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¿Qué chisme anda contando Paige sobre Owen?


La plaza comercial del pueblo no era tan grande como Owen la recordaba de niño. Habían múltiples tiendas de ropa, restaurantes y lugares para comprar cosas específicas como aparatos electrónicos o libros. Estaba al límite del pueblo, encontrándose con un bosque a las afueras. En cualquier otro lugar, la ubicación de la plaza no habría sido conveniente, no obstante, parecía que a los habitantes de Imedown no les importaba que hubieran ardillas corriendo entre las tiendas.

El techo de cristal permitía que entrase la luz natural del atardecer, pero los focos artificiales comenzaban a encenderse automáticamente. Owen se encontraba a la entrada de la plaza, en la terraza de un café que daba a la calle. Su tío lo había obligado a salir de la casa para dar una vuelta por el pueblo, pero Owen debía pensar en varias cosas, por lo que decidió quedarse en el café hasta que transcurrieran un par de horas para hacerle creer a su tío que había caminado.

El día anterior había recibido nueva información sobre Madison: parecía no ser tan perfecta después de todo. Según los rumores de Paige, la dueña del blog de chismes sobre Imedown, Madison había engañado a su novio Brad. Lo cual podía tener sentido, tomando en cuenta que una de las entradas del blog de Paige describía una pelea entre Madison y Brad sobre una infidelidad. Si bien podía significar un motivo del asesinato de Madison, Owen no comprendía cómo Jude encajaba en el crimen. Toda su investigación había comenzado porque había escuchado hablar a la chica de cabello anaranjado con el novio de Madison, pero Owen ya ni siquiera estaba seguro de que ellos fueran los culpables principales.

Estaba pensando sobre la reciente cicatriz de Félix cuando escuchó un par de voces conocidas charlando. Rápidamente cubrió su rostro con el menú del café y levantó su mirada lo suficiente para reconocer a las dos chicas: su amiga de la infancia y la chica morena hablaban a menos de un metro de él, justo afuera del café, en la acera de la calle. No parecían haber notado a Owen.

—Tu papá es el detective, Iris —decía Riley—. No puedo decirte qué sucede, porque entonces le dirás al detective Berdy y honestamente no deseo causar problemas.

—Riley —reprendió Iris—. Si sabes algo, tienes que decirlo.

Riley movía su pie nerviosamente. Jugaba con sus rulos como resortes. Owen sintió cierta inquietud al ver su forma de actuar, ya que podía significar dos cosas: Riley estaba por soltar información con respecto al asesinato de Madison... o con respecto a lo que Owen había hecho en la comisaría la primera noche que llegó. Ninguna de las probabilidades era buena.

—De acuerdo —cedió Riley en un susurro—. No fui al campamento, pero en la madrugada creo que recibí una llamada de Madison.

—¿Hablas en serio, Riley? —reprendió nuevamente Iris en un susurro exaltado. —¿Y qué te dijo Madison?

—Eran como las tres o cuatro de la mañana, Iris. Estaba dormida, así que tardé en responder mi celular. Además, no estoy segura de que haya sido Madison. No me dijo nada, solo escuché su respiración agitada. Y un sollozo. Me cortó sin más.

—¿Entonces era Madison o no?

—¿Yo qué voy a saber, Iris? —Riley se escuchaba afectada. —No tenía el número registrado, pudo haber sido cualquiera. Solo sé que no pudo haber sido una coincidencia que ese mismo día desapareciera, ¿cierto?

Iris le estaba dando la espalda a Owen, así que no lograba ver su expresión, solo su cabello infinitamente negro. Sin embargo, a juzgar por la expresión de Riley, ambas chicas se encontraban nerviosas.

—¿Eso fue de lo que Paige y tú estaban hablando el otro día? —cuestionó Iris.

Riley negó con la cabeza y desvió la mirada, provocando que Owen se escondiera por completo detrás del menú para no ser descubierto.

—No deberíamos estar hablando de esto en público, Iris... —dijo Riley.

—No deberíamos, estoy de acuerdo. Pero sé que si ahora nos vamos de aquí, nunca me dirás lo que Paige y tú hablaron, así que estoy dispuesta a arriesgarme.

Hubo un silencio que Owen no comprendió. Parecían estar comunicándose con la mirada, como las chicas de pronto hacían cuando compartían un secreto. Owen se puso nervioso, tal vez lo habían descubierto.

—Espera —pidió Riley con cierto tono de incredulidad—, ¿crees que le dije a Paige sobre Lisa? —Tomó una pausa, donde Owen supuso que Iris asintió. —¡Oh, por Dios, no, Iris! Jamás traicionaría tu confianza de esa manera. Paige me estaba diciendo algo sobre Owen.

Owen maldijo por lo bajo.

—¿Owen? ¿Qué chisme anda contando Paige sobre Owen? —inquirió Iris, retomando su tono serio de nuevo.

—No es ningún chisme, Iris. —Riley suavizó su tono. —Soy probablemente la única amiga de Paige y sé cuando ella habla en serio. La noche que encontró el cadáver, cuando nos mandaron a llamar a la comisaría... Es que yo vi algo, pero no estaba segura... Por eso fui a preguntarle a Paige si solo lo había imaginado o si era necesario denunciarlo...

—Anda, Riley, dilo ya.

Owen escuchó el suspiro resignado de Riley:

—Aquella noche, Owen casi violó a Paige.

Carajo.

Owen rápidamente se puso de pie para defender su nombre, pero alguien más había acaparado la atención de las chicas.

—Repite eso.

Un chico con tatuajes en los hombros y cabello negro se había unido a la conversación sin previo aviso. Owen lo recordaba del día anterior, cuando había visitado a Paige y él había llegado con su aura de chico malo y pateatraseros. Se había presentado como el novio de Paige, aunque ella lo negó rotundamente. Su nombre era Kent.

—¿Qué haces escuchando conversaciones ajenas, Kent? —reprendió Iris ante la petición del chico. Ella no se veía ni de cerca intimidada por Kent, pero Owen no podía decir lo mismo de sí.

—Estaban hablando de Owen. —Kent señaló con la barbilla al nombrado y ambas chicas soltaron un respingo al notar que probablemente las había escuchado hablar. —Owen es el chico de la comisaría, ¿no es así, Riley? Es el chico del cual Paige no quiere decirme su nombre para no causar un alboroto.

Owen cruzó miradas con Riley, sabiendo que ella no iba a defenderlo ni a mentir por él. Podía sentir los ojos de Iris, viéndolo con profunda decepción silenciosa. Probablemente aquel era el fin de su amistad.

—A Paige no le gusta escribir artículos con chismes sobre sí misma, Kent —advirtió Riley—. Así que piensa antes de actuar, ¿sí?

Kent tensó la mandíbula y encuadró los hombros, como quien se preparaba para una pelea. Owen recorrió su silla y rodeó la mesa, aunque eso no iba a darle mucha protección. Además de eso, lo único que se interponía entre Kent y Owen era la pequeña valla que separaba al café de la acera de la calle.

—Siempre hay malentendidos —defendió Owen tan sereno como pudo ante la mirada asesina de Kent—. Si me permiten explicar, les aseguro que verán que no es lo que parece.

Kent ladeó su cabeza de manera casi calculadora. Owen intentó no encogerse ante su mirada, pero no tenía la certeza de haberlo logrado.

—Sé que Paige suele exagerar y dramatizar las cosas de los demás con tal de llamar la atención —dijo Kent, penetrando a Owen con la mirada—. Pero también sé que en este pueblo no jugamos con declaraciones de acoso o violación. No necesitas explicar nada, Owen. Paige ya lo hizo por ti.

—Siempre hay dos lados a las historias —respondió Owen titubeando.

—Yo los vi, Owen —sentenció Riley—. Cualquier excusa que pongas, ahórratela.

Owen miró a Iris. Ella se había mantenido en silencio, sin mostrar mayor reacción a las acusaciones de su amigo. En cuanto sus ojos se encontraron, Iris bajó la mirada. Owen notó que no había sido porque la incomodara, sino porque sentía pena por él. Quizás incluso se avergonzaba de haberlo llamado su amigo.

Owen abrió la boca para hablar de nuevo, pero no salió ninguna palabra. Había cometido un error —o varios— y no había forma de remediarlo, especialmente si no se sentía tan culpable como debería. Para Owen había sido normal acercarse a chicas como lo hizo con Paige en la comisaría, nunca nadie le recriminó que "casi había violado" a alguien. Sus amigos de antiguas escuelas lo hacían, Owen así lo había aprendido. A las chicas les gustaba hacerse las difíciles, les gustaba decir que no cuando en realidad significaba que sí, les gustaba ser besadas por sorpresa y de vez en cuando les gustaba jugar a resistirse solo para hacer el beso más interesante.

—No te golpearé ahora porque Riley está aquí —advirtió Kent, dando un paso atrás—. Respeto sus costumbres e ideales pacifistas.

—Gracias —murmuró Riley, sonrojándose.

—Y también porque sé que Paige odiaría que armara un escándalo por ella —continuó Kent—. Pero más vale que no te encuentre solo por ahí, Owen, porque no pienso contenerme.

Owen se indignó. Kent no era nadie para amenazarlo de aquella manera.

—Si Paige realmente fue "casi violada" —Owen remarcó las comillas con sus dedos—, ¿por qué no me denunció, eh? Si me preguntan a mí, a ella le gustó.

—Y sin embargo, cerebro de vegetal, nadie te preguntó.

Owen escuchó otra voz detrás de él. No sabía que había alguien más en la terraza del café hasta que se dio la vuelta y tuvo que bajar la mirada para encontrarse con cierta rubia de ceño fruncido y ojos verdes.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —cuestionó Owen como si fuera el detalle más importante.

Lisa dio un par de pasos atrás. Owen entonces notó que Hope estaba a la entrada de la terraza, con los brazos cruzados y su hombro recargado sobre el umbral. En sus manos llevaba una bolsa de plástico con el logo del café, por lo que Owen supuso que había ido ahí a pedir algo para llevar a su casa. Probablemente iba acompañada de Lisa y Kent.

—Date la vuelta y tápate los oídos, Riley —ordenó Lisa entre dientes.

Antes de que Owen pudiera preguntar por qué, el puño de Lisa dio contra su mejilla con tanta fuerza que lo hizo perder el equilibro y casi caer. Escuchó su mandíbula tronar cuando la reacomodó en mitad de su sorpresa y el hormigueo en el área de impacto aumentó hasta convertirse en ardor. Owen colocó una mano sobre su mejilla, aún con incredulidad, mientras Lisa hacía una ligera mueca de dolor y sacudía su mano.

—No suelo escuchar conversaciones ajenas —explicó Lisa a Owen con naturalidad—, pero tú tienes la terrible suerte de estar a mi alrededor justo cuando cometes alguna estupidez.

—Nosotros que solo veníamos por algo para cenar... —masculló Hope.

—Parece que no has estado escuchando —retomó Kent a espaldas de Owen—. Si Paige no te denunció, fue porque no le gusta atender sus propios chismes. Y porque siempre está tan ocupada que es fácil que olvide hasta su propio nombre. Eso no quita que lo que hiciste estuvo mal.

Owen continuaba con la mano en su mejilla, aunque no servía de mucho. Temía que al intentar hablar le doliera, así que no lo hizo. Sencillamente gruñó e hizo a Hope a un lado para pasar al interior del café. Tomó el camino largo para salir de la plaza y no encontrarse de nuevo a ese grupo de locos.

Iris había observado en silencio. Había notado la llegada de Lisa y Hope al café, incluso cuando Kent pasaba por ahí antes de escuchar su conversación. No le había sido difícil creer que Owen era capaz de hacer algo así con Paige. Lo difícil fue creer que Iris no se había dado cuenta de ese comportamiento antes.

Paige podía no agradarle en absoluto. La necesidad que siempre tenía por meterse en la vida de los demás era irritante y de mal gusto, la única persona que la soportaba era Riley —y al parecer Kent, Iris no terminaba de comprender por qué de pronto Kent parecía saber todo sobre Paige—. No obstante, nunca le habría deseado lo que Owen hizo.

—Supongo que esto es la clara evidencia que necesitábamos para añadir a Owen a la lista de sospechosos oficialmente —dijo Lisa.

Nadie se había movido de su posición cuando Owen se fue. Hubo un silencio incómodo, ya que se habían mezclado dos grupos de personas que rara vez se mezclaban.

—¿Sospechosos? —Tan pronto como Iris habló, infirió a qué se refería Lisa. —¿Están investigando el asesinato de Madison?

Lisa le dedicó una sonrisa ladina, casi juguetona.

Nah. Eso es más el estilo de tu papi. —Lisa descartó la idea con un gesto de mano. —Me refería a la lista de sospechosos en general. No puede ser coincidencia que él haya "encontrado" el cuerpo de Madison, no ahora que sabemos que es un misógino idiota.

Iris por poco le creyó, pero había aprendido a leer a Lisa. Ella estaba escondiendo algo y seguro, como todo en este pueblo últimamente, tenía que ver con la muerte de Madison. Iris no deseó exponerla, así que hizo una nota mental de interrogarla después.

—Bueno, tenemos la comida y parece que la mano de Lisa necesita hielo —dijo Hope con un suspiro—. Es casi de noche, no queremos romper el toque de queda, así que vámonos.

Lisa le guiñó un ojo a Iris como despedida y Kent asintió, retirándose silenciosamente. Iris los observó encontrarse afuera del café y caminar en dirección a donde debía de estar la casa de Hope o Kent, al otro lado del pueblo.

Riley se aclaró la garganta y sugirió que siguieran caminando. Iban a la casa de Iris antes de aquella revelación, así que caminaron en silencio.

Iris sabía que muchas personas evitaban decirle cosas porque su papá era el detective del pueblo. Cualquiera podría decir que Iris sabía más sobre el asesinato de Madison que nadie, pero era todo lo contrario. Lo que sabía era por las noticias locales, ya que su papá no hablaba de su trabajo cuando estaba en casa. Odiaba vivir en la ignorancia sobre la muerte de Madison, pero no había encontrado otra alternativa. Hasta ese momento no había pensado que alguien fuera de la comisaría estuviera intentando resolver el homicidio, pero parecía que Lisa y su par de mejores amigos tenían su propia agenda.

Iris era perspicaz e inteligente. Si alguien podía resolver el caso, era ella. Solo debía hacerles ver que no los delataría con su papá. Comenzaría una investigación por su cuenta hasta que Lisa decidiera compartir la suya y entonces formarían un equipo. Por supuesto, el primer sospechoso sería Owen. Después de ahí, no tenía la más remota idea de quién podría estar involucrado, pero estaba emparentada con alguien que sí.

Su papá nunca le diría nada sobre el caso de Madison Owen, así que Iris debía obtener la información por su cuenta. Sabía dónde guardaba las llaves para abrir los cajones de expedientes de los sospechosos del asesinato, solo debía encontrar el momento para colarse en la comisaría. El sábado, a la hora del partido de fútbol americano, parecía una excelente opción.






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