06. «El tema Marco»
La chica toca delicadamente la puerta de la habitación de Marco, sin embargo, después de no escuchar ningún tipo de respuesta del otro lado y aún con reservas, abre la puerta que, afortunadamente, no tiene puesto el cerrojo.
El rubio levanta la cabeza brevemente en su dirección, aunque no le dirige la palabra, solo se queda sentado en el borde de su cama en completa oscuridad, perdido en sus pensamientos como suele ser su hábito últimamente.
Valentina se acerca lentamente y se coloca a su lado sin establecer contacto físico, la exagerada reacción de Marco cuando Carolina quiso abrazarla aún le perturba.
—¿Qué te ocurre? —La castaña se asegura de utilizar un tono de voz suave y sin reproches—.
—¿No estás cansada de mi actitud de mierda?
—Sí, un poco; y tú estás distante con todos —afirma mirando al piso, con su misma actitud convencida de hace segundos y manteniendo a la par ese aire de “hey, no te estoy juzgando”, que te invita a contarle todas tus preocupaciones—. Así que, tras este breve intercambio de declaraciones obvias, ¿me dirás que te ocurre realmente?
La luz de la Luna entra por la ventana detrás de ambos e ilumina tenuemente la alfombra en el suelo, dotando al momento de un aura misteriosa e intrigante.
Durante unos minutos los dos se mantienen en completo silencio, hasta que el chico finalmente toma el valor para confesar aquello que lo ha estado atormentando desde hace meses:
—Me siento culpable —murmura en un volumen tan bajo, que de no ser por el sepulcral silencio en la habitación, Valentina no habría sido capaz de escucharlo—.
—¿De qué? —La chica se apresura a indagar más a la par que intenta no sonar demasiado desesperada por más información, es casi un milagro que su novio se haya dignado a hablar después de tanto tiempo, estuvo a punto de perder la esperanza—.
—De la muerte de mi abuelo.
—No digas eso.
—Es la verdad.
—No fue tu culpa —Valu lo mira directamente a los ojos, rezando para que su mirada le transmita la convicción que le falta—.
—Sí que lo fue —Marco habla lentamente, como si cargar con el peso de cada palabra le dificultara hasta pronunciar la frase—. Aunque tú, mamá y Caro se nieguen a admitirlo. Sé que fue mi culpa. ¡Yo lo maté!
La castaña siente unas inmensas ganas de llorar, sin embargo, retiene sus sollozos y pronuncia su nombre con voz ahogada:
—Marco...
—Fui a esa maldita fiesta cuando sabía que no debía. Era consciente del riesgo y las posibles consecuencias y no me importaron. Luego, visité a mi abuelo y lo maté —su declaración es inevitablemente desgarradora y con cada palabra, siente una fuerte opresión en el pecho que le obstaculiza respirar—.
Valentina permite que algunas lágrimas se deslicen por su rostro. No obstante, logra contener sus sollozos rotos y acuna las manos de su novio entre las suyas para luego hablarle con calma:
—Sí, fuiste a esa fiesta. No fue lo correcto pero ya está, es pasado y no podemos cambiarlo. Tu abuelo murió producto de sus propias enfermedades, si bien el covid empeoró y complicó las cosas para él no fue la causa fundamental de su muerte. El señor Casanova estaba en estado crítico, llevaba semanas hospitalizado en esa clínica, tarde o temprano iba a partir y eso ni tú ni nadie lo hubiese podido evitar —Toma un profunda respiración para continuar hablando—. Él te amaba Marco, nunca hubiese deseado que te martirizaras de ese modo por su muerte. Si bien fue cruel y repentino el modo en el que sucedieron las cosas, debes seguir adelante, superarlo y continuar. No está bien que te autolesiones de esa forma, solo te hacés daño a vos y a los que te amamos.
Por primera vez en meses Marco mira a su novia, verdaderamente la mira, y es casi como si volviese a enamorarse de ella. Hace medio año que había olvidado las razones por las que se había enamorado de Valentina, y en un cuarto de hora y de golpe, ha vuelto a ser consciente de por qué la amaba tanto.
La chica también obtiene una novedad: su novio sonríe. ¿Tienen idea de hace cuánto no veía esa hermosa sonrisa en su cara? Valentina no lleva la cuenta exacta, mas tiene la certeza de que la última vez había sido hace mucho tiempo. Demasiado, en su opinión.
—Me he estado comportando como un cretino, ¿verdad? —Una corta y espontánea risita brota de ambos a coro—.
—Sí, lo has hecho.
El rubio entrelaza sus dedos con los de ella y la observa profundamente:
—Lo siento.
Ella admira maravillada el enlace de sus manos—. Todo está bien ahora.
。*✧*。
—No puedo creer que esas dos continúen llevándose como perro y gato —se queja Marco luego de que su novia le ponga al tanto de que no ha habido cambio en la relación de sus mejores amigas y es que aparentemente, seguirán profesándose odio eterno hasta el fin de los tiempos—.
—Y que lo digas, la relación de Tom y Jerry es cientos de veces más cordial que la de Aitana y Brenda —manifiesta la castaña con un toque divertido pues la aversión entre ellas ya es un tema superado para Valu—. Lo peor es que no paran de lanzarse indirectas la una a la otra. Tengo la teoría de que las dos disfrutan enormemente esos épicos enfrentamientos suyos.
Si bien al inicio fue soberanamente incómodo para ella, pues Valentina es básicamente: equilibrio y armonía, y el desentono entre Brenda y Aitana la afectó muchísimo en un principio, con el paso del tiempo ha aprendido a lidiar con la movida dinámica entre ambas e incluso, a apreciar la simpatía en sus desacuerdos.
—Si ambas no fueran hétero, diría que están enamoradas. ¿Segura de que a las dos les gustan los chicos? Mirá que por ahí...
Valen se escandaliza dramáticamente por la insinuación de su novio mientras este ríe a carcajadas por su rostro desencajado. Ella no tiene ningún problema con la comunidad LGBTIQ+, ni tampoco lo tendría si sus amigas tuvieran otra orientación sexual, pero de solo imaginarlo, su rostro se calienta a tal punto de ebullición que adopta el intenso color rojo de una cereza madura.
—Marco, dejá de jugar con la inclinación sexual de mis amigas como si nada —El chico recibe un cojín en su cara por su comentario fuera de lugar mientras continua riéndose sin parar—.
—¿Valu? ¿Seguís aquí? —Carolina camina a paso lento hacia ellos al notar a su hermano junto a su cuñada en el sofá del living, inusualmente retraída teniendo en cuenta su carácter jovial y sociable—.
—Claro Carito, aquí estoy —Valentina le sonríe amistosamente cuando nota lo extrañamente cohibida que actúa la más pequeña (en edad, aunque no en tamaño) y toma sus manos para transmitirle confianza—.
El mayor de los Casanova se percata en un instante del motivo del raro comportamiento de su hermana y suelta un suspiro antes de intentar arreglar las cosas:
—Lamento mi exabrupto de antes, princesa. Exageré.
Caro finge pensar si aceptar o no sus disculpas antes de regalarle una brillante sonrisa blanca y juguetona.
—Ya lo sé, ¡sos un tonto! ¿No es verdad, Valentina?
—Si, definitivamente lo es.
Ambas chicas ríen con complicidad y Marco rueda los ojos por la espontánea alianza entre su novia y su propia hermana en su contra. De todas maneras, ya está acostumbrado, pues desde el primer momento en que las presentó y vio lo bien que congenieron lo supo: Había creado un monstruo... Uno que iba a reírse mucho a sus expensas.
。*✧*。
—¿Qué hacés acá? —Brenda entrecierra los ojos con sorpresa y desconfianza al ver a su mejor amigo frente a la entrada de su edificio sentado en su bicicleta—.
—¿Qué no es obvio? Te acompaño a la escuela —Claudio se encoge de hombros naturalmente—. Para ser la mejor de nuestra clase a veces sos pésima deduciendo cosas.
—Y a veces vos sos simplemente insufrible. Como ahora —recalca la pelirroja que detesta que cuestionen el aspecto que más le agrada de sí misma: su intelecto—. Por otra parte, no te pedí que pasaras por mí.
—No, no lo hiciste —acepta el castaño—. Sin embargo, sé que el transporte público es un asco y no pretendo que mi mejor amiga atraviese una experiencia así.
—Prefiero ir andando —La chica comienza a caminar con determinación pero Claudio no demora en alcanzarla—.
—Son casi cuatro kilómetros. ¿Tenés fiebre acaso? —Su mejor amigo pone una mano sobre su frente para comprobar su temperatura, mano que es velozmente apartada por Brenda nada más entra en contacto con su piel—.
—No me toques —sisea la pelirroja con voz amenazante.
—¿O es que estás preparándote para una maratón y olvidaste decirme?
El castaño hace caso omiso a su advertencia, si le diera valor a todas las amenazas de su amiga viviría a base de miedo. Aunque, no estaría de más que les prestara atención de vez en cuando, ya saben, para preveer una que otra bofetada.
—Solo no estoy de humor para tus pavadas —acota la chica sin mayor pesar—.
—Vos jamás estás de humor Brenda, ser cascarrabias es parte de tu esencia. Aunque últimamente esa vena temperamental tuya está peor que nunca. ¿Tenés problemas en casa?
La pelirroja no responde su pregunta y simplemente se acomoda detrás de él en el vehículo.
—Solo pedalea, ¿querés?
—A la orden señorita.
。*✧*。
—Buenos días, familia —Un sonriente Marco se sienta en la mesa para tomar su desayuno junto a dos de sus tres mujeres favoritas en el mundo—.
—¿Vos? ¿Sonriendo? Le pediré a Valentina que me revele su secreto —comenta con gracia Carolina, agradeciéndole internamente a su cuñada por devolverle el espíritu a su hermano—.
Nunca lo confesaría, sin embargo, Caro estaba realmente consternada por su aislamiento.
—Vaya, parece que tu charla con Valu anoche fue realmente buena —asegura Rosario profundamente aliviada por la mejoría del ánimo de su hijo—. ¿O me equivoco?
—No, mamá —admite el chico quien no permite que los chistes sin gracia aminoren su buen humor—. Como siempre, tenés razón
—Es una excelente noticia hijo. Siempre he adorado el efecto positivo que tiene Valentina sobre ti.
Marco amplia su sonrisa al recordar a su dulce novia, le debe tanto que apenas puede creer que sea digno de su amor.
—Sí, es una gran chica.
Los tres continúan comiendo en armonía hasta que la presencia del cuarto residente de la casa rompe el cómodo ambiente familiar.
—Buenos días —el seco saludo de su padre no sorprende a Marco, su tono duro y frío ya es cotidiano desde hace meses—.
A pesar de la increíble tensión que emana del hombre, las mujeres en el comedor no dudan en saludarlo con una diminuta sonrisa con el propósito de caldear los ánimos.
Rosario le envía una mirada poco disimulada a su hijo mayor para forzarlo a devolverle los buenos días a su progenitor, Marco detesta el peso de los ojos de su madre sobre él y suelta un saludo incómodo:
—Hola, papá.
El mayor de los Casanova para de comer y deja los cubiertos de lado antes de depositar toda su atención sobre su primogénito—. ¿Me llamaste papá?
La mirada intimidante de su padre le produce un nudo en la garganta y a duras penas contesta con duda:
—Mm, ¿sí?
—¿Y vos te creés con el derecho de llamarme papá luego de lo que hiciste?
Todos en el comedor se tensan por la agresividad de la pregunta.
—Mauricio... —Rosario le advierte a su esposo por su desagradable actitud—.
—¡Mauricio nada! —repone el hombre antes de soltar todo su veneno en dirección a su hijo—. Sos el responsable de la muerte de mi padre. Quedé huérfano por tu culpa así que, desde hoy tú también lo sos, porque para mí, has muerto.
La mujer mayor se levanta bruscamente de su asiento para reclamarle a su marido:
—¡Mauricio! ¡Pero que cosas decís!
—¡La verdad, Rosario! ¡La maldita verdad que has tratado de ocultar! Que tu adorado hijo es un asesino.
Con unas pisadas dramáticas y un portazo aún más dramático, el señor Casanova marca su salida de la casa dejando tras su paso a un chico destruido.
—Marco, sabés que no es cierto. Tu padre está dolido por el luto, no sabe lo que dice. No tenés culpa de nada, mi amor.
El rubio apenas y escucha las retraíla consoladora de su madre antes de levantarse lentamente de su silla y excusarse con tono monótono:
—Debo irme o llegaré tarde.
。*✧*。
—Ya sé lo que tenés —declara un Claudio pletórico de entusiasmo por su descubrimiento—.
Brenda rueda los ojos por su actitud infantil y hace uso de su característico sarcasmo.
—¿Y me podés decir qué es, oh, gran Claudio?
—Estás enamorada.
La chica traga en seco y frunce el entrecejo por la acertada suposición de su amigo.
—¿Cómo?
—Que estás enamorada —repite como si no fuese nada importante...—.
—¿Yo? ¿Enamorada? ¿Querés dejar de decir idioteces, Claudio?
—Si lo pensás, tiene lógica.
—¿No se supone que el amor te pone manso y dócil cual vaca pastando?
—Sí, aunque, vos tenés una marcada tendencia y propensión a reaccionar hacia la violencia y sos pésima para expresar tus sentimientos. Así que debes ser del tipo que proclama su amor a golpes —concluye el castaño muy seguro del sentido de su hipótesis—. Y si lo meditás bien, tu principal cambio ha sido hacia mí. Así que, confesámelo de una vez: ¿Estás enamorada de mí?
Brenda encubre su shock de manera magistral bajo su típica máscara irónica.
—¿Aló? ¿Sí? Llamaba para reportar a Don Comedia que está acá, ejerciendo su profesión —declama con su mano en el oído fingiendo que es un teléfono. El chico le dedica una mirada cansina por la falta de seriedad de su amiga que no tarda en defenderse—. Si vos actuás como payaso, yo también. Pará de decir sandeces y pedaleá más rápido que vamos a llegar tarde por tus tonterías.
。*✧*。
Tal como el primer día luego del regreso a clases, Valentina sale como alma que lleva el diablo del laboratorio en el que recibe sus lecciones de Química con la emoción desbordando desde cada uno de sus poros por la expectativa de ver a Marco. Su plática durante la noche anterior ha logrado poner las cosas en su respectivo lugar y tiene la esperanza de que ahora sí todo vuelva a ser como antes. «Por fin, la luz al final del túnel», piensa la chica mientras se precipita en dirección al comedor.
Durante su trayecto por el pasillo un grupo de chicas comentan acerca de un altercado durante su clase de Filosofía. La inesperada mención de su amiga rubia la hace detenerse de inmediato:
—¿Escucharon de la discusión entre Aitana y la profesora Heredia?
—Sí, todo el colegio está comentando sobre eso a raíz del video que está circulando por Internet.
—¿Lo grabaron y lo subieron a la red?
—Está en el top de tendencias del blog del colegio, Luciana. ¿Cómo es que aún no lo has visto?
A la par de la despistada Luciana, Valentina va directito al sitio en Internet donde, efectivamente, está publicado un video de un enfrentamiento entre su mejor amiga y la profesora Heredia, mejor conocida como “Somnífero” por su increíble capacidad de poner a dormir a sus alumnos con sus discursos obtusos y sosos sobre temas intrascendentes para la mayoría de los adolescentes, superando incluso la rapidez y el efecto de píldoras creadas con ese mismo propósito.
Sip, algunos alumnos han estado tentados de llamar a una empresa farmacéutica a ver si descubren qué la hace tan pesada. Unos aseguran que es su tono monótono, otro que su cara de iguana amargada por la menopausia, sin embargo, hay un punto en el que todos están de acuerdo: y es que sus clases son magistralmente aburridas.
—Oh, Aitana, ¿qué has hecho? —murmura la castaña mientras cubre su rostro con una de sus manos cuando el video termina de reproducirse—.
Cambia el rumbo de sus pasos drásticamente con la esperanza de encontrar a su amiga en la secretaría, después de lo que vio en esa grabación, llega a la conclusión de que es el lugar donde debe estar. En el camino, se encuentra con Gastón, quien parece tener las mismas intenciones que ella.
—Vas a ver a Aitana, ¿verdad?
—¿Qué creés? Esa chica va a lograr que la expulsen a menos de un mes de haber regresado.
—Tampoco es para tanto, si bien la maestra Heredia tiene un carácter insoportable, el director Linares es súper buena onda.
—Pues espero que sí porque estoy segura de que “Somnífero” querrá cortar la cabeza de Aitana para devorarla en su almuerzo después de esto.
Gastón ríe con simpatía debido a la extrema preocupación de Valentina por el futuro de su mejor amiga. Nunca han sido precisamente los más cercanos, aunque su relación siempre ha sido bastante cordial y amable. Especialmente, porque ambos son originarios de Córdoba y cuando la más pequeña llegó al colegio por primera vez y se sintió intimidada por todo el rollo de ser “la nueva”, el chico no pudo evitar sentirse identificado con ella. Le alegra que Aitana haya hallado en ella una amiga tan especial y comprensiva y que Marco haya encontrado una novia tan genuina y leal.
Ambos divisan a la chica en problemas desde afuera de la oficina gracias a las ventanas de cristal y se acercan a Aitana, quien se encuentra casi desparramada sobre el duro banco de madera de roble, con el móvil en la mano y una cara de pocos amigos que compite con la de la profesora que la colocó allí.
—Ven, seguime la corriente —pide Gastón antes de llegar al lado de la rubia y fingir un tono femenino vacío y sin matices—. Señorita Martínez, ¿hay algo en su móvil que quiera compartir con la clase?
Valu capta la señal al instante y sigue el guión—. Sí, quisiera saber si otros de mis compañeros están de acuerdo con mi criterio acerca de su clase.
—¿Y podría saber cuál es ese criterio?
—Por supuesto, ¡faltaba más! —Valentina imita la misma expresión felina de Aitana que vio en el video—. Pienso que sus clases son extremadamente densas e irrelevantes y una abierta invitación para dormirse. De hecho, propongo que en nuestros cronogramas supriman la palabra Filosofía, y en cambio escriban el verdadero nombre de esta materia: Cien maneras de cómo morirse del aburrimiento en cinco minutos. Con cada encuentro menos estimulante que el anterior, porque, incluso si parece imposible, usted siempre logra superarse a sí misma.
Gastón hace un gesto raro con su cabeza, en referencia al tic nervioso de “Somnífero” y las carcajadas de la porteña llenan el lugar.
—Hagame el favor de ir a la dirección de inmediato.
—Será todo un placer alejarme de este calvario al que tiene sometidos a sus desafortunados alumnos —Valen finge pena por sus compañeros no presentes y se dirige directamente a Gastón—. Ahora, si me disculpa...
Los tres se ríen de lo lindo por la escenificación y empiezan a platicar acerca de lo ocurrido. La menor se pone seria durante unos minutos, dándole un breve sermón a su mejor amiga sobre no meterse en problemas sin razón a lo que Aitana se defiende alegando que no dijo nada más que la pura verdad.
—Que sea verdad no lo hace menos grosero. Sigue siendo una falta de respeto grave, Aitana.
—Ay, pulguita. A veces tu bondad me molesta.
—Yo te aplaudo Tana —interviene Gastón con su singular apodo para la rubia—.
Si buscan el origen de “Tana” tendremos que regresar a tres años atrás, donde un nervioso y medio asustado Gastón llegó por primera vez al colegio San Martín y se topó con una chica radiante con hermosa cabellera dorada que no tardó en presentarse ante el eclipsado chico, que, en medio de su despiste, no oyó la primera sílaba de su nombre y creyó solo haber escuchado “Tana”. Días después se dio cuenta de su vergonzoso error, pero para entonces Aitana ya se había encariñado con el apodo e insisitió en que la llamara así cuando quisiera. Según ella, le recuerda a un bonito día.
—Solo dijiste lo que toda la escuela viene pensando desde siempre. Y no soy el único que te apoya, las redes sociales están atestadas de mensajes a tu favor.
—¿Redes sociales? ¿De que hablás?
—¿No lo viste? —Valentina se muestra muy confundida—. ¿Pero si te la pasás pegada a ese aparato?
—He estado muy ocupada en una subasta toda la mañana.
—¿Me estás queriendo decir que eso es lo que estabas haciendo cuando la profesora Heredia te llamo la atención?
—Pues sí, obvio —acepta naturalmente y sin un ápice de remordimiento—. Y no me mires así, estaban vendiendo unos Christian Louboutin espectaculares —añade en su alegato de autodefensa—. Además, eso no es lo importante. ¿Qué carajos está circulando sobre mí en Internet?
La secretaria del director Linares les echa una mirada incriminatoria por la palabra obscena que ha soltado Aitana en su exaltación, pero, la ojiazul ni se entera, está demasiado preocupada por su exposición en la red.
Cuando está a punto de pedir explicaciones más contundentes, la puerta de la oficina principal se abre y muestra una imagen que los descoloca a los tres: Marco acompañado de su madre salen de una entrevista con el director.
—Aitana, te esperan adentro —es lo único que pronuncia el chico antes de encaminarse a paso furioso hacia los corredores—.
La diva de cabellos como el Sol no tiene casi tiempo de reaccionar cuando la ansiosa y enojada secretaria, harta de tener que lidiar con la presencia de tantas personas en su espacio de trabajo, le insiste para que entre de una buena vez al sitio donde la esperan, por lo que se ve forzada a reaccionar y caminar hacia su sepelio.
En tanto, una Rosario profundamente afligida por la situación que está atravesando su hijo enfrenta las expresiones confusas de la novia y el mejor amigo de Marco, la primera con tantas emociones pasando por su rostro: desde la sorpresa y confusión hasta la angustia y aflicción de lo que hubiese podido ocurrir para que llevaran a su novio a la oficina del director Linares e incluso, llamado a su mamá.
La mujer de treinta y tantos responde la pregunta no formulada de manera oral, pero escrita con aerosol en el rostro de los jóvenes sin ningún tipo de anestesia:
—Estuvo fumando.
Los dos muchachos quedan en shock por la repentina noticia y es la chica la que exhala un débil y repleto de preocupación: —¿Qué?
—Valentina, ahora no les puedo explicar con lujo de detalles —se apresura a excusar la señora—. Por el rumbo que tomó es posible que Marco se dirija al estacionamiento y si ese es el caso, podría haber tomado las llaves de mi auto —Rosario rebusca persistentemente en su bolso—. Así que debo alcanzarlo antes de que se vaya a Dios sabe dónde. Si pueden, pasen después por la casa. Se los agradeceré muchísimo.
Con una última sonrisa tensa, Rosario Casanova se encamina con prisa detrás de su hijo, dejando a un Gastón y a una Valentina anonadados.
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