Capítulo 3
Mansión Salvatore. Mystic Falls, 1953
Hacía veinte años que Damon no pisaba Mystic Falls, si no más. Pero había oído que Stefan había vuelto y que volvía a tener una recaída. Aún seguía sin saber por qué, pero sentía que tenía que ayudarle. En parte esta vez era culpa suya, de él y de Lexy por convencerle de que Stefan estaba mejor sin él y culpa suya por dejarse convercer y no luchar más por estar con su hermano. Él también necesitaba estar alguna vez en compañía de alguien querido, y hasta que pudiese sacar a Katherine de la tumba, Stefan era lo único que tenía. Sí, estaba Gina, pero hacía ya diez años casi que no se veían. Se había enfadado mucho cuando él intentó romper el vínculo con Charlote, y con toda la razón del mundo, tenía que reconocer que sí que se había pasado, demasiado. Pero es que Charlote era agobiante, no le dejaba ni a sol ni a sombra, así que, sí, había matado a doce personas a sangre fría para poder romper el vínculo y había merecido la pena sólo por haberse podido librar de la loca de Charlote.
Antes de llamar al timbre de la que era su propia casa aunque en las escrituras estuviese el nombre del Salvatore que tocase, cosa que le daba igual quien fuese con tal de que le dejase entrar, se quedó mirando la mansión que tenía ante él. Tan distinta de la victoriana en la que se había criado, pero no por ello menos hermosa. Sólo esperaba que sus actuales inquilinos no la hubiesen destrozado al decorarla. Cuando ya se hubo decidido a llamar, un niño abrió la puerta y con una sonrisa de oreja a oreja le dijo:
-Hola, ¿quién es?
-Hola, pequeño. Soy Damon Salvatore, ¿puedo pasar?
El niño se echó atrás antes de contestarle cortésmente.- Sí, Damon, pasa.
Nada más entrar vio a una mujer joven, de unos treinta años, dejar un plato con galletas en una mesita que había en el gran salón, que como había supuesto, se habían cargado con una pésima decoración.
-Buenas noches -se disculpó él al ver cómo le miraba ella-, tu hijo ha sido muy simpático al dejarme pasar. No nos conocemos, la última vez que estuve aquí tú no estabas. Soy...
-Damon -oyó que le llamaba un hombre y al girarse hacia él se quedó impresionado del parecido enorme que tenía con su padre-, no eres bienvenido a esta casa.
Damon se envaró antes de enfrentarse a él con una sonrisa sarcástica marcando ligeramente sus labios y contestarle sin reparo alguno:
-Bien, y tú eres...
-Soy William Salvatore. El dueño de esta casa así que fuera.
-¿Sabes? Para saber quién soy tienes bastante valor como para enfrentarte a mí o poca inteligencia y pretender echarme de MI casa. Porque sí, William, es mi casa.
-Las escrituras no dicen eso.
-Claro que no. ¿Qué sentido tendría tener una casa en la que pueden entrar los vampiros sin necesidad de invitación? Es mejor así: vosotros me la cuidais, generación tras generación y yo a cambio pago todas las facturas y los gastos que acarrea una casa de tal embergadura, es justo, ¿no crees? Algo bueno tenía que tener que Giusseppe no pudiese ser fiel, ¿no?
-Por favor, Damon. Sé que puede que no te acuerdes de mí ya, y de verdad que no me importa, pero por favor, vete, por Joe y Margaret.
-Pues sí que tienes razón, no me acuerdo de ti, ni me importa. Voy a por el bourbon bueno, ese que está en MI bodega que traje la última vez que vine. Nos vemos, familia. -Añadió guiñándole un ojo a Margaret antes de bajar a la bodega a por la botella que sabía que nadie había vuelto a tocar desde que él la había puesto ahí en los años 30.
No tuvo que buscar mucho, pues nadie más en su familia debía de coleccionar wiscky del bueno, quitando a Stefan, claro. Por supuesto que se acordaba del pequeño e increíblemente insoportable de William, y de la sosa de su hermana, Vanessa. Pero era divertido ver la cara que ponía al decirle lo contrario.
Cuando subió, botella en mano, vio que estaba solo William.
-Y, ¿la familia?
-Se han ido donde la madre de Margaret. Lo siento, Damon, pero no puedes seguir así. Nunca cambiarás, así que cuando venga mi amigo te llevará con él.
-En serio, William, deja de respirar la gasolina del coche, te sienta muy mal. -Y, dicho esto se sirvió un vaso y se lo tomó de un solo trago sin darse cuenta que la bebida tenía vervena. Tras beberlo comenzó a toser-. Pero, ¿qué coño? Te voy a matar, hijo de puta.
-Te lo he dicho, Damon. Pero tú nunca escuchas, ¿verdad? Hace nueve años le eché verbena a todas tus botellas favoritas. Sabía que algún día volverías y podría vengar la muerte de Vanessa. Tú la mataste en Nueva Orleans y por lo que sé a once personas más. Siempre serás un monstruo, Damon. Así que esto es lo mejor. -Terminó él inyectándole al vampiro una dosis doble de vervena para tenerle inconsciente durante todo el viaje hasta la casa Whitmore.
Mystic Falls, 1958.
Gina fue a la mansión Salvatore porque hacía tiempo que no sabía nada de Damon y eso le preocupaba ya que Damon siempre se hacía notar. No necesitó que nadie la invitase y eso la mosqueó, porque indicaba que ningún humano vivía ahí. Tal vez Damon se había instalado ahí, con lo que, conociendo a su hermano como lo conocía, eso significaba que o había echado a los inquilinos o los había matado.
-¿Damon? ¿Estás aquí?
-¿Quién eres? -Le preguntó un hombre detrás suyo- ¿Qué haces aquí?
-Si con lo de qué hago aquí te refieres a la parte en la que necesito invitación para poder entrar, creo que eso mejor me lo explicas tú, ¿no?
-Me llamo William y el actual dueño de la casa es Stefan Salvatore hasta que mi hijo sea mayor. He hecho algo a Damon y la casa en la que estaba se ha prendido fuego y ahora sé que va a venir a por mí. No sé quién eres, pero por favor, tienes que ayudarme.
-¿En serio eres así de tonto o es que lo haces a posta? ¿Le has hecho algo a Damon y no se te ocurre otra cosa que darle la casa a un vampiro? Eres consciente de que ahora puede entrar a por ti, ¿verdad?
-Por eso lo he hecho. Sólo así estará mi familia a salvo. Si me tiene a mí a la primera dejará a mi mujer e hijo en paz.
-¿Qué le has hecho?
-Le entregué al proyecto Augustine. No sé en lo que estaba pensando, no tendría que haberlo hecho. Por favor, eres idéntica a él y a Lily Salvatore así que debes ser algo de Damon, ayúdame.
-Claro que te ayudaré. Vendrás conmigo a buscar a mi hermano. Sólo así podré conseguir que se olvide de esto de la venganza.
Mystic Falls, 1960
Damon estaba paseando, por fin casi había erradicado a todos los de Augustine. Esa chica era la última con la que se había encontrado. Era hora de saldar viejas cuentas con la familia.
-Dame -oyó que Gina le llamaba desde el otro lado de la calle, hacía tanto tiempo que no la veía, que casi le entraban ganas de abrazarla, solo casi-. Mira lo que te he traído.
Damon llegó hasta ella viendo al que había sido el causante de todos los suplicios a los que se había visto sometido durante media década.
-Vaya, la cena está servida -dijo él relamiéndose exageradamente-. ¿Dónde está la trampa, hermana?
-Que desagradecido, encima que me molesto en traerte la cena...
-Mmm. Sabes lo que he hecho.
-Sí, te he seguido la pista durante dos años. Has perdido tu humanidad.
-Por lo tanto eres consciente de que no me importas lo más mínimo, ¿verdad?
-Tómale y vayamos por ahí, los dos solos. Como en los viejos tiempos.
Damon se la quedó mirando fijamente y por un momento pareció que él iba a ceder pero entonces torció la cabeza y poniendo sus azules ojos fríos como el témpano, se avalanzó sobre William a velocidad vampírica y le arrancó el corazón en cuestión de segundos.
-Gracias, hermanita - le sonrió antes de marcharse con velocidad vampírica y dejarla ahí sola con un cadaver a los pies.
-Vaya -comentó ella al muerto-, William. Pues sí que le has cabreado.
Y, sin mirar hacia atrás se marchó de Mystic Falls en busca de Damon Salvatore, otra vez, antes de que la liase demasiado y la vuelta al mundo de los sentimientos fuese más dura que el tiempo que había pasado con los de Augustine.
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