Capitulo 11
Durante mucho tiempo la proeza de los tres Gryffindor, Ron, Reggie y Harry, resonó por todo Hogwarts, seguida por el vociferador que se le envió a Ron Weasley y seguida por la noticia de que el nuevo buscador de Slytherin era Draco, quien su padre había donado al equipo con escobas Nimbus 2001. Sin embargo, dichas noticias pasaron a segundo plano cuando sucedio el primer ataque.
Era el banquete de Halloween y Tam claramente notó que su hermano y sus amigos no estaban ahí, más considero que quizá estaría haciendo algo con ellos, por lo que procedió a disfrutar de la noche con sus compañeros.
Ella jamás pensó que esa misma noche, al salir del Gran Comedor para volver a sus habitaciones, encontrarían en la pared del pasillo, escrito con sangre:
LA CAMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA... ENEMIGOS DEL HEREDERO TEMED
Y justo frente la inscripción, Regulus y Potter con sus inseparables amigos junto a la gata del conserje, petrificada.
Tam era una de las pocas personas que podría considerar aquello una coincidencia desafortunada. Podría hacerlo...si no fuera porque esa misma noche ella había escuchado un susurro que prefirió ignorar:
—...Desgarrar...Despedazar...Matar...deseado...durante tanto tiempo...matar...es la hora de matar...huelo sangre...¡HUELO SANGRE!
Cuando regresaron a la sala común, Tam tomó sus cosas y se instaló en la habitación de los chicos. Sentada en la cama de Theodore, les contó lo sucedido.
—A ver si entendí. —dijo Draco con las manos en la cintura.—Escuchaste una voz en tu cabeza que decía que quería desgarrar a alguien, despues nos encontramos la escena de Potter con sus amigos y la gata petrificada, ¡¿Y lo cuentas tan tranquila?! ¡Debiste haberle dicho a algún profesor!
—No.—Intervino Theodore con seriedad, cruzándose de brazos.—Escuchar voces que nadie más escucha no es bueno. No es normal y podrían considerar a Tam como la atacante.
—Theo tiene razón.—dijo Blaise.— Ya es suficiente con el trato que Dumbledore le da a Tam como para que empecemos con esto.
—No hablaremos del tema a menos que estemos a solas.—dijo Theodore.—Y si vuelves a escuchar esa voz quiero que nos lo digas de inmediato ¿Entendido, mía?
—Sí, papi Theo.—contesto burlona.
Al día siguiente, durante la clase de Transformaciones, Hermione Granger alzo su mano como era acostumbrado, más esta vez no era una duda o una respuesta que ella quisiera dar. Nada de eso. Granger solicito a la profesora McGonagall que les hablara de la Cámara de los Secretos.
—Está bien.—accedió la profesora McGongall y suspiró cansada.— Todos saben claro, que Hogwarts fue fundada hace más de mil años por cuatro grandes magos y brujas de la época. Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw...y Salazar Slytherin. Tres de los fundadores convivían con una gran armonía...y uno no.
—Ja, ¿tu quién crees?—comentó Ron Weasley a Harry.
—Salazar Slytherin quería ser más selectivo con los estudiantes que admitía Hogwarts. Quería que la enseñanza de la magia fuera solo para las familias de magos, los de sangre pura. Y como no los convenció, decidió dejar el Colegio. Según la leyenda, Slytherin construyo una Cámara oculta en este castillo, conocida como la Cámara de los Secretos, pero antes de que partiera la selló, hasta el momento en que su auténtico heredero llegará al colegio. Solo el heredero será capaz de abrir la Cámara y soltar los horrores que encierra y por lo tanto así, purgar la escuela de aquellos que, Slytherin piensa, no merecen estudiar magia. —hizo un espacio y continuo hablando.—Claro que la hemos buscado mucho tiempo y tal Cámara no aparece.
—Profesora, según la leyenda, ¿Qué es lo que se esconde en esa Cámara?—pregunto Granger.
—Se dice que la Cámara alberga algo que solo el heredero de Slytherin controlara. Se cree que es el hogar de un monstruo.
—Me estan viendo a mí, ¿cierto?—pregunto Tam en un susurro sin despegar la vista de su libro.
—Sip.—respondieron sus tres amigos.
Tam maldijo internamente a Hermione Granger. La chica nunca le había desagradado, es verdad que era bastante arrogante por ser estudiosa, pero nunca le desagrado hasta este momento.
—¿Acaso no podía preguntarle a McGonagall en algún lugar privado? ¿En serio debía hacerlo en la clase?—se cuestionó frustrada.
A partir de ese momento, los Slytherin estaban en la mira. Los días posteriores fueron un martirio, pues alumnos de todas las casas buscaban cualquier excusa para atacar a los Slytherin, a veces no necesitaban excusa. Las principales riñas eran de los Gryffindor hacía los Slytherin, atacando incluso a los niños de primer año, quienes no tenían la culpa. Un día, Tam tuvo que mandar a volar, literalmente, a tres Gryffindor de quinto año por tirar a dos Slytherin de tercero. Harta de la situación, esa misma noche Tam comentó lo sucedido a Adrian Pucey y juntos hicieron una reunión de Casa en la sala común.
—Bien. Como ya sabrán, el heredero de Slytherin ha aparecido así que lo primero que quiero saber...es si es uno de nosotros. ¿Alguien lo hizo?—cuestiono Pucey junto a Tam, ambos parados en el balcón del segundo piso mirando a sus compañeros que estaban viéndolo desde abajo.
Los Slytherin negaron, se miraron entre sí y volvieron a negar.
—Por favor, Adrian. Incluso si es uno de nosotros, no es como que va a levantar la mano y presentarse.—expresó Tam con el ceño fruncido.
—Cierto...Bien, no importa. Sea como sea, estamos en la línea de fuego y somos el principal enemigo. Debemos estar preparados. No quiero que llamen la atención o que causen problemas. A partir de hoy todos debemos estar en grupos mínimos de tres personas. No se separen y si alguien de otra casa los llegará a atacar...
—En ese caso vienen a mí.—intervino Tam, dando un paso al frente.—Soy su Reina y ustedes por ende, son míos. Y no me gusta que nadie toque lo que es mío. Así que cualquier imbécil que se atreva a jugarles una jugarreta, hechizarlos o simplemente decirles algo hiriente por el tema de la Cámara, me lo dicen. Yo me encargo.
La casa de Slytherin rompió en sonoros aplausos. Tam no tenía más que doce años, pero todos en Slytherin sabían que era más poderosa que cualquier maestro del colegio.
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