18. «El Paseo de la Vergüenza»
Valentina despierta con la cara adolorida; la posición caída libre no es una postura cómoda para dormir y el adormecimiento de su mejila izquierda se lo reafirma sin lugar a dudas.
La dureza bajo su cuerpo activa una serie de alarmas en su cabeza al constatar de que esa definitivamente no se trata de la suave y confortable cama que ocupa la mayor parte de su habitación y en la descansa siempre. Es así como cae en cuenta de que se encuentra en un sofá.
Provocando que su cuello truene, levanta la cabeza en un rápido y brusco movimiento mientras escanea la extraña estancia en la que se encuentra. Los recuerdos pertenecientes a la noche anterior asaltan su cabeza sorpresivamente y los cuerpos inertes de los cuatros chicos desparramados a su alrededor confirman su veracidad con vehemencia.
Valu se apresura a buscar su cartera en medio del desastre de vasos plásticos, bolsas de comidas chatarra, botellas de cristal y sobras de pizzas imperante en el living del apartamento y, una vez halla también sus zapatos, se marcha en un chasquido.
Con su cara ardiendo en vergüenza, baja por las escaleras a toda prisa, y ya fuera del edificio, revuelve su bolso hasta encontrar su celular para marcarle a su mejor amiga.
Ella intenta cubrirse el rostro tanto como le resulta posible ante la incomodad que escala por su cuerpo a raíz de las inquisitivas miradas que la examinan, con ojo de halcón. Ojeadas intimidantes de algunos transeúntes que, confusos a la par que curiosos, tan solo ven el distintivo cuadro de una joven con el maquillaje corrido y vestido de noche, sosteniendo un par de tacones en su mano derecha en tanto la otra sujeta su móvil pegado a la oreja, con una expresión que parece el vivo retrato de una angustiante desesperación.
Cuatro timbres más tarde, mientras Vale comienza a balancear sus pies descalzos sobre la banqueta, una rubia encuentra finalmente el aparato causante del molesto sonido que no la deja descansar en paz. El culpable reposa entre las almohadas de su cama y ella contesta sin revisar siquiera el número.
—¿Quién demonios llama esta hora de la madrugada?
No creo que la luz solar que se refleja en su escritorio esté de acuerdo con Aitana, pero lo dejaré pasar porque ayer fue su cumpleaños…
—¿Aitana? ¿Sos vos? —La voz anormalmente ronca de su amiga la desubica por completo—.
La de cabellos dorados bosteza y se obliga a despertar un poco cuando oye el tono en que le habla Valentina, como si dar con ella fuera su única esperanza de salvación en mitad de un apocalipsis. Incluso verifica que sea el número de su mejor amiga, hecho que confirma al ver el contacto: “Pulguita bondadosa” acompañado de un corazoncito en la pantalla de su teléfono.
—¿Valentina? ¿Te sentís bien? —Aitana no había tenido noticias suyas desde la noche anterior, después de que la mencionada desapareciera misteriosamente de su fiesta tras la pelea—.
—Sí, estoy bien. O más o menos. Eso creo —Los nervios entorpecen el habla de la cordobesa—.
—¿Quizás querés explicarte un poquito mejor?
—No tengo tiempo —Su tono urgente termina por desperezar a la chica con diecisiete años recién estrenados, quien se espabila tallando sus ojos—. Voy a enviarte una dirección y necesito que vengas a buscarme cuanto antes.
—¿Pero qué rayos está pasando?
—Te cuento cuando nos veamos —Y entonces, abandonando a la rubia en un estado de estupefacción severo, Valen corta la llamada—.
Aitana observa cada parte de su dormitorio, todavía atolondrada por todo lo que está sucediendo desde tan temprano. Su móvil suena de nuevo por la llegada de un mensaje reciente.
—Brenda, ponete los zapatos —exclama mientras sacude a la pelirroja que yace dormida en el suelo justo al lado de su cama—. ¡Tenemos que irnos!
。*✧*。
—¿Cómo va todo en casa? —Gastón tiene extremo cuidado a la hora de traer a colación el tema de su situación familiar con Carolina—.
Marco no ha sido muy específico al respecto, mas, le ha dado indicios de que las cosas en el hogar de los Casanova podrían estar en llamas; por ello ha concluido que tal vez Caro podría necesitar un poco de contención.
—Tan bien como pueden estarlo —responde la menor sin tapujos en tanto apaga la televisión de la habitación de su novio y se acomoda mejor junto a él en un mueble—. El divorcio de mamá y papá es inevitable, así que el ambiente está más tenso de lo habitual.
—¿Y como lo llevás?
—Bastante bien —admite en un encogimiento de hombros—. Aunque adoro a mi padre, sé que últimamente estaba insoportable y sería egoísta si le pidiera a mamá que se quedara a su lado y tolerara esos maltratos. Sin contar que ha estado haciendo sufrir muchísimo a Marco.
El cordobés frunce el ceño, no tenía idea de la gravedad del asunto.
—Vaya, conque así de mal estaban las cosas.
—Pésimas, sin embargo, yo no puedo quejarme demasiado —Carolina levanta la vista y mira a Gastón con una sonrisa dulce—. Me han pasado cosas increíblemente buenas en este último tiempo, ¿sabías?
—Ah, ¿sí? No estaba al tanto.
—Pues… está este chico de cabello castaño, ojos caramelo y acento cordobés que es todo un encanto —La rubia se sonroja levemente por su confesión y Gastón no puede sentir más que una gran ternura por la hermosa imagen de sus mejillas coloradas—. Ha hecho que mis días sean los mejores.
—Entonces, creo que sos afortunada, ¿o no? —Fierro le brinda una sonrisa llena de petulancia a la Casanova mientras toma su rostro entre sus manos y roza sus narices—.
—Mucho.
Están tan cerca que ambos son capaces de percibir el aliento del otro.
—Me alegra saberlo —murmura en voz baja antes de estampar sus labios contra los suyos y demostrarle cuánto la quiere, en un beso con sabor a gloria—.
。*✧*。
Llevan diez minutos de viaje y Valentina todavía no se anima a dar la explicación que tanto Brenda como Aitana le exigen con miradas retadoras a través del espejo retrovisor.
—Y… ¿cuánto esperás para darnos una respuesta convincente, señorita? —La paciencia nunca ha sido una de las virtudes de la chica al volante, eso ya lo habrán notado—.
—Estábamos muy preocupadas Valu —insiste la pelirroja de forma compasiva—. ¿Qué sucedió?
La castaña baja la vista a su regazo y juega con sus manos nerviosamente antes de soltar un suspiro y comenzar a rendir cuentas.
—Pues, después de nuestra diferencia de opiniones, salí a tomar un poco de aire y conocí a alguien…
—¿Un chico? —inquiere Aitana haciendo patente esa vena atrevida suya—.
—Un chico —confirma la otra cuyo rostro empieza a colorearse de un tenue rosado que no es producto de su maquillaje—.
—Y… ¿se acostaron? —Podrán deducir sin problemas que esa inquisitiva interrogante vino de parte de la ojiazul, no es sorpresa alguna—.
—¿Qué? ¡No! —Valentina se altera repentinamente después de escuchar la escandalosa suposición de su mejor amiga—. Por Dios, te dije que apenas lo conocí anoche.
—¡Oh, vamos! Los ligues de una sola noche son los mejores —Valu continua en shock mientras Brenda niega con su cabeza, asombrosamente divertida con los estravagantes comentarios de la mayor—. Pero lo entiendo, no es tu estilo.
—Solo salí con él y algunos de sus amigos, vandalizamos la casa del maestro de Biología de uno de ellos y pasamos un rato.
Las palabras salen disparadas a chorros de la boca de la interrogada a una velocidad tan alta que a las dos les cuesta entenderla, sin embargo, cuando lo logran, ambas muestran mandíbulas desencajadas por la enorme impresión.
—¿Vos me estás queriendo decir que desapareciste con un grupo de completos desconocidos e invadiste y dañaste propiedad privada en la misma noche?
¿Es posible que el desenfrenado impacto haya desencadenado un tic nervioso en Brenda? Juraría que ese ojo no le temblaba así hace cinco minutos…
—Incluso yo, la más salvaje aquí, estoy sorprendida —acepta Aitana una vez se recupera de su asombro—. ¿Qué hay de ese chico…?
La cumpleañera deja un indiscreto espacio al final de la frase con la intención de conseguir un nombre, uno que obtiene prácticamente al instante.
—Facundo —completa Valen sin oposición—.
—¿Qué hay con Facundo?
El tono perspicaz que encierra la pregunta hace repensar cuidadosamente su respuesta a la castaña:
—Mm, no lo sé. Solo me invitó a pasar el rato y le dije que sí. Fue algo casual.
La última palabra le recuerda un par de confesiones del muchacho de cabello rizado al final de la noche y siente un golpe de culpabilidad en su abdomen.
—Igualmente me siento fatal. Él fue súper buena onda conmigo y tengo esta horrible sensación de que lo utilicé para olvidarme de Marco, la cual me hace sentir tan sucia.
La notable vergüenza en su confesión alerta a sus amigas.
—Ey, jamás uses a un chico para olvidar a otro Valu —El aparente regaño de la diva de cabellera dorada la hace sentirse aún peor, así que se encoja en su sitio en el asiento trasero del coche—.
—No —apoya la copiloto—. Usá dos, o incluso tres de ser necesario.
El par ubicado al frente ríe a carcajada limpia.
—Eso sí, siempre con condón —recuerda Aitana con un guiño juguetón que provoca un violento rubor en el rostro de Valen—.
—¡Basta, chicas! No ha pasado nada de eso.
—No está de más ser precavida —alega la chica al volante—. Te compraré una docena solo en caso de emergencia.
Mientras Aitana y Brenda disfrutan del momento bochornoso que atraviesa Valentina, ella solo desea desaparecer del planeta.
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