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20. «Fase Recuperativa»

Un mes después…

—¡Ya llegaron! —Valentina baja por las escaleras brincando y procura despedirse de su madrastra y hermano menor con un beso volador antes de dirigirse casi corriendo a la puerta principal—. ¡Cenaré en casa de Aitana!

—Tené cuidado, ¿está bien? —le advierte Susana cual madre moderadamente preocupada por su hija adolescente—.

—Hecho.

La castaña se precipita hacia el hermoso y recién estrenado coche de su amiga rubia, abre la puerta y se acomoda a sí misma y su revolucionario entusiasmo en los asientos traseros.

—¿Por qué tan feliz? —cuestiona la pelirroja que ocupa el sitio al lado de la conductora—.

—A ver, hagamos un repaso, ¿les parece? —sugiere la cordobesa con una expresión divertida que logra contagiar al par. Si fuera posible, creo que Valen estaría esparciendo arcoiris, brillos y unicornios de su boca—. El cielo azul, el Sol resplandece como nunca y vamos de camino al centro comercial para un día de compras extra fabuloso. En conclusión: ¡me sobran motivos para ser feliz! Además —Ella se asoma en el espacio entre ambos asientos delanteros y habla bajo, simulando una confesión—, esto no puede salir de aquí, pero, ¡tengo a las dos mejores amigas del mundo entero!

Su inesperado y eufórico grito sorprende a las chicas que se lanzan a reír a carcajadas por el asombro. Valen alcanza a depositar un sonoro beso en la mejilla a cada una en medio del alegre coro.

—Por lo tanto, yo propongo que tengamos un día estupendo. ¿Están de acuerdo?

—Así se habla, Valu —apoya Aitana al instante—. Chicas, ¡a divertirse!

Y dicho esto, pisa el acelerador a tope rumbo al mejor día de sus vidas.

...

Brenda se encuentra probándose un vestido cuando a Valentina se le ocurre una idea muy loca.

—Estaba pensando en hacerme un cambio de look, ¿creen que se me vería bien el cabello negro? Y, quizás… ¿usar ropa más oscura? —Hace una mueca ante una blusa que no le gusta mientras revisa cada perchero de esa sección—. Estuve revisando y he descubierto que mi armario está lleno de tonos pasteles.

—Valu, eres una dulzura y te quiero mucho —Definitivamente una frase de Aitana con semejante preámbulo no podría continuar con nada positivo—, mas, todos saben que vos y los tonos sauves van de la mano, así que, ¡ni lo intentes!

La castaña muestra un puchero entristecido a raíz de sus sueños rotos cuando la pelirroja sale del vestidor enfundada en un vestido verde tan ceñido, que parece estar atrapada en moho.

—No me queda, ¿cierto?

Valentina se queda en silencio y evita el contacto visual para no tener que darle una respuestas sincera, sin embargo, la rubia no se corta a la hora de regalarle su “humilde” opinión.

—Parecés la sirenita Ariel. Cambiate ya, ¿querés? ¡Siguiente!

—Odio el verde —Brenda bufa porque el modelo sería perfecto si estuviera en otro color—.

—Sí, no va contigo —lamenta la ojiazul con sorna—. Sin embargo, que no sea tu color no es su culpa. Por ejemplo: a mí, me queda de fábula. Aunque, bueno, no es que exista algo que me quede mal, por ende, es comprensible.

La mirada de sus dos amigas las hace caer en cuenta de que su actitud no está siendo la más empática. 

—Ups, ¡lo siento! El modo “ser una completa perra con Brenda hasta sacarle canas” aún está medio encendido. A decir verdad, no sé cómo desactivarlo del todo, ya está injertado en mi instinto. Lo siento.

—Aitana… —Y allí está Valu, ejerciendo su incasable papel de intermediaria en conflictos armados—.

La de cabellos como el Sol suelta un suspiro a la vez que rueda los ojos; acusa dentro de su mente a sus amigas por ser tan “malditamente sensibles”.

—Juro que lo estoy intentando, ¿de acuerdo? —se defiende frente a la chica cuyo nombre empieza con V, antes de girarse hacia la portadora del que empieza con B—. Teneme paciencia.

—Como sea… —la pelirroja le resta importancia y vuelve al probador para quitarse la polémica prenda—.

Como pueden ver, Aitana y Brenda todavía trabajan en su “relación amistosa”, con sus altos y bajos. En ocasiones con más bajos que altos gracias a la lengua filosa de la rubia.

Sin embargo, así es la vida, ¿o no?

...

Una docena de tiendas más tarde, el trío de chicas camina sin prisa hacia la salida del centro comercial. Ya está oscureciendo y el lugar se encuentra casi vacío cuando Valentina reconoce una silueta particularmente familiar.

—¿Facundo? —Esfuerza su vista para detallarlo mejor y se percata de que ha acertado—. ¡Facundo!

Ella corre hasta lanzarse a sus brazos y es cariñosamente recibida.

—Vaya, ¡qué gran acogida! —murmura el chico mientras envuelve el menudo cuerpo de la cordobesa en un abrazo y disfruta del olor a fresas que desprende su cabello—. Tendré que sorprenderte de esta forma más seguido.

Valu niega con la cabeza, divertida.

—No lo entiendo. Ayer te dije que pasaría todo el día con las chicas y acordamos vernos mañana.

—Si, lo sé, lo sé —El pelirrizado pone sus manos en alto como si estuviera defendiéndose de una grave imputación mientras esboza una sonrisa culpable—. Pero no pude resistirme a la tentación y decidí pasar por aquí para ver qué tal lo estaban pasando.

—Conque intentás sabotear nuestro día con Valentina, ¿eh? —Aitana denota su imponente presencia nada más llega al lado de la pareja y lo mira con ojos acusadores—.

—¿Tenemos que recordarte que la has estado robando de nosotras durante al menos tres días esta semana? —Es Brenda quien cruza sus brazos frente a su pecho—.

Pues sí, dos semanas y media luego del ofrecimiento, el pelinegro recibió una llamada de Valen aceptando su propuesta.

Diez días después, las cosas entre ellos avanzan a pasos gigantes en una buena dirección.

—Estás metiéndote en un lío, Facundo —le advierte la rubia a la par que, con su dedo índice, acentúa la magnitud de su amenaza—. Uno bastante gordo, del que quizás no logrés zafarte.

El universitario muestra una actitud confundida y pasa saliva en seco sin saber muy bien qué pensar. Si Aitana se parece en algo a su hermano mayor, entonces tendría, aunque sea una fracción de ese lado peligroso que pocas, pero destacadas veces, Axel saca a relucir. En tal caso, en verdad tendría que andar con cuidado.

—Chicas, déjenlo. No ha cometido ningún delito, tan solo quería verme —La pacífica Valentina no demora en rociar en el ambiente una pizca de su fragancia natural de “paz y amor, hermano” antes de girarse hacia el chico y brindarle una brillante sonrisa—. Y sos un dulce por ello. ¿Querés pasar el rato con nosotras?

—Oh, no, gracias. Te quiero Valu, sin embargo, también aprecio mi vida, y algo me dice que esas dos no dudarán en quitármela —Martínez asiente en señal de que probablemente tenga razón mientras Ponce se encoge de hombros sin mayor interés—. Además, tengo a Rodrigo y Pedro en el estacionamiento esperando mi regreso.

—¿Están acá? —La castaña exhibe su emoción por reencontrarse con ellos—. Debo ir a saludarlos. ¿Vienen conmigo, chicas?

Con expresiones aburridas, ambas responden al unísono:

—Ya que…

...

—¡Ey! ¡Muchachos!

La cordobesa sacude su mano con tanto entusiasmo que le provoca una sonrisa a Pedro.

—Valu, ¿cómo estás? Es un placer verte de nuevo.

—Lo mismo digo —La vergüenza por su manera de irse la última vez que se vieron le causa cierto retraimiento y el remordimiento la empuja a pedirle disculpas—: Lamento haberme marchado de esa forma aquel día.

—Oye, no te preocupes —El amable chico acaricia su hombro como un buen hermano mayor lo haría, haciéndola sentir nuevamente confiada—. Está todo de maravilla.

Sus ojos marrones recobran su brillo de siempre y se anima saluda al segundo espectador:

—Rodrigo.

—Valentina.

El pelinegro asiente en reconocimiento y, como es habitual, demuestra ser una persona de pocas (por no decir escasas) palabras.

—Es bueno verte.

La chica recae en sus amigas, ubicadas detrás de ella en un aparente “modo planta” pues solo se dedican a ver sin proyectar ninguna clase de emoción por interactuar con los desconocidos.

Valentina decide presionarlas un poquito para que se abran con ellos y, para ayudar a su propósito, recuerda las similitudes entre la chica de cabello fuego y el listillo antisocial.

—A propósito, esta es Aitana y ella es Brenda —Se detiene en la última y hace mayor énfasis en su presencia—. ¿Te acordás de la chica de la que te hablé? ¿Tu versión femenina y pelirroja?

—Que destaques el color de mi cabello como si fuese un error de fábrica es altamente ofensivo, Valen.

—Hace poco leí un estudio que aseguraba que los pelirrojos y pelirrojas solían recibir más insultos por el color de su cabello que el resto. Incluso más que las personas con cabello rizado.

—Eso es obvio, los rizos son perfectos. ¿Quién podría molestar a otra persona por tener el pelo rizado? ¡Es maravilloso! —resalta Facundo mientras balancea su abundante melena negra como si estuviera en un comercial de Pantene—. En cambio, el rojo parece algo… antinatural.

—¡Ey! —Brenda chilla profundamente ofendida antes de encarar al único de los tres que ha hallado medianamente interesante—. Por otra parte, ¿cuál es tu fuente?

—Descuida, solo me fío de sitios oficiales y siempre comparo los datos para sacar mis propias conclusiones. No me gusta repetir lo que dicen otros como un perico sin cerebro, por alguna razón hemos evolucionado, ¿o no?

—Pienso lo mismo. Mi madre no entiende cómo alguien de mi edad está suscrita a tantos canales de noticias. Y yo siempre le respondo:

—¡Comprobar la información es vital!

La frase dicha a coro espanta a más de uno.

—Dios, esto es espeluznante —susurra Aitana por lo bajo, en tanto Pedro asiente en shock y Facundo realiza la señal de la cruz  a la par que gesticula un “Cristo bendito” como si estuviera tratando de alejar a un espíritu maligno—.

Por otro lado, lejos de parecer asustada como el resto, Valentina luce una sonrisa satisfecha y complacida—: Se los dije.

—¡Es fantástico sentirse comprendido finalmente! Empezaba a desesperarme.

—Y que lo digas.

La chica cuyo cabello parece arder en llamas da un saltito debido al entusiasmo y tanto el que estudia Abogacía, como aquel que piensa obtener su título como Arquitecto, jurarían que la comisura derecha de los labios de Rodrigo se ha elevado simulando una pequeña mueca de felicidad.

Facundo se dispone a buscar agua bendita en la iglesia más cerca cuando el chico de negro lo sorprende otra vez:

—Oye, sé que tenés novio, Valu lo dejó muy claro el otro día, mas, ¿querés unirte a nosotros? Vamos camino a la fiesta de unos colegas de la facultad. Podría ser divertido, incluso podrías llamarlo para que nos acompañe.

—¿Él acaba de invitarla? —Facundo parece haber presenciado algún tipo de episodio paranormal—.

—¿Él le acaba de decir más de veinte palabras consecutivas a una persona sin sonar borde, grosero o apático? —El entrecejo de Pedro no podría estar más fruncido antes de girarse hacia la castaña y agitarla por los hombros con alegría—. ¡Valentina, sos milagrosa!

Apartados de la curiosa y bizarra escena llevada a cabo a su alrededor por sus propios amigos, Brenda le contesta en completa calma:

—Eso suena muy bien.

—¿Nos abandonás? ¡Genial! Divertite con tu triángulo amoroso —La única rubia en el lugar toma la muñeca de su mejor amiga y reclama su atención instantánea—. Valu, ya saludaste, ya los viste, están vivitos y todo. Ahora, ¡vamos!

—Ustedes también pueden venir, ¿les gustaría?

Mientras Valentina asiente frenéticamente, Aitana niega frenéticamente y Pedro no puede estar más confuso por tan opuestas reacciones del dúo de amigas. La pelimarrón mira a la de cabellos dorados con ojos de cachorrito y la decisión de la ojiazul, tiembla.

—No, no, no pongás esos ojos Valentina. ¡Es trampa!

—Porfis… —El ruego de niña desamparada termina por hacerla ceder—.

—¡Okey!

—¡Sí! —Valu celebra su victoria brincando en su sitio—.

—Maldición, ¡tengo que arreglar eso!

Aitana despliega su rabia interior refufuñando.

—Te amo, Aitana.

—Sí, sí, me amás… —Martínez pone sus ojos en blanco—. Descarada…

...

—¡Ya llegó por quién lloraban! —Brenda rueda los ojos tras la entrada dramática y escandalosa de su novio—.

No importa qué tan enamorada esté de Claudio, jamás dejará de hacerle saber lo ridículos que sus arranques de emoción pueden resultar. Por supuesto, siempre desde su “modesta” opinión, claro está.

Valentina y Aitana ríen en voz baja por razones diferentes. A Valu le resulta realmente simpática la actitud del morocho, mientras que a la rubia, lo que le parece verdaderamente simpático, es el mohín levemente irritado en el rostro de la pelirroja.

—¿Querés parar con tus pavadas?

—Dejalo, si es un dulce de leche —comenta Aitana, siendo en parte honesta, y en otra, no tanto_. Y definitivamente necesitás un poco más de eso en tu vida, amiga.

—Mantenete al margen de mi relación, ¿querés?

La de ojos turquesa imita el sonido de un gato en una pelea y articula sus dedos simulando garras—. Cuidado, leona.

Previniendo una contienda entre ambas, Valen sisea por lo bajo el nombre de la provocadora—: Aitana…

—¿Vamos por algo para tomar? —La rubia se apresura a evadir el inminente regaño y Valentina le permite librarse por esta vez; es así que las dos se dirigen a la cocina en busca de alguna bebida—.

—Y ahora que no están tus amigas… _El chico se precipita a tomar las manos de su novia como si hubiese estado conteniéndose desde que puso un pie en aquel departamento_. Creo que no me has saludado adecuadamente.

-Claudio, ¡hay gente en todos lados!

Brenda no puede ocultar su vergüenza, ya conocen su posición como primeriza en una relación amorosa y ese dilema de no saber cómo exteriorizar su cariño por él libremente.

Además, esconder un sonrojo es inmensamente complicado cuando no llevás puesta tu mascarilla, ¿no lo creen?

—¿Sí? ¿No lo había notado? —Quizá porque todo a lo que ha prestado atención desde que cruzó el umbral de la puerta fue a su preciosa novia de ardiente cabellera—.

—Claudio… —Sin darle tiempo a replicar, el morocho toma su rostro y la besa febrilmente, derrochando en el acto cada fibra de su amor por ella—.

—Estás hermosa —susurra el chico muy cerca de su rostro mientras acaricia sus mejillas del color de un tomate—.

—Gracias —El muchacho aprecia por unos instantes la enrojecida cara de su novia, y se deleita en su inocencia antes de apartarse, aunque sin soltarla por completo—.

—Estoy sediento. ¿Deseás que te traiga algo?

—Estoy bien.

—Vuelvo en un segundo.

—Andá tranquilo, estaré justo aquí.

El morocho besa sus manos con devoción antes de alejarse en la misma dirección que Valentina y Aitana. Momentos después, una voz irrumpe y perturba los pensamientos de Brenda tan abruptamente, que la hace pegar un pequeño salto.

—Guao, debo confesarlo, ese fue un buen beso —Los ojos avellana de la menor captan a su amienemiga precisamente detrás suyo, y su rostro se calienta aún más por su comentario, si es que es posible—. ¡Y mirá todo ese rojo pasión que se vislumbra en tu cachetes! ¿Acaso estás enamorada, Enriqueta?

—Oh, callate Olga.

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