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05. «La dinámica Casanova»

Es la hora de la cena y Aitana se encuentra en la sala de espera de la sección de urgencias de un hospital en compañía de sus padres. Podría estar en la mesa de su comedor disfrutando de un lindo rato en familia y la exquisita milanesa a la napolitana con papas fritas que su madre le tenía lista para comer pero no, otra serie de estornudos sin razón aparente la enviaron de vuelta a la consulta médica. Maravilloso, ¿no?

—¿Tomaste las pastillas que te preescribí?

La doctora cuestiona directamente y la rubia contesta sin dilación:

—Sí, en la mañana antes de ir al colegio, aunque justo cuando pasaron las ocho horas de efecto los estornudos regresaron.

—¿Con la misma intensidad o incrementaron?

—Sin duda empeoraron, ahora me dejan un escozor terrible en la nariz. También toso como si mis pulmones estuviesen llenos de polvo y siento que se me desgarra la garganta.

Sip, luego de esa descripción tan gráfica hasta yo creo que definitivamente empeoraron, querida.

—Pues es una suerte que acabe de recibir los resultados de los exámenes que te hicimos ayer —afirma la especialista con una tableta en su mano donde parece analizar las pruebas—.

—¿Ocurre algo malo con mi hija, doctora Torres?

—En realidad, creo que Aitana está pasando por un proceso alérgico —la más pequeña entre los presentes frunce el ceño. ¿Alergia? Ella nunca antes había presentado algún tipo de síntoma alérgico—. Dime, todo esto empezó cuando regresaste a la escuela, ¿cierto? —La chica asiente ante la pregunta—. ¿Y qué ha habido de raro desde el reinicio de las clases?

—Nada en específico —Los maestros y el estudio en general siguen siendo un grano en el trasero, así como algunos de sus compañeros, mas, esas son cosas habituales, no relacionadas con el covid—.

—Contesta esto: ¿Sentís tu nariz irritada en el momento en que cruzas las puertas de tu escuela?

—Por supuesto que sí, si usan unos productos de limpieza horribles —Aitana arruga las facciones de su cara solamente de pensar en ese olor nefasto—. Son tan potentes que en lugar de caminar por los pasillos de un colegio, parece que estamos nadando en una piscina de proporciones olímpicas. Es un completo asco.

—Entonces ya encontramos la raíz del problema —La mujer cuyo cuello se encuentra rodeado por un estetoscopio parece complacida de haber hallado la respuesta al problema de su paciente—.

—¿Eso cree?

—Sí, claro. Desde el comienzo de la pandemia este tipo de casos ha ido en aumento. Es normal que no lo haya manifestado hasta hora pues la concentración de cloro que suelen usar en los grandes centros es mucho mayor a la de empleo doméstico.

—¿En serio? Mire que aquí Aitana nos ha asustado de un modo que ni se imagina

La doctora sonríe con simpatía por la extrema preocupación de la madre de la adolescente—. Es absolutamente normal, con toda esta locura, el pánico por cualquier mínimo síntoma respiratorio es casi otro síntoma de la pandemia en sí.

—¿Y cuál sería el tratamiento a seguir? —El único hombre en la habitación luce aliviado—.

—Le recomiendo que continue tomando esas píldoras, disminuirán los síntomas. Tendremos que ver si es un proceso alérgico viral, lo que quiere decir que su cuerpo lo combatirá por sí solo y logrará expulsarlo. Sin embargo, si la situación persiste, lo mejor será que vengan en una semana, así haré otras pruebas y buscaremos un medicamento más fuerte para ayudar a su sistema inmunológico a combatir el problema y encontrar la solución. Eso es todo.

—Gracias, doctora.

—Sí, muchas gracias doctora —Aitana salta de su silla en cuanto tiene oportunidad y pasa a otro tópico como si no hubiese estado a punto de quedar hospitalizada—. Ahora, ¿podemos comer?

。*✧*。

—Muchas gracias por la invitación —Valentina le sonríe con auténtica sinceridad a Rosario, madre de Marco—.

—No es nada cariño. Recuerda que siempre sos bienvenida —La amable mujer le brinda un breve abrazo con suma calidez y se apresura a murmurarle en voz trémula—. Además, necesitaba verte porque requiero de tu ayuda. Los últimos meses han sido terriblemente complicados en esta casa; desde la
muerte de mi suegro, las cosas han estado muy complejas por aquí. Me temo que Marco ha sido el más afectado.

Una mueca de incomodidad se siembra en el rostro de la más joven:

—Honestamente, ya lo había notado. Su hijo ha estado muy distante conmigo desde el fallecimiennto del señor Casanova, y si le soy enteramente franca ya no sé qué hacer.

La madre alarmada suelta una fuerte exhalación de pesar y toma las manos de Valentina—. Debo pedirte que seas paciente y que no te des por vencida con él. Marco te ama, no me cabe duda de ello. Nunca antes lo vi tan ilusionado y feliz por una chica —La mujer sonríe por los viejos recuerdos—. Fue casi insólito cuando nos presentó hace más de un año. Confío en que ese Marco volverá tarde o temprano. Por eso te ruego que tengas fe.

Valu luce conmovida por sus palabras y asiente porque es lo único capaz de hacer sin echarse a llorar allí mismo.

—¿Valentina? ¿Qué hacés acá? —El foco de las preocupaciones de ambas hace su aparición descendiendo las escaleras desde su habitación—.

Marco se muestra visiblemente confundido por la presencia de su novia en su casa.

—Tu madre tuvo el detalle de invitarme, ¿te molesta? —pregunta la castaña delicadamente, pues hace ya un tiempo que no tiene idea de qué pasa por la cabeza de su novio, mucho menos es capaz de identificar sus emociones o predecir sus reacciones—.

—No, solo, es extraño —el chico responde desde una distancia prudente y ni siquiera se digna a saludar a su pareja—.

Pero quien sí luce muy contenta por la sorpresa de ver a su cuñada de visita es Carolina, la menor de los Casanova, que no demora en abalanzarse encima de ella nada más la vislumbra desde el corredor.

—¡Valu! ¡Qué bueno verte! —La castaña está lista para recibirla en brazos con toda la efusividad del mundo cuando un grito de horror proveniente del único chico en la sala de estar interrumpe el bonito momento—.

—¡Carolina! ¡Nada de abrazos!

—Pero yo... —la pequeña rubia exhibe un mohín confundido por el severo regaño de su hermano—.

Valentina, al ver los ojos tristes de la dulce Caro, tantea la opción de intervenir en el conflicto y recordarle a Marco que hace menos de una semana se hizo un test que tuvo un resultado negativo, sin embargo, sus duras y toscas facciones y la vena sobresaliente en su cuello, ambas producto de una fulminante ira, la hacen retroceder en su determinación.

—Sabés perfectamente que estamos en medio de una pandemia, un abrazo podría costarte la vida —La frialdad con la que recuerda la cruel verdad en que están viviendo aniquila el momento sin miramientos—.

Carolina baja la cabeza, avergonzada por su propia irresponsabilidad—. Lo siento.

Su hermano mayor parece suavizarse a causa de ello, no obstante, lo siguiente que dice retumba en la habitación con voz igualmente firme:

—Solo asegúrate de no repetir el error.

La cena transcurre en un silencio tan incómodo que, por primera vez en su vida, Valentina no tiene idea de qué decir para liberar la tensión, ni siquiera las discusiones entre Aitana y Brenda la hacían sentirse tan minúscula.

Al terminar, la invitada se ofrece a ayudar con la limpieza de la vajilla junto a la señora Rosario, (el término suegra jamás fue del agrado de la madre de Marco. Ya saben, por todo ese mito popular de que las suegras suelen ser la pesadilla de toda nuera), mientras los jóvenes Casanova se marchan a sus respectivas habitaciones, ambos con la falsa excusa de tener deberes escolares por hacer.

Cuando muy bien sabemos que Carolina va directito a su celular con la esperanza de charlar esa noche con Gastón, mientras que Marco huye porque no tolera más estar cerca de Valen.

—Deberías aprovechar la oportunidad e ir a hablar con él.

—¿Eso cree? —A Valu se le había ocurrido lo mismo, aunque titubea en su decisión por la pésima recepción de su novio a lo largo de la velada—. Quizás necesita un poco de tiempo a solas.

—Tuvo toda una cuarentena a solas, no creo que soledad sea precisamente lo que necesite.

—Hace un rato no parecía muy dispuesto a charlar.

Y es que el chico no soltó ni una palabra durante toda la comida.

—Tenés razón. Pero ya lo he intentado todo y vos sos mi última esperanza Valu. Sé que te necesita.

—De acuerdo, iré a verle.

—Mil gracias —Valentina niega con una sonrisa de labios y toma un profunda respiración para armarse de valor y enfrentar a su distante novio—.

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