04. «Raras Actitudes»
—Buenas tardes.
Una chica de cabellos color rubio platino, consecuencia de la aplicación de dísimiles productos químicos, y relucientes ojos verdes interrumpe la amena conversación entre Aitana y Valentina.
—Hola Clara —La menor de las dos la saluda de vuelta amistosamente, mientras que la otra rubia gira sus ojos zafiros—.
—¿Qué te pasó Clara? ¿Se te perdió tu hermanita Yema?
Su tono desdeñoso causa un reproche instántaneo de su mejor amiga quien no demora en sisear su nombre en una cuidadosa advertencia:
—Aitana…
Clara decide pasarlo por alto y contestarle con sorna:
—Vos siempre tan simpática Aitana.
—Sí, lo sé. Pero esto no se trata de mí, por desgracia —La mayor del grupo hace una morisqueta de lástima, como si perder el tiempo hablando de otro tema que no fuera ella se tratase de una auténtica decepción—. ¿Qué es lo que querés?
Valu arruga su rostro por la actitud borde de su mejor amiga. «Ni con Brenda es tan mordaz.»
—Estoy reuniendo firmas para una campaña en favor de las ballenas. ¿Participarían?
—Lo lamento por las ballenas, pero no hay nadie en este universo que me convenza de tener el mínimo contacto con nada que esté en tus manos.
—¡Aitana! —La única castaña presente masculla entre dientes el nombre de su impertinente acompañante en forma de reproche—. Perdona a mi amiga, no se siente muy bien hoy —Aitana rueda los ojos por esa vil mentira en pos de justificar su pésimo comportamiento—. Yo firmaré, me agradan las ballena.
—Gracias, Valentina.
Las otras dos captan el extraño tono en que la ojiverde le agradece y la enigmática mirada que le dedica, sin embargo, mientras que la nombrada no le toma mayor importancia, Aitana prevee que Clara de Huevo se trae algo entre manos, algo que afectará negativamente a su mejor amiga.
Valentina escribe su nombre en el documento sin mayor dilación e igual de rápido a cómo apareció, Clara desaparece en un chasquido dispuesta a continuar recolectando firmas por toda la escuela.
Casi tan pronto como se aparta del dúo de amigas, Valen no tarda en reclamarle a Aitana:
—¿Por qué hiciste eso con ella?
—¿Con quién? —La rubia restante finge demencia y pretende admirar minuciosamente el techo del colegio—.
La menor de las dos suspira en busca de paciencia y le responde quedamente:
—Clara.
—Ah, ¿te referís a la chica cuyo nombre tiene una estrecha relación con el huevo? —Valentina niega para sí misma antes de asentir con la cabeza—. No fue nada. Es teñida y tiene complejo de diva igual que yo, es normal que me cause repelús, es casi parte de mi instinto.
—Ese es uno de los típicos clichés de “chicas rubias” y vos los odiás. Este no es tu comportamiento habitual, vos no actuás así porque sí.
—Que no suela comportarme como una perra, no significa que no pueda llegar a serlo. Además, siempre me ha caído mal Clara, ¿recordás?
—Es verdad, aunque jamás habías sido tan grosera como hoy. ¿Pasó algo entre ustedes?
«Sí, la vi con intenciones de quitarte el novio». Aitana opta por ignorar sus pensamientos y tragárselos, una noticia de esa magnitud dañaría irremediablemente a su amiga, y ella jamás permitiría que sufriera, no mientras pudiera evitarlo.
Clarita tendría que darle unas cuantas explicaciones…
—Nada, solo soy yo expresándole abiertamente mi desagrado, ya sabés que odio la hipocresía. Ahora, ¿podemos irnos? Creo que voy a empezar a estornudar como ayer y la verdad no quiero que esa enfermera me vuelva a meter el dichoso palillo por la nariz hasta acariciar mi hipotálamo. Ya lo viví, y no es una experiencia que planee repetir a corto plazo
Valentina decide dejar de darle vueltas al asunto y ríe cortamente por las ocurrencias de Aitana:
—Vamos…
。*✧*。
—¡Por favor Brenda no seas tonta! —exclama Claudio contrariado por la actitud de su amiga—.
—¿Me llamaste tonta? ¿Es que acaso deseás otro golpe en la cara cerebro de chimpancé? —reclama la chica marcadamente ofendida—.
—No tenés porqué montar todo este numerito.
—Si monto un numerito o no es mi asunto, ¿no te parece?
Valentina se apresura a intervenir cuando ve la discusión entre dos de sus amigos:
—Chicos, ¿qué sucede?
—Que Brenda tiene un ataque de orgullo y no quiere que la acompañe a casa —explica el chico con la esperanza de que Valu consiga que la pelirroja entre en razón de una vez—. Insiste en tomar el colectivo cuando todos saben que a esta hora el transporte público es peor que infernal.
—Dejala tomar el autobús entonces —aconseja Aitana, metiéndose en la pelea solo con la intención de terminarla de una buena vez para poder largarse del colegio lo más pronto posible. Siendo francos, le importa realmente poco lo que le suceda a Brenda, mucho menos garantizar su bienestar—. Que llegue a medianoche a su casa o que la rapten en el camino, cualquiera de las opciones sigue sin ser mi problema. ¿Valentina?
La castaña analiza la situación con el ceño ligeramente fruncido por la inusual actitud que ha asumido la pelirroja. Otra vez actua raro con respecto a Claudio. Ha notado que últimamente está más a la defensiva con el pobre chico, como si se sintiera sumamente incómoda a su alrededor, así que decide hacerle las cosas más sencillas y se propone averiguar qué sucede con ella ofreciéndole otra opción con amabilidad:
—¿Querés que te lleve yo? Podrías sentarte en la parte de atrás de mi bici y casi no tendría que desviarme de mi ruta habitual. Tu casa solo queda a unas calles de la mía, no tengo problema.
—¿Harías eso por mí? —Brenda se siente muy conmovida por el gesto de Valentina, siempre supo que la chica era una dulzura aunque, sinceramente, en momentos como este, donde Valu era la representación de todo lo que estaba bien en el mundo, no se sentía digna de tener el honor de ser su amiga—.
—¿Hablás en serio? —Aitana parece escandalizada por el noble ofrecimiento—.
La menor ignora a la rubia y le dedica una suave sonrisa a la chica con cabellos de fuego:
—Por supuesto, somos amigas, ¿o no?
Claudio suelta un suspiro, aun inconforme con la resolución de la situación:
—¿De veras vas a hacer a Valentina sobreesforzarse físicamente llevando el doble de su peso cuando puedo perfectamente hacerlo yo?
—Borrate de una vez incompetente, ¿querés? —Se gira hacia Valentina y le da una mirada de profundo agradecimiento—. Mil gracias Valu.
Son escasas las veces en que Brenda muestra sus verdaderas emociones:
—No hay de qué.
—Genial, ahora también tengo que soportarla en el camino de regreso a casa. ¡Yupi! —Ya imaginarán quién dijo eso…
。*✧*。
Aitana, con un pie sobre el pavimento y otro en uno de los pedales, observa detenidamente a su contricante mientras la última intenta encontrar una posición medianamente cómoda detrás de Valentina, una en la que al menos no se caiga de bruces al suelo.
—¿Qué querés saber? —estalla Brenda, harta de ser el centro de las miradas de la cobra de cabellos dorados en tanto busca un punto donde equilibrarse que no le impida a Valu moverse libremente—.
—¿Cómo una chica como vos podés ser amiga de Valu? Ojo, sé que mi mejor amiga es absolutamente increíble, sin embargo, continuo sin entender cómo consigue bancarte.
Brenda está a punto de soltarle alguna grosería de las que maneja a la perfección, sin embargo, Valen se apresura a intervenir con una conciliadora advertencia:
—Chicas, por favor. Es cerca de una hora de recorrido y no creo que este sea un buen inicio. ¿Pueden simplemente, no matarse entre ustedes?
Ambas chicas asienten con desgano ante la acertada petición de su mejor amiga y, finalmente, salen del estacionamiento del colegio.
Quince minutos después, Valentina tolera el cansancio físico con total entereza, no podemos decir lo mismo de Aitana, quien nunca ha sido buena en el aspecto físico y se mantiene en forma gracias a un milagro divino.
—No veo la hora de dejar de pedalear por todo Buenos Aires —espeta nada más se detienen en un cruce que aprovecha para recobrar el aliento—. Es que no es justo, sé conducir mejor que muchos adultos y tengo el dinero ahorrado para mi auto pero aún no tengo la edad suficiente para aplicar por mi permiso para conducir —lloriquea un poco por todo el agotamiento—.
—Aitana, cumplirás 17 en un par de semanas, solo sé paciente —concilia Valentina al tanto de la desesperación de la rubia por conseguir su preciado permiso—.
—Repito: Es injusto.
—¿Querés dejar de quejarte?
—Hey, este suele ser uno de los pocos momentos en el día en el que no comparto a Valen contigo y lo estás arruinando con tu sola presencia, ¡no molestes!
La pelirroja se limita a rodar los ojos y morderse la lengua para no darle su merecida respuesta, bastante está aguantando ya Valentina por su capricho de no irse con Claudio, lo que menos necesita en este momento es que sus mejores amigas se agarren de los pelos en plena calle.
。*✧*。
—Bien, hemos llegado —Valentina desacelera gradualmente frente al complejo de apartamentos en el que reside Brenda y una bocanada de aire cargada de alivio se escapa de sus labios—.
—De nuevo, Valu, muchísimas gracias. ¿Querés subir? —la menor se muestra agradecida por la cortés oferta, especialmente porque Brenda no es alguien que se caracterice por
permitirle a las personas acceder fácilmente a los aspectos más íntimos de su vida, como conocer su casa, cosa que la hace sentir muy honrada—.
Mas, de solo imaginarse subiendo siete pisos de escaleras con una bicicleta a cuestas, la castaña niega rápidamente con la cabeza.
—No, gracias, me tiemblan las piernas de solo pensarlo —Intenta volver a arrancar su vehículo, no obstante, sus extremidades inferiores se rebelan a su orden y exigen un descanso con urgencia—. Aunque creo que me sentaré diez minutos en aquel muro para recuperar las fuerzas.
—Claro, te acompaño.
Las dos caminan y toman asiento en el murillo de mediana altura, Valentina recuesta el peso de la bicicleta a su lado.
—¿Y qué? ¿No pensás contarme?
La castaña sabe que Brenda no es de esas personas que comparten sus conflictos o preocupaciones al resto, sino más de aquellas a las que les gusta resolver sus problemas por sí mismas y se rehúsan a recibir ayuda externa a menos que sea extremadamente necesario. Sin embargo, nada pierde con hacerle saber que está allí para ella.
—¿De qué hablás?
—Oye, sé que no soy tan inteligente como vos, es decir, es por algo que sos vos quien me ayuda con los exámenes y no al revés —Ambas ríen cortamente por el comentario de Valentina—. Aunque, en lo que respecta a ti, suelo ser bastante perceptiva y tu comportamiento hacia a Claudio en los últimos días ha sido toda una rareza. Le has evitado, abofeteado y gritado más de lo usual. Sé que vuestra amistad siempre ha sido un tanto particular, algo explícito de ustedes dos, sin embargo, incluso para mí es fácil detectar que algo te está ocurriendo —Brenda baja la cabeza y observa atentamente las irregularidades en el suelo mientras la otra continua hablando—. No quiero presionarte, en lo absoluto, solo quiero que sepas que estoy dispuesta las veinticuatro horas del día si querés un oído que te escuche, y solo, si estás ciento por ciento segura de querer contarme.
Brenda tarda unos segundos para luego lanzarse a abrazarla por su emotivo discurso:
—No tengo palabras para agradecerte Valentina.
—Eso es porque no hay nada que agradecer.
。*✧*。
La castaña de ojos pardos toma la barra de jabón y lava sus manos minuciosamente, antes de secarlas con una toalla y adentrarse en la linda habitación de su hermanito.
—Hola pequeñín, ¿cómo estás? —El bebé de tan solo dos años hace un amago de querer alcanzarla con sus tiernas y regordetas manitas y Valentina le cumple el deseo y lo alza a upa, levantándolo y acurrucándolo en su pecho—. ¿Me extrañaste Matías? —El pequeño balbucea en algún extraño idioma que solo él entiende, sin embargo, por su sonrisa sin dientes, Valu toma su discurso inintelegible como una afirmación—. Yo también te extrañé, preciosura.
Se sienta en la mecedora con el niño en brazos y comienza a arrullarlo con sumo cuidado:
—¿Sabes? Hoy no fue mi mejor día. Marco continua evitándome y si te soy sincera, esto comienza a afectarme realmente. Su distancia y frialdad empiezan a dolerme en serio, porque ya no sé qué pasa por su cabeza y me preocupa que sea mi culpa. No sé si debo seguirlo, darle más espacio u obligarlo a que me explique qué rayos sucede. Él solía contarme todo lo que pasaba por su mente, desde las pensamientos y locuras más banales e intrascendentes, hasta sus miedos, frustraciones y anhelos más profundos, aunque, algo cambió en estos meses de confinamiento, y es como si ya no lográramos conectar. Todo lo que veo cuando lo miro a los ojos es una enorme barrera de metal que no sé si lograré derribar a tiempo antes de perderlo para siempre —Se detiene pues un salado sendero de lágrimas desciende por sus mejillas—. Y aquí estoy como boba llorando de nuevo. Lo sieno Mati, toda esta situación comienza a ser estresante —Se seca el rostro bruscamente con las palmas de sus manos—. Pero vos sos la cosita más hermosa que he visto en la vida, y no puedo estar ni cinco minutos triste si tu estás aquí con ese pucherito adorable pidiéndome que no me ponga triste —Pega su nariz a la del bebé y las sacude durante unos segundos con una sonrisa dulce—.
El pitido de su móvil interrumpe drásticamente el cálido momento y Valentina acomoda a su hermanito en su brazo izquierdo para, con el otro, tomar su teléfono de uno de los bolsillos de su sudadera y leer el mensaje que acaba de recibir. Grande y grata es su sorpresa cuando descubre que la mamá de Marco la invita a cenar.
—Bueno Mati, supongo que el destino quiere que lo siga intentando —Se levanta del mueble para depositar al bebé nuevamente en su sitio seguro junto a sus juguetes—. Es hora de irme, tengo una cena para la que prepararme y vos una papilla que comer pronto —Deja un suave beso en su frente y corre a buscar un atuendo apropiado—.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro