11. «Danza de Corazones»
—Y así, hablando de todo un poco —Con un disimulo carente de discreción, Valentina se acerca al oído de su amiga pelirroja para preguntarle en un murmullo aquello que la ha estado carcomiendo de la curiosidad—: ¿Cómo te fue anoche?
—No tengo idea de a qué te referís —contesta la otra sin quitar la vista de su cuaderno de cálculo—.
Ambas se encuentran en la biblioteca haciendo deberes escolares para matar el tiempo. Valentina le ha prometido a Aitana que se quedaría a esperarla hasta que terminara su castigo para irse juntas, como es su costumbre, y ayudarla con los últimos detalles de su fiesta de cumpleaños mientras que Brenda ha decido acompañarla por tres motivos: a) no quiere dejar sola a su mejor amiga; b) volver a casa en el transporte público apesta (incluso si su otra opción implica soportar a la rubia con aires de grandeza durante media hora) y c) necesita evitar a su mejor amigo a.k.a interés amoroso a toda costa luego de los sucesos del día anterior.
—Oh, vamos, ¡no me hagas esto! No podés decirme que tendrás una cita con Claudio y luego no contarme nada al respecto —La de cabello cereza alza una ceja por el berrinche de la castaña—. ¡Es un completa injusticia!
—Vale, pará el teatro, reina del drama —le pide entre risas por lo extraño que luce su rostro con el entrecejo fruncido—. No fue nada especial; solo fuimos al parque y vimos la película que te comenté.
Valu no termina de tragarse el cuento ese de que “nada más pasó”, principalmente porque Brenda es del tipo de persona que habla mirando a los ojos y sin rastro de duda, mientras que, esta chica frente a ella no ha apartado la vista de su hoja llena de números.
—¿Estás segura?
—Sí.
No es una novedad para Carvajal lo reservada que puede llegar a ser Ponce, así que insiste un poquito más.
—¿Segura segurísima?
—¿Sí?
La confianza de Brenda titubea porque no está acostumbrada a ocultar cosas, mucho menos a Valentina, es entonces que la otra opta por pincharla solo un poco más.
—Hm, no sonás muy covencida —comenta de manera escéptica ocasionando que la pelirroja finalmente se rinda—.
—¡Agh, Valu! —Brenda se toma la cabeza entre las manos, apoyando los codos en la mesa—. Okey, lo admito, hubo un poco más.
La cordobesa chilla por lo bajo debido a la emoción.
—Contame en este instante.
—Después de la peli empezamos a caminar por ahí, platicamos mucho y después me dejó en mi casa.
—¿Donde…?
—Donde me dio un… —Brenda percibe sus mejillas calentándose bajo la mascarilla y supone que deben de tener el color de su cabello— ...beso.
—¿Hablás en serio? Eso es increíblemente asombroso. Me alegra muchísimo —La espontánea e incontrolable reacción de Valentina no se hace esperar, razón por la que no demora en ser reprendida por la bibliotecaria y su mirada fulminante, que la obligan a calmarse—. Esperá un momento, ¿qué le dijiste después del beso? ¿Ya son novios oficiales?
Brenda se avergüenza de antemano por lo que está a punto de confesar y busca taparse la cara con su coleta.
—En realidad yo… huí.
Una rara mezcla de risa e incredulidad se agolpan en la garganta de la de ojos caramelo, quien solo es capaz de pronunciar un: “¿Qué?”
—Entré en pánico, ¿okey? —acepta la menor muriéndose de pena—. No podés culparme, fue muy inesperado.
—Tenés que estar bromeando, Brenda Ponce —La gracia y sorpresa iniciales ceden ante el enfado por la actitud de su mejor amiga—. ¡Ve ahora mismo y hablá con él!
—Pero, ¿qué le digo? —Su inexperiencia en esta clase de temas la aterra—.
—Lo que sentís, por supuesto —le contesta Valentina como si fuese lo más obvio y fácil del planeta—. Hablá desde el corazón.
Lo que es un consejo bastante poético, ocasiona confusión en Brenda:
—El corazón es un órgano que bombea sangre, ¿cómo se supone que me dicte qué decir?
Valentina siente ganas de golpearse la frente con su propia mano.
—Decile todo, no te dejés nada. Compartilo con él, merece saberlo. Estoy segura de que me darás una estupenda noticia luego de que conversen.
Con una suave sonrisa guarda las pertenencias de su inexperta amiga en su mochila y se la entrega mientras que la pelirroja boquea como pez fuera del agua.
—Pero…
—¡Ahora, Brenda! ¡Fuera!
。*✧*。
Una chica decidida camina a paso seguro hacia su objetivo: Marco Casanova. No hay manera de que el atractivo rubio se escape de sus manos.
Antes pretendía ser discreta. Valentina jamás se había metido con ella e incluso la defendía cada vez que Aitana le tiraba su mala onda, pero tras las amenazas de las mejores amigas de la castaña, poco le importan ya sus sentimientos. «Aitana es un asco de persona, y si herir a Valen es un modo de herirla a ella pues, pobre Valu…», piensa Clara mientras avanza sin detenerse.
No solo obtendría el premio mayor, (estar con semejante adonis de por sí sería recompensa suficiente) sino que además se vengaría de la imbécil que le venía haciando la vida de a cuadritos desde que puso un pie en el colegio y se robó a su novio. «Dos por uno, ¿quién lo diría?» Una sonrisa de satisfacción se apodera de su rostro.
—Marco, ¡qué bueno verte!
—Clara, ¿no deberías estar yéndote a casa?
—Mi familia es un circo últimamente y definitivamente no estoy de humor para soportarlos. Prefiero quedarme aquí un rato más y llegar después de la cena.
El chico se ve identificado en sus palabras y le dedica una expresión de cálida comprensión.
—Bienvenida al club, entonces.
。*✧*。
Una Brenda agitada por la carrera no se detiene a pensar y siguiendo su impulso, da un par de toques en la puerta. Segundos más tarde, un Claudio anonadado por su inesperada presencia, la observa como si se tratara de un espejismo. Y es algo por lo que nadie puede culparlo, especialmente luego de que la pelirroja haya ignorado magistralmente sus mensajes y llamadas y haya evadido de manera bochornosa sus intentos de acercarse y platicar durante todo el día en el colegio.
—¿Brenda? ¿Qué hacés acá? —Si no estuviera muriéndose de nervios, Ponce estaría muy ocupada riendo por la ironía de la situación—.
Es gracioso a la par de hilarante que, después de reclamarle tanto al chico frente a ella por aparecerse en su puerta sin avisar, ahora sea ella misma quien cometa esa descortesía.
—Escuchá bien lo que te voy a decir porque no lo pienso repetir dos veces y me da lo mismo si lo entendés o no: me gustás, ¿vale? Un montón. Eres la persona más idiota, gentil, torpe, sentimental y detallista que he conocido en mi vida. Y te detesto. Te detesto porque no es justo que tengas este poder sobre mí, que no pueda mantener a raya los latidos de mi corazón, que mis mejillas se enciendan y tornen del color de mi cabello o que mi lengua pierda el control estando cerca de ti. Exactamente como ahora y… —La lengua de Brenda podría seguir soltando su ridículo vómito verbal si no fuera por la sabia decisión de Claudio de interrumpirla, como solo el chico que te gusta tiene permitido hacerlo: con un beso…
。*✧*。
—Hm, creo que han sido suficientes Matemáticas por una tarde. Necesito despejarme —Valu toma sus cosas y va hacia el patio del colegio—.
Aún falta otra media hora para que la penitencia de Aitana termine, por lo que decide dar un paseo por la zona verde hasta entonces. Camina despacio, disfrutando de la suave brisa primaveral y la cálida luz del sol apunto de ocultarse, un momento realmente placentero cortado de raíz al solo darse la vuelta.
Porque fue eso, un simple giro de 180 grados en el plano físico que, sin darse cuenta, terminó desencadenando una oleada de acontecimientos que terminarían por romper su corazón en miles de pedazos, fragmentos minúsculos que tardaría en ensamblar nuevamente.
Y es que, ¿por qué está su novio a tan solo centímetros de Clara de la Cruz?
Se dirige a ellos, no quiere hacer conjeturas que luego resulten erróneas. Marco jamás le ha dado motivos para desconfiar de él y no desea malinterpretar una escena que bien pudiera resultar inofensiva.
Pero la frase que abandona los labios de la chica es conclusiva:
—La pasé muy bien anoche, ¿sabías?
Los dos están sonriendo, es fácil de deducir incluso a pesar de aquellos accesorios obligatorios que todos portan desde el inicio de la pandemia.
Él está de espaldas a Valentina, así que es Clara quien la nota primero, y con una ingenuidad en la que Valu ya no sabe si creer, le hace notar a su distraído acompañante su inesperada presencia con una frase que terminaria por no ser cierta:
—Marco, ¿no es esa tu novia?
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