Capitulo 13: El Encuentro Inevitable
El día siguiente llego con un aire ligeramente mas cálido. La ciudad seguía su ritmo frenético, pero Diego no podía dejar de pensar en el encuentro fugaz con Alejandro. Aunque aun no lo conocía lo suficiente, algo en su forma de hablar, en su presencia lo había dejado inquieto. Era un sentimiento extraño, como si todo lo que había hecho en su vida lo hubiera llevado hasta ese preciso momento. Pero por alguna razón, Diego aun no había logrado dejar de pensar en el.
El evento de anoche había sido un éxito, y aunque las conversaciones sobre el libro llenaban su mente, Alejandro seguía siendo una constante en sus pensamientos. Sin embargo, no estaba dispuesto a aceptar que fuera una distracción. Se obligo a concentrarse en la novela que estaba escribiendo, pero las palabras no fluían como antes. Cada vez que trataba de escribir una frase, su mente se desbordaba con la imagen de Alejandro. Sabia que debía hacer algo para sacarlo de su cabeza, pero no sabia que.
La jornada laboral en la editorial comenzó temprano, como de costumbre. Diego estaba en su escritorio revisando las pruebas de otro libro cuando Sofia se acerco a el sonriendo.
—¿Sigues pensando en el arquitecto misterioso? —bromeó, viendo la expresión pensativa de Diego.
Diego sonrió de forma incomoda. No podía mentirle a Sofia; ella lo conocía demasiado bien.
—No lo sé... —respondió, distraído. No era que estuviera obsesionado, pero sí sentía que algo en ese encuentro le había dejado una marca.
—Vamos, sabemos que tienes a alguien en mente. A veces no necesitas razones, solo sigue tu instinto —dijo Lucía mientras lanzaba una mirada cómplice hacia Daniel, quien se unió a la conversación.
—¿De qué están hablando? —preguntó Andres, levantando una ceja.
—Diego, el escritor, está enamorado de un arquitecto —dijo Lucía, encogiéndose de hombros, como si no fuera gran cosa.
Diego soltó una risa nerviosa, pero rápidamente cambió de tema, volviendo al trabajo.
—No estoy enamorado, simplemente... es algo complicado —respondió, sin mucha convicción. No quería hablar demasiado del tema, no hasta estar seguro de lo que sentía.
El día continuo entre correcciones y reuniones, pero Diego no dejaba de sentir la presión de sus propios pensamientos. Mientras caminaba de regreso a casa es tarde, no pudo evitar mirar por la ventana, preguntándose si acaso había algo mas entre el y Alejandro que un simple intercambio de palabras.
Esa misma noche, Diego se encontraba de nuevo en una cafeteria cercana a su departamento. Había decidido cambiar de escenario para encontrar algo de inspiración, un espacio que lo ayudaría a despejar su mente y a seguir adelante con la novela que llevaba días atorada.
La cafetería estaba casi vacía a esa hora. El murmullo del café siendo servido y el sonido suave de los pasos de los pocos clientes presentes era lo único que acompañaba a Diego mientras escribía. Sin embargo, algo hizo levantar la mirada: la puerta se abrió y una figura alta, de cabello oscuro, entro. Era el. Alejandro.
El corazón de Diego dio un vuelco instantáneo. Alejandro, con una chaqueta de cuero y su mirada seria, se acerco al mostrador, aparentemente ajeno a la presencia de Diego. Sin embargo, el destino parecía haberlo empujado a este encuentro.
Diego intento disimular su sorpresa, sin embargo, no pudo evitar que sus ojos siguieran el movimiento de Alejandro, quien pidió un café para llevar. Fue un gesto simple, pero cada uno de esos movimientos parecía cargado de energía que Diego no podía evitar sentir.
Después de recibir su café, Alejandro se dirigió hacia una mesa cerca de la ventana. Diego se quedo mirando un momento, dudando entre acercase o simplemente seguir con su día. Pero algo lo impulso a actuar, a no dejar pasar esta oportunidad.
Se levanto de su mano y, con un poco de vacilación, se acerco a la mesa de Alejandro. El arquitecto lo miro con una sorpresa fugaz pero su expresión se suavizo al instante, como si no estuviera tan sorprendido de ver a Diego allí.
—¿Diego? —preguntó Alejandro, su voz baja pero clara.
Diego asintió, sintiendo una extraña mezcla de nervios y emoción.
—¿Te importa si me siento? —preguntó, de manera algo vacilante.
Alejandro sonrió y movió ligeramente la silla frente a el.
—Claro, adelante. —Su tono era cálido, sin ser invasivo.
Diego se sentó, sintiendo como su cuerpo se tensaba ligeramente al estar tan cerca de el. La proximidad era algo nueva, y a pesar de las miradas casuales y los intercambios que habían tenido, ahora había una carga emocional que no sabia como manejar.
—No pensé que te encontraría aquí —comentó Diego, buscando algo para romper el silencio.
Alejandro lo miro de nuevo, como si tratara de leerlo.
—Yo tampoco —respondió, mientras se acomodaba en su silla. —El destino, supongo.
Diego sonrió, un poco nervioso pero decidió seguir con la conversación.
—Así que... ¿cómo te va? —preguntó, sabiendo que era una pregunta banal, pero no sabía cómo iniciar de otra manera.
—Bien. Mucho trabajo, como siempre —respondió Alejandro, no sin cierto cansancio en su voz.
—Estoy involucrado en un par de proyectos grandes, y entre eso y la vida diaria, no hay tiempo para mucho más.
Diego asintió. De alguna manera, podía entenderlo. El mundo de Alejandro parecía ser tan intenso y demandante como el suyo, aunque en una forma diferente.
—¿Y cómo va tu trabajo? —preguntó Alejandro, interesado, aunque quizás más por cortesía que por verdadera curiosidad.
—Avanzando... —Diego hizo una pausa, buscando las palabras correctas. —No puedo evitar sentir que a veces la inspiración se escapa de mis manos. Pero sigo escribiendo, eso es lo importante, ¿no?
Alejandro lo miro atentamente, un brillo curioso en sus ojos.
—Sí, eso es lo que importa. La escritura es como el diseño, nunca se termina, solo se ajusta hasta que algo encaja.
Diego sonrió ante la comparación. Había algo en Alejandro que lo hacia sentir cómodo, a pesar de la creciente tensión entre ellos. Era como si ambos estuvieran conscientes de que algo mas podía surgir, pero ninguno de los dos quería forzarlo.
Con el tiempo, la conversación continuo de manera mas fluida, entre risas nerviosas y algunas preguntas triviales. Diego sentía que había una conexión palpable en el aire, un roce de algo que podría crecer si ambos lo permitan. Sin embargo, ninguno de los dos estaba dispuesto a precipitar las cosas. Después de todo, ambos sabían que la vida no siempre seguía los caminos que uno esperaba, y aun quedaban muchas piezas por encajar.
Finalmente, cuando la conversación llego a su fin, Alejandro se levanto, recogiendo su cafe vacío.
—Bueno, me alegro de haberte visto, Diego. Tal vez nos veamos en otro momento —dijo, con una sonrisa genuina.
Diego asintió, sintiendo que algo dentro de el despertaba al escuchar esas palabras.
—Sí, eso espero.
Y con un ultimo intercambio de miradas, Alejandro salió de la cafetería, dejando a Diego con una sensación de inquietud y emoción a la vez. No sabia si este era el inicio de algo significativo, pero en ese momento, sentía que todo podía pasar.
Diego se quedo mirando la puerta por donde Alejandro había salido, perdido en sus pensamientos. A veces, los encuentros mas simples se convertían en los mas complejos, y el no sabia si estaba preparado para lo que podría venir. Pero lo que si sabia es que su vida en la ciudad había dado un giro inesperado, y que las cosas nunca serian iguales después de ese momento.
El destino, parecía decirle, tenia planes para ellos.
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