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Capitulo 3

Los años fueron pasando y los recuerdos de mi hermana seguían en mi mente.

No podía olvidarla y aunque seguía doliendo, ella me dio el mejor regalo de todos, mi pequeño Esteban, mi hijo de seis años. Un niño inteligente que es la mayor alegría de nuestra familia.

Mis padres no se lo habían tomado bien la noticia de mi hijo, pero al tenerlo en sus brazos todo cambió. Mi pequeño tiene el don de enamorar a todos los que le rodean y lo acogieron como su nieto y ahora es su adoración.

Me hice cargo de la empresa, al principio no fue fácil, mi padre decidió posponer un año para que yo disfrutara de la maternidad y cuando inicie labores puse una guardería para estar pendiente de mi hijo. Tanto mis padres y los empleados me ayudaron a poder manejar las dos vidas y he podido disfrutar de ser madre sin descuidar mi trabajo.

La empresa fue creciendo y todo iba bien hasta que el año pasado hubo una falla con el sistema y todo se vino abajo, la bolsa cayó y con ello muchas empresas tuvieron que cerrar y vender. Ha sido un año difícil, he trabajado sin parar y por fin nos hemos estado recuperando, mi padre me ha sugerido conseguir un socio y aunque no me guste la idea ya no queda de otra, necesitamos capital y así poder recuperarnos por completo.

―Cariño, me han dicho que este hombre es uno de los mejores en el mercado, ha podido salvar más de una empresa que entró en crisis el año pasado.

―Lo se papá, solo que no quiero que vaya a meterse en mis decisiones y venga a interferir en el manejo de la empresa, ya que ha dicho que estará a mi lado supervisando todo.

―Va a invertir 50 millones de dólares cariño, está en su derecho a supervisar lo que quiera.

Evito rodar los ojos y me levanto del asiento.

―Recuerda la regla de mamá, no hablar de trabajo en casa― Beso su frente y voy en búsqueda de mi pequeño.

Camino hasta la cocina y me detengo a observar parado en su sillita vestido de chef.

―Mami mira, la abuela y yo preparamos galletas―Dice mi pequeño con una sonrisa en sus labios.

―Umm, me muero por comer esas galletas.

Me acerco a mi hijo y tomo una servilleta de tela y empiezo a limpiar su pequeño rostro lleno de harina. Mi madre se encuentra limpiando el desastre que han hecho los dos en la cocina.

―Mi pequeño ha preparado varias galleras para llevarle a su maestra y a sus compañeros―dice mi madre.

Este año mi hijo ha iniciado jardín y eso lo tiene emocionado. Ha hecho varios amigos y se lleva muy bien con la maestra.

―Me imagino―Sonrió y lo ayuda bajar del pequeño asiento que utiliza para quedar a la altura del mesón ―Ve a cambiarte cariño mientras ayudo a la abuela a limpiar la cocina.

Mi hijo asiente y corre abrazar las piernas de la abuela antes de salir corriendo de la cocina.

―No corras por favor que te puedes caer―Advierto.

Escucho como mi hijo ríe y debo suponer que mi padre lo ha atrapado y lo tiene cargado.

― ¿Estás nerviosa por la reunión del lunes? ―Pregunta mi madre.

―Creí que una de las reglas era no hablar de trabajo―Le digo a mi madre mientras limpio el mesón.

―Bueno, te he visto estresada esta semana, así que sí, puedes hablar sin problema.

―No me molesta la reunión, lo que me preocupa es el nuevo socio y todos estos cambios. Sabes que me gusta ser ordenada con mis cosas y planear todo meticulosamente, no me gustan los cambios y eso me pone mal.

―Debes estar tranquila cariño, al fin de cuentas es tu empresa y la que tiene la última palabra eres tú.

―Lo sé.

Suelto un suspiro, me tiene nerviosa este nuevo socio y los cambios que traiga con él. No me gusta que nadie me mande o trate de manejarme y si lo hace vamos a tener muchos problemas.

Evito seguir hablando del tema y cambió la conversación, mi madre lo entiende y planeamos el fin de semana, ya que mi hijo quiere ir al zoológico.

Después de la muerte de mi hermana me uní más a mis padres y ellos han sido maravillosos conmigo y mi hijo, en algún momento llegué a pensar no considerarlos partes de mí por el hecho de que no llevamos la misma sangre, pero me enseñaron que el vínculo se gana y no se nace con él.

Padre y madre no es el que te engendra, sino el que te cría y te da el amor de uno.

Para el viernes me he empezado a sentir mal, no sé si es el estrés o el hecho de que me había mojado la noche anterior después de salir de la empresa. Tuve que ir al médico el sábado y me mandaron reposo y medicamentos y el lunes que fue la reunión con el nuevo socio no pude asistir y mi padre tuvo que ir por mí.

Me hubiera gustado estar ahí y ser yo quien le diera la bienvenida a la empresa, pero fue imposible, lo peor es que tuve que estar alejada de mi pequeño para no contagiar y me encerré en mi habitación comunicándonos con videollamadas.

Menos mal que mi madre estuvo a mi lado cuidándome, pendiente de mis alimentos y me tomara la medicina y para el miércoles había amanecido mucho mejor, decidí ir a la empresa, debía ponerme al corriente con todo, mi padre me había dicho que el nuevo socio se estaba encargando de la empresa en mi ausencia y eso no me gustaba para nada.

Llegué a la empresa y me fui directo a mi oficina para que me pusieran al tanto de lo que había hecho ese hombre, esperaba que no hubiera hecho ningún cambio.

―Señorita Melissa, me alegro de que se encuentre mejor―Saluda mi secretaria y se levanta de su asiento cuando me ve.

―Gracias Dora, ¿necesito que me digas que ha pasado en mi ausencia? ―Pregunto y entro a mi oficina caminando hasta mi escritorio y dejo mi bolso a un lado.

―Todo muy bien, señorita Melissa―Me pasa unas carpetas ―Todo ha estado controlado, en especial con los proveedores.

― ¿Y el nuevo socio? ― Pregunto revisando los documentos.

―Nada inusual, únicamente ha estado pendiente de que no haya problemas en las bodegas y todo se despache como debe de ser.

― ¿Está aquí?

―No, señora, su secretaria me llamó y me informó que viene en la tarde.

―Bueno, puedes retirarte.

Me dedico el resto del día a asuntos de la empresa y llamo a mi madre para saber si ha recogido a Esteban después de la escuela, ya que como no pudimos ir al zoológico este fin de semana, hoy hemos quedado ir al cine y quedamos en vernos acá. Mi madre me informa que ya están en camino y terminó de firmar unos documentos para apagar todo y estar preparada para irme cuando mi hijo llegue.

―Señorita Melissa, el señor Marshall, está esperándola en la sala de juntas.

― ¿Quién?

―El señor Marshall, el nuevo socio.

Miro la hora y está un poco tarde para tener una reunión, ¿Qué cree que va a interferir con mi horario?

Me levanto y me ajusto mi falda tomando mi bolso.

Me presentaré, pero le dejaré claro que no puedo quedarme a discutir nada y que mañana saque una cita con mi secretaria si quiere hablar.

Camino hasta la sala de juntas y abro la puerta, un hombre se encuentra parado mirando por el gran ventanal, me aclaro la garganta para llamar y se da la vuelta haciendo que mis ojos se abran por completo.

No había visto un hombre tan apuesto y que su mirada intimida tanto que hace que mi corazón se agite con fuerza.

Su mirada es fría, me mira de pies a cabeza y por algún momento me quedo observando su rostro, me recuerda a alguien, no sé si ya nos conocemos o lo abre visto en algún medio de comunicación, puede que sea eso.

Ninguno de los dos dice nada hasta que abre la boca y pronuncia mi nombre.

― ¿Melissa? ―Lo miro confundida porque realmente nunca lo he visto, aunque me parezca conocido.

―Lo siento, ¿Nos conocemos? ― Dejo el bolso en la mesa y cuando él se acerca y puedo ver con más claridad su rostro siento pánico.

― ¿Acaso te olvidaste de mí, amor?

Abro los ojos dando un paso hacia atrás, mi corazón se acelera como si fuera a explotar y siento el aire pesado.

La puerta se abre y mi pequeño hijo entra corriendo hasta estrellarse con mis piernas.

― ¡Mami, vamos al cine! ―Chilla mi pequeño emocionado.

― ¿Mami? ―Pregunta el desconocido.

Llevo mi mano a la boca ahogando un jadeo. Mi hijo y el hombre que tengo delante de mí son como dos gotas de agua, tan parecidos que no hay ninguna duda que son padre e hijo.


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