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14. «Las Repercusiones del Derrumbe»

«Parece que Aitana y Brenda han limado asperezas», o eso es lo que cruza la mente de la mayoría de los estudiantes que también se encuentran en el patio cuando ven a la primera acercarse a la segunda.

—¿Cómo está Valu?

—Por como escribe, debe de estarla pasando fatal —La falta de caritas felices y corazones de colores es un indicio deprimente cuando estás en un chat con Valentina Carvajal—.

La pelirroja todavía se siente mal por no haber estado para Valen el día anterior, una parte de ella se siente culpable pues, la noche más feliz de su vida, fue miserable para una de las personas que más quiere en el planeta. Si Valentina se lo hubiese permitido, hubiese dejado plantado a Claudio sin dudarlo, pero la castaña insistió en que disfrutara de su primer día como novios y así lo hizo.

«La vida es una perra», piensa Brenda al caer en cuenta de la cruel ironía.

Mientras ambas suspiran, preocupadas por su única amiga en común, Clara ríe a lo lejos acompañada de sus dos coristas; Parece que el rechazo de Marco no la ha afectado tanto a fin de cuentas. «Lágrimas de cocodrilo», no tarda en deducir Aitana.

Su felicidad constituye un insulto muy personal hacia la pelirroja, quien siente su sangre hervir en sus venas.

—Es tan malditamente injusto. Valentina es una chica extremadamente dulce y buena, y está sufriendo por culpa de esa arpía que no hace más que reírse y pasarla de maravilla. Mi amiga... —La mirada fulminante que recibe de la rubia a su lado la hace corregir el pronombre posesivo—. Nuestra amiga, lo está pasando terriblemente mal por esa frívola.

El odio que desprende cada palabra en contra de “Yemita”, enciende una bombilla dentro de la cabeza de Aitana, cuya imaginación vuela en un plan malévolo que promete venganza. Aunque necesita un cómplice, o tal vez, una cómplice.

—¿Eso significa que querés darle su merecido a esa inútil?

Brenda distingue el brillo travieso en sus ojos y capta sus intenciones:

—¿Qué tenés planeado?

La rubia se niega a revelar cualquier detalle de inmediato, no obstante, deja una invitación abierta que incluye una pista.

—Vení a mi fiesta esta noche en mi casa y lo averiguarás.

Antes de que la de ojos turquesa se retire, la pelirroja se anima a zanjar una duda:

—Finalmente, ¿cuál era tu problema de salud?

—¿Valu no te contó?

—¿De verdad creés que le pregunto por vos a Valen? Bajale dos rayitas a tu ego, ¿sí?

Brenda le sonríe con sorna, ha atacado su instinto de diva excéntrica y lo sabe; Aitana no demora en responder como la situación amerita.

—Si tan poco interés tenés en mi vida, ¿por qué preguntás ahora entonces?

La menor desecha el argumento en un encogimiento de hombros.

—Curiosidad...

。*✧*。

Marco se dispone a salir de su propia habitación para darle más privacidad a su hermana y su mejor amigo, rezando porque el último no copie su recientemente adquirido estilo de patán, cometa un error tan estúpido como el suyo y acabe arruinándolo todo.

El chico masajea su cuello antes de decidirse a hablar finalmente.

—Caro yo...

—¿Te gusto? —La chica no permite que vaya con rodeos, está determinada a conseguir una respuesta definitiva en este instante—. Mucho —confiesa el castaño sacándose un peso de encima—.

La menor sonríe y sigue su ejemplo.

—Vos también me gustás. Muchísimo —admite ella antes de hacerle una breve escenita de enojo por su indecisión—. ¿Ves? Fue sencillo, ¿o no? —Al chico le hace gracia su molestia y sonríe mientras contesta con un asentimiento—. ¿Entonces por qué me has tenido en esta posición, Gastón Fierro? Casi me matás de los nervios por la incertidumbre. De hecho, iba para tu casa a reclamarte precisamente por esto.

La chispa de actitud en sus ojos hechiza al chico.

—¿De verdad?

—Lento.

—¿En serio? ¿Pensás que soy lento?

—Como un caracol.

—Veamos qué tan lento te parece que soy después de esto —El castaño se acerca con premura y la toma de la cintura antes de estrecharla contra su cuerpo e intentar darle un beso—.

Y empleo el verbo “intentar” porque el ala del sombrero que lleva Carolina casi le saca un ojo al pobre chico.

—¿Autch?

—¡Ups!

—Sombrero, ¡fuera!

El cordobés aparta al entrometido accesorio de la cabeza de la rubia y los dos comparten un beso tranquilo y dulce, con un toque de pasión por la larga espera.

Al separarse, es ahora Gastón quien se encuentra más determinado que nunca:

—Sé mi novia.

—¿Esa fue una pregunta? —inquiere Caro con gracia por el tono decisivo de él—.

—No precisamente.

Y ya que no fue una pregunta, Caro no contesta. Solo, se limita a darle otro beso. Besos, en realidad...

De regreso al presente, un Gastón sumamante satisfecho con la vida, camina en dirección a su próxima materia, sin embargo, en el trayecto, se encuentra con Marco, quien, para sorpresa de todos, ha asistido a cada clase del día. Lo que resulta asombroso porque su récord de ausencias junto a su incursión al cigarrillo estaban a punto de causarle la expulsión del colegio.

—¿Cómo te sentís respecto a lo que está sucediendo?

Oh, creo que olvidé contarles: la perra de Clara se ha encargado de divulgar lo ocurrido entre ella y Marco y, por consecuencia, también la ruptura de él con Valentina. Lo curioso es que el cuento ha sido narrado de tal manera que ella queda como una pobre víctima más de los funestos encantos del rubio. ¿No lo sabían? Mala mía, lo siento.

—De mierda, pero supongo que me lo busqué, ¿o no?

—No puedo discrepar contigo, amigo.

El chico de ascendencia italiana libera el peso de su espíritu en un profundo suspiro al tiempo que soporta las miradas y los chismes sobre él.

—Lo olvidarán con el tiempo, no te preocupes

—No es que me importe mi reputación, me la suda bastante. Temo por Valu, manejar miradas de lástima jamás ha sido lo suyo, ni siquiera cuando todos se enteraron de que era huérfana por su madre.

—La pasará mal un rato, pero, ella es más fuerte de lo que pensás. Estará bien

—Otro infortunio que tendrá que agradecerme, al parecer...

Gastón no encuentra otro modo de consolarlo más que abrazándolo, muestra de cariño que se torna incómoda con el paso de los segundos, cosa que Marco no demora en remarcar.

—Oye, mm, sé que me querés mucho y lo agradezco mas, nos están mirando muy raro.

El castaño se separa seguida y bruscamente pegando un salto hacia atrás, como si de repente el cuerpo de Marco estuviera cubierto de lava.

—Perdón.

La mueca del cordobés provoca una risa en el rubio, que solo le brinda una amigable palmada en el hombro antes de empezar a caminar.

—Todo bien, hermano. ¡Vamos a Historia!

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