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Capítulo 10


 Me intenté mover pero estaba demasiado adolorida. Once entró a mi habitación y yo no podía ni pronunciar una palabra.

Se sentó en la esquina de la cama.

— ¿Estás muy mal? —Miré sus ojos culpables y me empecé a preguntar si después de castigar a la gente pregunta sobre su estado. —No me hagas esto—Agarró mi mano y solté un quejido— ¿Por qué? —Se acercó más a mí. —No pude dormir pensando en cómo estas.

—Ya no importa...Supongo que me lo merecía—Murmuré.

—No es cierto, no te mereces nada de lo que te estoy haciendo—Mordí mi labio aguantando el dolor.

Él acarició mi labio haciendo que dejara de morderlo.

—Te he dicho que no aguantes tu dolor—Yo me acomodé mejor en la cama. — Puedo...—Señaló el espacio vacío de la cama. Asentí como pude.

Él se puso junto a mí y pasó su brazo con cuidado por mi cintura.

—De verdad lo siento, Scarlett—Miré sus ojos.

—Ya para—Supliqué.

Me acercó con calma hacia su cuerpo y yo solté un quejido de dolor, apoyé mi cabeza en su pecho y él soltó un suspiro abrazándome.

—Eres mi pecado y necesito ser castigado—Susurró.

—Lo siento por escapar—Pegué mi nariz a su camiseta negra inhalando su perfume, él levantó mi barbilla para mirarlo a los ojos.

—Ya no me importa—Acarició mi cola de cabello desordenada.

—Cuando me hablabas de tus castigos nunca creí que fueran tan dolorosos—Puse mi mano sobre su pecho.

Él colocó su mano sobre la mía y la apretó.

—Scarlett—Suspiró—Scarlett—Repitió y acarició la palma de mi mano.

Seis abrió puerta con un botiquín de primeros auxilios.

—Ehh...Quería curar un poco sus heridas, sé que usted no me dijo que lo hiciera y que nunca le ha gustado que yo ayude a las personas después de sus castigos, pero...—Interrumpió a la nerviosa chica.

—Ya te iba a llamar para que la sanaras—Se sentó con calma para que no me lastimara.

Ella suspiró de alivio y se acercó a la cama, puso el botiquín sobre la mesa y sacó las cosas.

Once me ayudó a sentar.

—Quítate la camisa—Me dijo ella.

Me la quité con calma ya que me dolía todo el cuerpo.

—Te arderá un poco—Me advirtió y mi espalda comenzó a arder en el momento en el que pegó el paño lleno de alcohol.

— ¡Maldita sea! —Grité de dolor.

—¡Que no le duela tanto, Seis!—La regañó Once enojado.

—Le dolerá más si no la curo—Dijo ella y mordí mi labio aguantando el dolor.

—Grita si quieres, Scar—Me habló Once.

Negué con la cabeza y dejé que Seis me terminara de sanar.

—Listo—Dijo después de que curara todas mis heridas, estaba con algunas vendas en mi cuerpo.

—Ropa limpia—Once me entregó un pantalón de pijama gris y una camisa que estoy segura es de él, de color negra.

La agarré y me lo puse con ayuda de Seis.

—Ya puedes retirarte, Seis—Ella asintió y salió de la habitación.

Once se cruzó de brazos mirándome.

Yo me levanté de la cama y me acerqué a él. Él observaba mis movimientos.

Agarre uno de sus enormes brazos para que dejara de cruzarlos y poder acercarme mas a él.

Él dejó caer sus brazos y yo rodeé mis brazos en su torso.

—Scar...—Susurro él. —Tenemos que llamar a tu familia...Ya sabes...Amenazarlos y esas cosas, no quieren entregar nada—Me separé de él y negué con la cabeza.

Eso sí es una buena forma de arruinar el momento.

—No cuentes conmigo—Me puse de espaldas a él.

—Ese es el problema, Scar...No tengo que pedirte permiso, pero...No quiero que sea una sorpresa para ti, lo harás y listo.

—No hablaré—Me crucé de brazos.

—Scar, si no hablarás a las buenas ellos te harán hablar a las malas—Mordí mi labio y volví a negar. —Me vas a volver loco—Soltó de golpe.

Arqueé una ceja.

—Yo creo que ya te volviste loco ¿No crees? —Pregunté escondiendo una sonrisa.

Él mordió su labio inferior, una mala maña que tiene.

—Creo que tienes razón —Afirmó él.—Ven aquí—Me llamó abriendo sus brazos para que lo abrazara.

Negué con la cabeza.

—Eres mi secuestrador—Hablé sin pensar.

Parece que mis palabras le afectaron ya que su expresión cambio.

—Lo sé—Se dirigió a la salida.

— ¿Ya te vas? —Pregunté ignorando mi orgullo.

Él me miró sobre su hombro.

—Soy tu secuestrador, no tengo por qué quedarme—Mordí mi labio aguantando una queja.

Salió de la habitación.

¿Por qué será que me hace sentir tan especial? Su forma de acercarse a mi es tan intimidante y misteriosa que puede llegar a agradar.

—Comida—Dijo Cinco al entrar a la habitación—Que sorpresa...No está aquí Once...Tal vez sea un milagro o se dio cuenta de la estupidez que hacía—Bajé la mirada. Ella me resulta insoportable.

—No sé a lo que te refieres—Ella rio.

—Lo que digas, bonita—Salió de la habitación dejando la comida en la mesa.

Era pollo con un poco de arroz blanco.

Comí un bocado y se me hizo difícil tragarlo ya que no me sentía bien todavía.

Dejé la comida ahí y decidí acostarme a tomar una siesta.

Mi cuerpo seguía adolorido pero ya era capaz de soportarlo sin quejarme.

Acomodé la almohada e intenté concentrarme en mis buenos recuerdos con mi familia y amigos.

Como cuando hice mi primer pastel con mi nana y sabía espantoso y le di un trozo a mamá y papá y casi vomitaban pero aun así me dijeron que estaba delicioso... Cuando mamá me llevo por primera vez a jugar bolos y dejé caer la bola sobre el pie de papá, son momentos que no podrán repetirse...Momentos que ya quedan en el pasado...Se convierten en recuerdo. Un día cuando muera yo también seré un recuerdo, que poco después se extinguirá y nadie sabrá más de mí, nadie sabrá que existí...Simplemente la vida continuará sin ningún cambio, nadie notará que desaparecí...A veces me pongo a pensar y todavía en mis diecisiete años no le encuentro una lógica a la vida, simplemente estamos aquí y un día dejaremos de estar. Es un maldito ciclo que nadie podrá romper...Es simple...Naces, creces, eres feliz, estás triste, pasar por la alegría, por el dolor, conoces personas, te encariñas y cuando menos te lo esperas... termina, sin darte cuenta todo lo que construiste con tanto esfuerzo puede desaparecer en un segundo, simplemente porque tenemos que cumplir un ciclo.

Hay que tenerle paciencia a la vida y esperar con tranquilidad el final de ella.

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