Capítulo 1
Mansión Salvatore, Virginia, 1858.
Damon y Stefan estaban jugando a fútbol con un balón que le había regalado su padre al mayor al cumplir los 15 años. Tanto Damon como su hermano eran unos brutos jugando a dicho deporte. Siempre acababan mal los dos, y sus padres les castigaban a los dos, aunque no surtía efecto alguno, pues, en cuanto volvían a coger la pelota, estaban de nuevo haciéndose faltas para poderle ganar el uno al otro.
Giusseppe estaba tomándose un poco de bourbon mientras descansaba un poco la cabeza de todo lo que tenía que hacer. Estaba hablando con otros residentes en fundar un pueblo, pues esa zona ya hacía tiempo que estaba demasiado habitada como para no formarse un pueblo. El italiano miró por la ventana para vigilar a sus hijos, desde que había pasado aquello con la pequeña Giorgina no se fiaba de dejarlos mucho tiempo solos. El pobre Damon había estado muchos años con pesadillas desde aquella fatídica tarde, hasta que le pidió ayuda a su cuñada, Mary Anne, que, al ser bruja, pudo hacer un hechizo para quitarle ese recuerdo al niño para así poder dejar de soñar con ello y crecer bien. De eso ya habían pasado cinco años y su hijo ya no era un niño. Aunque Damon no lo supiese, Giusseppe estaba muy orgulloso de él, a sus quince años ya dominaba a la perfección el español, francés, alemán y latín. Por no decir de lo que era capaz de hacer con los números o lo intuitivo que era. Seguro que eso último se lo debía a la familia de su madre.
Estaba por completo perdido en esos agradables y orgullosos pensamientos cuando los gritos de Stefan llamando a su hermano le alertaron de que algo grave había ocurrido. Miró por la ventana y lo que vió le hizo temer lo peor; Stefan estaba de rodillas junto a Damon intentando despertarle, ya que este estaba tumbado en el suelo con los ojos cerrados y demasiado pálido para poder quitarle importancia. Sin pensárselo dos veces, salió a todo correr en dirección a sus hijos mientras le decía a gritos a su esposa que mandase llamar al doctor Gilbert.
-Por Dios, Stefan -le riñó él cuando hubo llegado a su lado-, ¿se puede saber qué habéis hecho?
-Padre -le respondió el niño-, estábamos jugando con el balón cuando se ha llevado las manos al pecho y se ha caído al suelo.
Giusseppe le miró bien el cuello en busca de alguna marca, pero no había nada. El cuello de su hijo estaba completamente libre de mordiscos de vampiro. Aún así, no tenía ni idea de lo que le podía haber ocurrido.
-Damon -le susurró cogiéndole como pudo y poniéndosele en su regazo-, despierta por favor. No nos dejes tú también, hijo mío.
En ese momento pudo oír a su esposa corriendo hacia ellos con las faldas levantadas para no pisarlas y con la cara distorsionada por el dolor y la pena de creer a su hijo sin vida en brazos de su padre.
~~~~~~~
-Vamos, Stef -le pidió Damon a su hermano-, tíramelo de una vez ya.
-Lo que voy a hacer es meterte gol, verás.
-Cuando las ranas críen pelo.
-Lo voy a hacer y no vas a poder evitarlo -aseguró el niño antes de chutar el balón y darle de lleno a su hermano en el pecho.
-¡Au! -Se quejó Damon llevándose la mano a donde había recibido el impacto- ¡Joder, Stefan, que la portería no soy yo!
-Lo siento, Dame. ¿Te duele?
-No, me hace cosquillas, ¿no ves cómo me río?
-Lo siento. No lo he hecho queriendo, de verdad.
-Ya Stefan, me imagino que ha sido sin querer. Eso no quita que me duela. Venga -añadió con una sonrisita traviesa en los labios- sigamos antes de que nos oigan.
Volvieron a empezar un partido cuando, de repente Damon se quejó, se llevó la mano al pecho de nuevo y acto seguido, justo cuando su hermano le preguntaba qué le ocurría, cayó al suelo sin sentido.
Stefan se asustó mucho, ya que seguro que había sido por el balonazo que él le había dado a su hermano, si no por qué se iba a quejar del mismo sitio en donde había recibido el balonazo.
-¡Damon! -Le llamó acercándose a él- ¡Damom, por favor, levanta!
Estaba tan ocupado en zarandearle que no se dio cuenta que su padre se había acercado y arrodillado junto a Damon.
-Por Dios, Stefan. ¿Se puede saber qué habéis hecho?
-Padre, estábamos jugando con el balón cuando se ha quejado, se ha llevado la mano al pecho y se ha caído.Su padre cogió en brazos a su hermano y le dijo algo que él no pudo oír. Lo que sí oyó fue el grito de su madre al acercarse corriendo y ver a su primogénito en brazos de Giusseppe.
-¡Mi niño! -Gritó ella echándose al suelo y poniéndole una mano en la frente a Damon- Dios, ¿qué le pasa?
-No lo sé. ¿Has mandado venir al doctor Gilbert?
-Sí, ha ido Freddie. Pero, ¿qué ha pasado, Stefan?
-No sé -respondió quedamente el niño, pero su madre lo conocía muy bien y sabía qué le había pasado a su hermano.
-Stefan -le dijo autoritariamente-, ¿qué le ha pasado a tu hermano?
-Yo... Estábamos jugando y le he dado sin querer en el pecho y luego hemos seguido jugando y se ha quejado y se ha caído. ¿Ja sido por mi culpa, madre?
-Os he dicho miles de veces, si no millones, que no jugueis tan bruscamente, pero os da igual y ahora tu hermano está así. Estás castigado Stefan. Y tu hermano cuando se despierte también lo estará. Os quedais los dos sin balón hasta que aprendáis a jugar con él. Éntrale en casa, Giusseppe.
Stefan se quedó mirando a sus padres mientras entraban en la casa con su padre llevando en brazos a su inconsciente hermano. Y, ¿si se moría? Había sido su culpa, así que había sido igual que si lo hubiese matado él mismo con un cuchillo. ¿Iría al Infierno por ello? Rezó con todas sus fuerzas para que su hermano se pusiese bien otra vez.
Para cuando llegó el doctor Gilbert, Damon empezaba a despertarse ya. Así que cuando llegó a su cuarto, este le pudo decir lo que había ocurrido y lo que notaba.
-¿Qué ha pasado? -Preguntó Damon mirando a sus padres y al señor Gilbert- ¿Por qué está usted aquí?
-Buenas tardes, Damon -le saludó Gilbert-. Me han dicho tus padres que has tenido un accidente. ¿Qué ha pasado?
-No lo sé, hijo -respondió seriamente su padre-. Dínoslo tú.
-Yo... No sé, padre. Simplemente me dolió el pecho, nada más -justo en ese momento Giusseppe se acercó a él y le dio una coyeja que le echó la cabeza hacia delante-. Au, pero qué he hecho ahora.
-¿Te parece poco mentirnos? Tú hermano nos ha contado lo que ha pasado. Que te ha dado un balonazo y después te has desvanecido.
-Pero...
-Tranquilo, Damon -le calmó el médico-. Dime dónde te duele para que te mire a ver qué tienes. Y así estuvo la media hora siguiente, oscultándole y mirando a ver si tenía algo grave que no se viese a primera vista. Pero todo parecía estar completamente normal.
-Señor Gilbert -le preguntó Lily-, ¿qué tiene mi hijo?
-Pues todo apunta a que ha sido un susto. Creo que se ha desplomado por el golpe, le ha debido de faltar el aire y eso ha hecho que se desmayase.
-¿Entonces está bien?-se aseguró Giusseppe- ¿No le ocurre nada?
-Está tan sano como un jovencito de su edad. Yo, si no les importa, he de irme.
-Por supuesto, señor Gilbert.-Buenas tardes, señor y señora Salvatore. Damon, espero que juegues con más cuidado la próxima vez, ¿vale?
-Sí, señor.
-Que sepas que estáis -le dijo seriamente su padre en cuanto se hubo marchado el médico- castigados los dos sin jugar al fútbol hasta nueva orden.
-Sí, padre -le respondió su hijo con la cabeza gacha. Giusseppe se lo quedó mirando antes de salir de la habitación de Damon junto a su esposa.
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