08. «Determinación»
—¿Una semana en detención? —Valentina cierra las puertas de su casillero luego de dejar sus libros de Literatura y camina por el pasillo mientras sigue hablando con Aitana, teléfono al hombro—.
—Sip, supongo que pudo haber sido peor.
—¿Estás de broma? Pudo haber sido muchísimo peor —asegura liberándose finalmente de su preocupación respecto a su mejor amiga—. Por un momento pensé que incluso podrían expulsarte. Ya sabes que “Somnífero” no es ni piadosa, ni benévola. Agradecele al cielo que te fue tan bien.
—Ni tanto que agradecer, ¿eh? Ahora debo soportar dos horas extras con ese martirio de mujer. En retrospectiva, quizás la expulsión no habría sido tan mala. Menuda pesadilla me espera… —la rubia suelta un pesado suspiro desde el otro lado de la línea—.
—Por favor, comportate, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá —contesta en un tono infantilmente sarcástico—. ¿Dónde estás por cierto?
—En el estacionamiento, Rosario me pidió que pasara después de clases. Espero que pueda contarme a detalle qué está pasando.
—Oh, no hace falta que vayas con ella; yo puedo decírtelo: lo que sucede es que Marco está actuando como un verdadero imbécil —Una mueca aparece en la cara de Valentina, y Aitana la conoce tan bien que es capaz de imaginar el enorme estado de aflicción que debe estar atravesando su amiga. No solo por su comentario (que no es más que una declaración honesta), sino a causa de la situación en general—. Lo siento, sé que le querés y sabés que yo también, pero su actitud en estos días deja mucho que desear.
Valentina mueve su cabeza frenéticamente, pues, de sopetón, su ánimo ha decaído significativamente con solo mencionar el tema que colma su cabeza de angustia, así que aparta el asunto lo más que puede con otra pregunta.
—¿Y vos? ¿Dónde estás?
Al parecer, evitar a toda costa hablar acerca de lo derrumbada que se encuentra su vida amorosa se le está haciendo todo un hábito en las últimas horas.
—¿Dónde más? Camino a mi entierro
—No exageres, ¿querés?
—Solo espero que en mi tumba diga lo siguiente: “Joven guerrera que peleó incansablemente contra las fuerzas del mal que querían cortar sus alas. Ejemplo de mujer, hija y amiga”.
—Es un mensaje muy largo para una lápida —Valu se detiene a dar su opinión sobre la disparatada frase que Aitana insiste, debe quedar grabada en su sepulcro. El ocurrente humor de la rubia ha logrado sacarle una risita a pesar de todo—. Además, no vas a morir.
La ojiazul no está muy segura de que la castaña tenga razón, pero no persiste en ello.
—Como sea, te veo mañana.
—¡Chau! Te mando un abrazo enorme.
—Adiós, pulguita.
Aitana le envía un sonoro y cariñoso beso antes de cortar la llamada mientras Valentina divisa su bicicleta verde con pegatinas de abejas y margaritas desde cierta distancia. La chica de apellido Carvajal se encamina hacia su medio de transporte, y justo cuando está preparada para montarse, un agitado Claudio la intercepta.
—Hola, Valu
—Claudio. ¿Qué tal?
—Muy bien. ¿Qué hay de ti?
Valen hace un pequeño recuento de su jornada y concluye:
—He tenido días mejores, pero espero que las cosas se arreglen.
—¿Lo decís por Marco? —¿Ya les había dicho que la noticia de la visita de Marco y su madre a la oficina del director y el porqué, fueron parte del cotilleo de todo el colegio “San Martín” durante el almuerzo? ¡Ups! Lo había olvidado, lo siento. Como sea, ella solo asiente, un poco incómoda porque haber estado en boca de la mayoría de los estudiantes a causa del cuestionable comportamiento de su novio no es un hecho que le cause algún tipo de placer—. Lo lamento mucho.
—No es tu culpa.
—Lo sé, pero tampoco es la tuya —Por su expresión, Claudio sospecha que lo acontecido no ha parado de rondarle por la mente y que se siente responsable del mal camino que ha tomado cierto rubio, así que se asegura de hacérselo saber—. ¿Vas para tu casa? ¿Querés que te acompañe? —Su carita alicaída lo conmueve mucho. Como ya se ha dicho, Valentina siempre irradia un brillo muy especial, notarla tan triste es un golpe duro para cualquier ser viviente con alma—. Quizás te venga bien algo de compañía durante el trayecto. No quiero que esa cabecita tuya se distraiga por estar pensando tanto y tengas un accidente, no me lo perdonaría.
Valu le sonríe dulcemente, no importa cuanto cambie su exterior, ni siquiera si luce como un modelo de ropa interior, ese castaño siempre va a ser un osito de peluche extra tierno.
—Te lo agradezco un montón, sin embargo, voy a casa de Marco ahora. La señora Casanova me pidió que fuese allí y las direcciones son completamente opuestas.
—No me molestaría.
—No te preocupes, estaré bien.
—De acuerdo —Claudio está a punto de dejarla irse cuando recuerda el punto principal por el que la detuvo en un primer momento—. Pero antes, ¿podría hacerte una pregunta?
—Adelante.
—¿Sabés qué le sucede a Brenda? Ha estado súper extraña conmigo y honestamente empiezo a creer que metí la pata en algo.
Guardar secretos jamás ha sido una de las habilidades de Valentina Carvajal, no es compatible con su natural transparencia. Eso, junto a comprender la Física y crear globos con la goma de mascar definitivamente no forman parte de su lista de talentos, por lo que no es sorpresa que su reacción fuese desmedidamente nerviosa.
—¿Extraña? ¿Extraña cómo?
El castaño repara en el repentino sudor que expiden las manos de su interlocutora y contesta con los ojos entrecerrados:
—Muy… a la defensiva.
Y ahora es cuando Valu se delata a sí misma, con un vómito de frases entrecortadas que extraña aún más al chico.
—Hm, no sé nada. No tengo idea la verdad. ¿Y por qué sabría? Ustedes se conocen desde mucho antes.
¿Una risita nerviosa al final? ¿Es en serio Valen? ¿Eso es lo mejor que podés hacer para encubrir tus mentiras? Solo espero que no planees ser actriz en un futuro, querida; serías un desastre fenomenal.
—Sí, es cierto, pero ustedes dos han congeniado de maravilla y si hay alguien a quien Brenda no trata como basura en ningún momento, es a ti.
La cordobesa prueba esta vez con otro método: decir la verdad, o al menos, una parte que no exponga a su amiga y sus sentimientos recientemente descubiertos hacia el chico frente a ella.
—Lo siento, no puedo ayudarte —Saber que lo que dice es por lo menos parcialmente cierto la ayuda a serenarse bastante y logra sonar más convincente a oídos de Claudio—.
—Okey. Gracias de todas formas, Valen.
El chico se despide brevemente antes de encaminarse a su propia bici y salir a ritmo veloz del párking. Valentina niega y suelta un suspiro de resignación, odia profundamente haberle mentido, pero es Brenda quien decidirá si exponerle o no sus sentimientos.
Lo que sea que ocurra entre él y la pelirroja es un asunto explícitamente de ellos dos, que no le compete a ella ni a nadie más.
—¿Valu? ¿Te pasa algo? —Gastón toca suavemente uno de sus hombros para llamar su atención, ni siquiera se ha dado cuenta de que se ha perdido en sus propias cavilaciones internas en medio del estacionamiento—.
—Nada, solo pienso.
—¿A dónde vas?
—A la casa de Marco.
—¿Querés que te lleve? Es casi una hora pedaleando —Recordar ese pequeño detalle no es un aspecto que aliente mucho a la castaña—.
—¿De verdad? ¿No sería un problema?
—No, te lo aseguro. Ven, vamos a guardar tu bicicleta en la parte de atrás —El cordobés toma el vehículo y lo acomoda en la cajuela de su auto—.
—Mil gracias.
—No hay de qué.
。*✧*。
No importa si está pedaleando como un loco por la ruidosa capital de Argentina, Claudio continua moviendo sus pies a una rapidez digna de participar en algún circuito internacional de ciclismo y el responsable es su cerebro que no para de trabajar.
Jamás ha sido brillante en el arte de deducir, pero la reacción de Valentina fue tan obvia que… ¿habrá alguna posibilidad?
Brenda jamás se delató, pero ella es una experta disfrazando emociones y, como ya se ha dicho, él no es alguna clase de prodigio como Sherlock, ni tiene un sexto sentido para estos temas.
Sin embargo, tiene algo más valioso: una corazonada. Una lo suficientemente fuerte como para impulsarlo a tomar cartas en el asunto.
Antes no tenía el valor, estaba asustado de que la intensidad de sus sentimientos lacerara su amistad o de que el rechazo doliera más de lo que él fuese capaz de resistir. No obstante, había aprendido varias lecciones durante la cuarentena, y una de ellas: era confiar en sí mismo.
Esos meses le enseñaron que creer en sí mismo con sus cualidades y capacidades (por supuesto, sin llegar al narcicismo) lo ayudaría a enfrentar cualquier reto que la vida le impusiera. Después de todo, el período de confinamiento le había mostrado una de las claves para el éxito
Claudio sonríe.
Ya tiene un plan.
Y nada va a detenerlo…
。*✧*。
Veinte minutos de charla amena después, Gastón estaciona frente a la casa de los Casanova.
—¿No vas a entrar? —inquiere Valentina luego de que el chico la ayudase a sacar su bici del maletero de su coche—.
—Me encantaría Val, pero Marco ha tenido una actitud de mierda últimamente y no estoy para sus estupideces.
La menor le dedica una mueca, aunque la verdad es innegable.
—¡Pero es tu mejor amigo! —le reprocha sin llegar a ser dura con él para luego suavizar sus palabras—. Te necesita.
Una pausa silenciosa se produce entre ambos y el castaño le muestra una sonrisa decepcionada.
—Mi mejor amigo no es un completo imbécil, yo ya no sé quién es ese Marco.
Los dos cordobeses se despiden con un abrazo rápido y Valentina, mientras camina hacia la entrada de la casa en tanto el otro arranca su auto, le promete en silencio hacer todo para traer a su Marco de regreso.
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