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Capítulo 15

CINCO SEMANAS MÁS TARDE

Pasaron los días y cada vez tengo más deseo de escapar, en la noche de ayer pude encontrar fuera de la habitación un bolso lleno de dinero, solo necesito un arma y me podre escapar en la madrugada.

Mi plan es agarrar el arma de Seis cuando deje mi comida o salir en la noche y buscar en la habitación de Siete que gracias a que he estado escuchando conversaciones me he enterado que tiene el sueño muy pesado.

Agarrare el arma y escaparé.

Seis entra a mi habitación con la bandeja de comida, disimuladamente veo si está armada pero no lo está.

— ¿No tuviste pesadillas? —Pregunta ya que no me ha escuchado gritar.

—No he dormido. —Le dije mirando la ventana.

—Te siento algo enferma—La miré.

¿A ella qué le importa?

—Estoy bien, pero me gustaría ducharme—Le dije.

—Te traere ropa—Salió de la habitación y comí la sopa que sirvió rápidamente.

A los minutos me trajo ropa.

—Gracias—Dije agarrándola y ella se llevó la bandeja.

Entré en el cuarto de baño y me di una ducha larga, lave mi pelo y repetía los pasos del plan una y otra vez en mi cabeza.

Me puse la ropa que me dio y salí de la habitación.

Miré la ventana hasta que anocheció, calculaba que eran como la una de la madrugada.

Pegué mi oído en la puerta para ver si escuchaba algo, todo estaba en silencio, ya fueron a dormir.

Saqué el bolso lleno de dinero de la madera del piso.

Metí mis zapatos en el bolso para no hacer ruido con ellos.

Abrí la puerta lentamente y miré a los lados, todo estaba oscuro.

Cerré la puerta sin hacer ruido y busqué la habitación de Siete ya que las tienen enumeradas, buscando la de siete encontré la de Once y no pude evitar parar a mirarla. Sacudí mi cabeza y continúe buscando la de Siete, hasta que por fin encontré el número Siete en la puerta.

La abrí silenciosamente y escuché inmediatamente sus ronquidos.

Dejé la puerta un poco abierta y vi sus armas en el escritorio, abrí el bolso y metí una caja de balas y cargué la pistola como había visto a Once y al resto de los chicos hacerlo, abrí las gavetas y encontré un cuchillo.

Cerré el bolso y puse el cuchillo en el short que me dio Seis.

Salí de su habitación en silencio y bajé las escaleras con el arma en mi mano. Vi a Tres en el mueble durmiendo profundamente, pasé todos los seguros de la puerta y salí cerrándola lentamente, empecé a correr lejos de la casa y cuando llegué a la carretera me puse los zapatos rápidamente corriendo por el camino donde me trajeron la primera vez...Sí que estaba alejado, tenía mucho tiempo corriendo hasta que encontré un motel bastante feo.

Corrí a la puerta y entré.

El recepcionista era un joven de unos diecisiete años, estaba muy agitada por correr.

— ¿Tienen algún teléfono? —Pregunté y él asintió señalando la cabina telefónica que estaba afuera.

Me dirigí a ella y entré, introducí varias monedas y me aseguré de que la pistola estuviera en mi short.

Espero estén despiertos.

Marqué el número de mi casa y contestaron a los minutos.

— ¿Quién habla? —Escuché la voz de mi nana.

—Nana, soy yo Scarlett—Dije agitada.

— ¿Scar? ¡Dónde estás! —Grito— ¡Señora Brown...Es Scarlett!

— ¿Hija? —Escuché la voz de mamá.

—Mamá—Murmure. —Escapé, no sé dónde estoy...Ayúdame—Le supliqué.

La operadora me avisó para que introdujera más monedas y eso hice.

—Describe el lugar—Me dijo.

—Hay un motel muy viejo, muchos árboles, la autopista es angosta y ya—Murmuré.

—Avisaré a la policía, sigue caminando a ver si encuentras algo—Me dijo. —Consigue un teléfono.

—Está bien—Asentí y salí de la cabina telefónica.

Seguí caminando pero cada vez tenía menos esperanza de conseguir algún lugar.

Veo a lo lejos un auto y le hago señas.

El auto se detiene y yo sonrió.

Me acerco al auto y lo veo...Maldita sea.

Empecé a correr rápidamente pero él me alcanzó y me logró agarrar.

—Cuatro...Por favor no—Supliqué.

—Intentando escapar—Murmuro en mi oído—Tendré que castigarte...Pero mis castigos no son como los de Once...Son mucho mejores—Lamió el lóbulo de mi oreja y yo saqué el cuchillo de mi pantalón y rasgué su brazo.

Él se quejó, saqué la pistola y lo apunté con ella.

—Dispárame, pero te van a encontrar... Y si no lo hacen...Buscarán a tu mami—Mi respiración se detuvo—No puedes matarme...Eres demasiado débil para eso ¿O me equivoco? —En mi mente se repetía el ''Buscarán a tu mami''.

Bajé el arma y él me agarró.

—La sorpresa que se llevará Once no será normal—Habló Cuatro.

Bajamos del auto y él me puso unas cuerdas en las muñecas.

Entramos a la casa y vi a Once sentado en el mueble con su teléfono.

—Venía de casa de mi hermano y me conseguí esto en el camino—Dijo Cuatro y Once se giró a verme.

Parece que todavía no se habían dado cuenta.

— ¿Qué? —Murmuró.

No lo miré.

Estaba enojada, frustrada, triste y nunca me había sentido más fuerte.

—Lo intentaste de nuevo—Dijo Once enojado.

—Debe ser castigada—Escuché la voz de Cuatro.

Lo quería golpear, sentí el cuchillo rásgame la espalda pero no me quejé.

—Mire lo que agarró—Le mostró el bolso y la pistola de Siete.

Él me miraba pero yo no lo hacía.

Decidí mirarlo...Porque después de cinco semanas lo necesitaba.

Lo analicé de pies a cabeza y mi mirada se detuvo en el cuello de su camiseta gris donde había una marca de labios rojos, mire su cuello donde había un chupón morado bien marcado.

Bajé la mirada inmediatamente.

—La llevare al salón de castigo... ¿Lo espero allá? —Dijo Cuatro y Once asintió.

Cuatro entró conmigo en una habitación grande y asquerosa, llena de sangre en las paredes y me amarró los brazos hacia arriba en un gran palo en el medio de la habitación.

—Espera a Once aquí—Me dijo y salió de la habitación, sentía el punzante cuchillo en mi espalda, intenté moverme para sacarlo pero se me hacía imposible.

A los minutos entran a la habitación pero no puedo ver porque estoy amarrada de espaldas a la puerta.

Escucho el látigo contra el piso.

— ¿Once? —Susurré.

— ¿Por qué lo hiciste? —Preguntó.

—Estoy harta—Respondí.

—Debo hacerlo.

—Saca el cuchillo de mi short, por favor—Le dije y lo sacó rozando su mano con mi espalda.

Rasgó la camisa con el mismo cuchillo y me la quitó.

Empezó con los latigazos...Era terribles, dolorosos, yo gritaba, no quería ocultar mi dolor, quería sacarlo.

—Estuviste con una chica—Hablé apretando mis labios al sentir el siguiente latigazo.

— ¿Qué? —Siguió golpeándome.

—Tu camiseta tiene labial—Murmuré.

—Olvidaba que analizas todo.

—Tienes un gran chupón en el cuello, cualquiera lo notaría—Otro latigazo.

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