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16. «El Origen de la Discordia»

—¡Aaaj! ¡Odio a Valentina y su maldita sensibilidad!

Fernet con Coca en mano, Aitana resuella en contra de su mejor amiga sin medida, mientras que, junto a ella, Brenda sigue su ejemplo con un vaso de ponche.

—Ella y su buena voluntad pueden llegar a ser un verdadero grano en el trasero cuando se lo proponen… —acepta la pelirroja—.

—¿Estamos de acuerdo? ¿De nuevo? Vaya, esto es oficialmente una racha —La rubia rellena su vaso y lo alza frente a ambas—. ¡Celebro por ello!

Para apenas estar cumpliendo diecisiete años, debo admitir que Aitana bebe como futura miembro de un grupo de apoyo para alcohólicos.

—¿Sabes qué? Esto es irónico. Estoy en tu fiesta de cumpleaños, bebiendo contigo…

La cumpleañera la interrumpe para corregir lo que ella considera un grave error gramatical:

—Querrás decir: a mi lado —La reina sabelotodo la mira con una expresión que deja entrever lo poco gracioso que le resulta que adopte su papel habitual, gesto frente al que Aitana no demora en defenderse—: No es lo mismo.

—Como sea, bebiendo a tu lado —La rubia parece honestamente feliz por la corrección, al mismo tiempo que la pelirroja la tacha de incorregible—. Y, por un momento, olvido que eres una odiosa urraca oxigenada.

Lejos de enojarse, Aitana ríe a carcajadas por el apodo.

—¿Es así como me llamás en tu cabeza, zanahoria? Porque yo también tengo uno para ti.

A Brenda le pica la curiosidad por saber.

—¿Cuál?

—No te lo voy a decir, aún no tengo suficiente alcohol en mi sistema como para soltar tanto la lengua —Con un desinteresado encogimiento de hombros, la rubia echa por tierra las expectativas de la menor—.

—Es irrelevante. Y, retomando el tema, casi puedo pasar por alto todo el resentimiento que siento por ti.

—¿Tú? ¿Resentimiento?¿Hacia mí?  —Aitana agita el obscuro líquido en su vaso junto a una sonrisa cínica—.

—Por supuesto, me desechaste como basura luego de que fuese tu tutora por casi todo un semestre. Como si nunca hubiésemos sido amigas.

A pesar del rencor implícito en sus palabras, Brenda no parece estarla atacando, sin embargo, creo que Aitana aún está algo afectada por lo que sea que haya ocurrido entre ellas, juzgando por la actitud defensiva que se apresura a asumir. Eso, o el etanol ya está empezando a hacer de las suyas.

—Claro que lo hice, vos fuiste una hipócrita. Fingiste ser linda, tímida y gentil, para luego hablar boludeces de mí a mis espaldas.

—¿Qué rayos estás diciendo? ¿Los químicos que aplicás en tu cabello terminaron de arruinar ese pequeño cerebro tuyo? Yo jamás dije nada parecido, no soy esa clase de persona.

—¿A quién llamas estúpida, cabeza de melón? Para tu información, podés dejar tu teatrito, ¿está bien? Bajá el telón porque si tu preocupación es Valen, quedate tranquila que no voy a desenmascararte frente a ella.

—Creo que no te quedó claro Olguita, así que hablaré lenta y claramente: no tengo idea de lo que decís.

Que la pelirroja pronuncie cada palabra tan despacio, como si le estuviese hablando a una nena de tres años, solo incrementa la furia de Aitana.

—Es curioso, porque recuerdo haber escuchado una grabación tuya en la que me tachabas de superficial, incompetente, y cito: “el típico cliché de rubia inútil y descerebrada. En resumen, una enorme cabeza hueca”.

Tal pavada hace que Brenda se carcajee:

—Nunca en mi vida he dicho algo semejante.

—¿Por qué demonios Carol y Coral iban a mentirme? ¿Qué ganarían ellas con eso?

—¿Estás hablando de las perritas falderas de Clara? Por Dios, ¿por qué pensás que todos las llaman “las genemalas”? —Un bombillo parece prenderse dentro de la cabeza de la de cabellos como el fuego—. Un instante, ¿creíste un chisme proveniente de ese par del infierno? —La mueca desconcertada de la cumpleañera es su confirmación—. Es un hecho, eres mucho más tonta de lo que pensé.

Aitana está tan confundida que ignora la ofensa de su ex-amiga.

—En ese tiempo ni siquiera le hablaban a Clara, eran cercanas a mí.

—Por supuesto que sí, buscaban tus debilidades para exponerte delante de todos en el baile de fin de curso. Te odiaban a muerte porque su crush, Joaquín Blanco, te invitó a ti, en lugar de a alguna de ellas. Porque sí, así de enfermiza es la relación entre ese par de hermanas —Brenda bebe otro sorbo de ponche antes de continuar explicando lo que realmente sucedió—: Las dos se me acercaron pidiendo mi opinión sobre vos para incluirlas en un supuesto video sorpresa de agradecimiento por la organización de la fiesta; dije maravillas, pero parecían insuficientes para ellas. No fue complicado concluir que su verdadero objetivo era escarbar en la basura, tu basura —Ponce se gira para verla a los ojos y Aitana contempla la innegable verdad que reside en ellos—. Lo único de lo que podés culparme, es de admitir, bajo presión, que estabas algo atrasada con el programa de estudios precisamente a raíz de tu posición como líder del comité organizativo del evento, pero que, en compensación, estabas derrochando mucho empeño en ponerte al corriente con prontitud. No sé de dónde habrán sacado lo que sea escuchaste, mas, creelo, no fue de mí.

—Dios...

La realidad golpea, no, quiero decir, atropella a Aitana; tan fuerte que termina de tomarse lo que resta del fernet en su vaso de un solo trago, para rápidamente, servirse el siguiente. Decir que está perpleja sería quedarse corto.

Es en medio de un turbulento estado mental que, inconscientemente, comienza a desahogarse:

—Siempre tuve probremas para hacer amigas. Soy extrovertida, (muchos dirían que en exceso) y tener tres hermanos mayores ha provocado que me resulte muy fácil y natural, relacionarme con el género masculino. Sin embargo, eso ocasionó que cada vez que me acercaba a una chica que me agradaba, la mayoría concibiera la descabellada idea de que mi legítima intención era robarle a sus novios. Como si tuviera la palabra “zorra” escrita en la cara.

Brenda se toma su tiempo para seguir su terapéutico ejemplo:

—Yo creía que, por primera vez, alguien veía en mí algo más que la típica nerd de cuyos conocimientos, buen corazón y necesidad de aceptación, podrían aprovecharse.

Su triste confesión estruja el corazón de la ojiazul.

—Oh, Dios...

Aitana, ¿por alguna casualidad vas a incursionar en el catolicismo ahora que no parás de invocar a un ser celestial?

—Y por supuesto que a la vengativa Aitana Martínez no le bastó con romper nuestra amistad y mi corazón en el proceso, también tenía que empezar a salir con el chico que le confesé que me gustaba —La sonrisa rota de la pelirroja ensombrece la consciencia de la cumpleañera, que se llena de culpa—. ¿Lo recordás? Estaba enamorada de Gastón y cuatro días después de que peleáramos, comenzaron su noviazgo.

La rubia cubre su rostro, horrorizada, a la par que avergonzada, por su propio comportamiento mezquino.

—Madre santa, fui una perra —La extraña mezcla de sensaciones negativas termina desencadenando un torrente de una emoción que conoce a la perfección: la ira. Y un poco de ira es todo lo que necesita para trazar su próximo objetivo, lo que sea con tal de suprimir el peso de sus propios errores en su mente atormentada—. Esas malditas teñidas… ¿Sabes qué? Me importa un rábano si Valu piensa que somos demasiado buenas para caer en algo tan bajo como la venganza —Por primera vez desde que todo quedó aclarado, Aitana tiene fuerzas para mirar directamente a Brenda—. Yo digo que acabemos con ellas.

Alimentada con viejos rencores, la pelirroja no demora en apoyarla y alzar su vaso:

—Bien dicho.

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