La ciudad, con su interminable bullicio, parecía ser un testigo silencioso de las vidas de Alejandro y Diego. Aunque sus caminos apenas habían comenzado a cruzarse, algo invisible los empujaba el uno hacia el otro. Era una mañana como cualquier otra, pero tanto para los dos, el dia escondía sorpresas que ni siquiera podían imaginar. 

Alejandro desperto temprano, como de costumbre, listo para enfrentarse a una jornada repleta de reuniones, planos y decisiones rápidas. Su agenda era su guía infalible, pero aquel dia algo no encajaba. Tenia un proyecto en marcha, pero un problema con las aprobaciones lo había dejado con un par de horas libres inesperadas. 

"Raro", penso mientras terminaba su cafe. No sabia que hacer con ese tiempo. No era alguien que improvisara; su vida estaba tan meticulosamente planeada como los edificios que diseñaba. Sin embargo, en lugar de quedarse en casa, decidió salir. Tal vez un paseo por el parque le ayudaría a aclarar su mente. 

El parque central era un refugio en medio del caos urbano, con arboles altos y caminos serpenteantes que ofrecían un respiro. Alejandro, con un libro que había comprado semanas atrás pero aun no había tenido tiempo de leer, se sentó en una banca bajo la sombra de un roble. Era extraño para el detenerse de esa manera, pero lo disfrutaba. Mientras pasaba las paginas, no pudo evitar pensar en la conversación que había tenido con Diego la noche anterior. Había algo en su forma de hablar, en su mirada, que seguía rondando en su mente. 

"Es solo alguien que conocí", se dijo, intentando restarle importancia. Sin embargo, una pequeña parte de el sabia que no era tan simple. 

Diego, por su parte, también había comenzado su dia con una rutina familiar. Después de semanas de bloqueo, había decidido cambiar de escenario para escribir. Se dirigió a una librería independiente llamada "Letras & Cafes", un lugar tranquilo que siempre le había dado consuelo. Alli pedida perderse entre estanterías llenas de historias y, tal vez, encontrar una chispa de creatividad. 

La libreria era un espacio acogedor, con paredes de ladrillo a la vista y luces cálidas que iluminaban los rincones llenos de libros. Diego eligió una mesa cerca de la ventana y pidió un cappuccino. Abrio su computadora portátil y comenzó a escribir, dejando que sus dedos se movieran al ritmo de sus pensamientos. 

Las palabras finalmente comenzaron a fluir, y con cada linea escrita, sentía que volvía a conectarse con su pasión. Sin embargo, su concentración fue interrumpida cuando dos hombres en una mesa cercana comenzaron a hablar en voz alta. Uno de ellos, alto y con actitud arrogante, estaba discutiendo con su amigo sobre una reciente manifestación en contra de la comunidad LGTBQ+ que habia ganado atención en la ciudad. 

—Perdón, pero creo que no es el lugar para tener ese tipo de conversaciones —dijo Diego, tratando de mantener la calma.

Los hombres lo miraron, sorprendidos por su intervención. 

—¿Y quién te crees que eres para decirnos de qué podemos o no hablar? —respondió el hombre con arrogancia.

Diego no queria causar un problema, pero tampoco podia quedarse callado. 

—Solo digo que hay formas de expresar opiniones sin ser irrespetuoso. Todos merecemos vivir en paz, ¿no creen?

El hombre resoplo, pero no dijo nada mas. Diego regreso a su mesa, sintiendo una mezcla de nervios y satisfacción. No era algo que hiciera a menudo, pero estaba orgulloso de haberse defendido, aunque fuera de forma indirecta. 

Después de terminar en la librería, Diego decidió dar un paseo. Mientras caminaba por las calles de la ciudad, se encontró con una feria callejera que ocupaba varias cuadras. Había puestos de comida, artesanías y musica en vivo. El ambiente era vibrante, y Diego se sintió atraído por la energía del lugar. 

Mientras tanto, Alejandro, después de pasar un par de horas en el parque, también había decidido explorar la feria. No era algo que solía hacer, pero sentía que necesitaba romper su rutina, aunque solo fuera por un dia. 

Ambos estaban en el mismo lugar, a tan solo unos metros de distancia, pero sin saberlo. Diego estaba admirando un puesto de libro antiguos, mientras que Alejandro se detenía en un stand de arte moderno. El destino parecía estar jugando con ellos, acercándolos y alejándolos al mismo tiempo. 

Cuando Diego finalmente se dio la vuelta para irse, Alejandro entro en el puesto de libros. Pasaron uno junto al otro, tan cerca que sus brazos casi se rozaron, pero ninguno de los dos noto. Era como si el universo estuviera construyendo una tensión un momento que todavía no estaba listo para revelarse. 

En otro rincón de la ciudad, Estaban observaba la feria desde lejos, con una mirada fría y calculadora. Había estado organizando una serie de campañas para desestabilizar a la comunidad LGTBQ+ en la ciudad, y su próximo objetivo estaba relacionado con eventos públicos como este. 

Esteban creia firmamente en sus ideales retrógrados, y aunque su infancia difícil había moldeado su odio, también había alimentado su astucia. Sabia como manipular a las personas y los sistemas para lograr sus objetivos. La feria era solo una pieza mas en su juego, un tablero donde cada movimiento estaba cuidadosamente planeado. 

La noche cayo sobre la ciudad, trayendo consigo una calma engañosa. Diego regreso a su departamento, sintiéndose satisfecho por haber avanzado en su novela. Mientras tanto, Alejandro se sentó en su sala, revisando los planos de un proyecto que lo mantenía ocupado. 

Ambos, en sus propios espacios, pensaron en el dia que habían tenido, en las pequeñas coincidencias y en el extraño sentimiento de que algo estaba por cambiar. Sin embargo, ninguno de los dos podia prever lo que el destino les tenia preparado. La ciudad seguía moviéndose, llena de historias que se entrelazaban, y la de ellos estaba a punto de dar un giro inesperado.