Probablemente no estaba comiendo bien...
Respiré profundo, me puse la pijama y después de cepillar mi largo cabello me hice una trenza de lado.
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