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10. «Puro Veneno»

Valentina está intentando detener otra de las usuales discusiones sin sentido y plagadas de insultos envueltos en ironía entre sus dos mejores amigas cuando son interrumpidas por una cuarta persona.

—¡Hola chicas! —la castaña responde con amabilidad al saludo de Clara mientras el dúo explosivo la mira con desconfianza—.

Brenda porque no ha podido olvidar el raro episodio de la noche anterior en el que presenció la sospechosa cercanía entre la chica y Marco; ahora, en lo que respecta a Aitana, bueno, su desagrado hacia “Clara de Huevo” jamás ha sido un secreto.

—¿Sabés que? Anoche soñé que te apuñalaba hasta la muerte y amanecí de buen humor. Por desgracia, compruebo que continuás viva —la rubia habla con una naturalidad impactante, como si no estuviese sugiriendo una fantasía homicida. Mientras tanto, su mejor amiga está a punto de sufrir un ataque al corazón a causa de la impresión—. Menuda decepción…

La aludida ríe con fingida simpatía, pretendiendo que la declaración de la ojiazul no es más que el mejor chiste que ha escuchado en la vida, aunque todos sabemos que, cuando se trata de Aitana expresando abiertamente su disgusto, nunca hay bromas de por medio. 

—Ay Aitana, ¡vos siempre tan graciosa! Pero bueno, no quiero interrumpirlas, solo venía a saludar —Tanto la pelirroja, como la ojiazul recaen en la mirada cargada de ironía que la rubia teñida le dedica a Valentina, mirada que la última pasa por alto—. Tengan un excelente día. 

—No te metas más con ella, Aitana.

No han pasado ni cinco segundos desde que Clara se ha alejado del trío cuando el regaño de Valu llega a los oídos de las otras dos.

—Valentina, dejá de ser ingenua por favor —La inocencia de la Carvajal es de sus cualidades más bonitas, pero que llegue a tal punto en que pueda ser engañada por una arpía con pésimos dotes histriónicos como Clara de la Cruz es casi una ofensa personal para la diva de cabellos dorados—. Por Dios, es insoportable. No la fumo ni con filtro.

—Vos ni siquiera fumás —Su (y debo decirlo, no me queda de otra Valentina) monumentalmente estúpida respuesta le provocan a la rubia ganas de estrellar su cabeza contra el casillero a su izquierda para ver si así se le acomodan las ideas—.

Sip, Aitana no es de mis personajes más tolerante. Qué cosas, ¿no?

—Por primera vez, concuerdo con Martínez —Los ojos de la mencionada se abren a tal punto que pareciera que van a salirse de su sitio y, por segunda ocasión en lo que debería ser un tiempo récord, la cordobesa cree que padece de alguna enfermedad cardiovascular, solo que esta vez por una buena razón, casi un milagro, se podría decir—. Se cree Barbie y ni siquiera llega a Monster High.

Valu le dedica una mirada seria a pesar de que, bajo su mascarilla, apenas puede contener la risa por la referencia, en tanto la rubia sigue tan enojada porque su mejor amiga, que no es capaz de discernir entre las sonrisas falsas y comentarios condescendientes de “Clarita” y sus verdaderas intenciones, que ni se regodea por el inesperado apoyo de a quien ha catalogado como su archienemiga.

—¿Querés parar de defenderla? Ni que fueras la Madre Teresa de Calcuta.

—Ya no es la Madre Teresa de Calcuta, es Santa Teresa de Calcuta  —no tarda en corregir la pelirroja ante lo que ella considera un error “garrafal”, producto de la marcada ignorancia de la “urraca oxigenada”—. El Papa Francisco la canonizó hace años.

—¿Y eso a mí qué me importa?

—Vos fuiste quien la trajo a colación ¡Es tu problema!

Y es así como las dos vuelven a sumergirse en una acalorada disputa que no va a ninguna parte.

。*✧*。

—Necesito hablar contigo —Sin duda alguna, esa era una frase que Brenda nunca pensó tener que decirle a Aitana, y si soy buena descifrando expresiones faciales, creo que la rubia comparte el sentimiento—.

—¿Vos? ¿Hablar conmigo sin Valentina como árbitro?

¿Soy la única que piensa que esto tiene altas probabilidades de terminar mal?

—Creeme, no lo haría si no fuera importante.

—Te creo. Sé que te desagrado tanto como vos a mí. Es mutuo y auténtico —La mayor acepta la realidad de la relación entre ambas y toma el asunto con una seriedad atípica en ella—. ¿De qué se trata?

—Valentina —La rubia le da luz verde para que continúe su explicación a través de un simple gesto de manos—. Las dos nos llevamos como perro y gato, pero sé que querés y defendés a Valu tanto como yo y no sos una completa perra con ella así que debe ser por algo —Su interlocutora desecha la ofensa como si realmente no se tratara de una y asiente para que suelte la bomba sin anestesia y de una buena vez por todas—. Vi a Clara y Marco juntos.

En lugar del shock inicial que Brenda esperaba, recibe una aguda exclamación que posiblemente dejará secuelas permanentes en su audición.

—¡Lo sabía!

—¿Vos también los viste?

—No, pero lo olía —admite Aitana sin tapujos— Sabía que la estúpida de Clara traía algo entre manos. ¡Maldita zorra!

—No puedo creerlo, pero, por segunda vez en el mismo día, estoy de acuerdo contigo —confiesa la pelirroja sorpresivamente tranquila por la coincidencia de opiniones— Y concordaremos en una cosa más: debemos hacer algo. Esa buena para nada no se puede salir con la suya. Marco es un idiota por excelencia, pero hasta yo me doy cuenta de que esa imbécil está sacando provecho de su bajón emocional y la pequeña brecha entre ambos para entrometerse en su noviazgo.

—Contra todo pronóstico, tenés razón: debemos hacer algo, —Brenda le da un escueto asentimiento en la aprobación de un pacto tácito segundos antes de que la manzana de la discordia pase cerca de ambas—, y lo haremos ahora. ¡Seguime!

La menor en edad y estatura duda un poco, pero tras su indecisión inicial opta por seguir (más debido a la curiosidad que a raíz de cualquier otro incentivo) los pasos de la chica de cabellos dorados en dirección a la boluda del momento, quien se encuentra a tan solo unos metros platicando con sus dos fieles seguidoras: Carol y Coral.

—¡Hey, Yemita!

Aitana equivoca su nombre a propósito (como es su hábito) solo con la intención de molestarla, la chica con nombre de “huevo” no demora en corregirla con una frase entredientes que refleja su enojo:

—Yo me llamo Clara.

Brenda se maravilla por el extraordinario cambio de actitud respecto a su anterior encuentro hace apenas unas horas, en el que se mostró inofensiva y dócil como un corderito.

—Oh, sí, por supuesto. No me importa en lo absoluto —la rubia descarta aquello con rapidez y pasa directo al punto—. Solo vine a dejarte un par de cositas bien claras porque creo que estás un tanto confundida respecto al tema que debemos discutir

—¿Y podría saber cuál es ese tema?

—Marco Casanova.

Un deje felino se apodera de su rostro al escuchar la respuesta de su adversaria antes de fingir demencia.

—¿Y quién es ese?

Esta vez es la pelirroja quien contesta enumerando las carácteristicas del susodicho.

—Marco Casanova: rubio, ojos azules, 1.84 metros, bastante atlético. Es integrante del equipo de fútbol y salieron juntos ayer en la noche, ¿ya lo recordás?

A pesar de tratar de ocultarlo, el súbito asombro de Clara es evidente después de la mención de su más reciente encuentro y posa su mirada filosa sobre la pelirroja mientras camina en su dirección a paso lento e intimidante.

—¿Te creés muy lista o no?

—Lista soy, querida.

Al no tener una respuesta inmediata para la de cabellos color fuego, se propone atacar a la otra rubia.

—¿Y qué hacés vos acá, Aitana? Es de conocimiento público que no te interesa nada ni nadie además de vos misma. Pienso que no deberías estar aquí, actuando como si te importara alguien más que la persona reflejada cuando te ves en el espejo.

—Sí, así como también es de conocimiento público que tu error, fue pensar, cariño —Para sorpresa hasta de la propia Aitana, es Brenda quien salta en su defensa. Hablando con una empatía y condescendencia más engañosas que las promesas de un candidato a la presidencia—. ¿Querés un consejo? Pará de hacerlo, no se te da muy bien.

La rubia aprovecha la perplejidad de su contrincante para ser ella quien se acerque caminando sigilosamente, con su mirada azul tan turbulenta y tempestuosa, que perfectamente podría representar el tsunami de furia desatado en sus venas.

—Solo te diré algo, Clarita: seguís revoloteando como cucaracha alrededor del novio de mi mejor amiga y no me temblará el pulso al aplastarte con la suela de mi zapato —Cada palabra es pronunciada en su oído con una dicción exquisita y pausada que no deja cabida a la duda de la veracidad de su advertencia—.

—¿Eso es una amenaza?

—Podés estar segura.

¡Vaya! Y yo que pensé que iba de farol. 

Ambas se observan como si quisieran arrancarse los pelos la una a la otra, lo cual es cierto. Si no me creen, pregúntenle a la ojiazul, que no para de desear despojar a la rubia forzada de su falsa cabellera, hebra por hebra, empleando la mayor violencia posible.

Poco a poco, las dos se separan y allí es cuando Brenda vuelve a tomar la palabra de forma presuntuosa:

—¿Si entendiste bien o te lo explicamos con manzanas?

Su actitud no le agrada en lo absoluto a Clara, quien termina por expulsar de una vez todo su veneno, una intervención que evidencia lo poco que sus amenazas le interesan.

—Recapitulemos, ¿te molesta que esté cerca de Marco? —apunta primero a Aitana para después posar sus ojos en la pelirroja—. ¿Y a vos también? —Las dos mejores amigas de Valentina se le quedan viendo fríamente antes de que empiece con una escena plagada de hipocresía—. Oh, no, ¡no puede ser! No podré dormir, comer o respirar si están enojadas conmigo. ¿Qué voy a hacer?

Finge un llanto infantil que termina por sacar de sus casillas a la rubia por nacimiento.

—Hacé lo que quieras, ya quedaste advertida: atrevete a dañar a Valen, y atenete a las consecuencias.

Tanto Aitana como Brenda se alejan a la par de una Clara para nada afectada, que termina riendo en compañía de las arrastradas de sus amigas.

—No va a rendirse, ¿verdad? —La pelirroja aprieta sus ojos con arrepentimiento, no cabe lugar a dudas de que este último enfrentamiento no tuvo ningún resultado positivo. De hecho, juraría que solo contribuyeron incentivando a esa arpía para que continúe cual sea su plan malvado, con mayor determinación—.

—Puedes contar con ello —asegura la de cabellos como el Sol, quien conoce de primera lo calculadora que puede llegar a ser Clara—. Si esto sigue así, Marco tendrá que darme varias explicaciones.

Su nueva disposición resulta rara a ojos de Brenda, que no demora en inquirir:

—Pero, ¿no sos su amiga?

Aitana le dedica una mirada profunda, cargada de significado, antes de dejarlo en claro:

—Si lo que está sucediendo es lo que imaginamos y le está viendo la cara a Valentina con esa mosquita muerta, —Aitana debe tragar para poder pronunciar lo siguiente—: no me interesa más ser su amiga.


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